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martes, 20 de agosto de 2013
YO ME ACUERDO...
ANTONIO ROBINSON FERNÁNDEZ (REVOLUCIONARIO AYER Y HOY) – 2 de 2
Por Evelio Martínez
In memorian: Al Comandante Ledesma Colón y a Milet Haddad. Dos colosos, dos portentos de la lucha de nuestro pueblo por su libertad.
En la foto: Robinson con un fusil Fal y Pipito, un amigo íntimo del comandante Ledesma, junto al cadáver de este envuelto en la bandera nacional.
En la primera parte de este trabajo, Robinson Fernández nos narró cómo el Sargento Muñoz, del G2 del Ejército Nacional y el SIM de Mao rodearon con guardias el play de softbol (a la sazón al lado del cementerio viejo) y allí hicieron presos a Mon Ramírez y a su hermano Papito, Milet Haddad, Fulvio Felipe, Ramoncito Echavarría y Yoryi Morel, que pertenecían al Movimiento Conspirativo Celular 14 de Junio y sobre las torturas de que fueron víctimas durante 28 días 6 maeños en la Cuarenta: el cabo E.N Diógenes Báez Espinal (Pellín), Antonio Valera, Freddy Torres, Porfirio, Luis García y él. En esta segunda parte, Robinson nos narra entre otras cosas sus experiencias en la guerra del 65 y acerca de su amistad y admiración por el Comandante Ledesma Colón.
"Regresar a mi pueblo, abrazar a mi familia, respirar aire de libertad era mi sueño", me expresa Robinson Fernández con un dejo de nostalgia en la mirada, ese hombre excepcional que ha peleado en mil batallas y aún resiste.
“Al salir al patio de la cárcel sacaban de la celda No.8, a Mon Ramírez y Adolfo Sánchez; nos abrazamos y comentamos la posible liberación y el regreso a Mao. Al día siguiente nos sacaron, como a las seis de la mañana con las pocas pertenencias que teníamos y nos asignaron un carro grande con un chofer vestido de civil que parecía militar; este llevaría al grupo a Mao. Éramos seis. Tras una larga espera, el carro salió como a las cinco de la tarde, parándolo en la cumbre un capitán de nombre Brador Gómez; célebre por sus "travesuras". Nos exigía las cédulas, que no teníamos los seis presos políticos, y autorizó a un cabo que preparara las armas para fusilar a estos "comunita". El chofer adujo algo y mencionó a Ramfis y este nos dejó partir.
Al llegar a mi pueblo tarde de la noche encontramos el barrio con algunos calieses y guardias.
A los dos días nos citaron para la fortaleza, y nos exigieron ir cada día a las siete de la mañana y no salir del pueblo sin permiso autorizado .Toda esta situación hizo que una madrugad saliera a pie por Hato Nuevo hasta llegar a la capital a la Marcos Adon, donde vivía mi mamá biológica.
Me integré a los grupos que luchaban por la libertad y organicé otros y es así que me encuentro con el ex-teniente, Felipe Rojas, quien había estado en Mao y casó con una hija de Alberto Disla.
Él y yo escribimos con piedras y palos muchos episodios. Cuando mataron a Estrella Liz, Felipe y yo participamos en esa manifestación. En la calle Espaillat me masacraron, me tiraron por las escaleras de los bomberos y caí a la Arzobispo Portes y me llevaron al cuartel de los bomberos con un brazo roto y la cabeza partía. Ya no podía vivir más en La Marcos Adon y me fui para Las Lagunas, Santiago; allí me encontré con Juany Bisonó y Rafelito Rojas con quienes participé en trabajos revolucionarios y organizativos, cuando aún Ramfis no se había ido. Se produce el golpe de estado de Rodríguez Echavarría y junto a Milet Haddad, que estaba en Santiago, en un carrito pequeño salimos para Mao a darle apoyo a los maeños en esa lucha. Entramos gritando ¡libertad! ¡Libertad! La gente en algunas casas cerraban las puertas. Milet me llevó a casa y como a la media hora volvió a buscarme: “Robinson, esto está igualito", me dijo .Salimos casi por arriba de los calieses, y partimos. Llegando a Hatico vimos un camión que entraba y Milet lo reconoció y le hizo señas, era Adalberto Vargas, se devolvió y nos montaron a Milet y a mí en la cama del camión entre las esteras de los guineos y el chofer del carrito que era Negrito siguió sólo montando pasajeros para encontrarnos en Navarrete. Fuimos a la Base Aérea de Santiago y allí Milet informó de la situación de Mao, y es cuando mandan primero un avioncito que fue tiroteado por los guardias del Coronel Rodríguez Reyes, y luego los vampiros que ametrallaron la fortaleza y que hizo rendirse al coronel.
