Por Lavinia del Villar
Uno de esos días en que mi amiga Cheíta y yo no encontrábamos qué inventar, decidimos durar una hora sin hablar, a ver qué pasaba.
La idea era reunirnos con las demás compañeras del barrio y permanecer ese tiempo sin decir palabra.
A pesar de que lo intentamos varias veces, nos fue imposible alcanzar el reto, no necesariamente porque la insistencia de las demás nos presionara a romper el silencio, sino porque la necesidad de expresión terminaba haciéndonos olvidar la propuesta.
Aunque la idea era simplemente divertirnos, nos dimos cuenta de lo contradictorio que es mantenernos en silencio dentro de un círculo de opiniones; de que es más difícil escuchar que hablar; y de que muchas veces hablamos aunque no debamos.
Hablamos porque necesitamos opinar, porque nos gusta disentir, porque queremos explicar, porque debemos defender, porque es bueno justificar, porque adoramos presumir, porque deseamos informar, disuadir, juzgar, alentar, agradecer, exhortar, exaltar, corregir, convencer, murmurar…, en fin porque queremos compartir nuestro pensamiento. Para eso Dios nos dio las palabras… ¡pero cuidado! porque también nos dio el libre albedrío para usarlas. Ahí está el detalle.
Las palabras son el reflejo del alma. Con ellas podemos formar hombres de bien o crear monstruos; construir puentes o destruir vidas; levantar estimas o inflar egos; regalar amor o vender odio; infundir unidad o alentar división; fomentar fe o sembrar duda…
Sin embargo, hay un poder también en el silencio, y es de sabios saber cuándo las palabras salen sobrando.
Y usted, dentro de un grupo de pericos y cotorras… ¿podrá durar una hora sin hablar?
Jajajaja,este tema de nuestra siempre maestra, aparentemente cáusa risa,se ve sencillo;pero al detenerme analizarlo reviste alto contenido y me he dado cuenta lo bueno o lo malo que puede resultar una expresión mal dicha o mal interpretada más sino se asume responsabilidad de mantenerla o pedir excusas si es necesario.
ResponderBorrarLe temo al silencio,más sabiendo que no somos sabios y me llega al pensamiento el adagio "muerto que no hace ruido ,mayores son sus penas "
Que si podría durar una hora sin hablar ? No, exploto !
Gracias ,mi querida.
Manito
jajajaajajaja , si es en forma de broma es muy difícil porque da risa , pero yo aunque muchos no lo crean en casa hablo muy poco. me encanta el silencio.
ResponderBorrarDoris
Amiga en pocas palabras: Sintético, lo dices todo en pocas palabras, estoy de acuerdo en lo que dices, hablemos, pero cuidado, solo para contribuir a la formación y crecimiento de una mejor sociedad. Que bueno y refrescante articulo. Jochy Reyes.
ResponderBorrarGracias Manito, Doris y Jochy por sus comentarios. Lo bueno de esos tiempos es que había que usar la mente para divertirse, lo que incentivaba la creatividad. Imagínense que nos teníamos que comer los mangos hasta blanquear las semillas para hacerlas muñecas. Todo un proceso: Secarlas, pintarlas, hasta peinarlas y hacerles colitas. Y qué felices éramos!!!!!
ResponderBorrarLos quiero.
Lavinia.