jueves, 29 de julio de 2010

"MAMA GALLA": LA AUTORA DEL SILENCIO

Al anochecer, el patio de Carmita Gómez se convertía en un albergue de esperanzas, donde los ávidos escuchas se sumergían en los cuentos de “Mamá Galla”, como la llamaban los fervientes seguidores de su natural talento para contagiar con sus historias.

REMEMBRANZAS
Por Handry Santana

La luna besaba el canal envolviendo en suspiros de plata su reflejo en el agua. Un nuevo relato se escribía en la mente de los jóvenes del barrio que sobrevivían a una tiranía castigadora de los sueños.

Al anochecer, el patio de Carmita Gómez se convertía en un albergue de esperanzas, donde los ávidos escuchas se sumergían en los cuentos de “Mamá Galla”, como la llamaban los fervientes seguidores de su natural talento para contagiar con sus historias.

Era un libro abierto de imágenes pintadas con su voz. “¡ya mamá galla cantó/ bajen las colas pollitos/que ningún gallo pequeñito/ cante co-co-ro-có!”-exclamaba para recordarles en su peculiar forma de hablar, quien estaba al frente.

Las hojas secas como agujas del tiempo cayeron en su patio. Sus manos estrujadas por los años tenían dificultad para escribir. La televisión, el cine le robaron brillo a sus noches de tertulia y veladas. “Mamá Galla” está sola en el bullicio de una nueva República, los días de miedo terminaron y con ellos su misión. El patio está vació y los hijos del pasado corrieron en busca de su destino; pero ella seguía allí, esperando a quien regalarle infinitos capítulos de aventura y romance.

Le atormentaba desaparecer con las manos llenas y el corazón vivo en un cuerpo sin fuerzas. Espera la muerte en su lecho de largas jornadas sin visitas. “Mamá Galla” ya no canta, el invierno se ha vuelto primavera, la primavera marchita acaricia los vientos del verano. Se pierde entre las sábanas de un cuarto caluroso. Las glorias de su vida se fueron con el cáncer.

Con 87 años ni la vejez, ni la enfermedad lastimaban su lucidez. En una libreta, sus nietas atrapaban sus tesoros: décimas, canciones, cuentos y poesías que alargan su lucha con la despedida.

Sin carnes en los huesos, la translúcida figura en la cama dice llamarse “Mamá Galla”. No pueden reconocerla “Es una impostora”. Prepara su partida. En una caja de cartón un vestido blanco con fragancia a jazmín, un rosario, una cinta y una medalla aguardan por ella, “su vestimenta a la gloria” -los que no entienden su idioma la llaman mortaja.

Al pie de su cama, sus hijos y nietas le susurran amor, arrullando el dolor. Los observa a cada uno completando su promesa de no partir para siempre, regalándoles un último respiro para desprenderse sin abandonarlos.

Su obra, esparcida en los corazones de quienes viajaron a lugares desconocidos con sus relatos y conocieron la dicha con sus versos, perdura. Dicen que en su tumba la fragancia a jazmín no se ha ido, la llaman Poeta del silencio.

En memoria de mi amada abuela, Carmen Gómez.

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