viernes, 10 de mayo de 2013
LA MINA DE JOCHY
EL SUSTO (PARTE 2)
Por Jochy Reyes
El autor es abogado; pero, más que nada, es una enciclopedia ambulante.
Para leer la primera parte, haga clic AQUÍ
Como lo prometido es deuda, y el que debe paga, aquí les traigo el SUSTO (Parte Dos). Y quiero empezar con un susto que me dio una persona a las que todos queremos mucho a pesar de su temperamento explosivo. Ya ustedes deben de imaginar que me refiero a Manito; pues, claro, ese mismo. Esto sucedió mientras éramos estudiantes de agronomía en el Instituto Superior de Agricultura (ISA).
Sucede que Gregorio Castillo era el peluquero de todos los desarrapados ya que por unos pocos centavos (si mal no recuerdo, 10 centavos) nos ponía pepillitos a todos, y, lo que es mejor, si usted no tenía dinero, el amigo lo pelaba gratis. Al yo ver este noble gesto, mi alma revolucionaria se conmovió y me propuse aprender el oficio para darle la mano. Después de algunas clases teóricas, el siguiente paso era encontrar el zambá que sirviera de práctica; como Manito estaba mansito y muy cooperador después del susto que se llevó con Caplin, entendí era mi hombre, y así fue. Con la promesa de que el maestro Gregorio arreglaría cualquier error, procedimos a desollarlo. Todo se estaba desarrollando bien hasta que la confianza me traicionó y me puse a hacer alardes, sonando la tijera cerca de su oído como un experimentado maestro. ¡Craso error!, fallé el tiro y le he agarrado una oreja llevándole un pedazo. Mire, mi amigo, conociendo el paciente no esperé darle explicación y arranqué guayando en primera hacia un campo de sorgo que estaba en frente, con esta fiera ensangrentada detrás de mi con dos piedras en las manos y gritándome: ¡párate, coño, que si no te mataron en la Revolución, aquí te va a morir degraciao! Ya era mi segundo año de estudios en el ISA y yo no me había dado cuenta lo grande que era ese campo de sorgo; lo anduve entero y al fin lo vencí por cansancio.
El siguiente susto se lo llevó mi vecindario de Ciudad Nueva y el verdugo fue otro personaje querido también, el famoso Rolando “Cuchara” Espinal. Este amigo le cogió con ir todos los sábados como a las tres de la mañana a mi apartamento de la calle el número, segundo piso, yo recién casado (¡qué cachaza!). Después de jartarse de romo en otro sitio remataba en casa; tenía dos meses haciendo lo mismo sin fallar una semana hasta que le dije un día: ¡coño tú te jarta en otro sitio y cuando se te acaba el ron viene a rematar aquí, y a esta hora! Ese día no me hizo caso, pero la semana siguiente se me aparece a la misma hora, pero esta vez con un litro de etiqueta negra enterito y sin destapar. Se queda en la puerta mirándome fijo sin hablar y el litro agarrado con las dos manos a la altura del pecho como si fuera su bebé... y cancán, se le resbaló estrellándose en el cemento. Estaba el vidrio pendejo regado por to a parte. No dijo ni media palabra, dio media vuelta bajando hacia la calle, yo tampoco dije nada y le comunico a mi esposa lo ocurrido, cuando de repente se oye: ASAROOOOOOSO. En la mañana me dice un vecino. ¿Tú no oíste un loco esta madrugada que le voceo Asaroooooso a alguien?, y como es de suponer mi respuesta fue: fulano, cuando yo me duermo ni un terremoto me despierta.
Mi hermano Félix me contó un susto que se llevó cuando apenas tenía doce o trece años que todavía se engranoja al recordarlo.
Corrían los años cuarenta, y una Semana Santa, exactamente el Viernes Santo, le dice Papá a Tamayo, nuestro hermano mayor: tome ese Burro y vaya a la finca de Yerba de Guinea a buscar leña; llévese a Félix para que lo ayude. Tamayo va incómodo porque tenía otros planes y cuando llegan a la finca comienza a decir malas palabras y Félix asustado por tratarse del Viernes Santo, le pide que por favor que baje la voz. El hombre, envenenao como estaba, le puso tanta carga al pobre Burro que este no podía caminar y le pegó un garrotazo en el pescuezo que el pobre calló despatillado. Tratando de levantarlo le dice a Félix que lo ayude, pero ¡qué fuerza va a tener un niño de doce años! y Tamayo le reclama en voz alta: ¡Ha fuerza, coño! Mi pobre hermanito le dice asustado: ¡Ay, Tamayo, no diga malas palabras que hoy es Viernes Santo y puede venir el Diablo! ¡Grave error! Tamayo se paró y voceando a toda voz dijo: DIAAAABLO, VEN Y LLÉVATE A FÉLIX ALBERTO. Félix cayó de rodillas dándose en el pecho y gritando: ¡Ay Diablo, no le hagas caso que este hombre está loco!
