martes, 5 de marzo de 2013
RECORDANDO NUESTROS HÉROES
DOMINGO ALMONTE: "EL ESTRALLAO"
Por Jochy Reyes
"Quien miente porque desconoce la verdad es un iluso. Pero, quien miente conociendo la verdad es un criminal”. Bertolt Brecht
Las palabras expresadas por la excelsa educadora y gran amiga, Lavinia del Villar, referentes a que, "la falta de civismo que puedan tener nuestros hijos se deba al hecho de que no hemos sido capaces de sentarnos con ellos, para contarles muestras experiencias vividas y conocidas, sobre nuestra historia", me puso a reflexionar sobre lo dicho hace mucho tiempo por este gran dramaturgo y poeta alemán, referente al poder de una "verdad" manipulada.
Si bien es cierto que no podemos pecar de ilusos por conocer los hechos, al no atrevernos a contarlos ya sea por cobardía o desidia, podíamos entrar a formar fila entre los criminales. Es por tanto que quiero en este artículo rendir mi testimonio, como un homenaje a un hombre que toda su vida la entregó a las mejores causas de su pueblo: Domingo Almonte, el querido "estrallao".
A Domingo lo conocí a finales del año 1961, en el fragor de las luchas que para entonces libraba el pueblo dominicano, contra los remanentes de la tiranía de Trujillo. En ese importante periodo histórico a Domingo y a mí nos asignaron un trabajo, que para la época era de alta peligrosidad. Consistía en poner unos letreros pidiendo el cese de la represión y que salieran los Trujillo del país. Lo difícil era el sitio donde debíamos ponerlos: la antigua oficina de la cédula ubicada en una de las esquinas frente al parque y por si fuera poco, custodiada por un militar fusil en mano y seguro con la orden de tirar a matar.
Después de estudiar el escenario, escondidos en uno de los canteros del antiguo parque y siendo como las diez de la noche, me dice Domingo: ¡Tengo una idea! Voy a ir por el teatro jaragua y simularé ser un forastero perdido en busca de una dirección y cuando el guardia dé la espalda, aprovechas para poner los letreros. Se hizo como él dijo y la operación fue un éxito. La moraleja del caso es que, cuando nos juntamos unos minutos después del deber cumplido, me dice Domingo: ¡qué guardia más dichoso! Al preguntarle ¿por qué? Me dice: porque si se hubiera movido ya lo tenía medido y era en la quija que le iba a dar y además le quitaba el fusil, para sumarlo a la causa.
Pero donde este hombre demostró un valor espartano, yo diría hasta temerario, fue una de las veces que cayó preso. En esa época Domingo se convirtió en el enemigo número uno de las fuerzas represivas, por ende el más buscado; fue llevado al palacio de la policía que se encontraba en la planta baja de la gobernación; allá lo esperaba un séquito encabezado por el jefe policial de entonces, el capitán Jiminián. Lo llevan a un cuartucho para darle su merecido, según ellos. En ese momento llega Jáquez Olivero, que para esa época era coronel y cuando en el transcurso del interrogatorio le lanzan un culatazo, Domingo se agacha y la culata le pega en la cara al policía que lo tenía agarrado por detrás; a esto, Jiminián le fue encima pistola en mano; Domingo le agarra el brazo armado y dándole un empujón cae por un lado el capitán y por otro la pistola. En eso interviene el coronel Jáquez agarrando a Domingo, quien le grita: ¡coronel, coño, máteme usted; para llevarme la gloria que me mató un coronel y no una mierda como ese!, señalando a Jiminián.
Domingo era sumamente sensible y reaccionaba al instante contra los abusos. Una vez terminada la revolución se hizo un mitin en el malecón para recibir a Juan Bosch, que acababa de llegar de su exilio. Nos encontrábamos juntos Domingo, Fernandito Valerio y yo. Al rato me dice el estrallao: hace mucho calor; a lo que le sugerí que camináramos un poco por el malecón, hasta encontrar algo de tomar. Frente donde está hoy el ministerio de cultura encontramos un coquero; recuerdo eran unos cocos pequeños pero muy dulces, que el mismo Domingo bautizó como cocos chinos. Ya estábamos en la periferia del mitin y la zona estaba llena de policías. Cuando disfrutábamos de este delicioso manjar, encima de los bancos del malecón, viene un muchachito que para mí ni tenía más de 13 o 14 años, vendiendo el periódico del catorce de junio. Al llegar donde se encontraban los policías, un teniente abusador lo empuja y le arrebata los periódicos; de manera inmediata Domingo reacciona y con un lanzamiento en recta que lo hubieran envidiado los mejores pitchers de la época, le ha pegado un cocaso a ese teniente que cayó al suelo lleno de sangre; ya pueden imaginarse lo que pasó después, las bombas y los tiros no se hicieron esperar; en el corre corre hemos ido a parar a los arrecifes y de una de sus cuevas nos sacaron a un grupo preso; por suerte la reacción de Domingo fue tan rápida ante el abuso que prácticamente nadie supo lo que pasó. Después me dijo Domingo a los dos o tres días de habernos soltado, que se juntó con Fernandito quien por suerte corrió por otro lado y no cayó preso, y que este al verlo le dijo, Domingo ¿y qué fue lo que pasó?
