jueves, 22 de septiembre de 2011
SOCIEDAD Y PREJUICIOS
¿CUÁL ES EL GÉNERO DEL NÚMERO 17?
Por Daisy Grewal
La gente piensa que muchas cosas, incluso los números, son o masculinas o femeninas
El género es tan fundamental para la forma de entender el mundo que las personas tienden a asignar sexo hasta a los objetos inanimados. Todos conocemos a alguien, o tal vez somos esa persona, que constantemente se refiere a su computador o coche con un pronombre de género ("¡Ella ha estado funcionando a la perfección en las últimas semanas!") Una nueva investigación sugiere que nuestra tendencia a ver sexo en todas partes, incluso se aplica a ideas abstractas tales como los números. En casi todas las culturas, la gente ve los números impares como masculinos y los pares como femeninos.
Los científicos han sabido desde hace tiempo que el lenguaje puede influir en la manera en que percibimos el género en los objetos. Algunos idiomas siempre se refieren a ciertos objetos como masculinos o femeninos, y esto a su vez, influye en cómo los hablantes de esa lengua piensan acerca de esos objetos. Webb Phillips, del Instituto Max Planck, Lauren Schmidt de HeadLamp Research y Lera Boroditsky, de la Universidad de Stanford les pidieron a hablantes bilingües de lengua alemana y española que valoraran objetos diversos en función de que estos les parecieran hombre o mujer. Los investigadores encontraron que las personas calificaron a cada objeto según su género gramatical. Por ejemplo, los alemanes ven la luna más como un hombre, porque la palabra alemana para la luna es gramaticalmente masculina ("der Mond"). Por el contrario, los hispanohablantes vieron la luna como una mujer, porque en español la palabra luna es gramaticalmente femenina ("la Luna").
Aparte del lenguaje, los objetos también pueden llegar a ser confundidos con el género en base a su apariencia, quién los usa por lo general, y si parece que tienen el tipo de características normalmente asociadas con los hombres o las mujeres. David Gal y James Wilkie, de la Northwestern University estudiaron cómo la gente ve el género en los objetos cotidianos, tales como alimentos y muebles. Ellos encontraron que la gente ve a los platos que contienen carne como masculinos y a las ensaladas y productos lácteos agrios como femeninos. La gente ve a los muebles, tales como mesas y botes de basura, como femeninos cuando estos poseen bordes redondeados, en lugar de bordes agudos.
Wilkie se asoció con el también psicólogo de la Northwestern Galen Bodenhausen para demostrar que esta tendencia a atribuir género a los objetos se extiende aun a conceptos muy abstractos. Ellos realizaron un experimento en el que pidieron a los participantes estadounidenses evaluar nombres extranjeros (por ejemplo, "Alekseev") en términos de si parecían masculinos o femeninos. Cuando el nombre se pareaba con el número 1, era más probable que fuera clasificado como masculino. Cuando el mismo nombre era pareado con el número 2, era más probable que se considerara femenino. Wilkie y Bodenhausen preguntaron a las gentes cómo tomaron sus decisiones, pero ninguno de los participantes informó que los números habían influido en su clasificación de los nombres.
En otro estudio, Wilkie y Bodenhausen mostraron a los participantes fotos de bebés y les pidieron determinar de acuerdo a la fotografía la posibilidad de que el bebé fuera varón. Ellos encontraron que cuando la foto del bebé era pareada con el número 1, era mucho más probable que la gente pensara que el bebé era varón. Una vez más, la gente informó que no tenía conciencia de que los números influyeran en sus percepciones. En un estudio separado, los investigadores pidieron que los participantes valoraran la masculinidad y femineidad de los números mismos. La gente rápidamente clasificó el número 1, así como otros números impares, como más masculinos. También valoraron el número 2, y otros números pares, como más femeninos. Este último hallazgo fue replicado con una muestra en la India, dando a sus resultados apoyo cros-cultural.
¿Por qué están los números impares, en todas las culturas, asociados con la masculinidad? Aunque se necesita hacer más investigación para obtener una respuesta sólida, esto puede tener algo que ver con los estereotipos de género. Wilkie y Bodenhausen tienen pensado explorar esta hipótesis en futuros estudios, para ver si la gente asocia los números impares con cualidades más estereotipadamente masculinas, como son la dominación y la independencia.
