martes, 15 de febrero de 2011
AL CÉSAR LO DEL CÉSAR Y A DIOS LO DE DIOS
LEYSIMELOCUENTA
Por Ley Simé
Dedicado a todos los estudiantes de la promoción 1983-84 que tomaron parte en la actividad de poner en marcha la biblioteca del Liceo Secundario Prof. Juan de Js. Reyes de Mao.
En el discurrir del año 1968, dos años después del ascenso a la presidencia de la república del Dr. Balaguer, producto de los resultados de las elecciones del año 66, que se celebraron un año después de terminada la guerra de abril del 65, se inaugura en Mao el moderno plantel que alojaría el Liceo Secundario Prof. Juan de Jesús Reyes. Los estudiantes que poblarían esta elegante edificación provenían del Liceo Eugenio Deschamps que funcionaba en el edificio que hoy ocupa UTESA. El nuevo edificio que despliega una bonita estructura, al momento de ser inaugurado no contaba con el mobiliario que debía requerir una obra de tal magnitud, por lo que debimos trasladar los mobiliarios que presentaban mejores condiciones desde el antiguo local (El Partido Dominicano). Unas 90 o 100 butacas y menos de una docena de pizarrones para ser ubicados en esa moderna estructura física serían usadas para acomodar cerca de 500 estudiantes que llegaban al plantel llenos de alegría y al mismo tiempo de tristeza, al ver diseminadas en esas espaciosas aulas, cinco o seis butacas por curso. Era deprimente ese panorama.
Esta obra de vistosa proporciones y un ancho patio con cancha para basquetbol y voleibol se puede notar al norte de la elevación estructural: un bloque de tres niveles con 24 aulas repartidas en ocho aulas por nivel. Al centro otra estructura de dos niveles, donde la primera planta está destinada a las oficinas administrativas del plantel y el segundo nivel preparado para un laboratorio. Al sur, una elevación de tres niveles que se repartirían para gimnasia y otros deportes bajo techo, así como también para talleres de artes manuales, música y arte en general. En el segundo nivel la biblioteca entre otras actividades y por último, el tercer nivel que aloja el auditorio o salón de actos, que bien pudo ser un maravilloso e importante centro de desarrollo para la población estudiantil.
Las seis o siete butacas, las cuales los estudiantes debían de disputar a la entrada al plantel, distribuidas en esos vastos salones de clases presentaban un escenario lúgubre. Ya a las 7:00 A.M. los portales de entrada al Liceo estaban abarrotados de estudiantes de ambos sexos, para una vez abierto el portal, partir en desbandada corriendo desde el portal hasta el aula, y tratar de conseguir un asiento de entre los 25 aspirantes a ganar el derecho de pasar cinco horas en una cómoda butaca. El portero, al sonar el timbre de entrada, tenía que abrir la puerta y dar un brinco hacia un lado, para no ser embestido por el "tropel" de estudiantes. Muchos, los que no lograban conseguir un asiento, tenían que tirarse al piso y otros, como yo, llevábamos una silla de la casa y un pedazo de tabla, la cual poníamos sobre nuestras piernas para poder apoyar el cuaderno. Terminada la labor docente, nos tirábamos la silla al hombro y vuelta a casa. Esa rutina era diaria. (¿Quien lo hace así ahora?).
Recuerdo las arengas del extinto Prof. Rodolfo Pérez, quien era uno de los más preocupados por el desorden y las desbandadas, que muchachos y muchachas realizaban cada mañana a la hora de entrada al liceo. Con aire poético y persuasivo les decía: "Los muchachitos deben comportarse como caballeros, y las muchachitas, que es a las que menos les luce esa competencia, porque si se caen van a enseñar sus panty sitos, deben comportarse como damitas", luego que se lograba recuperar la calma.
