sábado, 17 de septiembre de 2011
MAO EN LA NOSTALGIA
¿DÓNDE ESTARÁN LOS BURROS DE MAO?
Por Antonio Espinal
http://facebook.com/espinalantonio
En los primeros años de mi adolescencia, mi madrastra Josefina Minier de Monción me enviaba a buscar plátanos, yuca, frutas y guineos a una finca de Boca de Mao, en un burro propiedad de su padre Don Juan Minier. Tenía dos árganas, en cada una de las cuales se colocaban los productos. Eran unas cuatro horas agradables cabalgando aquel animal que desafiaba a sus detractores demostrando que en realidad era inteligente, haciendo creer que yo tenía las riendas, pero era él quien iba y venía sin mi control.
Al entregar los productos, me quedaba con el burro de Don Juan para buscarle agua a mi abuela Eufracia. Mi madrastra tenía en su casa de Hatico agua que llegaba por las tuberías del acueducto y electricidad como cualquier hogar de clase media, pero mi abuela Eufracia no tenía esas comodidades en El Batey. La luz provenía de lámparas de gas llamadas "jumiadoras" que eran testigos silenciosos de mis largas noches de estudios con libros prestados que debía devolver al otro día. Y el agua tenía que buscarse al canal Bogaert.
Llegaba a la orilla del caudaloso canal que llamábamos La Zanja, cruzando por la casa de don Toribio y doña Hortensia, padres de Juan de Jesús Santos, propietario de la Agencia Talleres Mayra. En La Zanja casi siempre encontraba a las amigas de mi madre Aurora y de mi abuela Eufracia lavando ropas que estregaban contra las piedras enclavadas en la orilla, también preparaban fogones para hervir y devolver casi su estado natural a las sábanas y ropas blancas.
Mis amigos de El Batey, que ahora ellos llaman Barrio Don Bosco, aprovechábamos el viaje para bañarnos en esas aguas frescas, tirándonos de cabeza desde la parte alta de la orilla y nadando hasta que se nos ponían los ojos rojos. Hembras y varones nos bañábamos juntos, creo que con poca ropa y a veces a lo Adán y Eva. Ahora entiendo porqué nacían tantos niños en el barrio. Aquellos fueron "nuestros años felices".
Cuando regresaba del canal, mi padre Benito Monción me mandaba a pie al mercado del pueblo a comprar pollos y verduras. En el mercado encontraba estacionados una fila de burros que los campesinos utilizaban para traer sus productos a la ciudad. Los burros eran muy comunes desplazándose por las calles de todo Mao. Creo que había más burros que automóviles.
Las verduras, plátanos, yuca, frutas, guineos, etc., que llegaban al mercado eran transportados en burros o caballos. Los comerciantes los compraban en las fincas y los traían al mercado o a sus establecimientos comerciales.
Los burros eran un medio de transporte interno muy importante. En ellos se movían los productos desde el campo hasta los puestos de venta al por menor. Otros productos se llevaban también en burros para vender a los consumidores directamente en las casas.
Hace unos días, conversé con mi hermana Xiomara y le hablé de mi nostalgia por las cosas de mi pueblo en aquellos hermosos tiempos y se burló de mí a carcajadas cuando le hablé de los burros. "Mi hermano, aquí ya no hay burros. Los pocos que quedaban los recogieron en camiones y se los llevaron al Zoológico para alimentar a los tigres y leones".
Xiomara me dijo que otros burros han tenido mejor suerte, como aquellos dos en la Zona Infantil del parque Zoológico Nacional Dominicano, que fueron unidos en matrimonio. Fue una boda inusual, cuando los burros Niña y Ramón contrajeron matrimonio ante la magistrada Adonis Flores.
Un equipo de entrenadores bañaron a la pareja de burros y les pusieron un velo a Niña y un corbatín de “frac” a Ramón, poco antes de que una multitud de niños y adultos, les acompañara en su desfile nupcial ante la magistrada Flores, en un escenario decorado con globos rojos y blancos y el tema “Mi Burrito Sabanero” de fondo retumbando en todo el pabellón infantil.
