miércoles, 28 de abril de 2010

CLETO OCTAVIO (TAVITO) VÁSQUEZ (*)


DO-RE-MI
Por Juan Colón

ACLARACION DE RIGOR: Muchos me han acusado de “azucarar” a los personajes sobre los que escribo tapando con ello sus vidas desorganizadas y presentándolos casi como santos. Bien. Estoy muy consciente de todo lo que se dice y ha dicho de los “defectos” de este u otro personaje sobre el que he escrito o escribo. Pero, primero: nadie es perfecto. Segundo: ¿para qué recalcar lo “malo”, si ya se conoce? Mejor aún: ¿no es más valioso el hecho de que los logros que celebramos provengan de un ser imperfecto? Tercero: Cada quien su cruz y lo menos que debo sospechar es que así como mis errores aguijonean mi conciencia, así lo hagan con mis protagonistas. Cuarto: ¿no sería pretencioso, peor aún, irresponsable, y hasta cobarde, de mi parte juzgar a otro ser humano y utilizar de forma indebida este foro privilegiado del que dispongo para hacer trizas a un semejante? Don Pedro Henríquez Ureña decía algo más o menos así: siempre saca a relucir lo mejor de cada quien; lo malo no necesita presentación. Mis héroes no son perfectos, pero hicieron el máximo con los recursos que tenían, en el medio estrecho en que se desenvolvían, que es más que lo que se puede decir de la mayoría de muchos de nosotros.

Este extraordinario músico nació en la ciudad de Santiago de los Caballeros en el año 1928 y murió en la ciudad de Santo Domingo el dia 26 de enero del año 1995.

Viene de una familia eminentemente musical entre quienes se cuentan su padre Miguel Angel Vásquez y sus hermanos y tios. Sus primeros conocimientos los recibe de su padre, a los ocho años; a los doce ingresa a la banda de música del municipio de Santiago tocando clarinete para luego pasar al saxofón donde desarrolla su virtuosismo.

Entra a formar parte de todos los acontecimientos musicales de la ciudad y de esa forma comienza su vertiginosa carrera, la que estuvo llena de sorpresas por haberse dedicado de lleno al desarrollo de la improvisación dentro del merengue.
Fue músico de las principales orquestas de la época: Orq. Marvavilla, Orq. Liras del Yaque y la de Los Hermanos Vásquez. Es en el mundo de los grupos de música típica donde su carrera causa impacto dentro de los músicos y su crecimiento se hizo indetenible.

Se traslada a la ciudad capital y al poco tiempo pasa a formar parte del personal artístico de la Voz Dominicana en la orquesta de planta como saxofonista. Al mismo tiempo se incorpora en un programa radial de música Típica con el Conjunto Alma Criolla donde se hace famoso por sus grandes interpretaciones causando esto que todos los artistas de la época sintieran el deseo de incorporar las interpretaciones de este genial músico en sus grabaciones.

La presencia de Tavito Vásquez en el merengue produce un aumento en la velocidad del mismo; esto produjo un cambio en la forma de tocar y estableció una nueva forma en el papel del saxofón dentro del merengue. Quizás sin proponérselo fue el único responsable de causar una verdadera revolución musical que produjo sus frutos en todos los instrumentistas.


A partir de ese momento los músicos se vieron precisados al uso de la improvisación y a desarrollar ese concepto dentro del merengue el cual no había sido usado en gran escala por los instrumentistas de nuestra música. Si bien algunos lo intentaron otros antes que él, estos no tuvieron las condiciones excepcionales como improvisadores.

Trabajó como músico exclusivo de la Voz Dominicana por muchos años junto a destacadas figuras del arte nacional e internacional logrando alcanzar gran notoriedad por sus virtuosas interpretaciones en el instrumento que dominaba como pocos.

Participó como acompañante en las grabaciones de los mejores cantantes y conjuntos destacados del país: Joseito Mateo, Ñiñí y Elenita Santos, Luis Vásquez, Luis Kalaf, Trio Reynoso, Conjunto Alma Criolla, Vinicio Franco, Rafelito Román, Ramón Garcia y su Conjunto Típico Cibao, Orquesta José Reyes; fue saxofonista de la Orquesta Angelita terminando luego como su director musical.

Tavito tuvo mucha influencia del gran saxofonista norteamericano Charlie Parker a quien escuchaba a través de los programas radiales que se producían en la ciudad capital. Ha sido calificado por muchos músicos extranjeros como Paquito D’Rivera, Gato Barbieri, Mario Rivera (dominicano), y los más notables músicos nuestros, como un verdadero virtuoso; capaz de jugar con el tiempo, con las melodías, tocando frases hermosísimas en diferentes lugares sin perder su alto contenido rítmico, y por ser al mismo tiempo el pionero en darle carácter profesional dentro del merengue al concepto de la improvisación y de servir como bujía de inspiración para todo aquel que sintiera el deseo de lograr tocar el saxofón.

Al mismo tiempo de ser motivo de inspiración también lo era de frustración porque las cosas que tocaba sonaban fáciles y cuando queríamos reproducirlas nos dábamos cuenta la complejidad de lo que aparentaba ser fácil, característica de los genios como él.

El gran nombre de este gigante musical lamentablemente sólo fue escasamente local. Muchos músicos, por mezquindad o envidia, nunca tuvieron el valor de aceptar públicamente y reconocer que en el maestro teníamos un verdadero virtuoso en todo el sentido de la palabra.