En 1968, al ser trasladado el liceo a su nuevo y moderno local, nos iniciábamos a cursar el 3er grado del bachillerato. No importaba la precariedad mobiliaria del moderno y espacioso local, lo que importaba era seguir superándonos y ascender hasta lograr el objetivo. Así transcurrió todo el año 1968 y parte de 69 y no fue hasta que llegaron las vacaciones del 1969 cuando empezaron a llegar los mobiliarios, butacas y pizarras y algunos escritorios. Eran confortables y nos parecían muy modernas en comparación con la tediosa silla, la cual guardé en un lugar especial, porque fue mi compañera de ida y vuelta al liceo durante todo un año. Todas las aulas fueron abastecidas de butacas y el salón de actos también. Para el año lectivo 1969-70, toda la población estudiantil estaba cómodamente sentada y bajo esa felicidad alcanzamos a graduarnos de bachiller.
Quince años después de haberse iniciado las labores en ese centro de estudios, todavía no había una biblioteca donde los estudiantes pudieran asistir a complementar sus conocimientos. Ya para esta época nos desempeñábamos como profesor del plantel y ya los estudiantes habían conquistado tomar parte en la toma de decisiones (co-gobierno) en los liceos del país. Ante la falta de biblioteca, laboratorio y otras necesidades, comienza un largo itinerario de protesta exigiendo y demandando de las autoridades educativas proveer al liceo de esas importantes necesidades para el desarrollo y preparación de los estudiantes. Las protestas se iban agudizando hasta llegar a una situación caótica, porque los muchachos se habían lanzado a las calles y habían provocado la intervención de los agentes policiales con los cuales estuvieron varios y serios enfrentamientos que terminaba con estudiantes detenidos. Era tan caótica la situación que hasta tuvimos que soportar quince bombas lacrimógenas lanzadas al patio del liceo y algunos disparos impactaron el plantel.
Diariamente, padres, madres y tutores de estudiantes debían ir al liceo a retirar sus hijos para evitar ser apresados en el camino hacia sus casas.
Eran tantas las convocatorias a reunirnos en asambleas de profesores y estudiantes que se hacían diariamente para buscar una solución al conflicto y reclamos de los estudiantes, que en una ocasión estuvo presente en una de esas reuniones, el Director Regional de Educación, un señor apellido Peña, oriundo de la comunidad de Hato Nuevo.
Ante la apatía de las autoridades educativas y la falta de apoyo a esos justos reclamos, El Director Regional, instaba a los profesores reunidos allí a motivar opiniones que dieran al traste con el conflictivo problema de los estudiantes demandantes que observaban que era justo y necesario para el avance y desarrollo del hogar de conocimientos de todos los Maeños, que por sus precariedades económicas no podían pagar una educación privada. Ver la preocupación y la sinceridad del Director Regional Peña en emprender una iniciativa, fue lo que nos motivó a concebir una luz que llegó a mi mente, y plantearla, ante todos los asambleístas, de que se me concediera una semana para desarrollar una actividad en la que involucraríamos a todos los estudiantes del plantel y poner el primer granito para levantar la tan necesitada biblioteca del siempre recordado Liceo Prof. Juan de Js. Reyes de Mao. La iniciativa consistía en un operativo que denominamos OPERACIÓN COLADOR: Enviaríamos a las calles a todos los estudiantes matriculados en el liceo, a tocar todas y cada una de las casas de Mao a pedir un centavo y si había algún libro que estuviera por ahí tirado, pedirlo en aporte para la biblioteca del liceo. Además pensamos que la colecta de un centavo donado por cada hogar y personas encontradas en las calles durante la actividad, nos proporcionaría el suficiente recurso para resolver el problema de los libros de textos, que eran imposibles adquirir por los estudiantes que procedían de hogares humildes y sin recursos.
Pedimos permiso a la dirección del Liceo y esta a su vez tenía conocimiento de la luz verde que nos había dado el Director Regional, porque poner en marcha esta actividad, debía de tomarse una semana completa para la preparación y organización de los estudiantes, que debíamos agruparlos en comisiones de tres estudiantes cada una que debían recorrer el sector de la ciudad que les fuera asignado ya previamente focalizados y ayudados por unos mapas de toda la ciudad, que nos fueron facilitados por la oficina de estadísticas del Ayuntamiento de Mao.
