sábado, 17 de julio de 2010

Foucaultismo pop

De continuar esta tendencia, no estamos muy lejos de presenciar, algún día, la conjunción de Pavarotti y el Añoñaíto cantando en un emotivo dúo, acompañados al cello por Yo-Yo Ma, y la Mulatona


DE INTERÉS GENERAL
FERNANDO VALERIO-HOLGUÍN

En una breve reseña acerca del libro de Pierre Darmon, Damming the Inocent, Robert Darnton señala que en los últimos años ha habido un giro en cuanto a los temas tratados por los intelectuales de las academias norteamericanas y europeas en el área de la historia y de los estudios culturales, que enfatiza lo extraño y lo marginal. Y pone como ejemplo los temas de unos cuantos libros publicados durante los últimos tiempos: una monja lesbiana, un santo anoréxico, un niño salvaje, un hombre embarazado y una masacre de gatos.

Una de las causas que señala Darnton acerca del surgimiento de estos temas es el deseo de los intelectuales de llegar a un público lector más amplio a través de lo que el autor denomina Haute Vulgarisation (Alta Vulgarización) para no perder así la “legitimidad académica”. Todo este énfasis en la marginalidad surgió en los años 70 bajo la influencia del filósofo francés Michel Foucault, quien prestigiaba las microhistorias marginales sometidas al poder, si recordamos los trabajos del mismo acerca de los criminales, los locos y la sexualidad. “Lo marginal por tanto se convirtió en la preocupación central de la historia como discurso” (Darnton).

El “foucaultismo pop” consiste, según Darnton, en “la celebración de lo marginal en y por sí mismo… sin considerar el terreno epistemológico”. Si en el área de la historia o los estudios culturales no se toman en cuenta las bases epistemológicas, hay que señalar también que el producto pop está diseñado para el consumo de la historia como mercancía. Este consumo no sólo se limita a la historia sino también a la música, la literatura, el cine, la pintura y a todos los aspectos de la cultura que sean pasible de mercantilización. Lo marginal vende porque el ritmo del consumo en los últimos años ha alcanzado una velocidad tan vertiginosa que el público se cansa rápidamente de lo mismo y quiere algo nuevo, espectacular, exótico, “sabroso”, mórbido y “diferente”. Pero más que lo marginal y lo diferente, parecería que es la conjunción de lo marginal con lo diferente lo que vende.

Me referiré al mercado de la música como un ejemplo de “foucaultismo pop”. En 1990, fuimos testigos de la aparición del disco compacto de Los tres tenores, Carreras, Domingo y Pavarotti. A este compacto le siguió la secuela de Las tres sopranos, Los tres tenores irlandeses y Los tres contratenores.

Algo similar ocurrió con el redescubrimiento de Mozart en la película Amadeus de Milos Forman. A un Mozart trivializado e infantilizado, le siguió el disco A different Mozart, y luego la grabación del cantante norteamericano de jazz Bobby McFerrin con el músico de origen latino Armando Anthony Corea en el compacto Bobby McFerrin/Chick Corea: The Mozart Sessions. Esto dio paso a la grabación del mismo Bobby McFerrin con el cellista de origen chino nacido en París, Yo-Yo Ma, en el disco Hush. Este último, a su vez, ha grabado discos tan disímiles como El alma del Tango y Jornada en los Apalaches.

De continuar esta tendencia, no estamos muy lejos de presenciar, algún día, la conjunción de Pavarotti y el Añoñaíto cantando en un emotivo dúo, acompañados al cello por Yo-Yo Ma, y la Mulatona como invitada especial del ballet Santo Domingo, en una inolvidable representación en el Tarro Bar de Villa Tapia —si es que aún existe.

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