Nuestra tendencia a asignar género a los números tiene una larga historia. Tanto la filosofía pitagórica de la antigua Grecia y la filosofía china del yin y el yang veían a los números como poseedores de género. Ambas culturas también vieron los números impares como masculinos y los pares como femeninos.
Nuestra tendencia a ver el género en todo, incluso en los números, es un recordatorio de lo fundamental que es el género en la forma en que percibimos el mundo. Cuando a las personas se les hace creer que un objeto posee un género u otro, cambia la forma en que se relacionan con ese objeto. Por ejemplo, los investigadores de Stanford Clifford Nass, Youngme Moon y Nancy Green hicieron que personas interactuaran con un computador programado para responder con una voz masculina o femenina. Ellos encontraron que cuando el equipo emitía una voz femenina, la gente percibía el computador como menos amigable, creíble y competente, en comparación con el computador que emitía sonidos masculinos. La gente hizo esto abiertamente, a pesar de saber perfectamente que hacían juicios sobre una máquina y no una persona real.
No es de extrañar que la primera cosa que la mayoría de la gente pregunta a los nuevos padres sea si tuvieron un niño o una niña. Cuando no sabemos el sexo de alguien, esto crea confusión en nuestras mentes, no tenemos ningún marco desde el cual partir. El género nos ayuda no solo a comprender cómo pensar acerca de alguien, o algo, sino que también nos ayuda a entender la relación de esa persona o cosa con el resto del mundo. Nuestro cerebro no puede dejar de ver el género dondequiera que miremos.
SOBRE LA AUTORA: Daisy Grewal recibió su doctorado en Psicología Social de la Universidad de Yale. Ella es una investigadora de la Facultad de Medicina de Stanford, donde investiga cómo los estereotipos y prejuicios afectan las carreras de las mujeres y de los científicos de las minorías.
Tomado de Scientific American. Traducido por Isaías Ferreira (metransol@yahoo.com)
Por Daisy Grewal
La gente piensa que muchas cosas, incluso los números, son o masculinas o femeninas
El género es tan fundamental para la forma de entender el mundo que las personas tienden a asignar sexo hasta a los objetos inanimados. Todos conocemos a alguien, o tal vez somos esa persona, que constantemente se refiere a su computador o coche con un pronombre de género ("¡Ella ha estado funcionando a la perfección en las últimas semanas!") Una nueva investigación sugiere que nuestra tendencia a ver sexo en todas partes, incluso se aplica a ideas abstractas tales como los números. En casi todas las culturas, la gente ve los números impares como masculinos y los pares como femeninos.
Los científicos han sabido desde hace tiempo que el lenguaje puede influir en la manera en que percibimos el género en los objetos. Algunos idiomas siempre se refieren a ciertos objetos como masculinos o femeninos, y esto a su vez, influye en cómo los hablantes de esa lengua piensan acerca de esos objetos. Webb Phillips, del Instituto Max Planck, Lauren Schmidt de HeadLamp Research y Lera Boroditsky, de la Universidad de Stanford les pidieron a hablantes bilingües de lengua alemana y española que valoraran objetos diversos en función de que estos les parecieran hombre o mujer. Los investigadores encontraron que las personas calificaron a cada objeto según su género gramatical. Por ejemplo, los alemanes ven la luna más como un hombre, porque la palabra alemana para la luna es gramaticalmente masculina ("der Mond"). Por el contrario, los hispanohablantes vieron la luna como una mujer, porque en español la palabra luna es gramaticalmente femenina ("la Luna").
Aparte del lenguaje, los objetos también pueden llegar a ser confundidos con el género en base a su apariencia, quién los usa por lo general, y si parece que tienen el tipo de características normalmente asociadas con los hombres o las mujeres. David Gal y James Wilkie, de la Northwestern University estudiaron cómo la gente ve el género en los objetos cotidianos, tales como alimentos y muebles. Ellos encontraron que la gente ve a los platos que contienen carne como masculinos y a las ensaladas y productos lácteos agrios como femeninos. La gente ve a los muebles, tales como mesas y botes de basura, como femeninos cuando estos poseen bordes redondeados, en lugar de bordes agudos.