Nos programamos para que en una semana, todos los estudiantes estuvieran debidamente orientados para que solo trabajaran en el sector que se les asignara. Una vez concluido ese recorrido por las casas de dicho sector, regresaran al plantel, no sin antes en el camino de regreso tocaran a todos los transeúntes encontrados, sin perder la ruta hacia el Liceo.
Fuimos muy cuidadosos de que un hogar no fuera visitado dos veces. Tuvimos que organizar a los estudiantes que procedían de comunidades aledañas, para que hicieran lo mismo en cada una de sus respectivas comunidades, de las cuales recibimos valiosas aportaciones. También se nos permitió instalar peajes en las distintas entradas o salidas de la ciudad. Para ello utilizamos los estudiantes que habíamos reservado para planes de emergencias.
El proceso de organización de más de 1,300 estudiantes lo hicimos de la siguiente manera: El lunes, todos los estudiantes de primer grado debían dirigirse al salón de actos en vez de ir a sus respectivas aulas. Una vez allí, agotaríamos las cinco horas que debían recibir de clases normales. Los agrupábamos en comisiones de tres. Luego nos enfocábamos en los barrios en que debían operar y el sector que debían recorrer. Todo eso mapa en mano, precisándoles que solo debían hacer lo encomendado. Estudio del sector a recorrer, guiados por las calles que bordeaban cada sector a visitar. Y así sucesivamente: Los martes, los de segundo grado. Miércoles, los de tercer grado y jueves los de cuarto y el viernes, día de la actividad, formalmente uniformados y con una identificación previamente entregada, cada comisión y a la misma hora de asistencia a la escuela, debían ubicarse, COLADOR en mano, en el sector o barrio asignado y empezar de inmediato el trabajo de recolección, que debía agotar las cinco horas de clases normales de ese memorable VIERNES.
Fue tan grande el amor y el entusiasmo con que estos jóvenes realizaron su labor, que no pudimos sentirnos más que satisfechos, por la organización y la buena interpretación de la tarea asignada.
El espíritu de entrega era tan desbordante, que la mayoría de los comisionados, en horas de la tarde, se iban a los lugares asignados a recorrer el sector para no tener inconvenientes el día de la actividad.
Sin mencionar nombres, porque ese no es el objetivo, hubo profesores, que durante la semana de entrenamiento a los estudiantes, elevaron su voz de protesta por el desorden que estaba llevando a cabo el Prof. Simé, porque según algunos, debieron posponer algún examen u otras tareas evaluativas.
Si es cierto que esto fue así, no es menos cierto que esos disgustados compañeros, fueron los primeros que se ofrecieron para recibir la enorme cantidad de libros y dinero que con mucho esfuerzo habían traído esos agotados estudiantes. A muchos les vi con una enorme carga de libros bajo la inclemencia de ese sol del mediodía. Pudimos observar llenos de alegría, dos escritorios llenos de monedas que las vertían los COLADORES y que celosamente eran recibidos por una comisión de respetables compañeros de labores, encabezados por el Director de entonces Lic. Emilio Reyes (El Don), Dago Almánzar, Mirtha Reyes, Aleyda Pérez y Rosa Francia Mena, entre otros que les sobraban las ganas de formar parte de esa comisión de recepción.