Las costumbres van cambiando, y cada día nueva tecnología inunda nuestro mundo, relegando al olvido profesiones, oficios y formas de vida que fueron esenciales en el pasado. Algunos, solamente han cambiado de nombre, otros perdieron su puesto en la sociedad sustituidos por una máquina, o a causa de un sistema económico que prefiere convertir a un burro en comida de fieras en lugar de utilizarlo como animal de carga.
Los burros estaban a cargo de llevar mercancías y personas de un lugar a otro, pero han sido substituidos por bicicletas, motoconchos, camiones y camionetas. Antes había grandes negocios que disponían de camiones para el transporte. Otros negocios más pequeños tenían uno o más burros que se movían siempre entre las mismas poblaciones.
Para mi gente de El Batey, el burro era en realidad el mejor amigo del hombre, ya que quien lleva ese título --el perro-- es por lo general un animal que tenemos que alimentar con parte de nuestra comida y nos alegra moviendo su cola o ladrándole a los vecinos ruidosos, pero el burro se puede mantener solo con hierba y está disponible para ayudarnos con las tareas cotidianas de carga o transporte.
La llegada del teléfono celular, las computadoras, Internet y la modernización de correos y compañías de envío de mercancías, relegaron a mi burro poco a poco al olvido. Lo único que me han dejado es la nostalgia.
NOTA: Agradezco a mi gran amigo Vinicio Castillo, arquitecto, pintor, profesor de arte e ilustrador nativo de Mao, haberme permitido utilizar la gráfica que ilustra este artículo. Pueden disfrutar otras obras de Vinicio en http://vinicio-castillo.artelista.com
Por Antonio Espinal
http://facebook.com/espinalantonio
En los primeros años de mi adolescencia, mi madrastra Josefina Minier de Monción me enviaba a buscar plátanos, yuca, frutas y guineos a una finca de Boca de Mao, en un burro propiedad de su padre Don Juan Minier. Tenía dos árganas, en cada una de las cuales se colocaban los productos. Eran unas cuatro horas agradables cabalgando aquel animal que desafiaba a sus detractores demostrando que en realidad era inteligente, haciendo creer que yo tenía las riendas, pero era él quien iba y venía sin mi control.
Al entregar los productos, me quedaba con el burro de Don Juan para buscarle agua a mi abuela Eufracia. Mi madrastra tenía en su casa de Hatico agua que llegaba por las tuberías del acueducto y electricidad como cualquier hogar de clase media, pero mi abuela Eufracia no tenía esas comodidades en El Batey. La luz provenía de lámparas de gas llamadas "jumiadoras" que eran testigos silenciosos de mis largas noches de estudios con libros prestados que debía devolver al otro día. Y el agua tenía que buscarse al canal Bogaert.
Llegaba a la orilla del caudaloso canal que llamábamos La Zanja, cruzando por la casa de don Toribio y doña Hortensia, padres de Juan de Jesús Santos, propietario de la Agencia Talleres Mayra. En La Zanja casi siempre encontraba a las amigas de mi madre Aurora y de mi abuela Eufracia lavando ropas que estregaban contra las piedras enclavadas en la orilla, también preparaban fogones para hervir y devolver casi su estado natural a las sábanas y ropas blancas.
Mis amigos de El Batey, que ahora ellos llaman Barrio Don Bosco, aprovechábamos el viaje para bañarnos en esas aguas frescas, tirándonos de cabeza desde la parte alta de la orilla y nadando hasta que se nos ponían los ojos rojos. Hembras y varones nos bañábamos juntos, creo que con poca ropa y a veces a lo Adán y Eva. Ahora entiendo porqué nacían tantos niños en el barrio. Aquellos fueron "nuestros años felices".
Cuando regresaba del canal, mi padre Benito Monción me mandaba a pie al mercado del pueblo a comprar pollos y verduras. En el mercado encontraba estacionados una fila de burros que los campesinos utilizaban para traer sus productos a la ciudad. Los burros eran muy comunes desplazándose por las calles de todo Mao. Creo que había más burros que automóviles.
Las verduras, plátanos, yuca, frutas, guineos, etc., que llegaban al mercado eran transportados en burros o caballos. Los comerciantes los compraban en las fincas y los traían al mercado o a sus establecimientos comerciales.