Me cuenta Papito Rincón de un susto que se llevaron unos pobres infelices que trabajaban en el matadero.
Resulta que Pedro Jaime Tió, siendo encargado de un proyecto del Instituto Agrario en Mao, por los años 70, le resolvió unos problemas a Don Juan Chávez, facilitándole equipos para nivelar unos terrenos, y el señor Chavez quedó tan contento que le ofreció regalarle una novilla como agradecimiento, lo cual Pedro Jaime, con un gesto de nobleza y honradez, rechaza, pero el hombre no se dio por vencido y le dice: cuando usted la quiera, va a estar aquí esperándolo. Pasan unos años y se encuentran bebiendo en el Samoa, ¡mire que trío! Papito Rincón, Rolando Espinal y Pedro Jaime. Se acaba el romo y se acaban los cuartos, y la troika tiene el pico encendido, cuando de repente se acuerdan de la vaca. Acto seguido, Papito se ofrece ir a buscarla con un amigo que tiene un camión y llevarla al matadero para venderla allí mismo. Me cuenta Papito que cuando él vio este fenómeno no sabía si era un helicóptero, un Galipote o el famoso Chupa Cabra. Dice él que los chifles no cabían en la cama del camión, y el rabo hubo que envolvérselo en el cuerpo para que no lo arrastrara de tan largo, y cuando llegaron al matadero el susto de esos infelices trabajadores fue tan grande al ver este fenómeno, que se arrodillaron dándose en el pecho y diciendo: REPRÉNDELO SEÑOR, REPRÉNDELO SEÑOR, negándose a comprarla porque ellos no iban a matar esa criatura demoníaca. Salvó la situación un señor que llegó y ofreció 80 pesos que fueron aceptados de inmediato por Papito, y a costa de ese fenómeno, la parranda siguió hasta el otro día.
Monción (que Isaías vive preguntándose por qué no pertenece a Valverde) siempre ha sido un atractivo para nosotros los Maeños, por sus lindas mujeres y su belleza natural. Una tarde me dice Nelson de la Rosa que su papá le había prestado el carro cepillo, famoso por sus hazañas, para que yo le diera unas clases de manejo. Como teníamos unos amoritos en Monción, decidimos irnos hacia allá. En el trayecto nos encontramos con Patricio Bonilla, quien aceptó gustoso ir con nosotros montándose en la parte trasera del vehículo. Nelson me dice que él quiere practicar manejando en la famosa subida de Liguito. Yo acepté, soltándole el guía. En esa época, la carretera era de cascajo. Cuando vamos subiendo y al querer pasar un cambio el carro se le apaga, yo le indico que pise el freno y agarre con firmeza el guía, pero el hombre nervioso no atina y el carro se desliza hacia atrás y Patricio mirando el precipicio empieza a gritar con su voz finita: ¡Nelson, el hoyo!... ¡Nelson el hoyo!, y cuando ve que el carro se acerca peligrosamente al precipicio dice con la voz mas ronca que Rafael Colón: ¡NELSON, EL HOOOOYO, COOOÑO! Nos salvó un murito milagroso que apareció de repente.
Por último, los dejo con este susto que sufrió mi querida y abnegada madre, Doña Teo.
Ramón Bonilla fue uno de los personajes más queridos, inteligentes y curiosos que ha tenido nuestro pueblo. Mi madre lo adoraba y disfrutaba de sus ocurrencias más que nadie; Ramón, sabiendo esto, le encantaba pasar por casa cuando estaba medio prendío para soltar una de las de el. Todos los dominicanos sabemos lo que significó el gobierno de Trujillo y el cuidado que se tenía al hablar por temor a que mal interpretaran lo dicho. Un día, estando de visita en casa un Alemán que trajo Trujillo para hacer unos trabajos en las tierras del ingenio Esperanza, y como papá era encargado de campo de dicho ingenio, acordaron reunirse para coordinar los mismos, y es en ese momento que pasa Ramón parándose en la puerta de la Sala, y mirando a mi madre le dice: TEÓFILA, GUANAJUMA ESTÁ PREÑÁ / MORROÑA LA ECHÓ A PERDER / AHORA SI ESTAMOS BIEN / METIDOS EN EL FUI DEL BUEY. Me dijo mamá que la suerte fue que el Alemán no entendió la jerga de fui, preñá, morroña, y guanajuma, si no nos jodemos.