En realidad, es difícil creer que centavo a centavo y en solo cinco horas, fueron recibidos mas de RD$ 15,000 y algo más de mil libros donados por ese mi pueblo solidario. Con esa primera puja empezamos a ensamblar la tan deseada e importante biblioteca del Liceo Secundario Prof. Juan de Js. Reyes de nuestro querido Mao. Hoy esa biblioteca pudiera estar dedicada a los estudiantes de la promoción del año 1983-84. Fue su esfuerzo, su iniciativa, su trabajo. Pero como todo en la vida, cuando el gato está limpio y bonito, todos desean pasarle la mano, e incluso atribuirse gerencias. Todo el mérito que merece el hecho de tener una biblioteca en nuestro inolvidable liceo, debe atribuírseles a los estudiantes de esa promoción, que dejó como legado el hecho de que cada alumno tuviera acceso a un libro de texto y un lugar adecuado donde realizar sus tareas. No sentí más que una simple información, de un profesional, estudiante de esa época decirme que había visitado su antigua casa de estudios y visitado la biblioteca. Se sintió apenado porque no había ninguna alusión al mérito, al esfuerzo mancomunado, participativo y desinteresado, ni mención de esa generación de estudiantes que dejaron como legado la idea de que cuando se quiere se puede. Es aleccionadora la idea: cuando se maneja el tesoro, el vigor de la juventud y se encausa hacia la consecución de metas inspiradoras que les sirvan de provecho, personal y colectivo, podemos lograr maravillas. La lección inspiradora que nos dieron esos jóvenes y el hecho de que no haya siquiera una placa que conmemore su heroísmo, me motivaron a hacer este trabajo.
Por Ley Simé
Dedicado a todos los estudiantes de la promoción 1983-84 que tomaron parte en la actividad de poner en marcha la biblioteca del Liceo Secundario Prof. Juan de Js. Reyes de Mao.
En el discurrir del año 1968, dos años después del ascenso a la presidencia de la república del Dr. Balaguer, producto de los resultados de las elecciones del año 66, que se celebraron un año después de terminada la guerra de abril del 65, se inaugura en Mao el moderno plantel que alojaría el Liceo Secundario Prof. Juan de Jesús Reyes. Los estudiantes que poblarían esta elegante edificación provenían del Liceo Eugenio Deschamps que funcionaba en el edificio que hoy ocupa UTESA. El nuevo edificio que despliega una bonita estructura, al momento de ser inaugurado no contaba con el mobiliario que debía requerir una obra de tal magnitud, por lo que debimos trasladar los mobiliarios que presentaban mejores condiciones desde el antiguo local (El Partido Dominicano). Unas 90 o 100 butacas y menos de una docena de pizarrones para ser ubicados en esa moderna estructura física serían usadas para acomodar cerca de 500 estudiantes que llegaban al plantel llenos de alegría y al mismo tiempo de tristeza, al ver diseminadas en esas espaciosas aulas, cinco o seis butacas por curso. Era deprimente ese panorama.
Esta obra de vistosa proporciones y un ancho patio con cancha para basquetbol y voleibol se puede notar al norte de la elevación estructural: un bloque de tres niveles con 24 aulas repartidas en ocho aulas por nivel. Al centro otra estructura de dos niveles, donde la primera planta está destinada a las oficinas administrativas del plantel y el segundo nivel preparado para un laboratorio. Al sur, una elevación de tres niveles que se repartirían para gimnasia y otros deportes bajo techo, así como también para talleres de artes manuales, música y arte en general. En el segundo nivel la biblioteca entre otras actividades y por último, el tercer nivel que aloja el auditorio o salón de actos, que bien pudo ser un maravilloso e importante centro de desarrollo para la población estudiantil.
Las seis o siete butacas, las cuales los estudiantes debían de disputar a la entrada al plantel, distribuidas en esos vastos salones de clases presentaban un escenario lúgubre. Ya a las 7:00 A.M. los portales de entrada al Liceo estaban abarrotados de estudiantes de ambos sexos, para una vez abierto el portal, partir en desbandada corriendo desde el portal hasta el aula, y tratar de conseguir un asiento de entre los 25 aspirantes a ganar el derecho de pasar cinco horas en una cómoda butaca. El portero, al sonar el timbre de entrada, tenía que abrir la puerta y dar un brinco hacia un lado, para no ser embestido por el "tropel" de estudiantes. Muchos, los que no lograban conseguir un asiento, tenían que tirarse al piso y otros, como yo, llevábamos una silla de la casa y un pedazo de tabla, la cual poníamos sobre nuestras piernas para poder apoyar el cuaderno. Terminada la labor docente, nos tirábamos la silla al hombro y vuelta a casa. Esa rutina era diaria. (¿Quien lo hace así ahora?).
