miércoles, 6 de octubre de 2010

LA GRAN DIFERENCIA

Cuando le decimos a una persona las cosas buenas que tiene o que hace, demostramos que podemos dar amor a nuestros semejantes a través de reconocimientos, y ayudamos, consciente o inconscientemente a levantar su autoestima.

REFLEXIÓN
Por Lavinia del Villar

A todos los seres humanos nos gusta, aunque lo neguemos, que nos digan cosas bonitas de nosotros; nos encanta que nos reconozcan nuestras obras; y apreciamos que nos feliciten por nuestros logros.

Elogiar, afirmar y reconocer son actos de generosidad que a menudo se usan en dos direcciones; a saber:

1) Existen personas que son lo suficientemente nobles para reconocer méritos ajenos, y nos elogian cuando lo merecemos: ¡Qué bien te ves!... ¡Muy buen trabajo!... ¡Eres muy amable!... ¡Qué bonito te quedó!...

2) Existen otras personas que conociendo nuestras debilidades, juegan con nuestro yo, y nos dicen cosas que queremos oír: ¡Te ves mejor que fulano!... ¡Lo haces mejor que mengano!... ¡Tú eres el único con quien se puede contar!... ¡Tú eres el mejor!...

Es posible que en los dos casos los elogios sean merecidos; sin embargo, la forma como se envía el mensaje de apreciación, tiene resultados muy diferentes en nuestra espiritualidad.

En el primer caso contribuímos a levantar la autoestima, en cambio en el segundo, estamos simplemente alimentando el ego.

Cuando le decimos a una persona las cosas buenas que tiene o que hace, demostramos que podemos dar amor a nuestros semejantes a través de reconocimientos, y ayudamos, consciente o inconscientemente a levantar su autoestima.

Cuando comparamos una persona con otra, entendemos que una de las dos va salir perdiendo; y cuando la que pierde no está presente, puede ser que sólo pretendamos alimentar el ego de la que ganó.

Levantar la autoestima es un regalo de amor que aporta al crecimiento emocional del individuo; alimentar el ego es una entrega que contribuye al engrandecimiento equivocado del ser humano.

Levantar nuestra autoestima nos da seguridad. Alimentar nuestro ego nos da grandiosidad. Esa es…
La Gran Diferencia.

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