Los burros eran un medio de transporte interno muy importante. En ellos se movían los productos desde el campo hasta los puestos de venta al por menor. Otros productos se llevaban también en burros para vender a los consumidores directamente en las casas.
Hace unos días, conversé con mi hermana Xiomara y le hablé de mi nostalgia por las cosas de mi pueblo en aquellos hermosos tiempos y se burló de mí a carcajadas cuando le hablé de los burros. "Mi hermano, aquí ya no hay burros. Los pocos que quedaban los recogieron en camiones y se los llevaron al Zoológico para alimentar a los tigres y leones".
Xiomara me dijo que otros burros han tenido mejor suerte, como aquellos dos en la Zona Infantil del parque Zoológico Nacional Dominicano, que fueron unidos en matrimonio. Fue una boda inusual, cuando los burros Niña y Ramón contrajeron matrimonio ante la magistrada Adonis Flores.
Un equipo de entrenadores bañaron a la pareja de burros y les pusieron un velo a Niña y un corbatín de “frac” a Ramón, poco antes de que una multitud de niños y adultos, les acompañara en su desfile nupcial ante la magistrada Flores, en un escenario decorado con globos rojos y blancos y el tema “Mi Burrito Sabanero” de fondo retumbando en todo el pabellón infantil.
Las costumbres van cambiando, y cada día nueva tecnología inunda nuestro mundo, relegando al olvido profesiones, oficios y formas de vida que fueron esenciales en el pasado. Algunos, solamente han cambiado de nombre, otros perdieron su puesto en la sociedad sustituidos por una máquina, o a causa de un sistema económico que prefiere convertir a un burro en comida de fieras en lugar de utilizarlo como animal de carga.
Los burros estaban a cargo de llevar mercancías y personas de un lugar a otro, pero han sido substituidos por bicicletas, motoconchos, camiones y camionetas. Antes había grandes negocios que disponían de camiones para el transporte. Otros negocios más pequeños tenían uno o más burros que se movían siempre entre las mismas poblaciones.
Para mi gente de El Batey, el burro era en realidad el mejor amigo del hombre, ya que quien lleva ese título --el perro-- es por lo general un animal que tenemos que alimentar con parte de nuestra comida y nos alegra moviendo su cola o ladrándole a los vecinos ruidosos, pero el burro se puede mantener solo con hierba y está disponible para ayudarnos con las tareas cotidianas de carga o transporte.
La llegada del teléfono celular, las computadoras, Internet y la modernización de correos y compañías de envío de mercancías, relegaron a mi burro poco a poco al olvido. Lo único que me han dejado es la nostalgia.
NOTA: Agradezco a mi gran amigo Vinicio Castillo, arquitecto, pintor, profesor de arte e ilustrador nativo de Mao, haberme permitido utilizar la gráfica que ilustra este artículo. Pueden disfrutar otras obras de Vinicio en http://vinicio-castillo.artelista.com
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Antonio, estoy de acuerdo contigo de que el burro era el mejor amigo del hombre.Por otra parte, el burro que salia para el Zoologico para alimentar las fieras,tomó otro camino y se detuvo por La Vega y prefirió junto a caballos viejos alimentar al ser humano con unos buenos Salamis.
ResponderBorrarAlcancé ver uno camino a Monción,que preciosura!,el tiempo sin verlos me cautivó.
Gracias Antonio por tan bello recuerdo.
Siempre
Manito
Cuando era aun un infante, mi padre me llevaba a las "ferias" que celebraban todos los sábados en el mercado de Santiago Rodríguez. Todos los agricultores de los campos aledaños traían sus productos para venderlos en el mercado. Cada agricultor traía varios burros, dependiendo de la cantidad de productos, pero eran muchos. Alli se reunían tantos burros como personas. Alguien se inventó hacer una especie de corral que servían de parqueo para los burros que los dueños tenían que pagar. había también un sin momero de muchachitos que servían de conductores de esos burros desde el mercado al corral o parqueo y viceversa. Cada agricultor debía pagar tres centavos por burro. El dueño del corral cogía dos y le daba uno al tiguerito por cada burro traído. En tiempos posteriores vi que ya eran muchos los parqueos que existian para burros. Nada es raro ahora, con los asuntos de parqueos. Los almacenes y los bares usaban en el frente dos troncos sembrados, uniéndolos con un palo horizontal mas largo, que le llamaban talanquera. Esos parqueos hacían con los animales la misma función que hoy hacen los modernos parqueos para automóviles y recientemente se ha tenido que habilitar otros para motoconchos.
