miércoles, 25 de agosto de 2010
DE ABUELOS Y NIETOS
Por Isaías Ferreira
A todos los abuelos que al prodigar amor incondicional a sus nietos contribuyen a fortalecer su auto estima.
El hechizo es instantáneo. Basta ver su carita saliendo del bultito azul o rosa, y, bajo el sombrerito que le cubre parte de ella, verlo luchar para acostumbrar sus ojitos abiertos a la cegadora luz; o, mientras duerme y respira pausadamente, sentir esas 7 u 8 libras de milagro descansar confiadas en tus brazos, para comprender que eres su presa. Pero, ¿acaso no sentimos lo mismo aquella vez que vimos a nuestros hijos por primera vez? ¿Por qué tanto alborozo ahora? Es cierto, sentimos algo similar al ser padres, pero ahora, lo que debe ser una continuación del amor a los hijos, se convierte inexplicablemente en una relación especial, con tonos de amor, de orgullo, de protección, de amistad y complicidad.
Si puedes ver a tus nietos con regularidad, es posible que seas persona vulnerable a ser cambiada para siempre por ellos. Lo primero que querrán esos “locos bajitos” es tratar de quedarse cada vez que te visiten; si se quedan, querrán dormir en tu cama, formando una barrera entre los abuelos… ¡ah, si en ocasiones muestran más cariño por un abuelo que por el otro, no te sientas mal: son unos manipuladores de primera! Otra cosa, es muy posible que quieran apoderarse de tu espacio y hasta cambiarte el nombre. En mi familia, Senovia se convirtió en Luli; Fernando en Chochón; Isaías se convirtió en Congo, y Julia en Titi; sólo para mencionar algunos casos, los que conozco de cerca.
Siempre oí hablar de esa relación especial entre abuelos y nietos, pero aunque recuerdo la dulzura y comprensión infinitas de un ángel con cabellera de plata llamado “mama Juana”, mi abuela paterna, siempre con una sonrisa comprensiva en sus labios, una galletita de leche en sus manos y un regazo amoroso para “añoñar” a sus nietos quienes nos desvivíamos por sentir esa mano de terciopelo que jugaba con nuestro pelo, nunca la comprendí a cabalidad hasta que no pasé por la experiencia. La pregunta clave es, ¿experimentan todos los abuelos sentimientos similares?
Sin el rigor de una encuesta científica, se me ocurrió consultar a familiares y amigos al respecto, a quienes hice estas preguntas: ¿cree usted que haya una relación especial entre abuelos y nietos? En caso de ser positivo, ¿a qué cree que se deba? Aunque todos los consultados creen que sí la hay, no todos coincidieron en lo que ellos creen sea la razón central de esa relación. Dejando a los psicólogos el por qué, me limitaré a presentar mis resultados, y que cada quien saque sus conclusiones.
Las respuestas que recibí van desde lo jocoso hasta lo filosófico. Entre las primeras hay quien dice que su relación con los nietos es especial; su razonamiento es que al saber que no siempre puede tenerlos consigo, cuando los nietos lo visitan aprovecha para “añoñarlos” y mal acostumbrarlos hasta la saciedad y entonces se los envía a “dar carpeta” a los padres (sus hijos), para que sufran lo mismo que sufrieron ellos (los abuelos) cuando aquellos crecían.
Hay quien considera el amor por los nietos infinito debido a un sistema matemático que él explica así: es el amor de los hijos elevado al amor de los nietos, que es como decir la continuación de los genes que comenzaran con nuestros propios abuelos, y mas allá; y que continuará con los biznietos, y más allá, pero que con los nietos, por ser la relación tan inmediata, se convierte en más que especial. Para otro de los entrevistados, quizás se deba a que por experiencia somos más reflexivos y al hecho de tener menos presión que cuando fuimos padres. Quizás vivir la paternidad por segunda vez nos permite apreciar facetas de la vida que no valoramos en su justeza la primera vez. Es como si quisiéramos aprovechar esa segunda oportunidad y concienzudamente tratar de no cometer los mismos errores que como padres cometimos, afirman otros.