Por Jochy Reyes
El autor es abogado; pero, más que nada, es una enciclopedia ambulante.
Para leer la primera parte, haga clic AQUÍ
Como lo prometido es deuda, y el que debe paga, aquí les traigo el SUSTO (Parte Dos). Y quiero empezar con un susto que me dio una persona a las que todos queremos mucho a pesar de su temperamento explosivo. Ya ustedes deben de imaginar que me refiero a Manito; pues, claro, ese mismo. Esto sucedió mientras éramos estudiantes de agronomía en el Instituto Superior de Agricultura (ISA).
Sucede que Gregorio Castillo era el peluquero de todos los desarrapados ya que por unos pocos centavos (si mal no recuerdo, 10 centavos) nos ponía pepillitos a todos, y, lo que es mejor, si usted no tenía dinero, el amigo lo pelaba gratis. Al yo ver este noble gesto, mi alma revolucionaria se conmovió y me propuse aprender el oficio para darle la mano. Después de algunas clases teóricas, el siguiente paso era encontrar el zambá que sirviera de práctica; como Manito estaba mansito y muy cooperador después del susto que se llevó con Caplin, entendí era mi hombre, y así fue. Con la promesa de que el maestro Gregorio arreglaría cualquier error, procedimos a desollarlo. Todo se estaba desarrollando bien hasta que la confianza me traicionó y me puse a hacer alardes, sonando la tijera cerca de su oído como un experimentado maestro. ¡Craso error!, fallé el tiro y le he agarrado una oreja llevándole un pedazo. Mire, mi amigo, conociendo el paciente no esperé darle explicación y arranqué guayando en primera hacia un campo de sorgo que estaba en frente, con esta fiera ensangrentada detrás de mi con dos piedras en las manos y gritándome: ¡párate, coño, que si no te mataron en la Revolución, aquí te va a morir degraciao! Ya era mi segundo año de estudios en el ISA y yo no me había dado cuenta lo grande que era ese campo de sorgo; lo anduve entero y al fin lo vencí por cansancio.
El siguiente susto se lo llevó mi vecindario de Ciudad Nueva y el verdugo fue otro personaje querido también, el famoso Rolando “Cuchara” Espinal. Este amigo le cogió con ir todos los sábados como a las tres de la mañana a mi apartamento de la calle el número, segundo piso, yo recién casado (¡qué cachaza!). Después de jartarse de romo en otro sitio remataba en casa; tenía dos meses haciendo lo mismo sin fallar una semana hasta que le dije un día: ¡coño tú te jarta en otro sitio y cuando se te acaba el ron viene a rematar aquí, y a esta hora! Ese día no me hizo caso, pero la semana siguiente se me aparece a la misma hora, pero esta vez con un litro de etiqueta negra enterito y sin destapar. Se queda en la puerta mirándome fijo sin hablar y el litro agarrado con las dos manos a la altura del pecho como si fuera su bebé... y cancán, se le resbaló estrellándose en el cemento. Estaba el vidrio pendejo regado por to a parte. No dijo ni media palabra, dio media vuelta bajando hacia la calle, yo tampoco dije nada y le comunico a mi esposa lo ocurrido, cuando de repente se oye: ASAROOOOOOSO. En la mañana me dice un vecino. ¿Tú no oíste un loco esta madrugada que le voceo Asaroooooso a alguien?, y como es de suponer mi respuesta fue: fulano, cuando yo me duermo ni un terremoto me despierta.
Mi hermano Félix me contó un susto que se llevó cuando apenas tenía doce o trece años que todavía se engranoja al recordarlo.