¿De donde viene el nombre de "estrallao"?
Cuando llegamos a la capital para integrarnos a la lucha por la soberanía que libraba el pueblo contra la invasión en 1965 y al llegar a la casa que sería nuestro comando maeño, eran como las seis de la tarde; cansados por el largo viaje en el viejo jeep del ayuntamiento de Mao, ya que nuestro comandante era el sindico de la época; empieza la repartidera de colchones y todo el mundo decía ese es el mío o aquel y aquel. A todo esto el comandante Sergio nota que Domingo se encuentra tranquilo observando la escena, entonces le pregunta: Almonte ¿y usted donde va a dormir? A lo que domingo le contesta: comandante, yo me estrallo dondequiera. Después que cayó la risa de todos los presentes ante semejante ocurrencia, de ese momento en adelante ya nadie en el comando le volvió a decir Domingo, sino el "estrallao".
Quiero por último referirme a otro hecho que demuestra el celo y el amor con que este hombre se entregaba en su lucha contra la opresión y el abuso de ver la patria mancillada por el ejército invasor. Una noche nos encontrábamos descansando en el comando, se había ido la luz, cuando de repente, se aparece el estrallao con un hombre agarrado por los fundillos y un vaso de ron en las manos. Este señor casi duplicaba a Domingo en tamaño y a la voz de, camine que usted está preso, le explica al comandante Sergio: a este lo encontré en la barra hablando mal de la revolución; a lo que Sergio mirándome dijo, nada más un loco como ese trae preso a un hombre tan grande. Hoy que la patria se encuentra enferma de corrupción, impunidad y narcotráfico, hombres como Domingo Almonte, el estrallao, es que hacen falta.
Por Jochy Reyes
"Quien miente porque desconoce la verdad es un iluso. Pero, quien miente conociendo la verdad es un criminal”. Bertolt Brecht
Las palabras expresadas por la excelsa educadora y gran amiga, Lavinia del Villar, referentes a que, "la falta de civismo que puedan tener nuestros hijos se deba al hecho de que no hemos sido capaces de sentarnos con ellos, para contarles muestras experiencias vividas y conocidas, sobre nuestra historia", me puso a reflexionar sobre lo dicho hace mucho tiempo por este gran dramaturgo y poeta alemán, referente al poder de una "verdad" manipulada.
Si bien es cierto que no podemos pecar de ilusos por conocer los hechos, al no atrevernos a contarlos ya sea por cobardía o desidia, podíamos entrar a formar fila entre los criminales. Es por tanto que quiero en este artículo rendir mi testimonio, como un homenaje a un hombre que toda su vida la entregó a las mejores causas de su pueblo: Domingo Almonte, el querido "estrallao".
A Domingo lo conocí a finales del año 1961, en el fragor de las luchas que para entonces libraba el pueblo dominicano, contra los remanentes de la tiranía de Trujillo. En ese importante periodo histórico a Domingo y a mí nos asignaron un trabajo, que para la época era de alta peligrosidad. Consistía en poner unos letreros pidiendo el cese de la represión y que salieran los Trujillo del país. Lo difícil era el sitio donde debíamos ponerlos: la antigua oficina de la cédula ubicada en una de las esquinas frente al parque y por si fuera poco, custodiada por un militar fusil en mano y seguro con la orden de tirar a matar.
Después de estudiar el escenario, escondidos en uno de los canteros del antiguo parque y siendo como las diez de la noche, me dice Domingo: ¡Tengo una idea! Voy a ir por el teatro jaragua y simularé ser un forastero perdido en busca de una dirección y cuando el guardia dé la espalda, aprovechas para poner los letreros. Se hizo como él dijo y la operación fue un éxito. La moraleja del caso es que, cuando nos juntamos unos minutos después del deber cumplido, me dice Domingo: ¡qué guardia más dichoso! Al preguntarle ¿por qué? Me dice: porque si se hubiera movido ya lo tenía medido y era en la quija que le iba a dar y además le quitaba el fusil, para sumarlo a la causa.