“Algo sí te puedo asegurar”, me dijo uno de los abuelos entrevistados, serio y visiblemente emocionado al hablar: “nada me enternece más que ver a un bebé indefenso, aun no sea familia mía. Siempre que veo uno pienso, ¿qué sería de esa criaturita si le faltara apoyo? Y se aferra uno al suyo como queriendo ‘protegerlo’ de esa posibilidad”. Y añade el entrevistado, “además, ¿qué hacer, sino derretirse, cuando un nietecito te abre los bracitos y te dice te quiero mucho, o cuando te agarra tu cara con sus dos manitas y te acerca hacia sí para juntar las frentes… o cuando dormido a tu lado se voltea y te echa un bracito encima como si te estuviera abrazando? Es imposible poder expresarlo con palabras”.
Para uno de los abuelos, la llegada de un nieto nos pone en contacto con nuestra propia mortalidad. Según él, “comienza uno a hacer cálculos: cuando él o ella tenga tantos años, yo tendré tantos… y no es raro que comencemos a cuidar la salud para aumentar las posibilidades de estar allí cuando ese niño o niña se gradúe o cuando se case; y las pastillas que antes detestabas, ahora te las tomas porque hay una motivación”. Otro de los abuelos me confiesa que, por el contrario, “realmente, nunca me ha pasado por la mente la posibilidad de morir mientras juego con mi nieto. Tampoco me siento viejo. Creo que sólo me he dedicado a disfrutarlo, a darle cariño y a demostrarle que él es importante; no obstante, por ese mismo amor que le tengo, cuando debo disciplinarlo lo hago con firmeza”.
Como se puede apreciar, existen tantas opiniones respecto a los nietos como existen abuelos.
Aunque no forman parte de los entrevistados, he oído a algunos expresar su miedo a acercarse y encariñarse muy profundamente con los nietos, porque en cierto modo, no son su responsabilidad y quieren dar espacio a los padres para que ejerzan su autoridad sin cortapisas. Los abuelos somos pésimos “criadores”, agrega. Hay otros que categóricamente dicen no estar dispuestos a criar de nuevo.
Otros se burlan de los abuelos que se convierten en “monos”, según afirman, para hacerles gracia a los chiquitos, llegando incluso algunos a catalogar de “babosos” a los abuelos que demuestran cierta debilidad en ese sentido. Aun otros están excluidos de esa experiencia porque a lo mejor los nietos viven lejos y tienen poco contacto con ellos. Pero, cualquiera que sea la circunstancia u opinión, parece ser que la experiencia de los abuelos entrevistados corrobora lo que se ha dicho siempre: entre abuelos y nietos hay una conexión especial que no todos podemos explicar.
Por mi parte, creo que Juan Javier, Sylvia Julissa e Isaías Ivanhoe, II, me han hecho un mejor y más reflexivo ser humano por lo que los amo con devoción y no dejo de alabar la hora y el día en que llegaron a mi vida. Para mí, ser abuelo es un papel en el que me siento muy a gusto… ¡y dichoso, por la oportunidad de estar cerca de ellos, de poder dar ese paseo anual en otoño en que el parque es todo nuestro y nos revolcamos en las hojas caídas como los "chiquillos que somos", de ir a la biblioteca juntos, de gozar sus pasatiempos en veladas y deportes, de compartir vivencias!
A todos los abuelos que al prodigar amor incondicional a sus nietos contribuyen a fortalecer su auto estima.
El hechizo es instantáneo. Basta ver su carita saliendo del bultito azul o rosa, y, bajo el sombrerito que le cubre parte de ella, verlo luchar para acostumbrar sus ojitos abiertos a la cegadora luz; o, mientras duerme y respira pausadamente, sentir esas 7 u 8 libras de milagro descansar confiadas en tus brazos, para comprender que eres su presa. Pero, ¿acaso no sentimos lo mismo aquella vez que vimos a nuestros hijos por primera vez? ¿Por qué tanto alborozo ahora? Es cierto, sentimos algo similar al ser padres, pero ahora, lo que debe ser una continuación del amor a los hijos, se convierte inexplicablemente en una relación especial, con tonos de amor, de orgullo, de protección, de amistad y complicidad.
Si puedes ver a tus nietos con regularidad, es posible que seas persona vulnerable a ser cambiada para siempre por ellos. Lo primero que querrán esos “locos bajitos” es tratar de quedarse cada vez que te visiten; si se quedan, querrán dormir en tu cama, formando una barrera entre los abuelos… ¡ah, si en ocasiones muestran más cariño por un abuelo que por el otro, no te sientas mal: son unos manipuladores de primera! Otra cosa, es muy posible que quieran apoderarse de tu espacio y hasta cambiarte el nombre. En mi familia, Senovia se convirtió en Luli; Fernando en Chochón; Isaías se convirtió en Congo, y Julia en Titi; sólo para mencionar algunos casos, los que conozco de cerca.