AIRES DE LIBERTAD. ELECCIONES DEL 62
Regreso a la capital y junto a los muchachos del barrio a los que comandaba, comenzamos a cazar calieses y a movilizarnos. Nos organizamos en el PRD y ganamos las elecciones. Dan el golpe de estado a Bosch y perseguido llego de nuevo a Las Lagunas, Santiago. Junto a unos compañeros del MPD y Juany Bisonó organizamos células que hicieron trabajos revolucionarios.
Regresé a la capital, al Hotel Jaragua, donde el Comandante Ledesma era un jefe por su amistad con Eddy Bogaert. Desde allí comenzamos a incursionar de forma clandestina en la parte norte, (Villa Juana y Villa Francisca) y a organizar comandos y células, que tuvieron una participación muy importante y decisiva en la guerra.
El llamado de Peña Gómez nos encuentra en el Hotel Jaragua donde laborábamos, ya el Comandante Ledesma y yo teníamos "dos hierros", él una Cristóbal que después cambió por su máuser (al que murió abrazado), y yo un Fal.
El cementerio estaba a su alrededor, la pólvora era el olor cotidiano, en los oídos retumbaban los cañones y la fusilería. El calor era asfixiante y húmedo. La vida podía convertirse en una noche oscura salpicada por las balas y los obuses que los alumbraban señalándoles el camino de la muerte. Todo esto es el entramado que rodea y acogota al combatiente de abril y otras luchas, Robinson Fernández.
Dejemos que sea él quien nos siga narrando los episodios, las peripecias, los enfrentamientos armados y la lucha tenaz y sangrienta en esa gloriosa revolución.
"Salimos a las calles y nos dirigimos al Hipódromo donde comenzaron a escenificares los primeros combates contra los guardias de transportación del ejército. El comandante Ledesma era un gran tirador y lo demostró cuando desde el Hipódromo mantuvo en vilo a las tropas de transportación. Nos trasladamos, por orden superior, a la Américo Lugo con 23 donde dirigido por el Comandante Ledesma sostuvimos una encarnizada batalla donde a un compañero le volaron las dos piernas con un tanque. El comandante se lo tiró al hombro y lo sacó de la línea de fuego; eran de las cosas que yo admiraba en él.
Los combates se sucedían a diario en el Cementerio de la Máximo Gómez. Desde allí manteníamos a raya a los guardias que eran reforzados por tropas frescas del interior del país. A veces dormíamos en el cementerio… Otro combate encarnizado que sostuvimos fue en la fábrica de clavos Enriquillo, en la Máximo Gómez.
También mantuvimos enfrentamientos con tropas apostadas en lo alto del edificio Armenteros, a los que le hicimos callar las ametralladoras emplazada en el mismo. La Radio Televisión Dominicana, que fue bombardeada y el destacamento policial fue abandonado; de ahí recobramos las armas que se quedaron por el bombardeo, armas que repartimos a los compañeros que no tenían. El Comandante Ledesma y yo nos apersonamos a la calle Piña, esquina Canela donde nuestro líder, el maeño Dr. Peña Gómez a presentarle nuestro saludo y apoyo; él quiso que nos quedáramos con él; el comandante Ledesma adujo sus compromisos con los compañeros de la parte norte.
El 28 de abril cuando llegaron los gringos, recibimos la orden del Comandante Montes Arache de no atacarlos, pues estos venían a mediar. Maldito error.
Desde el 14 de mayo arreciaron los combates, y los guardias apoyados por los gringos desde transportación y el hipódromo comenzaron a efectuar lo que ellos llamaron "operación limpieza".
