jueves, 17 de marzo de 2011

PRESIÓN DE COMPAÑERO

Monkey see, monkey do. Dicho popular.
TERCER CAMINO
Por Lavinia del Villar

A la edad de 6 o 7 años, como era mi costumbre, fui a visitar unas vecinitas muy queridas, llamadas Nayla y Betty, ¿dónde andarán?, y me encontré con que Nayla estaba enfermita. Como parte de nuestra interesante conversación, Betty me dijo: “Nayla sufre de la garganta y yo de pituita, ¿y tú, de qué sufres?” Sorprendida por la pregunta, y preocupada porque yo no sufría de nada, rápidamente y para quedar bien, les dije que yo sufría del estómago, lo que trajo como consecuencia la tarea de inventar síntomas, remedios y demás yerbas, porque los niños no se conforman con simples informaciones.

Además, tenía algunas amiguitas que me contaban que peleaban a los puños, lo que las hacía poderosas ante mis ojos. Una de ellas una vez me enseñó un arañazo en la cara, que supuestamente fue producto de un pleito, en el cual ella ganó. También fui testigo de algunas peleas de compañeras que se citaban a la salida de la escuela, para ventilar sus diferencias jalándose los moños. Todo el grupo les hacía un ron, y la ganadora era la más respetada. A partir de esas confesiones y experiencias, yo también quise pelear para estar a la altura de los valientes, y a pesar de que nunca se me dio, sí buscaba muchos pleitos en la escuela.

Siendo adolescente, algunas de mis amigas fumaban, y aunque no me gustaba, porque me ahogaba, me mareaba y tosía, comencé a hacerlo hasta que aprendí, para estar a la par de ellas, y ser tan elegante como las artistas de las películas mejicanas, que destilaban glamour con sus pitillos. El simple juego se convirtió en gusto, luego en hábito y finalmente en adicción a la nicotina, de la cual, dicho sea de paso, gracias a Dios me liberé hace más de 25 años.

En el primer caso, aprendí a mentir; en el segundo, valoré erróneamente la violencia como un arma positiva para adquirir poder; y en el tercero, adquirí un hábito que a la larga me ocasionó serios problemas de salud. Estos ejemplos son una pequeña muestra de cómo la presión de compañero influencia nuestro comportamiento desde una edad temprana.

La presión de compañero es uno de los contendientes más fuertes que confronta la guía de los padres, y es la responsable de la entrada de muchos jóvenes al mundo de las drogas. Por consecuencia, ¡atención padres!, debemos poner cuidado a la conducta de los compañeros de nuestros hijos, porque el afán de pertenecer y ser aceptado, podría determinar la respuesta de ellos, a los retos que les dispara la vida.

2 comentarios:

  1. Profe,
    No hay mas cierto que lo que expresa su artículo. El afán de ser aceptado en el círculo de sus amigos puede llevar a cualquier niño a cometer las diabluras mas descabelladas.
    Como siempre, muy bueno y gracias por su colaboración.
    Isaías

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  2. Muy bueno, Profe.

    Creo que este artículo debe ser leído, comentado y tomado en cuenta por las parejas jóvenes, cuyos hijos están en proceso de formación. Como dice el refrán: "Más vale precaber que tener que lamentar".

    Un beso,

    Fernan Ferreira.

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