domingo, 16 de junio de 2013

PARA CURAR EL ALMA

A PESAR DE TODO, “GRACIAS A LA VIDA”
Por Doris Rodríguez


(Haga clic en la foto para ampliarla.)

Hoy abro mi corazón para agradecer al Divino Creador, por la dicha de haberme regalado acampar en una cálida, hermosa, y heroica ciudad, de tierra productiva, preñada de esperanzas, pero dormida en la soledad de la indiferencia y el dolor, por la pérdida de los valores que se llevan los años, como la muerte a la gente.

En esta noche cuando las estrellas se ocultan y la luna abre sus ojos, he tomado una libreta y un viejo lápiz de carbón, para plasmar mi gratitud, a todos los que han contribuido a hacer lo que hoy soy.

Después de varios días recorriendo cada barrio, escuchando su gente, sintiendo el calor humano en medio de una temperatura de 35 grados, me acerqué al canal mayor, para recibir la frescura que fluye de sus aguas a pesar de su visible contaminación.

Caminé algunas de sus calles, ¡Cuánto han cambiado! Abriendo caminos que se habían cerrado, no por olvidar pasar, sino por el bendito tiempo que nos hace preso, y perdemos la libertad de visitar, compartir, de escuchar y sentir lo que vive la gente de cada sector de una ciudad como mi pueblo, que no es mi pueblo, Mao.

Como estadio con entrada gratis, dejé mis oídos abiertos, para escuchar qué había pasado con los pintorescos personajes, familias, ancianos y jóvenes que eran lumbreras en los deportes, el arte y la cultura de aquellos años. ¿Dónde se quedó dormida la paz, el amor al prójimo, la bondad, el compañerismo, el respeto a la vida y la solidaridad entre vecinos y amigos?

Entre una y otra referencia de mis inicios en la radio y la TV, en medio de halagos, sonrisas y lágrimas, fueron narrándome qué ha pasado, qué fue de aquella gente, el camino que siguieron después de encontrarnos en una que otra esquina, en el parque, en la escuela, la universidad, participando de la cotidianidad de una pequeña ciudad habitada por gente buena, noble y trabajadora.

Unos cuantos se perdieron, se fueron por vías equivocadas, al mundo de las drogas; la mayoría han seguido las luchas del trabajo, mientras algunos volaron a lugares lejanos, buscando nuevas alternativas de vida; con ellos también se fue una buena parte de los sueños de un futuro promisorio de este pueblo; los mayores y uno que otros jóvenes e incluso niños se fueron, dejando la vida terrenal.

Al caminar, saludar, abrazar y escuchar, vi tristezas y desesperanzas en tantas miradas, aquella gente ya no suele confiar en nada ni en nadie, tiene miedo de todo y de todos; ya no dejan sus puertas abiertas ni se acuestan a sus acostumbradas siestas. Ahora sus casas parecen cárceles con verjas y candados las 24 horas.

Me olvidé de mi oficio de comunicadora actualizada y escuché cada historia como si jamás hubiese vuelto a leer los periódicos o escuchar alguna noticia, me contaron que al igual que en las grandes ciudades, ahora violan los niños/as, roban hasta a los mismos vecinos; aquellos que una vez cuidaban sus casas como de sus hijos, matan por pequeñas discusiones y robar parece algo normal, ya no se molestan en hacer las denuncias, total, al final puede que se encuentre con el mismo delincuente donde ponen la querella. La justicia, como en el resto del país es tan débil como un papel bajo la lluvia.

La gente se ha vuelto muy agresiva, los hombres golpean sus esposas, las asesinan, tenemos gentes inseguras, con falta de amor, tantas niñas han perdido la inocencia y con ella su pudor, y la educación se fue de vacaciones.

Las noticias negativas que ocurren y salen a diario en los medios de información, no parecen sorprenderles, se ha convertido en algo tan habitual que perdieron la capacidad de asombro. La política está sacando la honestidad, la ética del diccionario de la vida del dominicano, estamos en un mercado de oferta y demanda, apostando a quién se haga millonario más rápido, con un puesto en alguna institución del estado, o recibiendo un cheque sin trabajar. Peor aún, son reconocidos públicamente con placas, pergaminos, como si tuviéramos que agradecerles y premiarles por su función de corruptos.

