martes, 31 de enero de 2012

A PROPÓSITO...

CONVERSACIÓN CON EL MINUSVÁLIDO
Por Fernanado Ferreira

En la ciudad de Santo Domingo, casi siempre ubicado en la avenida Sarasota, donde ésta forma esquinas con la avenida Winston Curchill o la Abraham Lincoln, hay un pordiosero, que recorre esta larga cuadra en su silla de ruedas.

Nuestro personaje es muy locuaz, y como las oficinas de la institución para la cual laboro está ubicada en este tramo, hemos desarrollado cierta empatía, razón por la cual, cuando el tránsito vehicular lo permite, “me echo un conversa’o con él”.

La más reciente de nuestras conversaciones fue en los primeros días del año que discurre. Yo iba a buscar a Fernando José, nuestro nieto mayor, para ir a comprar los regalos de los Santos Reyes. Al verlo acercarse a mi vehículo, bajé el cristal de mi puerta, le entregué unas monedas y le saludé: “¿Cómo estás?”, le pregunté. “Yo estoy bien”, me respondió, con una amplia sonrisa. Y continuó, “Dándole gracias a Dios por lo generoso que ha sido conmigo”. “¿Usted sabe la cantidad de gente, aquí y en otros países, que están tan mal, que no tienen un techo, no tienen familia, ni siquiera tienen agua para tomar?”, me dijo, al tiempo que miraba al cielo y abría sus brazos, en señal de agradecimiento.

Yo le escuchaba con atención. No me perdía una sola de sus palabras, ni uno de sus gestos. Mi mente pasaba de “un trance emocional” a otro. Las imágenes y las preguntas fluían en mi cerebro, a tal velocidad que creí que mis neuronas se iban a fundir.

Pero, lo que rebosó mi límite emocional fue cuando le escuché decir: “Todas las madrugadas, yo me despierto y sostengo una conversación muy íntima con el Señor. Es entre Él y yo. En nuestro diálogo, yo me entiendo con Él. Le doy gracias por lo bueno que es conmigo, por todo lo que me da a diario, imploro su protección y le pido lo que espero recibir en este día”.

Por suerte para mí, la luz del semáforo cambió a verde, porque ya no sólo mis ojos estaban llenos de lágrimas, sino que éstas corrían a borbotones por mis mejillas. No pude parar de llorar en el trayecto que recorrí para recoger a Fernando José. Antes de llegar donde nuestro nieto, hice todo lo posible por enmascarar mis emociones, lo cual, aparentemente no logré, pues Fernando José tan pronto me vio, me preguntó: “¿Chochón, que te pasa?”. “Nada”, le respondí escuetamente. “Tú tienes los ojos completamente rojos…”, continuó diciendo. Pero, yo le cambié el tema y empezamos a hablar de juguetes, Santos Reyes y cosas más interesantes para él y que me sacaban a mí de aprietos.

No puedo terminar estas cuartillas sin preguntarle al amable lector ¿Está usted consciente de la inmensa fortuna que posee? ¿No la ha cuantificado aun? No esperaría que lo haga en el horario de nuestro personaje de hoy, pero ¿Se comunica usted, en diálogo íntimo, con el Sumo Creador para agradecerle su generosidad? ¿O pertenece usted al bando de los inconformes que siempre se quejan porque alguien tiene más dinero? Ojalá que no… y si es así, le invito a reflexionar.
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domingo, 29 de enero de 2012

DE INTERÉS GENERAL

¿PUEDE UN MÚSICO NEÓFITO DE MEDIANA EDAD LLEGAR A TOCAR EN CARNEGIE HALL?
Por Gary Stix
Scientific American

Gary Marcus sufre de lo que un amigo en tono de broma describe como arritmia congénita: la incapacidad, a pesar de pasar muchas horas de su juventud practicando y tomando clases, de aprender a tocar un instrumento musical. Hace unos años, Marcus, un psicólogo cognitivo de la Universidad de Nueva York, decidió, a los 38 años de edad, hacer un último intento, y tomó la guitarra. No hubo ninguna sorpresa: Él no logró convertirse en el próximo Jimi Hendrix, pero se las arregló para adquirir un mínimo de habilidades, experiencia que describió en su libro Guitarra cero: El músico nuevo y la ciencia del aprendizaje (Guitar Zero: The New Musician and the Science of Learning).

