El 22 de octubre de 1965, siendo gobernador de la provincia Valverde, caía cobarde y vilmente asesinado Manuel de Jesús Haddad Pichardo, a quien apodaban Milet. Acompañando a Milet en ese viaje iban Tito Cabrera, Evelio Martínez, Sergio Peña y Juan Antonio Muñoz (Pango), quienes heridos, algunos de ellos como Evelio y Sergio, de gravedad, salvaron la vida milagrosamente. Al cumplirse este mes 45 años de tan salvaje acontecimiento, vamos a reproducir una serie de artículos publicados por el desaparecido periódico El Sol en octubre de 1983, bajo la autoría de Alex Jiménez, de Esperanza, Valverde. El Sr. Jiménez, a quien damos las gracias encarecidas, es el director del periódico Primicias, de circulación nacional.
La explosión de dos granadas, decenas de tiros y la represión ordenada por el interventor extranjero provocaron la muerte la noche del 22 de octubre de 1965 del Gobernador de la Provincia Valverde, Milet Haddad.
Fue un crimen que conmovió la patria al finalizar la revolución de abril de ese año.
La muerte de Haddad y el hecho en que murió es una historia larga que toca narrar a Evelio Martínez y a Sergio Peña, dos de los sobrevivientes de un atentado que EL SOL saca hoy a la luz pública, para aclarar los hechos que se han sucedido en el país en su historia reciente.
Martínez y Peña narran el asesinato de un hombre que luchó contra Trujillo y que a la hora de su muerte era un líder natural en esa región.
Estaba fresco el ardor revolucionario y la lucha de los comandos, trayendo el recuerdo de los combates que se liberaron en la parte Norte y Ciudad Nueva, en esta capital. Apenas transcurrían los días del regreso de los combatientes a sus respectivos hogares. El asedio y la persecución estaban a la orden del día en todo el país.
En ese entonces caían asesinados decenas de hombres que habían empuñado las armas en contra de la intervención extranjera y en defensa de los mejores intereses nacionales. Siendo las cuatro y media de la mañana se reunieron cinco dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en Mao, en la casa del gobernador Haddad, situada en la calle Duarte, para partir hacia la ciudad de Santo Domingo, en diligencias políticas para el buen funcionamiento de la región.
Vivía el país los primeros meses del gobierno del doctor Héctor García Godoy, quien había escogido a Haddad como gobernador de la provincia Valverde. Desempeñaba Milet con ahínco y dedicación las funciones que sobre sus hombros había recibido del mandatario. Luego de los cinco dirigentes del PRD tomar café abordaron una guagua Station Wagon, propiedad de Ramón Emilio Cabrera, (Tito), Haddad, Sergio Peña, Pango Muñoz y Evelio Martínez.
Los dirigentes del PRD partieron hacia Santo Domingo en un viaje que quizás no tenía regreso. Al volante iba Sergio Peña, quien tenía fama de ser un buen chofer.
En el Cruce de Esperanza, en la carretera Duarte, justamente cuatro kilómetros después del poblado de Esperanza, encuentran un ganado que atravesaba la carretera para integrarse en los predios agrícolas de la zona, que los obligó a hacer una parada.
Observando a corta distancia, un carro Hilman verde, que parecía seguirles, los invistió por la parte trasera sin daños de consideración, y continuó la marcha.
Llegaron a Santiago y justamente frente a la Factoría de Arroz del Yaque, en la antigua carretera Duarte, efectivos militares fuertemente armados registraban los vehículos que pasaban por el lugar. Los puestos de chequeos por parte de los efectivos de las Fuerzas Armadas se establecían en las entradas de cada poblado.
Al tocarle el turno al vehículo en que iban los perredeistas hacia la capital, los efectivos en forma nerviosa preguntaron por el revólver que portaba el gobernador Haddad. Haddad negó que llevase el arma consigo, provocando ello que los militares los hicieran desmontar para revisarlos, así como el interior de la guagua, sacando incluso la goma de repuesto para comprobar si esta tenía en su interior el arma que buscaban.
En eso llegó el carro Hilman verde y sus integrantes quienes vestían de civil; se desmontan y entablan conversación con los superiores de los efectivos militares, junto a otras personas que también vestían de civil empujando la Station Wagon de los dirigentes perredeistas hacia la carretera que conduce a Jacagua y montándose tres de ellos en el compartimiento trasero, pistolas en manos, conminaron a Sergio Peña a continuar la marcha.
