miércoles, 18 de agosto de 2010

DESIDERIO ARIAS Y LA OCUPACIÓN MILITAR DE 1916 - (Segunda parte)

De manera que el general Arias sí estuvo decidido a enfrentar a los yankee pero al parecer confrontó dificultades para articular un sólido frente...

Por Rafael Darío Herrera R.
El autor, historiador y profesor universitario, es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia

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Otro punto que ha llamado la atención de los críticos del general Arias es el relativo a su abandono de la ciudad de Santo Domingo, permitiendo que las tropas yanquis penetraran sin que nadie le hiciera resistencia. Esta actitud afectó la conciencia de los nacionalistas capitalinos y se ha interpretado como un acto de cobardía del caudillo liniero. Existen evidencias de que Arias impartió instrucciones a sus seguidores en el Cibao para que enfrentaran a los ocupantes norteamericanos y es lo que explica el enfrentamiento de los generales desideristas Mauricio y Cesáreo Jiménez, Miguelito Rivas, Apolinar Rey, Carlos Daniel, etc. O acaso actuaron estos generales por su propia determinación.

El 30 de mayo de 1916 el general Arias le envió un telegrama a Calú Ares de Guayubín en el que le expresaba: “Estoy satisfecho de su lealtad y patriotismo. Se trata de la defensa de la independencia de la República y espero que usted en unión de Melitón Sánchez vuelva a ocupar su puesto en Las Trincheras. Organicen lo mejor que puedan con premura el campamento y les hagan toda resistencia posible a los americanos.” (Citado por María F. González en su texto Línea Noroeste: Testimonio del patriotismo olvidado, p, 43).

El 12 de junio de este mismo año el Listín Diario reprodujo una noticia publicada por El Diario de Santiago el 1º de junio, en la que Arias recriminaba al gobernador Rivas de Montecristi por no haber enfrentado a las tropas yanquis en las afueras de la ciudad. “Piense únicamente en la patria, le decía, y en las consecuencias fatales que a ella traerá la ocupación yankee. Ocupe buenas posiciones. Esté siempre a la defensiva.” (Ibíd.)

De manera que el general Arias sí estuvo decidido a enfrentar a los yankee pero al parecer confrontó dificultades para articular un sólido frente. El 7 de julio de 1916 El Porvenir de Puerto Plata recogió unas declaraciones de Arias, reproducidas el 12 de julio por el Listín Diario, en las que éste dirigía graves reproches al general Horacio Vásquez por haber desistido de enfrentar militarmente a las tropas interventoras. El 25 de julio el Listín Diario reprodujo una carta dirigida por Arias al general Miguel Rivas en la que refería el escaso respaldo que había recibido en su lucha contra las pretensiones despóticas de Federico Velásquez así como “lo infructuoso que sería continuar el sacrifico sin posibilidad de triunfar definitivamente por medio de las armas contra la fuerza superior de una nación extranjera.” (Reproducido por María F. González, p. 45). De hecho, la batalla de la Barranquita del 3 de julio de 1916 es resultado de la orden impartida por Arias al general maeño Carlos Daniel, solo que la contraorden de no enfrentar a las tropas invasores llegó cuando el combate estaba en curso.

En un artículo publicado en el Listín Diario el 2 de octubre de 1916, Américo Lugo, uno de los mayores opositores a la intervención, expresó que hubiera sido descabellado “organizar una resistencia contra los invasores y declarar la guerra contra los Estados Unidos.” Idéntico parecer también sustentaban los más importantes líderes de las organizaciones políticas de la época.

Algunos historiadores han planteado el supuesto de que Arias debió “morirse por la patria” y alcanzar de este modo la gloria nacional, pero la historia no se hace sobre la base de suposiciones. Pero sobre todo, y ya lo ha dicho uno de los maestros de la historiografía, Lucien Febvre (1992), el historiador no tiene como tarea juzgar, pues no es un juez, ni siquiera un juez de instrucción; la función del historiador es comprender y hacer comprender. Para comprender a los seres humanos de otra época se precisa “recomponer” su mentalidad, ponerse en su cabeza, en su piel, en su cerebro para entender lo que fueron, lo que quisieron. Por consiguiente, no es lógico ponderar un personaje como Arias, o cualquier otro, con expresiones despectivas como que se “apichornó”, “amilanó”, “agallinó”, “apalastró”, “acoñó,”, etc., porque la historia es esencialmente un oficio intelectivo, y sobre todo, comprensivo. La savia de la historia es la interpretación de los procesos históricos no la emisión de juicios de valores.

4 comentarios:

  1. Estimado Rafael Darío:

    Excelente artículo. Me satisfizo leer "que los historiadores no están para emitir opiniones o juzgar nadie", pues al "pobre Desiderio", algunos historiadores (capitalinos principalemente) lo han querido satanizar.

