En algún lugar leí una vez, que la oración es la forma de energía más poderosa que puede generarse, y que su poder radica, en que esa energía positiva que produce la esperanza y la fe de que nuestra petición se va a realizar, de alguna forma llega al destino a donde es dirigida...
Por Lavinia del Villar
“Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos, porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” Mateo 18:19-20
Aquella noche me había retirado a descansar después de un arduo día de trabajo, cuando recibí una llamada de larga distancia. Era Magalis, mi cuñada, acompañada de Andrés, mi hermano. Su inesperada información me heló las venas.
Andrés había sido operado de la garganta el día 3 de octubre de 1997, después de unos meses de padecimiento de una ronquera constante que no cedía, a pesar de haberse sometido a un tratamiento de terapia de la voz. Era el 8 de octubre, y lo que estaba oyendo me dejaba en el más terrible desconcierto. La biopsia post-operatoria realizada, dio como resultado la aparición de células cancerosas.
Mi hermano sería operado de nuevo el 10 de octubre con el objeto de sacar las cuerdas vocales del lado derecho, y de limpiar profundamente el área afectada.
De momento noté que un sentimiento común nos conectó a los tres, aunque tratamos de disimularlo muy bien. El evitó tomar el teléfono, ella dijo que todo saldría bien, y yo estuve de acuerdo con ella. Este sentimiento no era otro que miedo.
Yo me encontraba viviendo en Newark, New Jersey, y mi hermano en Santo Domingo, donde se realizaría la cirugía. En ese momento sentí que no habría tiempo ni distancia que me impidiera estar con él ese día 10.
La noche fue pesada y más oscura que de costumbre. Apenas pude dormir. Sin embargo, una decisión tomada en ese momento me ayudó a conservar la calma. Llamaría a Silent Unity, un lugar de oración, y pondría a mi hermano en las manos de Dios para el reto de ese día crucial.
Lo hice. Sin condiciones lo entregué en los brazos del Señor.
El día de la operación volé a Santo Domingo. Fue el día en que realmente aprecié qué distantes están Santo Domingo y Newark, cuán largo es un minuto, y cuántos pensamientos caben en un segundo.
Cuando llegué a la clínica, me esperaban dos de mis otros hermanos, Martín y Fineta, con una muy buena noticia: La operación había sido un éxito, aunque uno de los riesgos de la cirugía era la posibilidad de que su voz se afectara mucho, en el caso de que pudiera hablar normalmente de nuevo.
Secamos nuestras lágrimas, e hicimos lo único que podíamos hacer en ese momento: Ponernos en orden divino y dejar a Dios actuar.
Subimos a la habitación y allí estaba él, su esposa, y todos esos tubos a los que nos conectan en esos casos, y que nos dejan saber cuán frágiles somos físicamente.
La angustia y la esperanza se entrelazaron en nuestras oraciones. Esperaríamos con ansiedad el resultado del laboratorio que determinaría cuán avanzado estaba el cáncer, cuáles serían las posibilidades de recuperación, y a qué plazo.
El día 12 de octubre, recibí el más lindo regalo de cumpleaños de toda mi vida. Después de leer sin entender una larga serie de términos médicos, el resultado del laboratorio decía: “No se presenta ninguna señal de malignidad”. Nuestras oraciones habían sido escuchadas.
Ya de vuelta a mi casa en Estados Unidos, encontré una carta de Silent Unity ratificando que habían estado con nosotros en oración ese 10 de octubre donde Dios obró un milagro de sanación.
Hoy Andrés está recuperado y su voz es clara y completamente normal.
En algún lugar leí una vez, que la oración es la forma de energía más poderosa que puede generarse, y que su poder radica, en que esa energía positiva que produce la esperanza y la fe de que nuestra petición se va a realizar, de alguna forma llega al destino a donde es dirigida.
“En la oración los seres humanos aumentan su energía finita, dirigiéndose a la Fuente Infinita de toda energía…” Dr. Alexis Carrel
Sea como sea, la oración tiene poder.
Querida Lavinia:
ResponderBorrarÉste sí que me llegó profundo. ¡Que bello testimomio!
No me pierdo uno sólo de tus artículos, pero este me conmovió hasta las lágrimas.
Recuerdo perfectamente el episodio, pues Andrés y yo formábamos parte de la Directiva de ASOMAU, y sus amigos estábamos muy preocupados por su prolongada ronquera.
Un beso,
Fernan Ferreira
arapf@codetel.net.do
Gracias Fernan: Yo también disfruto todo lo que escribes. Lo que más me gusta de tus vivencias es que al leer cada línea se puede sentir un latido de tu corazón. Gracias por ser como eres, una joya de ser humano. Un fuerte abrazo de Lavinia.
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