Nosotros esperábamos refuerzos, no obstante que manteníamos a raya al enemigo, aun siendo este superior. El 16 en la madrugada habíamos amanecido combatiendo; en pleno combate, en las esquinas de las calles Tunty Cáceres con Sumner Wells, parapetado el comandante en una esquina y yo en el lado contrario manteníamos a raya a las tropas enemigas, cuando vi que una bala atravesaba el lado izquierdo del cuerpo del Comandante Ledesma y caía mortalmente herido. Crucé la calle bajo el tiroteo y al llegar junto a él aún respiraba; se me salieron las lágrimas al verlo, postrado abrazado a su fusil máuser y él me dijo: ‘Robinson no llore, que yo conozco el buey que jala y la víbora que pica, y.....’ exhaló el último suspiro. Lo cargué y me lo llevé por los patios, le quité la cédula y los documentos que tenía, y, en la Marcos Adon con Charles Piet, lo envolvimos en la bandera nacional, construimos un cajón y tratamos de llevarlo a Mao; algo imposible. A sangre y fuego lo enterramos en el mismo lugar que calló, junto a un compañero que mataron ese día que se llamaba Ángel Reyes. Le pusimos dos cruces de madera que fueron violadas por patrullas mixtas, hasta que nuestro comando los enfrentó una noche y no volvieron a violar las nuevas cruces que pusimos. Me acuerdo como hoy que en el panegírico que dije ante el cadáver de mi comandante, el titán, el coloso dije: la garantía de los revolucionarios son las armas.
No se detuvo la lucha y en repliegue por la embestida del enemigo que había sido reforzado por los gringos tuvimos que retirarnos a la zona de Ciudad Nueva (Zona Constitucionalista), donde nuestros compañeros sostenían el Gobierno Constitucionalista que presidía el inmenso Coronel Caamaño. Crucé el aeropuerto viejo y caí justo en la casa de nuestro amigo Eddy Bogaert, a quien le informé de la muerte del comandante, y su hermano Mauricio Bogaert me llevó a la Zona Constitucionalista, donde me integré al comando de mis compañeros de Villa Juana, en la Arzobispo Portes, desde donde participamos en la guerra contra los gringos en primera fila.
LOS DOCE AÑOS DE BALAGUER
Los doce años de la dictadura ilustrada de Balaguer fue un vía crucis, un martirio, un Gólgota que llevó a este combatiente eterno, Robinson Fernández, a las ergástulas más horribles y tenebrosas del país. Acusado de posesión de armas de guerra, sedición, comunista y otros cargos, que serán temas encendidos para otra narración de este revolucionario que aún conserva nítido en la memoria los recuerdos del "Titán de Mao": Comandante Ledesma Colón, su combatir cantando y su carisma de líder humilde que arrasaba con las injusticias y combatía las maldades y los abusos.
¡LOOR A ROBINSON FERNÁNDEZ! ¡IN MEMORIAM: AL COMANDANTE, EL INMENSO, EL TITÁN LEDESMA COLÓN!
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Por Evelio Martínez
In memorian: Al Comandante Ledesma Colón y a Milet Haddad. Dos colosos, dos portentos de la lucha de nuestro pueblo por su libertad.
En la foto: Robinson con un fusil Fal y Pipito, un amigo íntimo del comandante Ledesma, junto al cadáver de este envuelto en la bandera nacional.
En la primera parte de este trabajo, Robinson Fernández nos narró cómo el Sargento Muñoz, del G2 del Ejército Nacional y el SIM de Mao rodearon con guardias el play de softbol (a la sazón al lado del cementerio viejo) y allí hicieron presos a Mon Ramírez y a su hermano Papito, Milet Haddad, Fulvio Felipe, Ramoncito Echavarría y Yoryi Morel, que pertenecían al Movimiento Conspirativo Celular 14 de Junio y sobre las torturas de que fueron víctimas durante 28 días 6 maeños en la Cuarenta: el cabo E.N Diógenes Báez Espinal (Pellín), Antonio Valera, Freddy Torres, Porfirio, Luis García y él. En esta segunda parte, Robinson nos narra entre otras cosas sus experiencias en la guerra del 65 y acerca de su amistad y admiración por el Comandante Ledesma Colón.
"Regresar a mi pueblo, abrazar a mi familia, respirar aire de libertad era mi sueño", me expresa Robinson Fernández con un dejo de nostalgia en la mirada, ese hombre excepcional que ha peleado en mil batallas y aún resiste.