Haddad pidió una explicación de la actitud tomada por los señores haciendo valer su condición de gobernador recibiendo una respuesta repleta de improperios.
Uno de los secuestradores colocó a Sergio una pistola en la nuca, obligándole a darle marcha al vehículo, notando que otro señor que andaba en un carro Chevrolet impartía las órdenes y lo seguía a discreta distancia, haciendo así una caravana de tres vehículos.
En las cercanías de Jacagua, donde la carretera hace una curva, el que aparentaba ser el jefe de los secuestradores ordenó detener los vehículos y desmontarse de los mismos. Allí les quitaron todas las pertenencias a los dirigentes perredeistas y trataron de introducir a Haddad, a Evelio y a Peña en el baúl del carro Chevrolet, en el cual al no caber los tres y luciendo los secuestradores ser incoherentes en sus actuaciones, disponen que vuelvan donde se encontraban Pango y Tito Cabrera, apareciendo en ese instante un testigo que pareció bajado del cielo. Era un pobre niño que a esa hora se dirigía en un burro a llevar leche. El animal al ver la cantidad de personas se resistió a continuar la marcha y los secuestradores la emprendieron a palos y manotazos para desaparecer un testigo del crimen que se proponían realizar en ese lugar.
Ocurridos estos incidentes, los secuestradores optaron por montarlos de nuevo en la guagua tomando el guía en esta ocasión uno de ellos, dirigiéndose hacia la ciudad de Santiago para llegar a la Base Aérea. Con la facilidad que entraron al recinto militar lució que estos eran militares o integrantes de un organismo paramilitar.
En el interior de la base aérea los llevan a un cuarto donde lucía que se llevasen prisioneros y parecía ser un lugar de diversión de los efectivos de la misma, puesto que frente a donde los recluyeron había mesas de billares. En el lugar fueron incomunicados, llegando solo un cabo a entablar conversación con estos a instancias de los prisioneros, pidiéndole el gobernador Haddad que le llevara un mensaje a su hermano José Ramón Haddad, prestante hombre de Santiago, para ponerlo en conocimiento de lo que sucedía, contestando afirmativamente y anotando la dirección y el nombre a quien iba dirigido el mensaje.
Eran las nueve de la mañana y permanecían recluidos en el cuarto de la base aérea sin que se vislumbrara una salida al caso. Transcurridos unos minutos, después llegaron cuatro de los secuestradores para notificarles que serían conducidos a la Base Aérea de San Isidro, sacándolos y montándolos en los vehículos iniciando la marcha hacia la ciudad capital seguido de los dos carros.
A los secuestrados les pareció sintomático que en los chequeos militares los vehículos continuaban la marcha sin ser requisados, ya que era una caravana “trágica” encabezada por el jefe de los secuestradores que iba delante en el carro Chevrolet. Continuará.
Mi tío Evelio:
ResponderBorrarMientras ustedes estaban pasando por esos momentos trágicos el hijo de Milet, que se llama, Mone, y yo estábamos en el colegio Santa Teresita de Mao; él estaba en 7mo grado y yo estaba cursando el 5to grado y cuando la noticia llegó al conocimiento de la madre superiora, ella nos mandó a buscar a los dos para darnos la noticia de que Milet, su papá, estaba muerto y que no se sabía si usted y Sergio y los otros se Habían salvado; yo tenía apenas 12 años, pero me acuerdo como ahora el dolor que sentíamos los dos, Mone y yo; él más porque ya sabía que a su padre lo habían asesinado vilmente; yo lloré con él. Nos mandaron hacia la casa, me acuerdo que yo caminé con él hasta su casa que estaba a dos esquinas del colegio. Y después el resto usted lo va a decir en sus próximos artículos y narración de tan nefastos hechos, de nuestra familia y de nuestro pueblo, que está lleno de monumentos a héroes, como si fueran tumbas exhumadas para declarar la verdad a aquellos que no la conocen. Y a los que quieren callarla, RECORDÁRSELA! Continúe con el jacho prendío porque en la luz está la esperanza y se ve la VERDAD! Que Dios lo bendiga
Rafa