miércoles, 9 de marzo de 2011
YO ME ACUERDO…
EL MAYOR MIÑE-MA
Por Evelio Martínez
“La imaginación popular magnifica las cosas y transforma la historia en leyenda”
Uno de los personajes más pintoresco y folklóricos de mi pueblo era Chichi-papapi, como le llamaban mucha gente, y él se regodeaba cuando por dicho nombre era requerido.
El Mayor Miñe-ma destilaba erotismo en sus gestos y se contorsionaba en movimientos lascivos cuando los alumnos de la escuela al lado de su casa salíamos al recreo y lo interrogábamos. Les hacíamos contar sus supuestas e imaginarias historias amorosas que él decía haber vivido. Al final de cada una de ellas colocaba su mano derecha frente a su boca y la hacia girar con los dedos abiertos en forma de abanico de arriba hacia abajo diciendo “yo me la insuelvo chichi-papapi, me comí esa mujercita enterita, chichichi”.
El mayor vivía al lado de la escuela primaria y trabajaba al servicio de Joaquín Hernández, próspero hombre Maeño, en la Máximo Cabral donde está hoy una casa maltrecha llamada “La Casa de la Cultura”. Estos señores Hernández tenían tres hijos que dos de ellos eran nuestros consdicípulos y eran ellos Omar, Ivón y Cinthia.
De chichi-papapi se decía en Mao que era haitiano, y en su físico y acento daba muestra de serlo, hablaba con eses demás y con una vos gangosa y estropajosa. Vestía al estilo militar, con ropas de tela raída de sacos y solapas antiguas, rodeaba su cintura con una correa de cuero ancha, al cinto una macana de palo redondo y un kepi viejo coronaba su cabeza. Cuentan sus vecinos que el mayor se convertía en galipote, (personaje o figura de la religión vudú haitiana) y mucha gente mas le temía por esta leyenda y su estrafalaria figura.
Por Evelio Martínez
“La imaginación popular magnifica las cosas y transforma la historia en leyenda”
Uno de los personajes más pintoresco y folklóricos de mi pueblo era Chichi-papapi, como le llamaban mucha gente, y él se regodeaba cuando por dicho nombre era requerido.
El Mayor Miñe-ma destilaba erotismo en sus gestos y se contorsionaba en movimientos lascivos cuando los alumnos de la escuela al lado de su casa salíamos al recreo y lo interrogábamos. Les hacíamos contar sus supuestas e imaginarias historias amorosas que él decía haber vivido. Al final de cada una de ellas colocaba su mano derecha frente a su boca y la hacia girar con los dedos abiertos en forma de abanico de arriba hacia abajo diciendo “yo me la insuelvo chichi-papapi, me comí esa mujercita enterita, chichichi”.
El mayor vivía al lado de la escuela primaria y trabajaba al servicio de Joaquín Hernández, próspero hombre Maeño, en la Máximo Cabral donde está hoy una casa maltrecha llamada “La Casa de la Cultura”. Estos señores Hernández tenían tres hijos que dos de ellos eran nuestros consdicípulos y eran ellos Omar, Ivón y Cinthia.
De chichi-papapi se decía en Mao que era haitiano, y en su físico y acento daba muestra de serlo, hablaba con eses demás y con una vos gangosa y estropajosa. Vestía al estilo militar, con ropas de tela raída de sacos y solapas antiguas, rodeaba su cintura con una correa de cuero ancha, al cinto una macana de palo redondo y un kepi viejo coronaba su cabeza. Cuentan sus vecinos que el mayor se convertía en galipote, (personaje o figura de la religión vudú haitiana) y mucha gente mas le temía por esta leyenda y su estrafalaria figura.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Haga su comentario bajo la etiqueta de Anónimo, pero ponga su nombre y su dirección de email al final del mismo: NO SE PUBLICARÁN COMENTARIOS SIN NOMBRE Y SIN DIRECCIÓN DE EMAIL. Los comentarios ofensivos y que se consideren inapropiados, tampoco serán publicados.
El administrador