sábado, 3 de abril de 2010

LAS VENTANAS DEL ALMA

Por Lavinia del Villar

A mi madre Ana Delia Jorge

Siempre recuerdo que todos los días al levantarse por las mañanas, mi mamá abría las ventanas de nuestra casa. Al hacerlo, usualmente decía: “Abran las ventanas para que entre la gracia de Dios.” Eso me encantaba, aunque de chiquita no entendiera como era eso de que entrara la gracia de Dios.

Así fue como yo también adopté la rutina de abrir las ventanas por las mañanas, y al hacerlo sentía que me llenaba de luz y de paz.

Desgraciadamente, durante los años que viví en Estados Unidos, que fueron más de 30, esa costumbre fue difícil de seguir, primero por el clima, y segundo por el trabajo, ya que no podíamos irnos y dejar las ventanas abiertas.

Entonces opté por abrir cortinas, con el mismo deseo de que a través del cristal entrara la gracia de Dios. Y trabajó. Igual sentía esa sensación de iluminación y bienestar al ver la claridad del día. Realmente sentía que entraba la gracia de Dios.

Analizando hoy el mensaje de mi madre, me doy cuenta de que verdaderamente es lindo ver la luz, y tener la esperanza de que la gracia de Dios entre en tu casa con sólo abrir una ventana o descorrer una cortina; pero también me doy cuenta de que para que esta gracia entre, hay otras ventanas que también deben estar abiertas: Las ventanas del alma.

Abrir las ventanas de nuestra casa requiere de muy poco esfuerzo, digamos que es cuestión de leves movimientos físicos. En cambio abrir las ventanas del alma requiere de movimientos espirituales, digamos que es cuestión de valentía.

Abrir las ventanas del alma es arriesgarse a dejar entrar otras personas a nuestro interior. Es entender que al dejar entrar la luz, podrían también penetrar cosas indeseables y desengaños. Es aventurarnos a recibir la vida con sus bendiciones y sus consecuencias. Es atrevernos a ser humildes, receptivos, comprensivos y generosos. Es abrir los brazos para decir estoy aquí, puedo permitir que me ames, puedo escuchar, puedo entender, puedo alegrarme con tus triunfos, puedo compartir tus penas, estoy vivo, soy humano, te necesito, me puedes ayudar, me puedo equivocar, no soy perfecto....

El mundo está lleno de gente buena... Dejémonos consentir...

Abramos las ventanas, rodemos las cortinas, dejemos entrar la luz, permitamos que entre la gracia de Dios, pero sobretodo atrevámonos a abrir... Las Ventanas del Alma.

Marzo, 2005.

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