Por Héctor Brea Tió
A veces, irónicamente
quienes último llegan
retornan primero
y los primeros, postreros.
Como el agua límpida
sale del riachuelo
y el vendaval siniestro
vuelca en el estero.
Hay seres escogidos, elegidos
algo supremo los eterniza
más tarde o temprano
esfumarán, trasmutarán
irán sin regreso
volverán al humus
a lo que son y en lo que se convertirán.
A la llegada a la igualdad
al reencuentro con el anonimato
a lo inexorable, lo ignoto
lo insondable.
No hay nada más telúrico
que lo ineludible
ni fuerza que venza
hasta lo invencible
Es ella retorno a la esencia misma
que es la nada pulverizada
como al final del día, en el ocaso
las aves tornan al nido
al árbol que las cobija
las sostiene cual lecho mullido
morigerado por la blanda brisa
que orea sus alas mustias
y su cantar cesa.
Ni manojillo de azaleas
rosas e hinojos
ni los azahares, ni heliotropos
ni aromatizados cirios
plegarias y rezos
purifican el espíritu.
El blancor deviene
en el curso vital
la limpieza misma de la lámpara
para que la lumbre
irradie fulgores refulgentes
aroma de mirra y óleos místicos
así el pebetero arderá para siempre
así la luz no se apagará.
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