sábado, 14 de agosto de 2010

DE LEÓN ENJAULADO… A RATÓN ARRINCONADO… AL ÉXITO

"... le mostré el telegrama. Papá lo leyó y me miró compasivamente, como preguntándome “¿Qué espera que haga?” Yo interpreté su silencio y le dije: “Que me diga qué debo hacer, si acepto o rechazo la beca”. Con más ternura aún, me dijo: “¿Usted espera que un viejo de 47 años decida el futuro de un muchacho de dieciocho? Esa es una decisión que le corresponde a usted tomar. Eso sí, sea cual sea su decisión, cuente con mi apoyo irrestricto”. Dicho esto, me puso la mano en el hombro, dio media vuelta y se marchó."

REMEMBRANZAS
Por Fernando Ferreira Azcona

No sé de dónde surgieron, ni cuando nacieron mis aspiraciones de estudiar en el extranjero. Tampoco podría explicar el porqué, pero recuerdo que desde que tengo uso de razón esa era una de mis metas.

Cuando empecé a estudiar las biografías de los famosos, soñando despierto, yo escribía la mía: “Nació en Mao, Valverde, el 30 de mayo de 1946. Graduado de ingeniero civil en la Universidad de Zaragoza, España…” Mi querida Madre que supervisaba mis tareas, me pasaba las manos por mi entonces abundante y negra cabellera y exclamaba “ay mi hijo, de dónde vamos a sacar dinero para pagarte los estudios en el extranjero”.

Transcurrió el tiempo y en 1964 me gradué de Bachiller. Ese mismo verano, Diogenito Castellanos y yo, dándonosla de machazos, aplicamos por sendas becas, sin decirle nada a nadie. Tomamos los exámenes, nos sometimos a las entrevistas y todo el proceso de selección. Ni siquiera por cortesía les comenté nada a mis padres.

Pasaron los meses y como no había noticias de la beca, me olvidé de ésta. El 24 de Diciembre, estaba junto a mis hermanos en la tienda, ayudando a Papá por el ajetreo comercial propio de la época. A eso de las 5:00 de la tarde llegó un telegrama a la Duarte # 40, dirigido a Francisco (que es mi primer nombre) Ferreira. Sin abrir el mismo se lo pasé a Papá, quien me ordenó que se lo llevara a nuestro tío José Francisco y que le dijera “que no sabíamos por qué razón éste había llegado a nuestra casa”.

Tío José abrió el telegrama, lo leyó y se limitó a decir: “Ese telegrama no es para mí. Lléveselo de nuevo a Vitalino”. Tan pronto di la espalda, no aguanté la curiosidad y me dispuse a leer el telegrama. Este decía: “Nos place informarle que a usted se le ha otorgado una de las cuatro becas concedidas para estudiar en El Zamorano. Usted debe estar en Tegucigalpa, Honduras, el 5 de enero de 1965”.
Fue en ese momento que me acordé de mi primer nombre y… casi me desmayo (por no decir otra cosa) de la impresión. Mi espíritu festivo por las navidades se esfumó. Un estado de confusión se apoderó de mi mente. No recuerdo el trayecto de regreso a casa.

Me imagino la cara que debía tener, pues Papá, que seguía en la tienda, tan pronto me vio, me preguntó: “¿Qué le pasa?”. Le respondí: “Tenemos que hablar, pero no aquí”. Pasamos a la sala de la casa, y le dije: “tampoco aquí” y me lo llevé al baño de la casa. El Viejo, intrigado me preguntó: “¿Qué pasó? ¿Preñó la novia?”. Mi respuesta fue negativa.

De manera atropellada le informé que había solicitado una beca para estudiar en el exterior, e inmediatamente, le mostré el telegrama. Papá lo leyó y me miró compasivamente, como preguntándome “¿Qué espera que haga?” Yo interpreté su silencio y le dije: “Que me diga qué debo hacer, si acepto o rechazo la beca”. Con más ternura aún, me dijo: “¿Usted espera que un viejo de 47 años decida el futuro de un muchacho de dieciocho? Esa es una decisión que le corresponde a usted tomar. Eso sí, sea cual sea su decisión, cuente con mi apoyo irrestricto”.Dicho esto, me puso la mano en el hombro, dio media vuelta y se marchó.