“Al salir al patio de la cárcel sacaban de la celda No.8, a Mon Ramírez y Adolfo Sánchez; nos abrazamos y comentamos la posible liberación y el regreso a Mao. Al día siguiente nos sacaron, como a las seis de la mañana con las pocas pertenencias que teníamos y nos asignaron un carro grande con un chofer vestido de civil que parecía militar; este llevaría al grupo a Mao. Éramos seis. Tras una larga espera, el carro salió como a las cinco de la tarde, parándolo en la cumbre un capitán de nombre Brador Gómez; célebre por sus "travesuras". Nos exigía las cédulas, que no teníamos los seis presos políticos, y autorizó a un cabo que preparara las armas para fusilar a estos "comunita". El chofer adujo algo y mencionó a Ramfis y este nos dejó partir.
Al llegar a mi pueblo tarde de la noche encontramos el barrio con algunos calieses y guardias.
A los dos días nos citaron para la fortaleza, y nos exigieron ir cada día a las siete de la mañana y no salir del pueblo sin permiso autorizado .Toda esta situación hizo que una madrugad saliera a pie por Hato Nuevo hasta llegar a la capital a la Marcos Adon, donde vivía mi mamá biológica.
Me integré a los grupos que luchaban por la libertad y organicé otros y es así que me encuentro con el ex-teniente, Felipe Rojas, quien había estado en Mao y casó con una hija de Alberto Disla.
Él y yo escribimos con piedras y palos muchos episodios. Cuando mataron a Estrella Liz, Felipe y yo participamos en esa manifestación. En la calle Espaillat me masacraron, me tiraron por las escaleras de los bomberos y caí a la Arzobispo Portes y me llevaron al cuartel de los bomberos con un brazo roto y la cabeza partía. Ya no podía vivir más en La Marcos Adon y me fui para Las Lagunas, Santiago; allí me encontré con Juany Bisonó y Rafelito Rojas con quienes participé en trabajos revolucionarios y organizativos, cuando aún Ramfis no se había ido. Se produce el golpe de estado de Rodríguez Echavarría y junto a Milet Haddad, que estaba en Santiago, en un carrito pequeño salimos para Mao a darle apoyo a los maeños en esa lucha. Entramos gritando ¡libertad! ¡Libertad! La gente en algunas casas cerraban las puertas. Milet me llevó a casa y como a la media hora volvió a buscarme: “Robinson, esto está igualito", me dijo .Salimos casi por arriba de los calieses, y partimos. Llegando a Hatico vimos un camión que entraba y Milet lo reconoció y le hizo señas, era Adalberto Vargas, se devolvió y nos montaron a Milet y a mí en la cama del camión entre las esteras de los guineos y el chofer del carrito que era Negrito siguió sólo montando pasajeros para encontrarnos en Navarrete. Fuimos a la Base Aérea de Santiago y allí Milet informó de la situación de Mao, y es cuando mandan primero un avioncito que fue tiroteado por los guardias del Coronel Rodríguez Reyes, y luego los vampiros que ametrallaron la fortaleza y que hizo rendirse al coronel.
AIRES DE LIBERTAD. ELECCIONES DEL 62
Regreso a la capital y junto a los muchachos del barrio a los que comandaba, comenzamos a cazar calieses y a movilizarnos. Nos organizamos en el PRD y ganamos las elecciones. Dan el golpe de estado a Bosch y perseguido llego de nuevo a Las Lagunas, Santiago. Junto a unos compañeros del MPD y Juany Bisonó organizamos células que hicieron trabajos revolucionarios.
Regresé a la capital, al Hotel Jaragua, donde el Comandante Ledesma era un jefe por su amistad con Eddy Bogaert. Desde allí comenzamos a incursionar de forma clandestina en la parte norte, (Villa Juana y Villa Francisca) y a organizar comandos y células, que tuvieron una participación muy importante y decisiva en la guerra.
El llamado de Peña Gómez nos encuentra en el Hotel Jaragua donde laborábamos, ya el Comandante Ledesma y yo teníamos "dos hierros", él una Cristóbal que después cambió por su máuser (al que murió abrazado), y yo un Fal.