Marcus dice que su experiencia personal concuerda con las teorías actuales de la neurociencia de que los cerebros adultos son “plásticos”; o sea que, en la práctica, pueden aprender nuevas habilidades que los científicos una vez pensaban debían adquirirse durante el llamado período crítico, de la infancia a la pubertad. Marcus, sin embargo, pone en entredicho la creencia convencional de que solo el trabajo arduo sea suficiente. El talento innato también juega un papel, dice; un mensaje que será una sorpresa para muchas personas en una época que alaba "las madres tigres" y el aprendizaje de 10,000 horas. Marcus habló con la revista Scientific American sobre la música y el cerebro. Extractos de esa conversación siguen.

¿Qué es un período crítico?
Se supone que es una ventana en el desarrollo que define el único período en el que se puede aprender algo.

¿Cómo ha cambiado nuestra comprensión de ese concepto?
Antes existía la idea de que había periodos críticos muy estrictos, que usted debía aprender algo para cierto tiempo o no sería capaz de hacerlo. Esa es la idea dominante en los libros de texto. Lo que hemos encontrado en la última década es que hay una disminución gradual en lugar de un desmoronamiento inmediato.

Las neuronas se vuelven menos flexibles con el tiempo, lo que hace el aprendizaje más difícil, pero no todo pasa en un instante. Hay una especie de descenso gradual. La otra cosa que se interpone en el camino se refiere a las interferencias de lo que hemos aprendido a temprana edad. Así, si usted intenta aprender un idioma nuevo que funciona de manera diferente a su viejo idioma, a veces se queda atascado cuando intenta utilizar el nuevo. Otra razón para la dificultad de aprender cosas nuevas es que los adultos simplemente están ocupados con otras obligaciones.

Siempre ha habido personas que florecen tardíamente. Grandma Moses y Anton Bruckner, entre otros.
¡Por supuesto! La gente como esa, presumiblemente, tiene un talento innato considerable, para empezar, y más tarde en la vida desarrollan una pasión que los consume y los lleva a grandes alturas.

¿Hasta qué punto cree usted que podría alguien llegar? ¿Cree usted que alguna vez será posible empezar a tocar a los 50 y convertirse en un concertista de violín?
Creo que es posible. Aunque es menos probable; el inicio más temprano es mejor. Si va a empezar más tarde en la vida, creo que es necesario moderar sus ambiciones. Pero yo no creo que sea completamente imposible si se dedica a algo, especialmente si tiene usted algún talento innato.

¿Cuán importante es el talento? La literatura de la psicología popular ha centrado mucha atención en la cuestión de la motivación; la idea de que 10,000 horas de práctica concertada puede convertirlo en un experto en casi cualquier campo.
La idea de las 10,000 horas de práctica es una buena primera aproximación, pero también muy sobrevaluada. Es extraña la forma en que algunas personas prominentes parecen haberse olvidado de los genes. Algunas personas se convierten en expertos más rápido, otros más lentamente, y también depende de la destreza que usted esté tratando de adquirir.

El hecho de que la práctica es importante, no significa que el talento no lo sea. La mayoría de los de mejor desempeño en cualquier campo son personas que combinan la predisposición con el trabajo arduo. Usted puede ver que en los estudios originales que inspiraron la regla de oro de las "10,000 horas", algunas personas que habían practicado durante 10 años eran mejores que otros que habían practicado durante 20, y la diferencia es el talento. También hay una gran cantidad de literatura de estudios de gemelos que destaca las contribuciones de los genes y la herencia. Sin talento, usted puede llegar a ser muy bueno, pero para ser verdaderamente excepcional, es probable que también deba tener los genes adecuados.

