martes, 31 de agosto de 2010

HASTA LO QUE JESÚS PIENSA

“Señor yo no soy digna de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarla.”

Por Lavinia del Villar

Aquel día Líliam sintió deseos de ir a misa. Nunca había sido casada por la iglesia, y aunque había tenido marido, en esos momentos estaba soltera y sin compromisos. Cuando llegó la hora de la Eucaristía, una fuerza, que ella no se explica de donde vino, la impulsó a formarse en la fila de los que iban a comulgar. No recibía al Señor desde que era una jovencita, pero había llegado el día de invitarlo a entrar en su casa-cuerpo.

Estando allí, una señora de esas que de tanto participar en la iglesia, consideran que saben hasta lo que Jesús piensa, la agarró por un brazo, y muy sutilmente la sacó de la fila diciéndole: “Tú no puedes comulgar”.

Líliam, avergonzada y compungida, se sentó humildemente en el banco y no levantó la cabeza jamás, por temor a encontrarse con los ojos que, ella pensó, la estarían juzgando por su torpeza. Esperó que la misa terminara y salió con la certeza de que ella nunca sería digna de recibir a Dios, y efectivamente, jamás ha tenido la osadía de volver a entrar en esa fila.

Siempre me ha llamado la atención el mensaje de Jesús cuando instituyó la Eucaristía. Dicen las Escrituras, y lo repite el sacerdote cada vez que oficia misa, que aquel Jueves Santo, Jesús partió el pan y pasándolo a sus discípulos les dijo: “Tomad y comed TODOS de él, porque este es mi cuerpo…” No dijo, los que están libres de pecado…ni siquiera excluyó a Judas, que sabía lo había traicionado, dijo: “…comed TODOS…” Entonces, ¿quién tiene el poder de determinar el que puede o no recibir a Cristo? ¿Quién conoce el merecedor de participar en la cena del Señor? ¿Quién pone las condiciones, o decide por Jesús en que casa El quiere entrar?

Pienso que lo mismo pasó muchas veces cuando Él estuvo físicamente con nosotros. Cuando entró en la casa de Leví, un recaudador de impuestos, y se sentó a su mesa con él y otra gente de mala fama, los fariseos lo criticaron porque comía con recaudadores y pecadores, a lo que Jesús contestó: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores”.

Creo que el confesar nuestros pecados no garantiza que somos dignos de recibir a Dios, sino por el contrario, que porque no somos dignos, acudimos a Él para que nos ayude a cambiar nuestra naturaleza pecadora, y para que nos fortalezca, nos purifique, y nos alimente con Su Gracia.

Para mí, la comunión es un pacto exclusivamente entre Jesús y yo.

4 comentarios:

  1. Profe,
    Como usted sabe esos son incidentes comunes en los pueblos, donde las beatas (que son la mano derecha del cura) tienen ese poder para que no se disgusten... son las mismas que "a Dios rogando y con el mazo dando" pues tienen la lengua más destructiva... con esa lengua destruyen a cualquiera...
    Buen enfoque.
    Isaías

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  2. Comadre; Muy bonito e interesante el caso de la comulgación;el cual comparto con ud. su posición.
    Estoy viviendo algo parecido,muy similar a lo sucedido con Liliam con mi esposa.
    MI esposa,mas catolica y fiel a su iglesia que el Papa,inmancable a sus misas;estabamos en la iglesia y noto la larga fila eucarística,pero mi mujer no va a la fila y le pregunto"por qué tu no vas ? me contesta con lagrimas en los ojos "porque no soy casada por la iglesia ".Tragué en seco y me llené de rabia,me levanté y abandoné el templo.
    He leido poco de la Biblia,pero siempre he escuchado la frase "Tomad y comed TODOS de él ,porque este es mi cuerpo " .
    Cada dia creo más en Dios,Nuestro Señor, pero al mismo tiempo ignoro a muchos representantes,llenos de vicios que no entrarán al Reino de los cielos.
    Dios es mi iglesia.
    Hasta hoy ,mi esposa de 30 años lo sufre,pero no voy a negociar con Dios,él no lo acepta para recibir su cuerpo.

    Con cariño

    Manito

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  3. Mi querida Profe: Atinadisimo articulo. Muy bueno, muy bien explicado y expresando los malestares que ese tipo de actitudes producen. Esl algo muy común, no solo en la Iglesia católica. Acostumbramos a quitarle el látigo al Señor. Siga adelante mi querida Profe.

    Abrazos

    Juan Colón

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  4. Profe, la felicito por su excelente enfoque sobre la comunión; al igual que Manito sufro los pesares de mi esposa por no poder comulgar, porque al igual que él estoy casado por lo civil, ella me ha tratado de convencer de que realizemos una matrimonio canónico a lo que me he negado rotundamente,personalmente comulgo a diario con Jesús aunque lo hago en la soledad de mi hogar.
    Humberto Perdomo.

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