ResponderBorrarPor la frontera los burros se usaban para el contrabando de Cleren. Se veía en la carretera entre ocho y diez burros que caminaban en fila india cada uno con cuatro lata cuadrada, dos a cada lado, sin custodia. Iban solos. Se equivoca quien dijo que el burro será muy burro, que el burro será muy bruto, que el burro será orejón. Si el pobre lo que tiene grande, es el corazón.
Afectos de, Ley S.
Antonio, muy buena historia y te felicito por ella; con respecto al uso del burro, como medio de transporte de carga, tengo un gran recuerdo representado con una cicatriz que todavia perdura en mi frente.Resulta que regresando en mi burro de la llave púbica de mi barrio, con una lata de agua en cada árgana,le pasó por el frente una fémina de su clase,muy bien paracida, y al verla,se dió un sacudión, que yo salí disparado como un misil con la cabeza en dirección del suelo; me partí la frente, y cuando me paré, ensangrentado,ya el burro iba llagando a la casa sin jinete; lo único que me gustó de ese estrallón, fue que jamas me mandaron a cargar agua.Ese era un burrito muy manso pero el amor lo convirtió en soberbio.
ResponderBorrarRolando Espinal
Me pregunto si Antonio será nieto de Don José Espinal, el cual,de su almacén le fiaba mercancías a mi abuelo para su pulpería. Mi historia familiar materna está fuertemente ligada al solípedo que nuestro articulista rescata cariñosamente del olvido, en lo que coincidimos con relatos similares.
ResponderBorrarGuarionex Flores
guarionexf@gmail.com
Mi querido Antonio: Me gustó mucho tu artículo sobre los burros, porque precisamente hace unos días estaba comentando sobre cómo los motores y pasolas los han reemplazado, y como soy muy apegada a nuestra cultura, los extraño.
ResponderBorrarHay un libro que me produce múchísima ternura: "Platero y yo", no sé si lo has leído, que es una muestra de amor de un dueño a su burro. Es lindísimo.
Como siempre te reitero mi cariño.
Lavinia Del Villar.
Apreciado Antonio:
ResponderBorrarComo serrano orgulloso de sus raíces, subo a El Rubio, San José de las Matas, con cierta frecuencia. Con tristeza te informo que en los últimos años no he visto un sólo burro en mi recorrido por SAJOMA, El Rubio, Monción, El Cacique, hasta volver al Mao de nuestros grandes recuerdos. Estos han sido sustituidos por los Honda, Suzuki, Yamaha, etc. para desgracia de nosotros los románticos.
Un abrazo,
Fernan Ferreira.
Mi queridísima profesora Lavinia: Gracias. Sí leí a Platero y Yo, de Juan Ramón Jiménez. Aunque vi la obra en español, me incliné por la versión en inglés Platero and I, porque tenía curiosidad por leer cómo traducían esas cosas típicas de mi pueblo. Abrazos.
ResponderBorrarManito: Mi hermana Xiomara me habla en broma de los salamis, pero no comenté sobre eso porque me mataría un amigo que tiene una salchichonería famosa.
ResponderBorrarLey S.: Lo que más me gustaba del mercado era ver a las machantas llegar, lo cual es plasmado por nuestro orgullo Vinicio Castillo en varias de sus pinturas.
Primo Rolando: Ya me habían dicho de tu caída de un burro. Eso era normal, a mi se me peló una rodilla en una caída.
Guarionex: No tuve la dicha de conocer a Don José Espinal. Pero de seguro que era un tío lejano mío.
Fernan: Tenemos que luchar para que el burro no pase al grupo de animales en peligro de extinción en nuestro país.
El burro es un medio de transporte que lo exige la cultura y en mi caso, la nostalgia. Si bien el desarrollo tecnológico trae consigo muchos beneficios, el constumbrismo y el romanticismo que en la provincia teníamos, hace rato paso a ser un ligar en segundo plano
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