domingo, 25 de abril de 2010
La privatización de la Internet
Por Isaías Ferreira
Un tribunal de apelación Federal en los Estados Unidos declaró el 6 de abril 2010 que la FCC no tiene autoridad para regular cómo deben manejar los suministradores de servicios de Internet el tráfico en sus redes. Esta decisión da reversa a una orden dada por la FCC a Comcast en 2008 para que cesara el bloqueo a las aplicaciones computadora-a-computadora de sus usuarios las cuales, según Comcast, creaban embotellamiento y la reducción de la velocidad de sus redes. Esta decisión es un golpe contundente a quienes ven en la neutralidad y la democracia de la Internet la base de su crecimiento futuro y una salvaguarda de protección al usuario. Aunque fue escrito en marzo de 2005, este escrito de alerta sigue teniendo relevancia.
La comodidad de la Internet y su efectividad es tal que la miramos como algo común, nada extraordinario. Por centavos al mes podemos hacer todo tipo de investigación y conectarnos con el mundo. No pensamos ni por un segundo acerca de lo complicado de la infraestructura que la hace posible y ni siquiera quién la mantiene trabajando o qué pasaría si de repente tuviésemos que pagar peajes para lograr llegar a todos los rincones que hoy llegamos y para tener acceso a toda la información que hoy recibimos gratis.
Al respecto, dice Michael Copps, uno de los Comisionados de la FCC (Federal Communications Comission; o sea, la Comisión Federal de Comunicaciones) de Estados Unidos: “La Internet del futuro podría no ser la que conocemos. Existen amenazas… intereses de envergadura están buscando posición para restringir la transparencia que ha sido la piedra angular de su desarrollo”.
El gran éxito de la Internet radica precisamente en la democracia con que se maneja. Todos, no importa dónde vivamos ni el estatus social, económico o político, tenemos acceso a la misma, en igualdad de condiciones, usando los mismos carriles comunes que usan todos.
Eso podría cambiar de repente si los gigantes de las telecomunicaciones, AT&T, Comcast y Verizon, los que al presente mantienen un cabildeo intenso en el Congreso de los Estados Unidos por el derecho a controlar qué lugares usted visita en la Internet, la rapidez con que lo hace y cuánto debería pagar por el servicio.
De tener éxito, esas compañías abrirían las puertas para violar lo que en círculos técnicos se conoce como la “neutralidad de la Red”. De acuerdo a ese principio, los usuarios tienen la potestad de acceder a cualquier sitio en la red, publicar sus propios trabajos y usar cualquier aplicación que ellos deseen, sin las restricciones y limitaciones impuestas por los proveedores del servicio, los llamados ISP (Internet Service Providers o Proveedores de Servicios de Internet).
Es precisamente la neutralidad de la red lo que ha hecho posible que este medio haya podido crecer exponencialmente, alentar la innovación y alterar la forma en que nos comunicamos. Cambiar ese patrón y ponerle la camisa de fuerza que los avariciosos de las gigantescas compañías de las telecomunicaciones quieren imponerle, destruiría la cultura democrática que el medio disfruta.
¿Por qué es importante la neutralidad de la red? Veamos: si, por ejemplo, usted busca por un artefacto electrónico en línea; según la neutralidad de la red usted debe tener la libertad de adquirir éste de cualquiera de los sitios existentes en la Internet, no sólo de los sitios con quienes su proveedor de servicio tenga una relación comercial. Si desea usted utilizar su conexión de banda ancha para hacer llamadas telefónicas, su proveedor no debe tener la potestad de impedirlo.
Tener esa potestad le daría autoridad al ISP de bloquear el acceso del usuario a sitios que económicamente no les convengan. El argumento de AT&T y Verizon es que ellos debieran tener control de facturar y controlar de acuerdo al uso que se haga de las infraestructuras que ellos han creado y exigir pagos de sitios como Yahoo y Google. ¿Olvidan los gigantescos conglomerados que si bien ellos son dueños de los alambres y los equipos, los dueños de las estructuras somos los usuarios a través de las ciudades donde vivimos donde están enclavados los postes telefónicos o donde están tendidos los alambrados que usan para enviar las señales? El público es dueño, además, del espectro de las ondas hertzianas que se utilizan para los mensajes que ellos envían y por medio de licencia otorgada por el gobierno tienen derecho a usar, de acuerdo a reglas claramente estipuladas.