Me quedé solo en el baño y revestido de valor, tomé la decisión de irme a El Zamorano. Volví a la tienda y se lo informé al Viejo. Minutos más tarde, llegó Diogenito eufórico, agitando la hojita que contenía el texto de su telegrama. ¡Él también se había ganado la beca y estaba loco de contento!

Al llegar a El Zamorano, me enfermé. Parece que el estrés del viaje, la nostalgia, la comida centroamericana y las novatadas, que eran muy fuertes, me desataron una diarrea terrible. Pasé dos días en el hospital estudiantil. Esta realidad, más una sequía espantosa y el clima frío me hicieron pensar en más de una ocasión, en “recoger mis bártulos y regresar a casa”. No lo hice por una sola razón: la decisión de irme a El Zamorano, la tomé yo. No podía volver derrotado a casa. ¡Cuánta visión tuvo mi Viejo!
Al final de tres años, tanto Diogenito como yo, nos graduamos con honores. Entre los primeros cinco de la clase (empezamos alrededor de 70 y nos graduamos 55). Además, a mí me cupo el honor de ser elegido por mis compañeros para pronunciar el discurso de orden, a nombre de los graduandos, en el acto de graduación.

Regresamos a nuestro país a finales de Diciembre de 1967. Esta vez, con “una grave infección viral”: La de continuar nuestros estudios en una universidad de los Estados Unidos de América. En 1968 aplicamos por sendas becas Fulbright, que aun ofrece el Departamento de Estado Americano. Nos sometimos a todo el proceso de selección (exámenes, entrevistas, etc.), y… ¡Vaya sorpresa, cada uno se ganó tres becas!

La beca “Benito Juárez” para visitar a México como huéspedes de honor del Gobierno Mexicano. La beca de seis meses para el entrenamiento en inglés, previo al ingreso a la universidad americana, y la beca Fulbright del Departamento de Estado para estudiar durante cuatro años en una universidad estadounidense. Posteriormente me enteré, que ese año, sólo se otorgaron tres becas Fulbright en la República Dominicana.

Salimos de nuestro país el 14 de Febrero de 1969. El viaje a México lo hicimos juntos. Pero, al llegar a los Estados Unidos de América nos separamos. Para el entrenamiento en inglés, a Diogenito lo enviaron a Saint Louis y a mí me mandaron a Kansas City. Mientras que para los estudios de post grado, a él lo enviaron a Rutgers University, en New Jersey, y a mí a Cornell University, en Ithaca, New York.

Ambos aprovechamos estas oportunidades al máximo, y coronamos nuestros estudios exitosamente. Regresamos a República Dominicana en el otoño de 1972, con la disposición de dar lo mejor de sí por el desarrollo de nuestro país.

5 comentarios:

  1. Fernan,
    La administración de Mao en el Corazón valora inmensamente su colaboración semanal. Es un honor para nosotros que dedique su valioso tiempo a compartir sus vivencias con nuestros lectores.

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  2. Felicitacines fernan.Todo gran esfuerzo merece ser celebrado,pues sirve de ejemplo a las presentes y futuras generaciones.

    Monchy.
    antonio_mateo_reyes@hotmail.com

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  3. Gracias Monchy.

    Ojalá que así sea. Al menos ese es el mensaje a las nuevas generaciones.

    Un abrazo,

    Fernan.

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  4. Fernando: En dias recientes te estaba refiriendo a los paleros de Mao Niñito el Buso y los hermanos Cabrera, estos últimos te aclaro que n son apellidos Cabrera, sino Tejada, ellos son: Totó y Currumbamba, estos eran los sobrenombres con que se le conocía. Viven en Mao, uno en el barrio las 300 y el otro en los Cambrones.
    Niñito el Buso murió en la capital.

    Saludos
    Próspero Rodríguez

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  5. Fernan:

    Si sigues escribiendo con tanto acierto, enjundia y claridad, yo voy a dejar de hacerlo para convertirme en tu asiduo lector. ¡Salve "serranite de la boyerite"!

    Tu hermano,

    Evelio Martínez.

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