¿Existe alguna cosa que los niños hagan mejor que los adultos?
Ha sido difícil de concretar lo que los niños hacen mejor. Si usted toma una revista de psicología del desarrollo al azar, es muy probable que encuentre un artículo en alguna tarea psicológica interesante, y usted encontrará que los adultos son mejores que los niños mayores y los niños más grandes son mejores que los niños más pequeños. En la mayoría de las cosas, los adultos son mejores. Esa es una razón por la que creo que el aprendizaje a cualquier edad tiene que ver con la motivación y el tiempo dedicado a las tareas. Los niños son mejores que los adultos en la adquisición del lenguaje, pero en realidad no tenemos una buena explicación de por qué.

¿Alguna idea?
Una de las cosas donde los niños parecen tener una ventaja es en el fenómeno de acústica de bajo nivel. Eso puede ser una de las razones por la que son mejores con los acentos y cultivando el tono perfecto.

Ese parece ser un conjunto de cosas bastante restringido.
Creo que eso es correcto. Creo que el paradigma anterior era que en realidad tenías que aprender una destreza temprano. Y probablemente sigue siendo mejor aprender temprano en la vida. Pero usted no tiene que renunciar a la esperanza si quiere aprender continuamente.

¿Qué en la literatura de la neurociencia demuestra esa plasticidad?
Algunos de los mejores estudios son de Eric Knudsen, en Stanford. Él mostró que los búhos de graneros adultos podían hacer cosas similares a los búhos jóvenes si aprendían de forma incremental. Otro estudio mostró que los búhos mayores podían desempeñarse casi igual de bien en un contexto del mundo real si había depredadores alrededor. La forma en que yo interpreto estos estudios es que los incentivos y la motivación son fundamentales.

¿Existe algún conjunto de recomendaciones que usted podría dar a los adultos que quieran practicar un instrumento?
Tome las cosas con calma; dese espacio. No espere tener éxito de la noche a la mañana e invierta mucho tiempo. La gente espera que los niños tomen mucho tiempo, pero como que quieren que los adultos lo hagan de inmediato. Los adultos cogen una guitarra y quieren tocar su canción favorita de inmediato; a los niños se les tolera más "solo voy a tocar estas tres notas hoy".

¿Cree usted que haya un papel para las nuevas tecnologías, como la estimulación magnética transcraneal, que nos permitan apagar los procesos mentales interferentes en el cerebro que impiden el aprendizaje?
A medida que comprendamos mejor la dinámica de la memoria podremos ser capaces de superar algunos de los problemas que las interferencias imponen en el aprendizaje de cosas nuevas y esto podría surgir farmacológicamente o mediante técnicas como la estimulación cerebral.

¿Cuáles eran sus objetivos originales cuando empezó a tocar la guitarra? ¿Prosiguió usted más allá de lo esperado?
Mi objetivo inicial era simplemente poder tocar. Y luego hacer música por mi mismo. He logrado más de lo que imaginaba, y eso me da un placer enorme.

Título original: Can A Middle-Aged Neophyte Make It to Carnegie Hall? Traducido por Isaías Ferreira, Metransol (metransol@yahoo.com)
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lunes, 23 de enero de 2012

EN EL PRIMER ANIVERSARIO DE LA PARTIDA FÍSICA DE MONCHY COLÓN

YO ME ACUERDO…
Por Evelio Martínez

DIÁLOGO EN CANCIONES ENTRE MONCHY COLÓN Y YO…

“A Fernando Ferreira, mi hermano y más de Monchy, quien supo aquilatar y valorar esa amistad. A Manito Santana, a quien las fibras del corazón le vibran cada vez que se produce un acontecimiento de esta naturaleza, y en ellos a todos los que le conmovió el alma esta pérdida irreparable."

Monchy y yo nos llamábamos por nuestros apellidos, porque él con su filosofar de taberna y líquido felino decía: “Es mejor un Colón bien colao que un Martini con fresa”.

