SÁBADO DE GLORIA

REFLEXIONES
Por Lavinia del Villar

Cuando yo era pequeña (Ha llovido Mucho…) Jesucristo resucitaba los Sábados Santos a las diez de la mañana. Después de pasar una semana de recogimiento, llamada Semana Mayor, y dos días de duelo, Jueves y Viernes Santos, llegaba el regocijo del Sábado de Gloria, seguido por el Domingo de Resurrección.

Mamá decía que el Viernes Santo era el día más solemne, más significativo y más triste del año, porque era el día en que nuestro Salvador murió por nosotros. Yo lo creía, y lo sigo creyendo así.

En ese día no se podía cantar, ni reír, ni hacer cuentos; ni barrer, ni lavar, ni planchar; en fin, no se podía trabajar, ni tampoco solazarse porque estábamos de luto por la muerte de Jesús. Todo era silencio… como cuando vas a un velorio de un ser muy querido. Si te olvidabas y cantabas sin darte cuenta, alguien en tu casa, un vecino o simplemente el que pasara por la calle, te llamaba la atención por tu descuido. Apenas se cocinaba algo muy ligero, porque el hambre no sabe de duelo, y decían que el que se bañaba en el río, en la zanja o en el mar se volvía pez.

Todos esperábamos con ansias la llegada del sábado a las diez de la mañana, cuando las campanas de la iglesia del pueblo redoblaban y redoblaban anunciando que Cristo estaba vivo de nuevo. ¡Qué alegría… qué algarabía… qué regocijo! Todo el mundo voceaba, gritaba, cantaba, y se alegraba celebrando el milagro de la Resurrección. Ah…y ya podíamos oír radio y jugar.

De buenas a primeras un día todo cambió. Las autoridades eclesiásticas determinaron que Jesús no resucitó sábado, sino domingo, y tenía sentido lo que dijeron, porque la Santa Cena se celebró jueves, y fue esa noche cuando lo aprehendieron, y al día siguiente lo crucificaron. Y como las Escrituras dicen que al tercer día resucitó, ese día fue el domingo, y no el sábado. Eso lo entendí muy bien. Pero por Dios… ¿por qué esperamos casi dos mil años para darnos cuenta de eso? ¿Qué nos pasó durante tanto tiempo? Todavía me hago las mismas preguntas.

La verdad es que aún recuerdo con nostalgia los Sábados de Gloria en los que el repicar de las campanas que anunciaban la buena noticia de la Resurrección, ensanchaba mi alma de gozo al recobrar nuestro Jesús vivo, y también porque al renacer, Él me regalaba la alegría de poder cantar y reír de nuevo.