Logró un desarrollo técnico con el instrumento que pudo eliminar las clásicas barreras de tonalidades que tenemos, no le importaba cuántos sostenidos (#) y/o bemoles (b) tuviera la canción, todo lo que pensaba podía llevarlo con extrema facilidad al instrumento.Este es uno de los problemas más graves que pueda enfrentar cualquier instrumentista sin importar el género que interprete.

He trabajado con innumerables músicos nuestros de extraordinario talento pero ninguno con las condiciones excepcionales que tenía este grandioso músico.

Sufrió muchas desilusiones de sus propios compañeros. Nunca fue considerado como figura prominente de respeto dentro de nuestra música; se usaba su figura para darle profesionalidad a determinado programa, radial o televisado; estaba bien consciente de que cualquier programa que quisiera captar audiencia musical solo tenía que tenerlo como invitado especial.

No era un hombre dado a la publicidad, tampoco usaba los medios para que se le pusiera en las páginas de los diferentes diarios del país.

Creía fielmente en su deber como músico, estaba consciente de cuál era su misión y el precio de ingratitud con que le pagaríamos.

Nunca tuvo secretos para todo el que quería preguntarle algo, él sabía que tenía condiciones especiales, lo habíamos hablado en muchas ocasiones, pero lo que hacía admirable a este virtuoso era su humildad, nunca nos miró por encima del hombro, siempre tenía un consejo listo para dar, una exhortación, una tarea, un estímulo.

Estaba seguro de la maldad del hombre y del nivel del ego de quienes lo rodeaban. Sabía que nunca iba a ser aceptado dentro de la sociedad, eran tiempos muy difíciles donde el color y el estatus familiar jugaban un papel preponderante en toda nuestra sociedad. En la nuestra siempre hemos tenido un racismo oculto, el cual lo negamos y como negación tampoco lo admitimos.

Durante muchos años traté de descifrar dentro de mí los sentimientos que me producía la presencia del maestro y de saber que siempre tuvo un momento para mí; el respeto especial que me inspiraba era algo más profundo que el que normalmente existe entre maestro y alumno, era algo que estaba por encima de todos los obstáculos. Él se empeñaba en dar lo mejor de sí, y esto lo hacía un gigante.

Una vez me dijo, que cuando a una música folklórica se le cambia su patrón rítmico esta tenía por ley que desaparecer, y después de un corto silencio agregó: “mire Juan, si al merengue se le cambia su patrón rítmico, éste va a desaparecer”. Lo comenzamos a ver con el llamado cambio de “A lo Maco”, el cual no es nada nuevo, es producto de un ritmo nuestro que murió hace muchos años. Lamentablemente, somos un pueblo con muy poca memoria y por dinero hacemos lo imposible por lograr que lo negro parezca blanco.

Recuerdo en nuestra última conversación la cual tuvo lugar más o menos seis meses antes de su muerte; me dijo: “maetríco, usted no volverá a verme tocar de nuevo; aprovécheme ahora”. Le dije: “¡qué va maestro; tendremos al Maestro Tavito por muchos años!”. A lo que me respondió: “no, no… ya estoy terminando… me tengo que ir… el Señor me está llamando; y usted sabe, maetríco, cuando el hombre es llamado de allá arriba… uhhhh… hay que irse. Me voy contento porque quiero morir tocando”. Así murió el maestro.

Más que musical, que no es pequeño, el legado que nos dejó como ser humano es de tanto valor como el musical. Sólo quería vivir en paz con él y en paz con Dios; anhelo típico de los grandes hombres. Aquí cabe una frase del gran científico Albert Einstein la cual dice así: “Intenta no ser un hombre de éxito; intenta ser un hombre de valía”, esta frase se la dedico al maestro por haber luchado de esa manera y con su ejemplo habernos demostrado que ser famoso no era la prioridad de su vida: era enmendarse a sí mismo para ser un hombre de valor ante Dios y los suyos.

Es más que un honor para mí haber transcripto algunos de los solos de este genial músico el cual llevó con honra el sello de ser considerado merenguero: fue un verdadero merenguero hasta la tambora, sin lugar a dudas.

Su música llevada al pentagrama es el mayor legado que pueda dejarle a su propia música.

Tavito, Alma y Espíritu con sabor a Melao, que supo dejar a un lado la gloria de la fama y el glamor para ser el Alma viviente de nuestra música, el merengue.

Extraordinario músico que expresó con su instrumento las inmensidades de nuestra música y que moría lentamente cada vez que escuchaba algo que se le llamara merengue sin serlo. Era muy celoso con su música, consideraba que si perdíamos la tambora perderíamos la identidad de nuestra música delante de nosotros y a los ojos del mundo.

La inmensidad de sus solos abarca casi tres generaciones. Hoy día, no hay un saxofonista con la destreza para seguir la obra de este coloso nuestro del saxofón. Sólo en la música típica se alcanzan a ver algunos intérpretes con buenas ideas acerca de la improvisación dentro del merengue típico. En el merengue de orquesta murió con la muerte de Tavito Vásquez.

En paz descanse maestro y amigo.

(*) El autor grabó junto a Manuel Tejada un homenaje a Tavito. Con el alma de Tavito es el título, disponible en amazon.com

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