Corrían los años cuarenta, y una Semana Santa, exactamente el Viernes Santo, le dice Papá a Tamayo, nuestro hermano mayor: tome ese Burro y vaya a la finca de Yerba de Guinea a buscar leña; llévese a Félix para que lo ayude. Tamayo va incómodo porque tenía otros planes y cuando llegan a la finca comienza a decir malas palabras y Félix asustado por tratarse del Viernes Santo, le pide que por favor que baje la voz. El hombre, envenenao como estaba, le puso tanta carga al pobre Burro que este no podía caminar y le pegó un garrotazo en el pescuezo que el pobre calló despatillado. Tratando de levantarlo le dice a Félix que lo ayude, pero ¡qué fuerza va a tener un niño de doce años! y Tamayo le reclama en voz alta: ¡Ha fuerza, coño! Mi pobre hermanito le dice asustado: ¡Ay, Tamayo, no diga malas palabras que hoy es Viernes Santo y puede venir el Diablo! ¡Grave error! Tamayo se paró y voceando a toda voz dijo: DIAAAABLO, VEN Y LLÉVATE A FÉLIX ALBERTO. Félix cayó de rodillas dándose en el pecho y gritando: ¡Ay Diablo, no le hagas caso que este hombre está loco!
Me cuenta Papito Rincón de un susto que se llevaron unos pobres infelices que trabajaban en el matadero.
Resulta que Pedro Jaime Tió, siendo encargado de un proyecto del Instituto Agrario en Mao, por los años 70, le resolvió unos problemas a Don Juan Chávez, facilitándole equipos para nivelar unos terrenos, y el señor Chavez quedó tan contento que le ofreció regalarle una novilla como agradecimiento, lo cual Pedro Jaime, con un gesto de nobleza y honradez, rechaza, pero el hombre no se dio por vencido y le dice: cuando usted la quiera, va a estar aquí esperándolo. Pasan unos años y se encuentran bebiendo en el Samoa, ¡mire que trío! Papito Rincón, Rolando Espinal y Pedro Jaime. Se acaba el romo y se acaban los cuartos, y la troika tiene el pico encendido, cuando de repente se acuerdan de la vaca. Acto seguido, Papito se ofrece ir a buscarla con un amigo que tiene un camión y llevarla al matadero para venderla allí mismo. Me cuenta Papito que cuando él vio este fenómeno no sabía si era un helicóptero, un Galipote o el famoso Chupa Cabra. Dice él que los chifles no cabían en la cama del camión, y el rabo hubo que envolvérselo en el cuerpo para que no lo arrastrara de tan largo, y cuando llegaron al matadero el susto de esos infelices trabajadores fue tan grande al ver este fenómeno, que se arrodillaron dándose en el pecho y diciendo: REPRÉNDELO SEÑOR, REPRÉNDELO SEÑOR, negándose a comprarla porque ellos no iban a matar esa criatura demoníaca. Salvó la situación un señor que llegó y ofreció 80 pesos que fueron aceptados de inmediato por Papito, y a costa de ese fenómeno, la parranda siguió hasta el otro día.
Monción (que Isaías vive preguntándose por qué no pertenece a Valverde) siempre ha sido un atractivo para nosotros los Maeños, por sus lindas mujeres y su belleza natural. Una tarde me dice Nelson de la Rosa que su papá le había prestado el carro cepillo, famoso por sus hazañas, para que yo le diera unas clases de manejo. Como teníamos unos amoritos en Monción, decidimos irnos hacia allá. En el trayecto nos encontramos con Patricio Bonilla, quien aceptó gustoso ir con nosotros montándose en la parte trasera del vehículo. Nelson me dice que él quiere practicar manejando en la famosa subida de Liguito. Yo acepté, soltándole el guía. En esa época, la carretera era de cascajo. Cuando vamos subiendo y al querer pasar un cambio el carro se le apaga, yo le indico que pise el freno y agarre con firmeza el guía, pero el hombre nervioso no atina y el carro se desliza hacia atrás y Patricio mirando el precipicio empieza a gritar con su voz finita: ¡Nelson, el hoyo!... ¡Nelson el hoyo!, y cuando ve que el carro se acerca peligrosamente al precipicio dice con la voz mas ronca que Rafael Colón: ¡NELSON, EL HOOOOYO, COOOÑO! Nos salvó un murito milagroso que apareció de repente.
Por último, los dejo con este susto que sufrió mi querida y abnegada madre, Doña Teo.