Siempre oí hablar de esa relación especial entre abuelos y nietos, pero aunque recuerdo la dulzura y comprensión infinitas de un ángel con cabellera de plata llamado “mama Juana”, mi abuela paterna, siempre con una sonrisa comprensiva en sus labios, una galletita de leche en sus manos y un regazo amoroso para “añoñar” a sus nietos quienes nos desvivíamos por sentir esa mano de terciopelo que jugaba con nuestro pelo, nunca la comprendí a cabalidad hasta que no pasé por la experiencia. La pregunta clave es, ¿experimentan todos los abuelos sentimientos similares?
Sin el rigor de una encuesta científica, se me ocurrió consultar a familiares y amigos al respecto, a quienes hice estas preguntas: ¿cree usted que haya una relación especial entre abuelos y nietos? En caso de ser positivo, ¿a qué cree que se deba? Aunque todos los consultados creen que sí la hay, no todos coincidieron en lo que ellos creen sea la razón central de esa relación. Dejando a los psicólogos el por qué, me limitaré a presentar mis resultados, y que cada quien saque sus conclusiones.
Las respuestas que recibí van desde lo jocoso hasta lo filosófico. Entre las primeras hay quien dice que su relación con los nietos es especial; su razonamiento es que al saber que no siempre puede tenerlos consigo, cuando los nietos lo visitan aprovecha para “añoñarlos” y mal acostumbrarlos hasta la saciedad y entonces se los envía a “dar carpeta” a los padres (sus hijos), para que sufran lo mismo que sufrieron ellos (los abuelos) cuando aquellos crecían.
Hay quien considera el amor por los nietos infinito debido a un sistema matemático que él explica así: es el amor de los hijos elevado al amor de los nietos, que es como decir la continuación de los genes que comenzaran con nuestros propios abuelos, y mas allá; y que continuará con los biznietos, y más allá, pero que con los nietos, por ser la relación tan inmediata, se convierte en más que especial. Para otro de los entrevistados, quizás se deba a que por experiencia somos más reflexivos y al hecho de tener menos presión que cuando fuimos padres. Quizás vivir la paternidad por segunda vez nos permite apreciar facetas de la vida que no valoramos en su justeza la primera vez. Es como si quisiéramos aprovechar esa segunda oportunidad y concienzudamente tratar de no cometer los mismos errores que como padres cometimos, afirman otros.
“Algo sí te puedo asegurar”, me dijo uno de los abuelos entrevistados, serio y visiblemente emocionado al hablar: “nada me enternece más que ver a un bebé indefenso, aun no sea familia mía. Siempre que veo uno pienso, ¿qué sería de esa criaturita si le faltara apoyo? Y se aferra uno al suyo como queriendo ‘protegerlo’ de esa posibilidad”. Y añade el entrevistado, “además, ¿qué hacer, sino derretirse, cuando un nietecito te abre los bracitos y te dice te quiero mucho, o cuando te agarra tu cara con sus dos manitas y te acerca hacia sí para juntar las frentes… o cuando dormido a tu lado se voltea y te echa un bracito encima como si te estuviera abrazando? Es imposible poder expresarlo con palabras”.
Para uno de los abuelos, la llegada de un nieto nos pone en contacto con nuestra propia mortalidad. Según él, “comienza uno a hacer cálculos: cuando él o ella tenga tantos años, yo tendré tantos… y no es raro que comencemos a cuidar la salud para aumentar las posibilidades de estar allí cuando ese niño o niña se gradúe o cuando se case; y las pastillas que antes detestabas, ahora te las tomas porque hay una motivación”. Otro de los abuelos me confiesa que, por el contrario, “realmente, nunca me ha pasado por la mente la posibilidad de morir mientras juego con mi nieto. Tampoco me siento viejo. Creo que sólo me he dedicado a disfrutarlo, a darle cariño y a demostrarle que él es importante; no obstante, por ese mismo amor que le tengo, cuando debo disciplinarlo lo hago con firmeza”.
Como se puede apreciar, existen tantas opiniones respecto a los nietos como existen abuelos.
