Las autoridades locales y nacionales deben reconsiderar la cancelación del Dr. Juan Darío Peña y realizar una investigación más profunda, más exhaustiva, no vaya a ser que estén cometiendo una injusticia contra un profesional de reconocida vocación de servicio, que sin lugar a dudas, lo último que hubiese querido era la muerte de esa señora, sea de la nacionalidad que sea.
Por Ignacio Márquez
La vida es lo más sagrado que Dios le concede al ser humano. Es por eso que todas las instituciones y legislaciones del mundo, salvo limitadas excepciones, priorizan el respeto al derecho de vivir desde la concepción hasta la muerte natural.
El derecho a la vida no tiene raza, clase social, condición económica, religión, partidarismo político… ninguna preferencia en particular.
Es una verdad indiscutible de la que está consciente todo el mundo, muy particularmente los profesionales de la salud, a quienes les corresponde el difícil, pero meritorio trabajo de salvar vidas.
A ningún médico, por muy alto que tenga sus conocimientos y logros personales, le agrada que se le muera un paciente, algo lamentable, pero normal en el mundo de la medicina, sobre todo en determinados casos, circunstancias y lugares.
Recientemente, en el hospital Luís L. Bogaert de Mao murió una parturienta de nacionalidad haitiana mientras recibía atenciones médicas. ¡Triste acontecimiento!
Uno de esos hechos lamentables que ningún profesional de la salud quisiera encontrar en el camino de sus labores, primero porque se trata de un ser humano y segundo, por lo amargo que resulta una experiencia de esa naturaleza.
Era una de tantas haitianas que sólo llegan a un hospital a parir, sin ningún chequeo prenatal, lo que, lógicamente constituye un peligro no generado por el médico que está obligado a servirle.
Como consecuencia de la muerte de esa extranjera, el Ministerio de Salud Pública decidió cancelar al Doctor Juan Darío Peña, ginecólogo que participó en el caso.
Se dice que una comisión integrada por varias personas de Santo Domingo vino a esta ciudad de Mao, indagó lo ocurrido, se percató de la muerte de la haitiana y su veredicto fue recomendar la cancelación del médico que la atendió.
Diría Juan Pablo Duarte: “Sed Justo lo primero, si queréis ser felices”.
Habría que ver si la decisión de cancelar a ese profesional de la salud está revestida de justicia, porque aquí todo el mundo sabe lo que pasa con las mujeres haitianas que vienen a dar a luz.
No es justificar una muerte materna de lo que se trata, sino de ver que en verdad el hecho haya ocurrido por ineptitud o negligencia médica, lo que sería entonces una falta grave en el ejercicio profesional y cuya comprobación, no sólo ameritaría cancelación, sino una sanción más drástica y hasta objeto de demanda judicial.
Si una mujer embarazada, haitiana, dominicana, americana o de cualquier nacionalidad, llega a un centro de salud, simplemente a dar a luz, sin los obligatorios chequeos prenatales, el médico actúa a la suerte, como cualquier comadrona, “a la buena de Dios”, como se dice en buen dominicano.
Es preciso destacar que hasta el mes de mayo pasado, en sólo dos centros de salud de Santo Domingo, habían muerto 22 parturientas, mayoría de nacionalidad haitiana que iban a dar a luz sin nunca antes haberse realizado los chequeos prenatales de rigor.
O sea, estamos hablando de una situación con haitianas que vienen al país a dar a luz, a veces hasta patrocinadas por redes de traficantes humanos, que no puede obviarse y que las autoridades deben tomar en cuenta, antes de proceder a cancelar a un profesional dominicano, entregado cien por ciento a su trabajo y a salvar vidas.
Son situaciones ajenas a la voluntad de los médicos y que lamentablemente, muchas veces terminan en tragedias como la ocurrida a esa haitiana que murió en el hospital de Mao.
Las autoridades locales y nacionales deben reconsiderar la cancelación del Dr. Peña y realizar una investigación más profunda, más exhaustiva, no vaya a ser que estén cometiendo una injusticia contra un profesional de reconocida vocación de servicio, que sin lugar a dudas, lo último que hubiese querido era la muerte de esa señora, sea de la nacionalidad que sea. Siga leyendo...