jueves, 1 de julio de 2010
DEFENSA POR CONCIENCIA Y SOLIDARIDAD
Por Fernando Rodríguez Céspedes
Mi conciencia tiene para mí, más peso que la opinión de todo el mundo.
Cicerón
Más de un amigo se ha extrañado por mi activa participación en la controversia que se ha originado en Mao en ocasión de la tragedia que enlutó y llenó de horror a dos familias que amaban entrañablemente a la asesinada Yasmίn Valdez de Rodrίguez, y a quienes tuvimos el privilegio de conocerla y compartir con ella parte de su existencia brutalmente cortada por manos criminales que tarde o temprano pagarán ante la justicia de Dios y del hombre.
Yasmίn era mi comadre, pues tuve el honor de bautizar a David Emmanuel, su primer hijo con su esposo Manuel Rodríguez Bonilla, y aunque la conocí por mediación de él, llegué a tomarle tanto aprecio que he expresado y repito, que si las circunstancias hubiesen sido inversas y colocado a ella en la situación en que se encuentra hoy su esposo, yo estaría haciendo exactamente lo que hago en defensa de su inocencia porque conozco el amor y respeto que se profesaban y la calidad humana de ambos.
En mi larga carrera de periodista, que data desde la década del 70, cuando fui articulista y editor internacional de El Nacional de ¡Ahora!, nunca había presenciado un ensañamiento tan grande en procura de presentar como un vulgar criminal a una persona de vida pública y privada sin manchas y con una hoja de servicios sociales-comunitarios que ninguno de sus grandes detractores de hoy pueden ni siquiera por asomo exhibir.
Pero la verdad, poco a poco se va imponiendo y muchas dudas y lodo que se lanzaron sobre el licenciado
Manuel Rodríguez Bonilla se han ido disipando en la medida que las autoridades han profundizado las pesquisas y comprobado su inocencia en un crimen que solo quienes desconocen las condiciones personales y formación cristiana del referido profesional, pueden aventurarse a sugerir su autoria o participación en el mismo.
La falta de elementos concretos en contra del historiador y profesor es tal que ni siquiera los artífices de la campaña en su contra, se atrevieron a instigar a los padres de Yasmίn a formular una acusación ante las autoridades, teniendo que limitarse a depositar una simple denuncia, que al decir del fiscal Nelson Rodríguez, no aporta ningún elemento nuevo a las investigaciones en curso. Lo último es que recusaron al fiscal porque no los complace en hacer un sometimiento que ellos no tuvieron la base para hacer.
Lamentablemente el daño a la persona de Manuel Rodríguez Bonilla está hecho, porque independientemente de los resultados de las indagatorias, una parte del pueblo lo ve como el responsable del crimen de su esposa, y la familia, influida por una campaña de difamación y el dolor de la pérdida de su pariente, se ha distanciado del atribulado esposo, llegando al extremo de considerarlo públicamente como responsable de tan horrendo y salvaje crimen.
Pero la justicia divina habrá de imponerse y, tras ella la del hombre, para que la bestia sanguinaria que sesgó brutalmente una vida en flor, madre de dos criaturas inocentes, esposa fiel y compañera solidaria de sus familiares y amistades, pague aquí en la tierra primero y, después ante Dios, un crimen que ha consternado a la sociedad maeña, y llenado de dolor a quienes conocimos y quisimos a Yasmίn.
Mi conciencia tiene para mí, más peso que la opinión de todo el mundo.
Cicerón
Más de un amigo se ha extrañado por mi activa participación en la controversia que se ha originado en Mao en ocasión de la tragedia que enlutó y llenó de horror a dos familias que amaban entrañablemente a la asesinada Yasmίn Valdez de Rodrίguez, y a quienes tuvimos el privilegio de conocerla y compartir con ella parte de su existencia brutalmente cortada por manos criminales que tarde o temprano pagarán ante la justicia de Dios y del hombre.
Yasmίn era mi comadre, pues tuve el honor de bautizar a David Emmanuel, su primer hijo con su esposo Manuel Rodríguez Bonilla, y aunque la conocí por mediación de él, llegué a tomarle tanto aprecio que he expresado y repito, que si las circunstancias hubiesen sido inversas y colocado a ella en la situación en que se encuentra hoy su esposo, yo estaría haciendo exactamente lo que hago en defensa de su inocencia porque conozco el amor y respeto que se profesaban y la calidad humana de ambos.
En mi larga carrera de periodista, que data desde la década del 70, cuando fui articulista y editor internacional de El Nacional de ¡Ahora!, nunca había presenciado un ensañamiento tan grande en procura de presentar como un vulgar criminal a una persona de vida pública y privada sin manchas y con una hoja de servicios sociales-comunitarios que ninguno de sus grandes detractores de hoy pueden ni siquiera por asomo exhibir.
Pero la verdad, poco a poco se va imponiendo y muchas dudas y lodo que se lanzaron sobre el licenciado
Manuel Rodríguez Bonilla se han ido disipando en la medida que las autoridades han profundizado las pesquisas y comprobado su inocencia en un crimen que solo quienes desconocen las condiciones personales y formación cristiana del referido profesional, pueden aventurarse a sugerir su autoria o participación en el mismo.
La falta de elementos concretos en contra del historiador y profesor es tal que ni siquiera los artífices de la campaña en su contra, se atrevieron a instigar a los padres de Yasmίn a formular una acusación ante las autoridades, teniendo que limitarse a depositar una simple denuncia, que al decir del fiscal Nelson Rodríguez, no aporta ningún elemento nuevo a las investigaciones en curso. Lo último es que recusaron al fiscal porque no los complace en hacer un sometimiento que ellos no tuvieron la base para hacer.
Lamentablemente el daño a la persona de Manuel Rodríguez Bonilla está hecho, porque independientemente de los resultados de las indagatorias, una parte del pueblo lo ve como el responsable del crimen de su esposa, y la familia, influida por una campaña de difamación y el dolor de la pérdida de su pariente, se ha distanciado del atribulado esposo, llegando al extremo de considerarlo públicamente como responsable de tan horrendo y salvaje crimen.
Pero la justicia divina habrá de imponerse y, tras ella la del hombre, para que la bestia sanguinaria que sesgó brutalmente una vida en flor, madre de dos criaturas inocentes, esposa fiel y compañera solidaria de sus familiares y amistades, pague aquí en la tierra primero y, después ante Dios, un crimen que ha consternado a la sociedad maeña, y llenado de dolor a quienes conocimos y quisimos a Yasmίn.
Etiquetas:
Fernando Céspedes,
Opinión,
Yasmin Valdez
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Cuando la verdad resplandezca,veremos a muchos hombres de la prensa escrita y televisiva, pedir perdon por tan grande infamia.
ResponderBorrarTerencio dejó escrito lo siguiente:
ResponderBorrar¨Nada humano me es ajeno¨.