¿Cómo le afectaría a usted como consumidor si esas compañías llegaran a tener la potestad de controlar y hasta bloquear lo que ellos consideren interferiría con la “calidad del servicio”? Aparte de la obvia falta de libertad para elegir, el proveedor podría discriminar en contra de los servicios de un competidor, asegurando que los servicios de estos sean más lentos y hasta defectuosos. Podrían también limitar la diversidad de contenido en su dominio. Además, podrían favorecer los contenidos comerciales sobre los servicios de las compañías que no persiguen lucro, relegándolos a canales más lentos o de menor calidad. Y por último, restringir el uso de la red para hacer llamadas telefónicas. La situación semejaría lo que pasa hoy con el cable: los administradores del cable deciden qué espectáculos presentar, sin buscar de antemano la aprobación del usuario.
Si la Internet ha de ser en el futuro el medio libre que aliente la inventiva del ser humano, de lo que todos nos beneficiamos, lo cual ha hecho posible la existencia de sitios como eBay, Wikipedia, WebMed, HowStuffWorks, YouTube, Yahoo, MySpace, Google, y miles más, debemos avisparnos o arriesgarnos a ser oprimidos una vez más por los avariciosos que no se conforman con los billones que ganan. La neutralidad de la red alienta la creatividad y las iniciativas comerciales en gran escala. Perder la neutralidad de la red, implicaría perder la posibilidad de que ciudadanos comunes puedan participar en el desarrollo futuro del medio y que las compañías multimillonarias nos dicten lo que podemos hacer o no.
Las fuerzas que trabajan arduamente para influir en el Congreso para que los legisladores tomen medidas para que las compañías de telecomunicaciones adquieran más poder sobre el contenido de la Web, son inmensamente poderosas. Este poder viene disfrazado de un lenguaje muchas veces vago y generalizado como es el de tener la potestad de bloquear todo lo “que afecte la calidad del servicio”, lo que en lenguaje plano significa derecho de “aplastar la competencia”. Debemos poner nuestra guardia en alto.
Comencemos por decir con vehemencia a nuestros legisladores que oponemos todo lo que vaya a destruir la neutralidad de la Internet, a aprender todo lo concerniente a este problema para evitar en nuestra ingenuidad que nos chantajeen con razones que sólo favorecen a las compañías de cable y a las telefónicas, y a unirnos a los grupos de protestas que están alzando su voz a través de la nación.
Si bien lo dicho anteriormente parecería sólo afectar a los residentes de los Estados Unidos, no se engañe.
Teniendo en cuenta la dependencia de los países latinoamericanos de los Estados Unidos y el alcance global de las compañías involucradas, se ha de esperar que cualquier medida que tome al respecto el Congreso norteamericano, afecte también los servicios de todos los países del globo y por consiguiente de nuestros países. La Internet es una villa global.
Un tribunal de apelación Federal en los Estados Unidos declaró el 6 de abril 2010 que la FCC no tiene autoridad para regular cómo deben manejar los suministradores de servicios de Internet el tráfico en sus redes. Esta decisión da reversa a una orden dada por la FCC a Comcast en 2008 para que cesara el bloqueo a las aplicaciones computadora-a-computadora de sus usuarios las cuales, según Comcast, creaban embotellamiento y la reducción de la velocidad de sus redes. Esta decisión es un golpe contundente a quienes ven en la neutralidad y la democracia de la Internet la base de su crecimiento futuro y una salvaguarda de protección al usuario. Aunque fue escrito en marzo de 2005, este escrito de alerta sigue teniendo relevancia.
La comodidad de la Internet y su efectividad es tal que la miramos como algo común, nada extraordinario. Por centavos al mes podemos hacer todo tipo de investigación y conectarnos con el mundo. No pensamos ni por un segundo acerca de lo complicado de la infraestructura que la hace posible y ni siquiera quién la mantiene trabajando o qué pasaría si de repente tuviésemos que pagar peajes para lograr llegar a todos los rincones que hoy llegamos y para tener acceso a toda la información que hoy recibimos gratis.
Al respecto, dice Michael Copps, uno de los Comisionados de la FCC (Federal Communications Comission; o sea, la Comisión Federal de Comunicaciones) de Estados Unidos: “La Internet del futuro podría no ser la que conocemos. Existen amenazas… intereses de envergadura están buscando posición para restringir la transparencia que ha sido la piedra angular de su desarrollo”.
El gran éxito de la Internet radica precisamente en la democracia con que se maneja. Todos, no importa dónde vivamos ni el estatus social, económico o político, tenemos acceso a la misma, en igualdad de condiciones, usando los mismos carriles comunes que usan todos.
Eso podría cambiar de repente si los gigantes de las telecomunicaciones, AT&T, Comcast y Verizon, los que al presente mantienen un cabildeo intenso en el Congreso de los Estados Unidos por el derecho a controlar qué lugares usted visita en la Internet, la rapidez con que lo hace y cuánto debería pagar por el servicio.