Solíamos reunirnos, o si el lector prefiere juntarnos, en tertulias, ajiacos, bodegas, reuniones de amigos y compueblanos, ejemplo. ASOMAU y otras tantas actividades que el destino y nuestras diligencias nos deparaban. En peñas abiertas en mangas de camisas, solían llegar contertulios que a veces importunaban con sus temas rancios, desfasados y faltos de interés, Colón con maestría medio lo hipnotizaba con su verbo y estos se convertían en oyentes de nosotros. Era época arremolinada por la onda de la música de boleros, baladas, Rock, Son Montunos, Guarachas y otros.

Llegaba Monchy con su estilo de pianista de Jazz, con su patrón rítmico, y si yo ya estaba sentado (Caso raro) decía: Martínez ¿quién cantaba “Dónde estabas tú/ cuando llegó el amor/ a tocar las puertas de mi corazón/ si yo te hubiera conocido/ que diferente hubiera sido”?

-Tras hacerle “honor a la verdad” de Troncoso, le contestaba yo orondo de pasar la primera prueba.

-Le disparaba yo temeroso de que fallara ante un público no Maeño y tarareaba: “Yo me siento enamorado/ como nunca me sentí/ de tus ojos de tu boca/ de tu cuerpo de tu ser/ soy feliz y enamorado/ cada instante pienso en ti”.

-Los Solmeños, que los componían Los Mellizos Pichardo, Nandy Rivas y Tito Saldaña; eso es de Babyn Echavarría, contestaba pavoneándose y dando un brinquito al apurar un trago-.

Sonaba en la radio (Para que no me olvides/te voy a decir tres cosas/fácil de recordar/te amo-te amo/-. Era Nini Cafaro cantando “Tres veces te amo”, de Manuel Troncoso, un primer bocado romántico del menú que nos esperaba esa noche. Naturalmente que Monchy antes de comenzar la canción, solo al oír la música, decía título, cantante y compositor. Y si sonaba una de las voces más acariciante del medio musical, el Magistrado Fernando Casado, interpretando a Solano: “Yo soy tu enamorado/no tengo razón para callarme más/yo soy el que te sigue siempre/en los sitios por donde tú vas/yo soy aquella sombra, etc.”, a mí se me encendía el alma con aquella pieza musical y gritaba, “de Solano, y se llama Yo soy tu enamorado”.

Entraban las canciones del mundo del Rock desatada por Rock Around The Clock, Elvis Presley, Paul Anka y sus baladas, en especial “My Way”, una canción que marcó a Colón hasta el punto que la eligió como su canción de despedida y así lo hicimos en su funeral. No importaba, él marcaba con su acierto el título de la canción que se escuchaba, no había magia, podía ser de Brodway, Bing Crosby, Frank Sinatra, Nat King Cole, Tony Bennet, Johnny Mathis y otros; a todos le conocía.

Y me acuerdo de aquella generación de jóvenes cantantes de Rahintel, que Colón y a veces yo metía la cuchara y citábamos: Niní Cafaro, Fernando Casado, Luis Newman, Cuqui Defilló, Aníbal de Peña, Cecilia García, Luchy Vicioso, Aida Lucía, Ivette Pereira, interpretando canciones del médico dominicano Manuel Sánchez Acosta, como “mi Adoración” y “a Primera Vista”, que magistralmente (allá en nuestro Mao de juventud) interpretaba Germán Moya acompañado por nuestro maestro, el inmenso Sergio Frías Kent. Con esta canción siempre recordábamos y añorábamos al Mao de nuestras serenatas.

Ahora que escribo estos recuerdos, viene a mi mente Luchy Vicioso. Todos enamorados de ella y como tú decías, Colón, “tiene una piel bella y lozana, casi nacarada y unos ojazos azules del azul del Mar”. Como conservo la dulce reciedumbre de su trino primaveral y aquel bolero inmenso de Solano que tú y yo cantábamos hasta el cansancio: “El sonido de tu voz”, ¿te acuerdas Colón?