Recuerdo las arengas del extinto Prof. Rodolfo Pérez, quien era uno de los más preocupados por el desorden y las desbandadas, que muchachos y muchachas realizaban cada mañana a la hora de entrada al liceo. Con aire poético y persuasivo les decía: "Los muchachitos deben comportarse como caballeros, y las muchachitas, que es a las que menos les luce esa competencia, porque si se caen van a enseñar sus panty sitos, deben comportarse como damitas", luego que se lograba recuperar la calma.
En 1968, al ser trasladado el liceo a su nuevo y moderno local, nos iniciábamos a cursar el 3er grado del bachillerato. No importaba la precariedad mobiliaria del moderno y espacioso local, lo que importaba era seguir superándonos y ascender hasta lograr el objetivo. Así transcurrió todo el año 1968 y parte de 69 y no fue hasta que llegaron las vacaciones del 1969 cuando empezaron a llegar los mobiliarios, butacas y pizarras y algunos escritorios. Eran confortables y nos parecían muy modernas en comparación con la tediosa silla, la cual guardé en un lugar especial, porque fue mi compañera de ida y vuelta al liceo durante todo un año. Todas las aulas fueron abastecidas de butacas y el salón de actos también. Para el año lectivo 1969-70, toda la población estudiantil estaba cómodamente sentada y bajo esa felicidad alcanzamos a graduarnos de bachiller.
Quince años después de haberse iniciado las labores en ese centro de estudios, todavía no había una biblioteca donde los estudiantes pudieran asistir a complementar sus conocimientos. Ya para esta época nos desempeñábamos como profesor del plantel y ya los estudiantes habían conquistado tomar parte en la toma de decisiones (co-gobierno) en los liceos del país. Ante la falta de biblioteca, laboratorio y otras necesidades, comienza un largo itinerario de protesta exigiendo y demandando de las autoridades educativas proveer al liceo de esas importantes necesidades para el desarrollo y preparación de los estudiantes. Las protestas se iban agudizando hasta llegar a una situación caótica, porque los muchachos se habían lanzado a las calles y habían provocado la intervención de los agentes policiales con los cuales estuvieron varios y serios enfrentamientos que terminaba con estudiantes detenidos. Era tan caótica la situación que hasta tuvimos que soportar quince bombas lacrimógenas lanzadas al patio del liceo y algunos disparos impactaron el plantel.
Diariamente, padres, madres y tutores de estudiantes debían ir al liceo a retirar sus hijos para evitar ser apresados en el camino hacia sus casas.
Eran tantas las convocatorias a reunirnos en asambleas de profesores y estudiantes que se hacían diariamente para buscar una solución al conflicto y reclamos de los estudiantes, que en una ocasión estuvo presente en una de esas reuniones, el Director Regional de Educación, un señor apellido Peña, oriundo de la comunidad de Hato Nuevo.
Ante la apatía de las autoridades educativas y la falta de apoyo a esos justos reclamos, El Director Regional, instaba a los profesores reunidos allí a motivar opiniones que dieran al traste con el conflictivo problema de los estudiantes demandantes que observaban que era justo y necesario para el avance y desarrollo del hogar de conocimientos de todos los Maeños, que por sus precariedades económicas no podían pagar una educación privada. Ver la preocupación y la sinceridad del Director Regional Peña en emprender una iniciativa, fue lo que nos motivó a concebir una luz que llegó a mi mente, y plantearla, ante todos los asambleístas, de que se me concediera una semana para desarrollar una actividad en la que involucraríamos a todos los estudiantes del plantel y poner el primer granito para levantar la tan necesitada biblioteca del siempre recordado Liceo Prof. Juan de Js. Reyes de Mao. La iniciativa consistía en un operativo que denominamos OPERACIÓN COLADOR: Enviaríamos a las calles a todos los estudiantes matriculados en el liceo, a tocar todas y cada una de las casas de Mao a pedir un centavo y si había algún libro que estuviera por ahí tirado, pedirlo en aporte para la biblioteca del liceo. Además pensamos que la colecta de un centavo donado por cada hogar y personas encontradas en las calles durante la actividad, nos proporcionaría el suficiente recurso para resolver el problema de los libros de textos, que eran imposibles adquirir por los estudiantes que procedían de hogares humildes y sin recursos.
