PALABRAS DEL DR. GUARIONEX FLORES, HIJO

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Entre las cosas que nos enorgullecen acerca de Mao en el Corazón está el descubrimiento de talento maeño que no sabíamos que teníamos: Evelio Martínez, Ley Simé, Manito Santana, Papito Mármol y Rolando Espinal, entre otros.

Otros, si bien sabíamos que eran destacados profesionales en sus respectivos campos, no sabíamos que eran tan buenos escritores. Hablamos de César Brea, Narcisa Ferreira, Juan Gerardo Ferreira, Juan Colón, Pablo Mustonen, Handry Santana, Fernando Ferreira, Lavinia del Villar y Diómedes Rodríguez. Lograr que estas lumbreras sean colaboradores de MEEC, al igual que los mas sazonados en ese sentido como Monchy Mateo, Manuel Bonilla Rodríguez, Fernando Rodríguez Céspedes, Carlos José Reyes, Rafael Darío Herrera y el Dr. Héctor Brea Tió, es un logro que valoramos como el que mas.

También valoramos las contribuciones y el seguimiento de personas como Félix Jacinto Bretón y Sergio Reyes, II, que sin ser maeños están siempre pendientes de todo lo que acontece alrededor de MEEC. A ellos y a otros seguidores silentes, mil gracias.

Lo antedicho y la "aparición" de más y más maeños alrededor de este esfuerzo, son en verdad logros invaluables. Hemos visto lentamente como se han acercado personas como Lolo, Héctor Colón (el sobrino de Ledesma Colón), Papito Mármol, Rosemary (Memela) Rodríguez, Papi Minaya y, más reciente, un amigo de la primaria a quien habíamos perdido en el tiempo, el hoy Dr. Guarionex Flores Liranzo, hijo de un destacado galeno de nuestra patria chica, el Dr. Guarionex Flores Ortiz, QEPD. Esperamos que sigan apareciendo más de nuestros compueblanos y se incorporen a nuestros afanes. Al fin y al cabo, de eso se trata: de unificar la familia maeña.

He aquí la carta que nos enviara nuestro amigo. En la foto están él y su esposa de 20 años, y dos hijos de un matrimonio anterior.

Apreciado Isaías:

Es un gusto enorme poderte contactar después de casi 50 años. Te resumo brevemente: nací en Mao el 13 de febrero del 1952, el mayor de los cuatro hijos del Dr. Guarionex Flores Ortiz y Graciela M. Liranzo Bueno, y en la familia mi apodo es Chito. Cuando dejamos Mao, en agosto de 1961, por problemas políticos de mi padre, yo pasaba justo al sexto curso. Yo era quizás el alumno más joven de ese curso (como sé que te gustan las anécdotas, luego te contaré una al respecto. Recuérdamela). Sterling García Liranzo es pariente mío por parte de mi madre, cuya familia es de Los Quemados. Su madre, Eugenia, era prima de mi abuelo. Mis hermanos son Miguel, Esther (vive en Manhattan), y Zaida. Seguí la carrera de mi padre y me especialicé en cirugía cardiovascular en la Argentina. Tengo tres hijos, la hija mayor vive en un pueblito de tu estado cuyo nombre nunca me aprendo y tengo dos nietos yanquis. Mi última visita a Mao fue en el 2005.

Mi familia pertenecía a la tribu de Doña Teófila Reyes, cuya numerosa familia es nuestra referencia maeña. Éramos vecinos de Don Otoniel Acevedo y de Pericles Reyes.

Mi tía Griselda Liranzo, viviendo con nosotros en la capital, casó en 1964 con Epaminondas Martínez; del mismo vecindario en la calle Agustín Cabral.

Al mudarnos a la capital, regresamos muy esporádicamente al pueblo, pero teníamos contacto frecuente con las amistades. Así, padecimos la angustia de las familias de los muchachos que estuvieron en Las Manaclas (mis cercanos fueron Arnulfo, Pitifia, Monchy y Enriquillo Valerio) y luego el terrible asesinato de Milet Haddad.

Mi madre vive. Mi padre falleció en el 1999. En el 2001, ASOMAU hizo un lindo reconocimiento a varios munícipes maeños y tuvieron la generosidad de incluir a mi padre, por lo que la familia estará por siempre agradecida.

MEEC representa para mí un invaluable reencuentro con mis orígenes y un eslabón perdido porque podría ayudarme a recuperar amistades tan largamente distanciadas. En estos días buscaba datos en internet para reforzar temas de conversación con mi madre acerca de esa etapa de la vida familiar, que ocupa el grueso de una relación que vengo escribiendo desde el año pasado. Hace un par de días la vieja me contó que desde el balcón de la casona aledaña al Samoa Bar atisbó a su marido bailando con una serranita. Esa es una sabrosa pincelada acerca de una costumbre de la que no escapaban ni siquiera señores de probada honorabilidad en aquel entonces.

Por ahora no te canso más, pero en un próximo correo te enviaré una foto que tomó mi padre de unos personajes en el Parque Central para que me ayudes a identificarlos.

Te confieso que me siento como el que se saca la lotería por haberte contactado.

Un abrazo grande para ti y para quienes leen MEEC,

Guarionex