El cementerio estaba a su alrededor, la pólvora era el olor cotidiano, en los oídos retumbaban los cañones y la fusilería. El calor era asfixiante y húmedo. La vida podía convertirse en una noche oscura salpicada por las balas y los obuses que los alumbraban señalándoles el camino de la muerte. Todo esto es el entramado que rodea y acogota al combatiente de abril y otras luchas, Robinson Fernández.
Dejemos que sea él quien nos siga narrando los episodios, las peripecias, los enfrentamientos armados y la lucha tenaz y sangrienta en esa gloriosa revolución.
"Salimos a las calles y nos dirigimos al Hipódromo donde comenzaron a escenificares los primeros combates contra los guardias de transportación del ejército. El comandante Ledesma era un gran tirador y lo demostró cuando desde el Hipódromo mantuvo en vilo a las tropas de transportación. Nos trasladamos, por orden superior, a la Américo Lugo con 23 donde dirigido por el Comandante Ledesma sostuvimos una encarnizada batalla donde a un compañero le volaron las dos piernas con un tanque. El comandante se lo tiró al hombro y lo sacó de la línea de fuego; eran de las cosas que yo admiraba en él.
Los combates se sucedían a diario en el Cementerio de la Máximo Gómez. Desde allí manteníamos a raya a los guardias que eran reforzados por tropas frescas del interior del país. A veces dormíamos en el cementerio… Otro combate encarnizado que sostuvimos fue en la fábrica de clavos Enriquillo, en la Máximo Gómez.
También mantuvimos enfrentamientos con tropas apostadas en lo alto del edificio Armenteros, a los que le hicimos callar las ametralladoras emplazada en el mismo. La Radio Televisión Dominicana, que fue bombardeada y el destacamento policial fue abandonado; de ahí recobramos las armas que se quedaron por el bombardeo, armas que repartimos a los compañeros que no tenían. El Comandante Ledesma y yo nos apersonamos a la calle Piña, esquina Canela donde nuestro líder, el maeño Dr. Peña Gómez a presentarle nuestro saludo y apoyo; él quiso que nos quedáramos con él; el comandante Ledesma adujo sus compromisos con los compañeros de la parte norte.
El 28 de abril cuando llegaron los gringos, recibimos la orden del Comandante Montes Arache de no atacarlos, pues estos venían a mediar. Maldito error.
Desde el 14 de mayo arreciaron los combates, y los guardias apoyados por los gringos desde transportación y el hipódromo comenzaron a efectuar lo que ellos llamaron "operación limpieza".
Nosotros esperábamos refuerzos, no obstante que manteníamos a raya al enemigo, aun siendo este superior. El 16 en la madrugada habíamos amanecido combatiendo; en pleno combate, en las esquinas de las calles Tunty Cáceres con Sumner Wells, parapetado el comandante en una esquina y yo en el lado contrario manteníamos a raya a las tropas enemigas, cuando vi que una bala atravesaba el lado izquierdo del cuerpo del Comandante Ledesma y caía mortalmente herido. Crucé la calle bajo el tiroteo y al llegar junto a él aún respiraba; se me salieron las lágrimas al verlo, postrado abrazado a su fusil máuser y él me dijo: ‘Robinson no llore, que yo conozco el buey que jala y la víbora que pica, y.....’ exhaló el último suspiro. Lo cargué y me lo llevé por los patios, le quité la cédula y los documentos que tenía, y, en la Marcos Adon con Charles Piet, lo envolvimos en la bandera nacional, construimos un cajón y tratamos de llevarlo a Mao; algo imposible. A sangre y fuego lo enterramos en el mismo lugar que calló, junto a un compañero que mataron ese día que se llamaba Ángel Reyes. Le pusimos dos cruces de madera que fueron violadas por patrullas mixtas, hasta que nuestro comando los enfrentó una noche y no volvieron a violar las nuevas cruces que pusimos. Me acuerdo como hoy que en el panegírico que dije ante el cadáver de mi comandante, el titán, el coloso dije: la garantía de los revolucionarios son las armas.
No se detuvo la lucha y en repliegue por la embestida del enemigo que había sido reforzado por los gringos tuvimos que retirarnos a la zona de Ciudad Nueva (Zona Constitucionalista), donde nuestros compañeros sostenían el Gobierno Constitucionalista que presidía el inmenso Coronel Caamaño. Crucé el aeropuerto viejo y caí justo en la casa de nuestro amigo Eddy Bogaert, a quien le informé de la muerte del comandante, y su hermano Mauricio Bogaert me llevó a la Zona Constitucionalista, donde me integré al comando de mis compañeros de Villa Juana, en la Arzobispo Portes, desde donde participamos en la guerra contra los gringos en primera fila.