Ramón Bonilla fue uno de los personajes más queridos, inteligentes y curiosos que ha tenido nuestro pueblo. Mi madre lo adoraba y disfrutaba de sus ocurrencias más que nadie; Ramón, sabiendo esto, le encantaba pasar por casa cuando estaba medio prendío para soltar una de las de el. Todos los dominicanos sabemos lo que significó el gobierno de Trujillo y el cuidado que se tenía al hablar por temor a que mal interpretaran lo dicho. Un día, estando de visita en casa un Alemán que trajo Trujillo para hacer unos trabajos en las tierras del ingenio Esperanza, y como papá era encargado de campo de dicho ingenio, acordaron reunirse para coordinar los mismos, y es en ese momento que pasa Ramón parándose en la puerta de la Sala, y mirando a mi madre le dice: TEÓFILA, GUANAJUMA ESTÁ PREÑÁ / MORROÑA LA ECHÓ A PERDER / AHORA SI ESTAMOS BIEN / METIDOS EN EL FUI DEL BUEY. Me dijo mamá que la suerte fue que el Alemán no entendió la jerga de fui, preñá, morroña, y guanajuma, si no nos jodemos.
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Tengo para decirle al amigo Jochy, que aunque hace más de 40 años de ese triste accidente, jamás he podido olvidarlo, y que me ha dejado marcado para siempre, porque además de que me fui en blanco esa noche, creo que todavía debo algo porque lo tome a crédito en un colmado vecino en el Ensanche Luperón donde yo residía. Ahora, cuando me toca bregar con otro litro igual, pongo a alguien para que lo administre, por temor a otro accidente igual. Para mi fue muy duro, llegar con la garganta seca y a pie, desde Cuidad Nueva hasta el Ensanche Luperon.
ResponderBorrarRolando Espinal
Caramba, Cuchara, después de tanto sacrificio y solo recibir rechazo, no era suficiente con solo vocearle AZAAAAAROOOOOSO... y usted tan buena gente lo perdonó y ha seguido siendo amigo de él. Usted es un santo. Vamos a hablar con el amigo Francisco a ver si comenzamos a hacer diligencias para ver si lo canonizamos. ¿Ha hecho usted su milagrito por ahí? Convertir el agua en vino no vale... está muy relajao. Si usted puede demostrar que esa noche recompuso el litro y pudo recoger todo el líquido derramado hasta la última gota... bien, pero necesitamos testigos, ¿usted cree que el amigo ese de la porra, testificaría a su favor? Ah, eso de haberse curado del reumatismo, tampoco es válido. Lo de San Lázaro se lo lleva.
ResponderBorrarIsaias
Ramón,desde aquí y en mi cumple ,me he caga.....de la risa junto a Titi,Aleida y Sol .Estoy celebrando esto 17 al revés y espero que los próximos 27 lo célebre contigo y nuestro director Isaías y Manito para qué le cortemos la otra oreja . Voy para Boston mañana a seguir celebrando los 27 . Felicidades para mi y todos Uds. Junto a mi hermano Fernán que se quedo por allá con la Barrigona y sus ganancias celebrando
ResponderBorrarJochi, la. Verdad es que cualquiera se muere de la risa con lo que nos cuenta en vez de un susto, todos tenemos algo que contar en relación a los sustos y con tu trabajo nos trae a la memoria los nuestros. Creo que nadie se ha escapado de algún gran susto.
ResponderBorrarPapito Mármol
Ramón: Esto es para morirse. Muy buenos todos, especialemente, el de la oreja de Van Gogh. Sólo de imaginarme a Manito "juyendo" atrás de tí, con dos ñoñas en las manos y tú alante, arando ese campo de sorgo, es para miarse de la risa.
ResponderBorrarEl de Papito, Cuchara y Pedro Jaime, es huérfano de padre y madre!!
Todos muy buenos. Ojalá haya una tercera parte.
Un abrazo,
Fernan Ferreira.
La verdad es que yo no sé para qué yo le conquisté a Jochy para que escribiera en MEEC;creía que iba a narrar casos históricos y me engañó.
ResponderBorrarLe dije ,"eso si, solo escribe de casos históricos,porque a Isaias les gustan esos tipos de temas;no te ponga escribir vainas de chizmes ";y me dijo "claro que no !yo no tengo que hablar de otras cosas que no sea histórico ". Le creí.
Y miren lo que está haciendo !,contando cosas que uno no quiere recordar porque todavia encojonan .
Quiera Dios que no cuente lo del susto que pasé con el amigo Caplin.
Metí la pata !
Manito