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MILONGA SENTIMENTAL PARA MONCHY COLÓN
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REMEMBRANZAS DE MAO


DON PERICLES REYES, MI PERSONAJE INOLVIDABLE
Por el Dr. Guarionex Flores Liranzo

Don Pericles Reyes Fermín fue mi vecino en el barrio donde nacimos en la calle Agustín Cabral del pueblo de Mao en la intensa década de los 1950s. Cuando pienso en él, mi corazón se regocija porque guarda el recuerdo de una de las personas más buenas, alegres y simpáticas que conocí en mi vida. Casado con doña Ligia Tineo Brea, juntos procrearon una hermosa familia, integrada inicialmente por Julia Dolores, Rafael Pericles, Athos Manuel e Ilonka, mi contemporánea. En el año 1953 la tragedia golpeó cruelmente la familia con el fallecimiento de la primogénita, Julia Dolores, cuando tenía ocho años de edad, víctima de una peritonitis. Yo no la puedo recordar porque aquello sucedió cuando tenía apenas un año de edad. Luego nació Livio, y por último, Edwin Agustín, el benjamín de los Reyes Tineo.

Don Pericles tenía otros hijos, ya hombres, de un matrimonio anterior, y que visitaban la familia de cuando en cuando. Estos se llamaban Marcos Tulio, Filipo Ismael, Pedro José y Wilson Alejandro. Esas visitas eran verdaderas fiestas familiares.

Don Pere, como cariñosamente le conocíamos, fue uno de los primeros maeños en hacer estudios de contabilidad, actividad que entonces no tenía mucha demanda, por lo que tuvo que diversificarse por otras más redituables. Siempre tuvo camiones volteo de tamaño mediano, con los que trabajaba cargando materiales de construcción, es decir, cascajo, grava, gravilla, arena, etc. El primero era marca Ford del 1954. En el amplio patio de su confortable casa de madera de dos pisos habían dos matas de cerezas, muy codiciadas por la muchachada, y en la esquina trasera derecha había un Anacahuita enorme, cuyas semillas asábamos hasta que estallaban en las brasas de los fogones de las cocinas. Puesto que las cocineras se molestaban muchísimo con estas intromisiones, luego purgábamos esas y otras culpas afines por los efectos laxantes de aquellas sabrosas semillitas negras.

En la esquina opuesta, don Pere tenía una especie de taller adonde acudían mecánicos a reparar partes de los camiones. Como nuestras casas colindaban, cuando faltaba alguna tabla de la empalizada, mi hermano Miguel (que era flaco, escurridizo y emprendedor) se colaba hacia el patio vecino. Yo, por lo regular no cabía por donde él sí, y no participaba de esas incursiones.

Daba el caso que Miguel (entonces de unos tres años) de vez en cuando aparecía en nuestra casa con ciertos objetos que indudablemente procedían del taller de don Pere. Yo creía que mi hermano menor tenía dotes de mago por sacar cosas de la nada, lo cual envidiaba. Cuando mi papá le preguntaba dónde había conseguido aquellos especímenes, muy frescamente contestaba que se los había encontrado, a lo que mi papá le sentenciaba que un día se iba a encontrar un policía. Cuando lo mandaban a devolver a don Pere su propiedad, todo lo que éste hacía era morirse de risa. Así entablaron una duradera relación de entrañable cariño. Gracias a Dios, los agoreros temores de mi padre no se hicieron realidad, pero ya adulto, Miguel dio en tener mucha habilidad para labores de mecánica y se hizo adepto a las camionetas.

Cuando a mi hermano, usando un eufemismo, lo estaban corrigiendo (por andariego siempre), a los gritos acudía don Pere a salvar a su “don Güelo” y se lo llevaba para su casa diciendo: - “¡Ligia, me estaban matando mi negrito! ”-. Su alcahuetería no me incluía a mí.