Ya no hacen referencia a anécdotas e historia de personajes, simplemente se quejan de la calamitosa situación, la inseguridad, la pobreza, la quiebra de los pequeños agricultores y empresas; lamentan con dolor en el alma la poca esperanza de que en un futuro mejore la situación del país. Deben tener dos y tres empleos para poder subsistir en una sociedad que exige más apariencia que conciencia; el pluriempleo no ha dejado tiempo para visitar las familias y los amigos, es más fácil un mensaje por correo o felicitarlos a través de las redes sociales en el día de su cumpleaños, si además le sumamos la dejadez y la falta de amor por la familia.

“El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos”, como dice la canción. Así que el cansancio me hizo abordar un carro público. Con mi habitual saludo, ¡Hola, buenas tardes! “!Ah, qué bueno verla Doris!”, fueron las palabras de don José, mientras conducía su destartalado carro de la ruta A, que me llevó de un extremo a otro de la ciudad, me platicó de sus luchas y cómo había cambiado la vida, “ya nada es igual, nos hemos puesto viejo, sin ná!, y sólo vivimos “fajão” para ganarnos el moro, hasta que Dios quiera”. Él tiene años viendo cómo cambia la gente, con un guía en sus manos, si fuera por los años trabajado en el transporte urbano, me atrevería a decir que podría conducir sin ver las calles Duarte y Máximo Cabral, por donde tiene que transitar una y otra vez; fue grato ver de nuevo a don José, pero triste porque sus arrugas son más visibles en medio del cansancio y la pobreza.

Pero en medio de tanta indolencia, mediocridad y deshumanización, mi pueblo sigue siendo mi pueblo, ese que se despierta con la esperanza de rencontrarse con la tranquilidad de lo perdido; al caminar sus calles también me encontré con la nostalgia, dejando que un hermoso atardecer tocara mi piel y fortaleciera mi espíritu, para que mi alma siga con la sensibilidad de sentir en las madrugadas, la suave brisa entre arrozales y platanales, sin perder la fe, con la esperanza de que podamos sobrevivir, caminando de la mano de Dios.

4 comentarios:

  1. Doris, que emotivo,realista,y triste retrato hablado de nuestra ciudad. Recorrí junto contigo nuestro Mao y me di cuenta que el amor que les tenemos es parecido al amor de los padres a sus hijos, siempre creemos que son bebe,que nunca crecen. En este caso lo triste es que también están creciendo todos los males que arrastra una sociedad sin dolientes, porque los que nos gobiernan son el peor ejemplo a seguir. Pero gracias que existen personas como tu, con credibilidad publica dispuesta a denunciar todos estos males que nos agobian. Te felicito. Jochy Reyes.

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  2. Que tristeza me produjo este artículo tan bien elaborado. Es como el lamento de un alma desgarrada por la impotencia y la desilusión de ver como poco a poco estamos sucumbiendo ante la falta de valores y principios de moralidad que deberían regirnos. Sentí congoja y angustia, pero sólo momentáneamente, ya que me sobrepuse y me dije... ¡¡¡ No, no debe ser... !!!, al igual que Doris, no debemos desmayar y darnos por vencidos... eso es lo que quieren los corruptos, que le cedamos el paso, y eso no lo podemos permitir bajo ningún concepto.

    Gracias mil Licda. Doris... ¡¡¡Excelente, valiente y muy valioso su artículo!!!

    Cariño y estima para Usted y Familia.

    Diómedes Rodríguez Martínez.

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  3. Excelente exposición de nuestra dura realidad, plasmada por la pluma magistral de Doris, excelente narrativa, sin el menor desperdicio, dejando escaper el grito de un pais masacrado a diario. Nos solidaridamos con tu grito. Dios nos vea con misericordia al final del tunel.
    Abrazos mi querida amiga,
    excelente, excelente.
    Con todo mi cariño,
    Juan Colon

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  4. Gracias a todos por sus opiniones , valoro que tomen de su valioso tiempo para leer lo que me fluye de mi alma , un abrazo y abundante bendiciones muchachos Jochy Diómedes y juan. y en especial a Isaias por siempre publicar estos articulas en nuestra página de todos los Maeños.

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