    Saludos cordiales,

    Fernan Ferreira
    arapf@codetel.net.do

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  2. DESIDERIO ARIAS
    CAPITAL, abril 15 de 1916
    Esos telefonemas que acabo de transcribir revelaran al país la honradez de mi conducta y la lealtad de mi actitud en el recinto militar de la plaza.
    La mediación amistosa del doctor nouel, del ministro americano Russell, del Dr. Grullón, de los secretarios peinado y Velásquez conjuraron la anómala situación de que había creado el presidente Jiménez. Comprendieron todos que no era ni siquiera ambigua mi actitud; que yo era un revolucionario contra el orden legalmente constituido, que mi espada al servicio de las instituciones, no iba a convertirse en instrumento de agresión inmotivada contra el jefe de estado. Había un compromiso reciproco entre el presidente electo y los ciudadanos que le honraron con la función ejecutiva, y yo no exigía no podía exigir nada que restara o menoscabara la integridad legal de sus facultades constitucionales, si no que esas facultades ejercidas de acuerdo con los intereses de la colectividad que lo habían llevado al poder. El Sr. Jiménez era mandatario de la mayoría nacionales; y esas mayorías estaban constituidas por el poderoso núcleo de la fuerte agrupación política y en santo domingo, como donde quiera que se impere el sistema representativo, los hombres investidos con la delegación del poder, no pueden dar la espalda arbitrariamente a los intereses creados por los que crearon esa delegación.
    Como no fue nunca mi propósito consumir un atentado contra el orden, como yo un adversario del presidente, si no un defensor leal de los intereses del partido, y lógica y moralmente debía considerar estrechamente unidos a los del presidente, acate su disposición de relevar de su cargo al Gral. Cesáreo Jiménez, quedando interinamente al mando de ese puesto el coronel Luciano castro, mientras era designada la persona que debía ocuparlo definitivamente. Llego ese momento y fue nombrado por el presidente el Gral. Teófilo Ferrer. Tomo posesión de su cargo y así las cosas hube de confiar en que todo quedaba satisfactoriamente solucionado. Pero he aquí que, lejos de mantenerse el jefe de estado ceñido a la legalidad, que vuelve airado contra la majestad de la representación nacional, en su insano propósito de impedir que se depuren los cargos producidos contra el ejercicio de su administración y provoca un nuevo conflicto, colocándose en actitud hostil frente al congreso de la Republica y en abierta oposición contra la constitución y las leyes.
    Su actitud no es ya frente a mí, sino, frente al congreso de la república.
    Mi condición de dominicano y de ciudadano me impone el deber indeclinable de permanecer al lado de las instituciones, presto a doblar la frente en respetuoso atacamiento a las decisiones de los cuerpos legisladores.
    Mis compañeros de armas están, como yo, al servicio de las instituciones libres; y no calzan otra insignia que no sea la constitución y las leyes, dentro del sereno ejercicio de los imprescriptibles derecho de que esta investida la representación nacional.

    DESIDERIO ARIAS.

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  3. Las Cartas inéditas del Gral. Desiderio Arias Álvarez
    Archivo 374-375-376 FUNDARIAS



    Santo Domingo, octubre 11 de 1915


    Señor:
    Gral. Toribio l García
    Montecristi

    Mi distinguido amigo:
    Su apreciable carta de fecha 28 de septiembre último ha llegado a mis manos oportunamente y de sus interesantes pormenores he tomado la debida nota.
    Con razón extraña usted que no le escriba más a menudo, pero si así no lo he venido haciendo ya va por algún tiempo, pues no me culpe, pues gusto se me sobra para ello; lo que me falta es tiempo por las excesivas ocupaciones que a diario reclaman mi atención en la Secretaría de Guerra, sobre todo en estos últimos meses.
    Me entero con pesar de los quebrantos que le importunan y hago votos por que su malestar desaparezca pronto.
    Yo celebro y le agradezco al mismo tiempo el benévolo interés que se tomara usted. A favor del joven del que me habla. Él ha llegado a esta (ciudad) y seguido lo he hecho ingresar en un colegio donde si pone aplicación, podrá salir un hombre útil a su familia y a la patria. (Le doy) las gracias por sus generosos deseos y atenciones
    Los asuntos públicos, en los que se relacionan directamente con las altas esferas del Gobierno, van paulatinamente despejándose, y creo que con la decisión patriótica y nobles miras de que se haya poseído nuestro honorable y común amigo don Juan y la ayuda eficaz de su compañero de Gabinete se podrán solucionar (solucionar) eficazmente los grandes problemas que ponderan sobre la nación especialmente el económico que es hoy el de capital importancia.
    Yo me congratulo cada vez más del perfecto acuerdo y unidad de pensamiento y acción reinante entre el presidente Jiménes, su hijo José Manuel y yo, porque estoy convencido de que esa recíproca confianza existente entre nosotros tres- que sentimos y pensamos como un solo hombre- habrá se derivar incalculables beneficios en provecho de la nueva marcha de la Administración Pública y de la estabilidad de nuestros comunes intereses dentro del Partido.
    Por tales razones, todos nuestros leales y digno correligionarios no deben omitir esfuerzos en la medida de lo posible para ayudarnos a afianzar la paz y a mantener siempre latente el espíritu de cordial unión que es lo que representa fuerza y nos apoyará en el presente y en lo futuro.
    Es muy probable que dentro de breves días pase a esa (provincia) nuestro común amigo don Juan a restablecer su salud algo quebrantado, y con ese motivo me complazco en recomendarle


    sus solícitos cuidados y atenciones para con el allí, a fin de que su estada en ese pueblo le sea propicia a su salud y recoja las mejores impresiones.
    Por último le estimare retornar el cordial saludo que me envía el buen amigo Rafael en su posdata y a su distinguida familia exprésele en mi nombre mis buenos recuerdos, como siempre de usted leal amigo,

    Desiderio Arias

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  4. Por más que los malvados se empeñen en herirme escudados en la sombra, siempre he de salir ileso de sus infames ataques, puesto que la sociedad conoce cuál ha sido siempre mi honrado proceder tanto en lo social como en la vida política y ellos son también conocidos por sus despreciables antecedentes.

    Desiderio Arias
    Santo Domingo, octubre 12 de 1915

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