LOS DOCE AÑOS DE BALAGUER
Los doce años de la dictadura ilustrada de Balaguer fue un vía crucis, un martirio, un Gólgota que llevó a este combatiente eterno, Robinson Fernández, a las ergástulas más horribles y tenebrosas del país. Acusado de posesión de armas de guerra, sedición, comunista y otros cargos, que serán temas encendidos para otra narración de este revolucionario que aún conserva nítido en la memoria los recuerdos del "Titán de Mao": Comandante Ledesma Colón, su combatir cantando y su carisma de líder humilde que arrasaba con las injusticias y combatía las maldades y los abusos.
¡LOOR A ROBINSON FERNÁNDEZ! ¡IN MEMORIAM: AL COMANDANTE, EL INMENSO, EL TITÁN LEDESMA COLÓN!
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viernes, 15 de junio de 2012
YO ME ACUERDO...
LOS RODRÍGUEZ, CHOFERES Y ANÉCDOTAS DE ESTA FAMILIA
Por Evelio Martínez
Los Rodríguez formaban una familia de servicios de generación en generación. Ellos, hijos y nietos de Vicente Rodríguez, quien se cuenta entre los fundadores de la Villa o Hato de Mao por allá, por Los Pretiles. Con su ejemplo de hombre honrado y trabajador levantó una numerosa familia entre los que se cuentan los dueños del transporte de pasajeros del Mao de esa época: Coplé, Ñeño y Pomplín. ¿Quién no conoce las anécdotas de estos consagrados servidores del volante, que nos transportaron hasta Santiago y la capital?
Teodoro Armando Rodríguez (Coplé), padre de mi amigo y condiscípulo Ing. Agrónomo Cirilo Rodríguez (QEPD), de Tomás, Miguelín, Pedrito, Máximo, Yolanda y otros, cuyos nombres escapan en estos momentos a mi memoria, fue también esposo de Doña Niña.
A Coplé lo conocimos como enemigo acérrimo de la velocidad, quizás por su parsimonia y su actuar con lentitud y mesura. Cuentan que en uno de sus viajes a Santiago, de regreso a Mao les dijo a los pasajeros que con él viajaban “agárrense los sombreros que vamos a correr”. El millero no pasó de 15 km / hora. Coplé como esos Rodríguez que imitando a su padre eran “todológos” e ingeniosos era mecánico además de chofer, pero también era músico y tocaba el saxofón. En una fiesta de las que se celebraban en Mao y sus entornos terminado uno de los sets, nuestro personaje se encontraba detrás de un árbol limpiando el saxofón y le drenaba toda la saliva que se había escapado de su boca al soplarlo, al verlo, un contertulio se le acercó y le dijo: “Coplé usted si bota baba por ese saxofón”. Coplé le contestó: “claro, porque es con la boca que yo lo toco, si fuera con el c… botara mierda”.
Los hijos de Vicente Rodríguez fueron: Ñeño, chofer de un carro del año que viajaba a la capital y servía de correo y entrega de envíos a domicilio en Ciudad Trujillo (¡zafa!) y viceversa. Pomplín y Coplé quienes también transportaban pasajeros a la capital y Santiago, es decir que de los hijos de Vicente, tres prestaban el servicio de transporte de pasajeros.
Adolfo Rodríguez, hijo también de Vicente nos hizo vivir momentos fantásticos que evocamos inmersos en las películas de Sabú, Tarzán, Charles Starret, Flash Gordon, y otras tantas cintas en blanco y negro. Es que Adolfo era quien manejaba el proyector de películas en el teatro Jaragua y cuando por mucho uso esas cintas se rompían y se interrumpía la proyección, le gritábamos a todo pulmón: “Adolfo muñequito” o cuando se repetía a velocidad la misma, zapateando en el piso de madera del teatro voceábamos “arriba, abajo m…”.
