El padre de Dominguito tenía un negocio, en el lugar donde Milito Rodríguez tuvo su barra, esto es, en la calle Hermanas Mirabal esquina Duarte. Había un señor que iba todos los sábados a pedir que le dieran un habanero o cigarro, o cualquier otra cosa, sin pagar. Lo hacía con una autoridad tal, que parecía socio del negocio, y cuando le daban el cigarro se recostaba encima de un saco de arroz o de azúcar de esos llamados manilo o Camilo, donde comenzaba a fumar muy plácidamente. Dominguito, ante tal situación le dice a su padre, que estaba harto de tantas molestias: papá, déjeme eso a mí, que yo si sé lo que voy hacer… que, que lo voy a joder... yo, yo resuelvo eso.
- Dominguito ten cuidado con lo que tú vas a hacer; yo te conozco.
- Tran- tranquilo, papá.
Para el siguiente sábado Dominguito le tenía preparada una gran sorpresa al molestoso, quien llegó exigiendo su cigarro y como de costumbre se posicionó en los sacos a fumárselo. El intruso parsimoniosamente coge su túbano, lo prende y cuando lo está disfrutando con todo su cuadre, de repente se prende el cigarro como una pata de gallina y le tizna todo el rostro… al hombre no le quedó una sola pestaña en sus ojos. Dominguito le había puesto pólvora en mitad del cigarro.
E-ese no no duerme por todos estos días, dijo Dominguito celebrando. Demás está decir que el molestoso jamás volvió a acercarse por la tienda.
Un domingo iba un grupo de jóvenes del centro del pueblo de gira al río Mao. Una de las jóvenes invitadas, llamada María Alicia Reyes Fernández, se sintió molesta cuando le dijeron que Dominguito iría a ese paseo. Dominguito se enteró de esa mala noticia y de inmediato emprendió camino al lugar donde se haría el pasadía, y al llegar allí se acostó a la orilla del río, para simular que estaba muerto. Cuando llegaron los convidados, María Alicia, no obstante su aparente negativa a que él fuera a esa fiesta, cuando vio a Dominguito tirado en el suelo, pensando que se había ahogado comenzó a llorar desesperadamente, y decía repetidamente: ¡Ay mi Dominguito! ¡Ay mi Dominguito! ¡Ay mi Dominguito, tanto que lo amaba, tanto que lo amaba! Dominguito, sorprendido ante tal situación, se levantó exaltado y con lágrimas en los ojos le dijo: Anjá, Anjá y tú-tú dique no me quería... y le fue encima dándole un beso apasionado. Esta pareja se casó y procreó dos hijos: el Dr. Leovigildo Reyes Reyes, de quien se dice tenía una destreza quirúrgica extraordinaria, catedrático de la facultad de medicina de una de las universidades de Puerto Rico, y Emma Reyes Reyes, quien fuera la esposa de Milito Cabral.
Monchy, otro de los prohombres de Valverde-Mao.Querido hermano espero verte cuando regrese a la Isla alrededor de Julio.
ResponderBorrarJose Rodriguez.
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