jueves, 12 de agosto de 2010

YO ME ACUERDO...

El Artillero, conduciendo su tanque de guerra, era seguido por una multitud de combatientes, hombres del pueblo que anhelaban derrotar aquel ejército... un joven maeño entraba en la historia al disparar los dos primeros cañonazos de la contienda sin nunca haber manejado aquel gigante de hierro. El impacto estremeció el ambiente y aquellas fuerzas se replegaron y aquí comienza la carrera de artillería momentánea de El Artillero. Le ordenan dirigirse hacia “Los Transformadores” ubicados en la margen occidental del Río Ozama...

JUAN ANTONIO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ (EL ARTILLERO) - I
Por Evelio Martínez

En la foto: a la izquierda, El Artillero, con el autor a la derecha.

Haga clic aquí para leer la segunda parte

Retumba en mis oídos aún el llamado de la abuela (Doña Uva) al nieto con quien en los secaderos de arroz de los Rodríguez jugábamos béisbol con pelotas de trapo y palos de escobas.

¡Juan Antonio! ¡Juan Antonio!... no se cansaba de llamar la abuela hasta buscarlo por una oreja para que fuera a hacer algún mandado o un oficio. ¡Cuántos recuerdos!

Crecimos juntos bañándonos en el canal Bogaert, cargando agua, haciendo mandados o diligencias, y él, Juan Antonio, ayudaba a su padre (Juanito Rodríguez) en las tareas agrícolas en los conucos que estaban cerca de nuestras viviendas. Nos separamos en Mao, cuando yo me fui al Seminario y él a Valdesia (la presa ahora) donde unos familiares de los Fernández.

Los padres de Juan Antonio fueron Juan Antonio Rodríguez Ramos (Juanito) y Alejandrina Fernández (Morena).

Él nació un Día de Las Mercedes, 24 de septiembre de 1942, en nuestro Mao y a los 15 años ya en los predios de la finca de su primo el Coronel Juan Fernández ordeñaba las vacas y manejaba un tractor.

En la capital, cuando transcurrían los años 60, Juan Antonio trabaja como varillero de construcción con la firma del ingeniero Álvarez; pasa al Hotel Jaragua donde dos colosos se encuentran. Juan Antonio, que es apacible, parsimonioso y de lento caminar, y Ledesma Colón, vivaracho, sandunguero y campechano.

Corría el año 64 y Juan Antonio y Ledesma hacen una yunta que los lleva a participar en la Guerra de Abril, Trinchera Patriótica para repeler las botas que hoyaron nuestra soberanía.

Aquel 24 de Abril, en el Hotel Jaragua, en el área de mantenimiento, bullía como agua hirviente el patriotismo y el deseo de luchar para cambiar el estado de cosas que sojuzgaba a los que menos tenían. Juan Antonio y unos cuantos más escuchaban a Tribuna Democrática cuando el Dr. Peña Gómez llamó al pueblo a unirse a los militares que en ese mismo momento habían hecho presos al Estado Mayor del Ejército en la Primera Brigada.

Me cuenta Juan Antonio, la primera vez que nos encontramos en plena guerra Patria, que salieron al área del bar a celebrar la Revolución que recién se iniciaba, no obstante oyendo la radio escucharon que el Palacio Nacional era bombardeado por fuerzas leales al Presidente Donald Read Cabral. Un gringo que estaba cabizbajo en el bar comenzó a celebrar el bombardeo; este gringo era hijo de un cónsul americano y Juan Antonio que lo conocía lo cogió por el cuello, le dio dos pescozones y lo tiró al suelo, y en ese momento toma la determinación de salir a buscar armas y enrolarse en la más grande empresa, si así puede llamarse esta decisión trascendental. Ledesma Colón, como ya dije en el artículo biográfico que escribí sobre este héroe nacional, ya estaba en el campo de batalla, pues él conocía y era parte de la conspiración.

Juan Antonio, a quien de ahora en adelante llamaremos El Artillero, por lo que ustedes, queridos lectores van a conocer de sus hazañas: sus actos heroicos, los riesgos a costa de su vida que realizó este maeño, que muchos desconocen.

Se encaminó a San Antón donde conocía algunos compañeros porque había vivido en ese sector; los compañeros todos estaban camino del puente, donde se estaba librando una fiera batalla contra las fuerzas retardatarias que se empecinaban en mantener un régimen corrupto, ilegal y represivo.