De tener éxito, esas compañías abrirían las puertas para violar lo que en círculos técnicos se conoce como la “neutralidad de la Red”. De acuerdo a ese principio, los usuarios tienen la potestad de acceder a cualquier sitio en la red, publicar sus propios trabajos y usar cualquier aplicación que ellos deseen, sin las restricciones y limitaciones impuestas por los proveedores del servicio, los llamados ISP (Internet Service Providers o Proveedores de Servicios de Internet).
Es precisamente la neutralidad de la red lo que ha hecho posible que este medio haya podido crecer exponencialmente, alentar la innovación y alterar la forma en que nos comunicamos. Cambiar ese patrón y ponerle la camisa de fuerza que los avariciosos de las gigantescas compañías de las telecomunicaciones quieren imponerle, destruiría la cultura democrática que el medio disfruta.
¿Por qué es importante la neutralidad de la red? Veamos: si, por ejemplo, usted busca por un artefacto electrónico en línea; según la neutralidad de la red usted debe tener la libertad de adquirir éste de cualquiera de los sitios existentes en la Internet, no sólo de los sitios con quienes su proveedor de servicio tenga una relación comercial. Si desea usted utilizar su conexión de banda ancha para hacer llamadas telefónicas, su proveedor no debe tener la potestad de impedirlo.
Tener esa potestad le daría autoridad al ISP de bloquear el acceso del usuario a sitios que económicamente no les convengan. El argumento de AT&T y Verizon es que ellos debieran tener control de facturar y controlar de acuerdo al uso que se haga de las infraestructuras que ellos han creado y exigir pagos de sitios como Yahoo y Google. ¿Olvidan los gigantescos conglomerados que si bien ellos son dueños de los alambres y los equipos, los dueños de las estructuras somos los usuarios a través de las ciudades donde vivimos donde están enclavados los postes telefónicos o donde están tendidos los alambrados que usan para enviar las señales? El público es dueño, además, del espectro de las ondas hertzianas que se utilizan para los mensajes que ellos envían y por medio de licencia otorgada por el gobierno tienen derecho a usar, de acuerdo a reglas claramente estipuladas.
¿Cómo le afectaría a usted como consumidor si esas compañías llegaran a tener la potestad de controlar y hasta bloquear lo que ellos consideren interferiría con la “calidad del servicio”? Aparte de la obvia falta de libertad para elegir, el proveedor podría discriminar en contra de los servicios de un competidor, asegurando que los servicios de estos sean más lentos y hasta defectuosos. Podrían también limitar la diversidad de contenido en su dominio. Además, podrían favorecer los contenidos comerciales sobre los servicios de las compañías que no persiguen lucro, relegándolos a canales más lentos o de menor calidad. Y por último, restringir el uso de la red para hacer llamadas telefónicas. La situación semejaría lo que pasa hoy con el cable: los administradores del cable deciden qué espectáculos presentar, sin buscar de antemano la aprobación del usuario.
Si la Internet ha de ser en el futuro el medio libre que aliente la inventiva del ser humano, de lo que todos nos beneficiamos, lo cual ha hecho posible la existencia de sitios como eBay, Wikipedia, WebMed, HowStuffWorks, YouTube, Yahoo, MySpace, Google, y miles más, debemos avisparnos o arriesgarnos a ser oprimidos una vez más por los avariciosos que no se conforman con los billones que ganan. La neutralidad de la red alienta la creatividad y las iniciativas comerciales en gran escala. Perder la neutralidad de la red, implicaría perder la posibilidad de que ciudadanos comunes puedan participar en el desarrollo futuro del medio y que las compañías multimillonarias nos dicten lo que podemos hacer o no.
Las fuerzas que trabajan arduamente para influir en el Congreso para que los legisladores tomen medidas para que las compañías de telecomunicaciones adquieran más poder sobre el contenido de la Web, son inmensamente poderosas. Este poder viene disfrazado de un lenguaje muchas veces vago y generalizado como es el de tener la potestad de bloquear todo lo “que afecte la calidad del servicio”, lo que en lenguaje plano significa derecho de “aplastar la competencia”. Debemos poner nuestra guardia en alto.
Comencemos por decir con vehemencia a nuestros legisladores que oponemos todo lo que vaya a destruir la neutralidad de la Internet, a aprender todo lo concerniente a este problema para evitar en nuestra ingenuidad que nos chantajeen con razones que sólo favorecen a las compañías de cable y a las telefónicas, y a unirnos a los grupos de protestas que están alzando su voz a través de la nación.
Si bien lo dicho anteriormente parecería sólo afectar a los residentes de los Estados Unidos, no se engañe.
Teniendo en cuenta la dependencia de los países latinoamericanos de los Estados Unidos y el alcance global de las compañías involucradas, se ha de esperar que cualquier medida que tome al respecto el Congreso norteamericano, afecte también los servicios de todos los países del globo y por consiguiente de nuestros países. La Internet es una villa global.
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