Aquel personaje que anunciaba las películas y que apodábamos Mariachi, voceaba a través de unas bocinas instaladas en lo alto del teatro Jaragua y que se escuchaban en todo el vecindario anunciando la película de ese día y con música y canciones de ese tiempo, complacía peticiones. Una vez complaciendo un oyente dijo: “Para complacer a una damita de la baja sociedad, con Lucho Gatica Asmémonos”. Otra vez en Semana Santa, Mariachi para darle énfasis a su anunciada película dijo: “esta noche, el teatro Jaragua presenta una película de acción, coraje, aventura y pasión… vea La Pasión de Cristo”.
¿Se acuerdan de Foro y su fututo anunciando las películas y algún establecimiento comercial? Otras vivencias, otros recuerdos de nuestro querido Mao de ayer.
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Por Evelio Martínez
Los Rodríguez formaban una familia de servicios de generación en generación. Ellos, hijos y nietos de Vicente Rodríguez, quien se cuenta entre los fundadores de la Villa o Hato de Mao por allá, por Los Pretiles. Con su ejemplo de hombre honrado y trabajador levantó una numerosa familia entre los que se cuentan los dueños del transporte de pasajeros del Mao de esa época: Coplé, Ñeño y Pomplín. ¿Quién no conoce las anécdotas de estos consagrados servidores del volante, que nos transportaron hasta Santiago y la capital?
Teodoro Armando Rodríguez (Coplé), padre de mi amigo y condiscípulo Ing. Agrónomo Cirilo Rodríguez (QEPD), de Tomás, Miguelín, Pedrito, Máximo, Yolanda y otros, cuyos nombres escapan en estos momentos a mi memoria, fue también esposo de Doña Niña.
A Coplé lo conocimos como enemigo acérrimo de la velocidad, quizás por su parsimonia y su actuar con lentitud y mesura. Cuentan que en uno de sus viajes a Santiago, de regreso a Mao les dijo a los pasajeros que con él viajaban “agárrense los sombreros que vamos a correr”. El millero no pasó de 15 km / hora. Coplé como esos Rodríguez que imitando a su padre eran “todológos” e ingeniosos era mecánico además de chofer, pero también era músico y tocaba el saxofón. En una fiesta de las que se celebraban en Mao y sus entornos terminado uno de los sets, nuestro personaje se encontraba detrás de un árbol limpiando el saxofón y le drenaba toda la saliva que se había escapado de su boca al soplarlo, al verlo, un contertulio se le acercó y le dijo: “Coplé usted si bota baba por ese saxofón”. Coplé le contestó: “claro, porque es con la boca que yo lo toco, si fuera con el c… botara mierda”.
Los hijos de Vicente Rodríguez fueron: Ñeño, chofer de un carro del año que viajaba a la capital y servía de correo y entrega de envíos a domicilio en Ciudad Trujillo (¡zafa!) y viceversa. Pomplín y Coplé quienes también transportaban pasajeros a la capital y Santiago, es decir que de los hijos de Vicente, tres prestaban el servicio de transporte de pasajeros.
Adolfo Rodríguez, hijo también de Vicente nos hizo vivir momentos fantásticos que evocamos inmersos en las películas de Sabú, Tarzán, Charles Starret, Flash Gordon, y otras tantas cintas en blanco y negro. Es que Adolfo era quien manejaba el proyector de películas en el teatro Jaragua y cuando por mucho uso esas cintas se rompían y se interrumpía la proyección, le gritábamos a todo pulmón: “Adolfo muñequito” o cuando se repetía a velocidad la misma, zapateando en el piso de madera del teatro voceábamos “arriba, abajo m…”.
Aquel personaje que anunciaba las películas y que apodábamos Mariachi, voceaba a través de unas bocinas instaladas en lo alto del teatro Jaragua y que se escuchaban en todo el vecindario anunciando la película de ese día y con música y canciones de ese tiempo, complacía peticiones. Una vez complaciendo un oyente dijo: “Para complacer a una damita de la baja sociedad, con Lucho Gatica Asmémonos”. Otra vez en Semana Santa, Mariachi para darle énfasis a su anunciada película dijo: “esta noche, el teatro Jaragua presenta una película de acción, coraje, aventura y pasión… vea La Pasión de Cristo”.
¿Se acuerdan de Foro y su fututo anunciando las películas y algún establecimiento comercial? Otras vivencias, otros recuerdos de nuestro querido Mao de ayer.
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