Aunque no forman parte de los entrevistados, he oído a algunos expresar su miedo a acercarse y encariñarse muy profundamente con los nietos, porque en cierto modo, no son su responsabilidad y quieren dar espacio a los padres para que ejerzan su autoridad sin cortapisas. Los abuelos somos pésimos “criadores”, agrega. Hay otros que categóricamente dicen no estar dispuestos a criar de nuevo.
Otros se burlan de los abuelos que se convierten en “monos”, según afirman, para hacerles gracia a los chiquitos, llegando incluso algunos a catalogar de “babosos” a los abuelos que demuestran cierta debilidad en ese sentido. Aun otros están excluidos de esa experiencia porque a lo mejor los nietos viven lejos y tienen poco contacto con ellos. Pero, cualquiera que sea la circunstancia u opinión, parece ser que la experiencia de los abuelos entrevistados corrobora lo que se ha dicho siempre: entre abuelos y nietos hay una conexión especial que no todos podemos explicar.
Por mi parte, creo que Juan Javier, Sylvia Julissa e Isaías Ivanhoe, II, me han hecho un mejor y más reflexivo ser humano por lo que los amo con devoción y no dejo de alabar la hora y el día en que llegaron a mi vida. Para mí, ser abuelo es un papel en el que me siento muy a gusto… ¡y dichoso, por la oportunidad de estar cerca de ellos, de poder dar ese paseo anual en otoño en que el parque es todo nuestro y nos revolcamos en las hojas caídas como los "chiquillos que somos", de ir a la biblioteca juntos, de gozar sus pasatiempos en veladas y deportes, de compartir vivencias!
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El ser abuela ha sido uno de mis anhelos desde que nacieron mis dos herederos-Julian y Crystal. Cuando yo era chiquitita, jugaba a ser madre y sentia un fuerte instincto materno. Hasa le ponia ropita de bebe a mi gato rubio. Ahora que mis hijos son adultos, pienso en el dia que ellos se conviertan en padres y a mi en abula come- mierda, comparona que le causa nauseas a todos de tanto hablar de sus nietos. ja ja ja
ResponderBorrarQue papa' Dios me conseda ese deseo antes de morir. Yo por mi parte prometo intentar no causar tantas molestias a los demas. Aunque estoy conciente que es algo muy dificil, yo pondre de parte para vencer la tentacion.
Flavia
flaviadilonez32@msn.com
Mano:
ResponderBorrarPrecioso artículo. Como "abuelo baboso" que soy, me identifico con él en todas sus partes.
Cuando mis hijos ven "todo lo que le aguanto a los nietos", mueven sus cabezas con incredulidad. A veces, hasta la expresan.
Te cuento que en días pasados estaba en Junta de Directores, vibró mi celular, y era la Princesa Farah, de dos años de edad, cantándome una "canción de mi autoría" que yo le enseñé. Tranquilamente, salí de la reunión, a escuchar a mi nieta cantándome en exclusiva.
Un abrazo,
Fernan.
Cuando mi primer nieto estaba en proceso de gestación, mis amigos me decían: Vas a ser abuelo, insinuando en que me estaba poniendo viejo. Y era tanta la insinuación, que yo pensé que ser abuelo podía doler. A un amigo el nació el primer nieto e ingenuamente le pregunté que si le había dolido. Luego ni mi esposa ni yo pudimos resistir la emoción cuando la criaturita nació, hasta el colmo de apoderarnos de ella. Amigo Isaias, no es lo mismo ser padre a los 20 o 25,30 años, cuando quizás no hay mucha experiencia, que serlo después que uno tiene la madurez, la sabiduría y la experiencia. Y lo que más aferra es sentirse doblemente padre. La relación abuelo nieto es indecifrable. Tu sabes que cuando un niño descubre que tiene un refugio, es lo mismo que tener una propiedad privada.
ResponderBorrarUna de las mas hermosas bendiciones que padre alguno pueda tener. Se siente que son fruto del fruto de nuestros hijos. Bendiciones a todos los abuelos.
ResponderBorrarSinceramente,
Juan Colon
Bueeeno yo personalmente
ResponderBorrartengo una moneria con mi
nieto Adonis que pa que
le cuento..Que Dios bendiga
a cada una de esas criaturas
de Senor.. Cada padres y abuelos
los tenemos...
Jaime Bonilla