martes, 27 de abril de 2010
Mi prejuicio
REFLEXIONES
Por Lavinia del Villar
En mi práctica profesional traté muchas personas con diferentes problemas de comportamiento, con la empatía que un consejero, terapeuta o psicólogo debe tener. Digo “traté” porque trabajé por 16 años en un programa de rehabilitación de adictos a alcohol y drogas en Estados Unidos, en donde fui desde consejera hasta directora del Programa Residencial de Adultos, con una modalidad de Comunidad Terapéutica, y ahora estoy retirada.
Trabajé con distintas poblaciones: Convictos (por posesión y distribución de drogas, asalto a mano armada, homicidio involuntario, robo, etc.), afectados de HIV y/o SIDA, homosexuales, prostitutas, víctimas y victimarios de violencia doméstica, entre otras.
Para esto me capacité como Consejera en Salud Mental y Abuso de Sustancias, Licenciatura y Maestría en Psicología, y otras tantas certificaciones que no viene al caso enumerar, hasta alcanzar la Licencia como Consejera de Alcohol y Otras Drogas, que me permitía incluso trabajar en el ámbito privado .
En casi todas las evaluaciones finales de estos grados, surgía la pregunta obligada: ¿Tiene usted algún prejuicio para tratar alguna población especial?, a lo que siempre contesté honesta y sinceramente: “Si, no puedo tratar los violadores sexuales de menores.” Y es cierto, no soy indulgente con estos enfermos, ni lo seré nunca…
El domingo 18 de abril leí en el Listín Diario que un menor de 16 años violó una niña de 4. Me indigné, y pensé que hay una gran carencia en esta generación que está subiendo con una conducta antisocial, donde el remordimiento es cosa del pasado. Pensé que nuestra salvación no radica tanto en la necesidad de reformar el Código del Menor, sino más bien en la urgencia de reforzar la enseñanza de valores y principios tanto en la familia como en la escuela, para así prevenir el comportamiento delictivo de nuestros niños y adolescentes. Creo más en la prevención que en el castigo, por lo que exhorto a padres y maestros a que recarguemos nuestras pilas en la espiritualidad, para de este modo poder ayudar los futuros representantes de nuestra República Dominicana.
Por Lavinia del Villar
En mi práctica profesional traté muchas personas con diferentes problemas de comportamiento, con la empatía que un consejero, terapeuta o psicólogo debe tener. Digo “traté” porque trabajé por 16 años en un programa de rehabilitación de adictos a alcohol y drogas en Estados Unidos, en donde fui desde consejera hasta directora del Programa Residencial de Adultos, con una modalidad de Comunidad Terapéutica, y ahora estoy retirada.
Trabajé con distintas poblaciones: Convictos (por posesión y distribución de drogas, asalto a mano armada, homicidio involuntario, robo, etc.), afectados de HIV y/o SIDA, homosexuales, prostitutas, víctimas y victimarios de violencia doméstica, entre otras.
Para esto me capacité como Consejera en Salud Mental y Abuso de Sustancias, Licenciatura y Maestría en Psicología, y otras tantas certificaciones que no viene al caso enumerar, hasta alcanzar la Licencia como Consejera de Alcohol y Otras Drogas, que me permitía incluso trabajar en el ámbito privado .
En casi todas las evaluaciones finales de estos grados, surgía la pregunta obligada: ¿Tiene usted algún prejuicio para tratar alguna población especial?, a lo que siempre contesté honesta y sinceramente: “Si, no puedo tratar los violadores sexuales de menores.” Y es cierto, no soy indulgente con estos enfermos, ni lo seré nunca…
El domingo 18 de abril leí en el Listín Diario que un menor de 16 años violó una niña de 4. Me indigné, y pensé que hay una gran carencia en esta generación que está subiendo con una conducta antisocial, donde el remordimiento es cosa del pasado. Pensé que nuestra salvación no radica tanto en la necesidad de reformar el Código del Menor, sino más bien en la urgencia de reforzar la enseñanza de valores y principios tanto en la familia como en la escuela, para así prevenir el comportamiento delictivo de nuestros niños y adolescentes. Creo más en la prevención que en el castigo, por lo que exhorto a padres y maestros a que recarguemos nuestras pilas en la espiritualidad, para de este modo poder ayudar los futuros representantes de nuestra República Dominicana.
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Mi querida COMADRE: Gracias por haber dedicado toda su vida a la educacion,acompanada de sus reflexiones religiosas ,que nos sirven de orientacion a quienes involuntariamente ignoramos
ResponderBorrarla voluntad de DIOS.
DIOS la bendiga en union a su querida familia.
Abrazos.
Manito
Hola Lavinia. Muy buen artículo. Coincido contigo en la educación y la espiritualidad, principalmente en los hogares, con reforzamiento en escuelas y colegios.
ResponderBorrarSin embargo, creo que el menor que delinque como adulto, debe ser juzgado como adulto, y si se le encuentra culpable, condenado como adulto. De otra manera, nos tomaría demasiado tiempo limpiar las calles de estas lacras sociales.
Te quiero, te admiro y te respeto muchísimo.
Fernan Ferreira
arapf@codetel.net.do
Lavinia, buenisima reflexión, desde mi humilde rincón comparto totalmente con usted lo escrito, la deshumanización de la sociedad y desprecio por la vida nos ha ido arropando. Desde su peldaño haga todo el esfuerzo posible por ayudar y concientizar maestros, instituciones; usted es un pilar, la apoyamos en su totalidad. Abrazos querida profe.
ResponderBorrarJuan Colon
Doña,
ResponderBorrarLe ha dado usted al clavo en la cabeza (traducido)como dicen los gringos. Los valores en la escuela se perdieron desde que los gobiernos se apropian de los fondos de educacion para tapar los deficits de otros ministerios. Los valores en la familia se pierden cuando los padres no se responsabilizan en darles educacion (como sentarse, comer, vestir, etc.) a sus hijos.
No es facil repetir mil veces "baja los codos de la mesa" pero se le queda.
Siempre es un placer leer sus escritos.
Janio