Pedimos permiso a la dirección del Liceo y esta a su vez tenía conocimiento de la luz verde que nos había dado el Director Regional, porque poner en marcha esta actividad, debía de tomarse una semana completa para la preparación y organización de los estudiantes, que debíamos agruparlos en comisiones de tres estudiantes cada una que debían recorrer el sector de la ciudad que les fuera asignado ya previamente focalizados y ayudados por unos mapas de toda la ciudad, que nos fueron facilitados por la oficina de estadísticas del Ayuntamiento de Mao.
Nos programamos para que en una semana, todos los estudiantes estuvieran debidamente orientados para que solo trabajaran en el sector que se les asignara. Una vez concluido ese recorrido por las casas de dicho sector, regresaran al plantel, no sin antes en el camino de regreso tocaran a todos los transeúntes encontrados, sin perder la ruta hacia el Liceo.
Fuimos muy cuidadosos de que un hogar no fuera visitado dos veces. Tuvimos que organizar a los estudiantes que procedían de comunidades aledañas, para que hicieran lo mismo en cada una de sus respectivas comunidades, de las cuales recibimos valiosas aportaciones. También se nos permitió instalar peajes en las distintas entradas o salidas de la ciudad. Para ello utilizamos los estudiantes que habíamos reservado para planes de emergencias.
El proceso de organización de más de 1,300 estudiantes lo hicimos de la siguiente manera: El lunes, todos los estudiantes de primer grado debían dirigirse al salón de actos en vez de ir a sus respectivas aulas. Una vez allí, agotaríamos las cinco horas que debían recibir de clases normales. Los agrupábamos en comisiones de tres. Luego nos enfocábamos en los barrios en que debían operar y el sector que debían recorrer. Todo eso mapa en mano, precisándoles que solo debían hacer lo encomendado. Estudio del sector a recorrer, guiados por las calles que bordeaban cada sector a visitar. Y así sucesivamente: Los martes, los de segundo grado. Miércoles, los de tercer grado y jueves los de cuarto y el viernes, día de la actividad, formalmente uniformados y con una identificación previamente entregada, cada comisión y a la misma hora de asistencia a la escuela, debían ubicarse, COLADOR en mano, en el sector o barrio asignado y empezar de inmediato el trabajo de recolección, que debía agotar las cinco horas de clases normales de ese memorable VIERNES.
Fue tan grande el amor y el entusiasmo con que estos jóvenes realizaron su labor, que no pudimos sentirnos más que satisfechos, por la organización y la buena interpretación de la tarea asignada.
El espíritu de entrega era tan desbordante, que la mayoría de los comisionados, en horas de la tarde, se iban a los lugares asignados a recorrer el sector para no tener inconvenientes el día de la actividad.
Sin mencionar nombres, porque ese no es el objetivo, hubo profesores, que durante la semana de entrenamiento a los estudiantes, elevaron su voz de protesta por el desorden que estaba llevando a cabo el Prof. Simé, porque según algunos, debieron posponer algún examen u otras tareas evaluativas.