Don Pere era un hombre muy cariñoso, que besaba a sus hijos. Mi padre también era cariñoso pero nunca nos besó a mí ni a mi hermano. Eso no estaba incluido en su carácter. Es como fue criado.

Ilonka, que quedó como la única hija, disfrutaba grandemente de los consentimientos de su papá, a quien correspondía sacándole caspa con un peine cuando, de camiseta, se sentaba en su mecedora en la acera a tomar el fresco. Creo que don Pere hasta daba su roncadita, pues se dormía como un bendito. La vida del Mao de los años 1950s era apacible y sin grandes peligros.

De don Pere heredaron algunos de sus hijos los ojos en tono verdiazulado. Era blanco colorado y de baja estatura. El pelo muy lacio peinaba hacia atrás, con entradas notorias. Los ojos saltones, nariz larga y labios finos. Su cara era armoniosa. No era de cuerpo atlético, sí velludo y con una pancita bien cuidada, que armonizaba perfectamente con su personalidad apacible. Era muy raro ver que don Pere se sacara la correa de la cintura para castigar a sus hijos, primero, porque no era belicoso, y segundo, porque los pantalones entonces le quedaban en situación de muy precario agarre, algo poco recomendable para alguien que puede necesitar una mano libre para asegurar al receptor de la atención. Gustaba de usar sombreros de ala corta, echados hacia atrás. Puedo recordar su voz suave y cómo reía de buena gana por cualquier motivo.

El camión de Don Pere y el de Félix, el hijo de doña Teófila, eran terreno de juegos y escalamientos de los diablillos de la cuadra, y servían como transporte colectivo del vecindario cuando íbamos al balneario del rio Mao.

Gracias a don Pere conocí las hicoteas (en países caribeños: tortugas de agua dulce), las cuales eran comidas regularmente en su casa, en cuyo patio esperaban su destino sujetas por un alambre ensartado en un agujerito perforado en el borde trasero del caparazón. Las compraban a un marchante que pasaba por la calle con hicoteas colgando de un palo llevado al hombro, o mi vecino las buscaba en los alrededores del pueblo. Las mataban cortándoles la cabeza, que halaban con un gancho de alambre al cual mordían. Cuando las abrían con el mismo machete, llegué a ver que algunas tenían huevos. Su carne de reptil a veces duraba largo rato moviéndose. Doña Ligia era una excelente cocinera, y también fue una galardonada repostera en Mao, profesora de la Escuela de Economía Doméstica y profesora de inglés en el Liceo.

La última casa en la que vivió mi familia en Mao fue en la casa de dos pisos de don Pere, hasta el mes de agosto del 1961, cuando tuvimos que mudarnos “de carrerita” para la capital porque mi padre estaba en una lista de muerte de los esbirros locales de la descabezada tiranía de Trujillo, ya que estaba involucrado con el movimiento 14 de Junio. De esto se cumplieron hace poco cincuenta años. La casa era muy agradable, y ya en otra remembranza describí que en la planta baja mi papá instaló su primera clínica. La planta alta tenía un bonito balcón que daba a la calle y al lado derecho.

De alguna manera, con el paso de los años, en mi familia siempre nos enterábamos de nuestros antiguos vecinos hasta que emigraron, primero a Puerto Rico y luego a los Estados Unidos, y entonces los contactos se limitaron a las veces en que Ilonka visitaba el país natal.

Don Pere falleció en el año 1998 a los ochenta y siete años. Había nacido en el 1911.

Si existe una vida después de ésta, no tengo ninguna duda de que me gustaría tener de nuevo como vecino a don Pericles Reyes, adorable ser humano.

Quiero dar las gracias a sus hijos Rafael Pericles e Ilonka por los datos y fotos que me facilitaron para apuntalar estas líneas, salidas del recuerdo imborrable que me dejó su padre.

Casa de los Reyes Tineo; la azul de dos pisos al fondo
El Anacahuita
visto desde atrás.
Volteo como el de don Pere.
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