Hacia allá se dirigió El Artillero encontrándose con un batallón de hombres vestidos de negros, los llamados “Hombres Ranas”, que dirigía uno de los hombres más heroicos, valientes, decidido y audaz que yo he conocido, porque fui su amigo después de la Revolución hasta su muerte, el inmenso Manuel Ramón Montes Arache, alias Papito.

Aquí comienza la verdadera hazaña de El Artillero, al encontrarse esta leyenda de la Revolución y los Hombres Ranas, con un tanque de guerra AMX, de fabricación americana que los gringos habían usado en la Segunda Guerra Mundial. Nadie sabía manejar el tanque de guerra que los guardias que huyeron despavoridos habían dejado abandonado en la Calle Duarte / París.

El Artillero nunca había visto un aparato de esta naturaleza frente a sus ojos; sólo en películas. Se trepó en aquella oruga cuyo cañón estremecía y metía miedo. Pensó “esto es como un tractor”, lo encendió y el júbilo de los que allí estaban, no obstante el ruido que producía aquella máquina, podía escucharse en el interior del tanque.

Lo movió para adelante y para atrás, pero el problema no estaba resuelto. ¿Cómo hacer que aquel monstruo disparara? Junto al Artillero se montaron dos combatientes que hurgando en el interior del tanque hallaron el manual con todas las instrucciones de esta máquina.

Se detuvieron y El Artillero, que era un jovenzuelo de 22 años, pero acucioso y “todólogo” consiguió cómo disparar aquella máquina destructora.

El comandante Montes Arache le ordena que se dirija hacia la Clínica Záiter, en la cabeza del puente Duarte para atacar las huestes del CEFA que amenazaban con cruzar dicho puente. El Artillero conduciendo su tanque era seguido por una multitud de combatientes, hombres del pueblo que anhelaban derrotar aquel ejército. El bautizo de fuego se iba a producir aquel Abril heroico que entraba en la historia para con letras de oro consagrarse para siempre; un joven maeño también entraba en ella al disparar los dos primeros cañonazos sin nunca haber manejado aquel gigante de hierro. El impacto estremeció el ambiente y aquellas fuerzas se replegaron y aquí comienza la carrera de artillería momentánea de El Artillero. Le ordenan dirigirse hacia “Los Transformadores” ubicados en la margen occidental del Río Ozama, donde dos ametralladoras calibre 30 vomitaban fuego contra los constitucionalistas. El tanque de guerra silenció el tableteo incesante de dichas ametralladoras.

Espere en la segunda parte la participación del Artillero en los combates del parque Independencia, en la defensa del Palacio; su integración al famoso comando San Antón y su heroica y temeraria adquisición de un vehículo y armas del enemigo que quedaron abandonadas en medio del campo de batalla.

5 comentarios:

  1. Evelio... es usted un narrador nato. Mao en el Corazón se siente altamente honrado de que sea usted parte de su elenco de escritores y comparta con tanto entusiasmo sus relatos, frutos de una vivencia gloriosa como la que ha tenido. Nuestro respeto, comandante. Gracias.
    La administración

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  2. Oh, país mío, cuantos trozos de historia nuestra desparramados, como evidencia tangible de un empeño en borrar nuestra memoria. Gracias Evelio por estos cabos sueltos que comienza usted a atar de manera tan entusiasta y profesional, al punto de transpotarnos hasta el escenario mismo, con todas sus implicaciones, emociones y momentos de grandezas. La historia es nuestra y nosotros toca rescatarla. Gracias nuevamente.

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  3. Evelio por Dios. Cuántas glorias adornan tu historia, te recordaré por siempre. Tengo aún la imágen de tu juventud, que junto a Piculín, Reyito, Papito, Joseíto y otros tantos, que no me vienen a la memoria, hicieron sentir la hombría de patriotismo. Evelio se te quiere de corazón, y tú lo sabes, Ley Simé.

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  4. Hola, no tenia ni la menor idea de que un maeño tubiera la dicha de haber participado en esta gesta historica, (que yo por mi corta edad no pude participar) pero que desee haber tenido la edad suficiente para hacerlo. Mis mas sinceras felicitaciones a El Artillero, y usted distinguido narrador, Evelio, espero la segunda parte.

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  5. Unicio Valerio Zacarias15 de agosto de 2010, 7:56 p.m.

    Como no emocionarme y sentir compugido mi pecho,erizada mi piel y derramada una lagrima,
    ante el relato de la dignada vivida por estos hombres que ayer lo dieron todo para legarnos la libertad de que hoy disfrutamos.gracias Evelio

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