Si es cierto que esto fue así, no es menos cierto que esos disgustados compañeros, fueron los primeros que se ofrecieron para recibir la enorme cantidad de libros y dinero que con mucho esfuerzo habían traído esos agotados estudiantes. A muchos les vi con una enorme carga de libros bajo la inclemencia de ese sol del mediodía. Pudimos observar llenos de alegría, dos escritorios llenos de monedas que las vertían los COLADORES y que celosamente eran recibidos por una comisión de respetables compañeros de labores, encabezados por el Director de entonces Lic. Emilio Reyes (El Don), Dago Almánzar, Mirtha Reyes, Aleyda Pérez y Rosa Francia Mena, entre otros que les sobraban las ganas de formar parte de esa comisión de recepción.
En realidad, es difícil creer que centavo a centavo y en solo cinco horas, fueron recibidos mas de RD$ 15,000 y algo más de mil libros donados por ese mi pueblo solidario. Con esa primera puja empezamos a ensamblar la tan deseada e importante biblioteca del Liceo Secundario Prof. Juan de Js. Reyes de nuestro querido Mao. Hoy esa biblioteca pudiera estar dedicada a los estudiantes de la promoción del año 1983-84. Fue su esfuerzo, su iniciativa, su trabajo. Pero como todo en la vida, cuando el gato está limpio y bonito, todos desean pasarle la mano, e incluso atribuirse gerencias. Todo el mérito que merece el hecho de tener una biblioteca en nuestro inolvidable liceo, debe atribuírseles a los estudiantes de esa promoción, que dejó como legado el hecho de que cada alumno tuviera acceso a un libro de texto y un lugar adecuado donde realizar sus tareas. No sentí más que una simple información, de un profesional, estudiante de esa época decirme que había visitado su antigua casa de estudios y visitado la biblioteca. Se sintió apenado porque no había ninguna alusión al mérito, al esfuerzo mancomunado, participativo y desinteresado, ni mención de esa generación de estudiantes que dejaron como legado la idea de que cuando se quiere se puede. Es aleccionadora la idea: cuando se maneja el tesoro, el vigor de la juventud y se encausa hacia la consecución de metas inspiradoras que les sirvan de provecho, personal y colectivo, podemos lograr maravillas. La lección inspiradora que nos dieron esos jóvenes y el hecho de que no haya siquiera una placa que conmemore su heroísmo, me motivaron a hacer este trabajo.
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Muy buen trabajo, Ley. Así se escribe la historia y se realizan grandes obras. No importa que no exista el reconocimiento, cuando se mira hacia atrás, lo importante, es la satisfacción del deber cumplido. Lástima que ese ejemplo no haya sido imitado y reproducido para dotar el Liceo Juan de Js. Reyes de otras carestías o carencias: computadoras, reactivos de laboratorio, etc.
ResponderBorrarSin embargo, me surge una inquietud: ¿Existe todavía la biblioteca? Es decir, ¿Se ha mantenido y/o aumentado la cantidad de libros o sólo quedan las cuatro paredes vacías?
Un abrazo,
Fernan Ferreira.
felicitaciones hermano Ley.
ResponderBorrarMonchy Mateo Reyes.
Ley: Cuando el Apostol José Martí vino en busca de ayuda donde el Generalisimo Maximo Gomez para la Independencia de Cuba,luego de confirmarle,ya despidiendose le pregunta en tono jocoso,¿y que me ofrece a cambio de mi ayuda ?,se vuelve Martí y le contesta "la ingratitud de los hombres" (los historiadores me corrijan).
ResponderBorrarQue no hayan valorado los esfuerzos de uds ? okey.
Pero,que no aparezcan otros toreros despues de muerto el toro,nooo.
Admiro tu buena decisión de ponerlo a conocimiento porque otros como yo desconociamos esa gran labor de esos estudiantes y su Profesor. "Quien calla otorga".
Gracias por ese aporte a tu Pueblo.
Siempre
Manito
Sabemos que por ahi andan muchos estudiantes de esa epoca, hoy profesionales en las distintas areas del saber, que tomaron parte en esta actividad. Seria bueno saber su experiencia en ese dia, o contar algunas anecdotas relativas a este hecho.
ResponderBorrarAbrazos de
Ley S.