Wilkie se asoció con el también psicólogo de la Northwestern Galen Bodenhausen para demostrar que esta tendencia a atribuir género a los objetos se extiende aun a conceptos muy abstractos. Ellos realizaron un experimento en el que pidieron a los participantes estadounidenses evaluar nombres extranjeros (por ejemplo, "Alekseev") en términos de si parecían masculinos o femeninos. Cuando el nombre se pareaba con el número 1, era más probable que fuera clasificado como masculino. Cuando el mismo nombre era pareado con el número 2, era más probable que se considerara femenino. Wilkie y Bodenhausen preguntaron a las gentes cómo tomaron sus decisiones, pero ninguno de los participantes informó que los números habían influido en su clasificación de los nombres.
En otro estudio, Wilkie y Bodenhausen mostraron a los participantes fotos de bebés y les pidieron determinar de acuerdo a la fotografía la posibilidad de que el bebé fuera varón. Ellos encontraron que cuando la foto del bebé era pareada con el número 1, era mucho más probable que la gente pensara que el bebé era varón. Una vez más, la gente informó que no tenía conciencia de que los números influyeran en sus percepciones. En un estudio separado, los investigadores pidieron que los participantes valoraran la masculinidad y femineidad de los números mismos. La gente rápidamente clasificó el número 1, así como otros números impares, como más masculinos. También valoraron el número 2, y otros números pares, como más femeninos. Este último hallazgo fue replicado con una muestra en la India, dando a sus resultados apoyo cros-cultural.
¿Por qué están los números impares, en todas las culturas, asociados con la masculinidad? Aunque se necesita hacer más investigación para obtener una respuesta sólida, esto puede tener algo que ver con los estereotipos de género. Wilkie y Bodenhausen tienen pensado explorar esta hipótesis en futuros estudios, para ver si la gente asocia los números impares con cualidades más estereotipadamente masculinas, como son la dominación y la independencia.
Nuestra tendencia a asignar género a los números tiene una larga historia. Tanto la filosofía pitagórica de la antigua Grecia y la filosofía china del yin y el yang veían a los números como poseedores de género. Ambas culturas también vieron los números impares como masculinos y los pares como femeninos.
Nuestra tendencia a ver el género en todo, incluso en los números, es un recordatorio de lo fundamental que es el género en la forma en que percibimos el mundo. Cuando a las personas se les hace creer que un objeto posee un género u otro, cambia la forma en que se relacionan con ese objeto. Por ejemplo, los investigadores de Stanford Clifford Nass, Youngme Moon y Nancy Green hicieron que personas interactuaran con un computador programado para responder con una voz masculina o femenina. Ellos encontraron que cuando el equipo emitía una voz femenina, la gente percibía el computador como menos amigable, creíble y competente, en comparación con el computador que emitía sonidos masculinos. La gente hizo esto abiertamente, a pesar de saber perfectamente que hacían juicios sobre una máquina y no una persona real.
No es de extrañar que la primera cosa que la mayoría de la gente pregunta a los nuevos padres sea si tuvieron un niño o una niña. Cuando no sabemos el sexo de alguien, esto crea confusión en nuestras mentes, no tenemos ningún marco desde el cual partir. El género nos ayuda no solo a comprender cómo pensar acerca de alguien, o algo, sino que también nos ayuda a entender la relación de esa persona o cosa con el resto del mundo. Nuestro cerebro no puede dejar de ver el género dondequiera que miremos.
SOBRE LA AUTORA: Daisy Grewal recibió su doctorado en Psicología Social de la Universidad de Yale. Ella es una investigadora de la Facultad de Medicina de Stanford, donde investiga cómo los estereotipos y prejuicios afectan las carreras de las mujeres y de los científicos de las minorías.
Tomado de Scientific American. Traducido por Isaías Ferreira (metransol@yahoo.com)
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Sr. Ferreira, su traduccion es impecable pero no alcanzo a entender el articulo. En espanol el genero depende del articulo y el contexto. Podemos decir el caso 17 o la presentacion 17. Lo de los objetos inanimados y el genero si esta claro. Aunque en el caso de computador podemos decir el computador o la computadora. No así ordenador, como se le llama en España y otros países de habla castellana.
ResponderBorrarDe todos modos muy bueno, gracias.
Zunilda