Pero donde este hombre demostró un valor espartano, yo diría hasta temerario, fue una de las veces que cayó preso. En esa época Domingo se convirtió en el enemigo número uno de las fuerzas represivas, por ende el más buscado; fue llevado al palacio de la policía que se encontraba en la planta baja de la gobernación; allá lo esperaba un séquito encabezado por el jefe policial de entonces, el capitán Jiminián. Lo llevan a un cuartucho para darle su merecido, según ellos. En ese momento llega Jáquez Olivero, que para esa época era coronel y cuando en el transcurso del interrogatorio le lanzan un culatazo, Domingo se agacha y la culata le pega en la cara al policía que lo tenía agarrado por detrás; a esto, Jiminián le fue encima pistola en mano; Domingo le agarra el brazo armado y dándole un empujón cae por un lado el capitán y por otro la pistola. En eso interviene el coronel Jáquez agarrando a Domingo, quien le grita: ¡coronel, coño, máteme usted; para llevarme la gloria que me mató un coronel y no una mierda como ese!, señalando a Jiminián.
Domingo era sumamente sensible y reaccionaba al instante contra los abusos. Una vez terminada la revolución se hizo un mitin en el malecón para recibir a Juan Bosch, que acababa de llegar de su exilio. Nos encontrábamos juntos Domingo, Fernandito Valerio y yo. Al rato me dice el estrallao: hace mucho calor; a lo que le sugerí que camináramos un poco por el malecón, hasta encontrar algo de tomar. Frente donde está hoy el ministerio de cultura encontramos un coquero; recuerdo eran unos cocos pequeños pero muy dulces, que el mismo Domingo bautizó como cocos chinos. Ya estábamos en la periferia del mitin y la zona estaba llena de policías. Cuando disfrutábamos de este delicioso manjar, encima de los bancos del malecón, viene un muchachito que para mí ni tenía más de 13 o 14 años, vendiendo el periódico del catorce de junio. Al llegar donde se encontraban los policías, un teniente abusador lo empuja y le arrebata los periódicos; de manera inmediata Domingo reacciona y con un lanzamiento en recta que lo hubieran envidiado los mejores pitchers de la época, le ha pegado un cocaso a ese teniente que cayó al suelo lleno de sangre; ya pueden imaginarse lo que pasó después, las bombas y los tiros no se hicieron esperar; en el corre corre hemos ido a parar a los arrecifes y de una de sus cuevas nos sacaron a un grupo preso; por suerte la reacción de Domingo fue tan rápida ante el abuso que prácticamente nadie supo lo que pasó. Después me dijo Domingo a los dos o tres días de habernos soltado, que se juntó con Fernandito quien por suerte corrió por otro lado y no cayó preso, y que este al verlo le dijo, Domingo ¿y qué fue lo que pasó?
¿De donde viene el nombre de "estrallao"?
Cuando llegamos a la capital para integrarnos a la lucha por la soberanía que libraba el pueblo contra la invasión en 1965 y al llegar a la casa que sería nuestro comando maeño, eran como las seis de la tarde; cansados por el largo viaje en el viejo jeep del ayuntamiento de Mao, ya que nuestro comandante era el sindico de la época; empieza la repartidera de colchones y todo el mundo decía ese es el mío o aquel y aquel. A todo esto el comandante Sergio nota que Domingo se encuentra tranquilo observando la escena, entonces le pregunta: Almonte ¿y usted donde va a dormir? A lo que domingo le contesta: comandante, yo me estrallo dondequiera. Después que cayó la risa de todos los presentes ante semejante ocurrencia, de ese momento en adelante ya nadie en el comando le volvió a decir Domingo, sino el "estrallao".
Quiero por último referirme a otro hecho que demuestra el celo y el amor con que este hombre se entregaba en su lucha contra la opresión y el abuso de ver la patria mancillada por el ejército invasor. Una noche nos encontrábamos descansando en el comando, se había ido la luz, cuando de repente, se aparece el estrallao con un hombre agarrado por los fundillos y un vaso de ron en las manos. Este señor casi duplicaba a Domingo en tamaño y a la voz de, camine que usted está preso, le explica al comandante Sergio: a este lo encontré en la barra hablando mal de la revolución; a lo que Sergio mirándome dijo, nada más un loco como ese trae preso a un hombre tan grande. Hoy que la patria se encuentra enferma de corrupción, impunidad y narcotráfico, hombres como Domingo Almonte, el estrallao, es que hacen falta.
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Jochy Reyes,
Revolucion 1965
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De este hombre hay docenas de anécdotas que soportan su valentía y arrojo, las cuales sé que irán siendo contadas en el transcurso del tiempo porvenir.
ResponderBorrarA Domingo lo recuerdo montado en su Vespa verde, con una gorra tipo boina. Siempre visitaba al viejo Vitalino y a nosotros, pichones de revolucionarios, nos gustaba estar en su compañía campechana y admirar sus antebrazos fuertes como robles y voluminosos como los de Trucutú.
El destino me reservó que el resto de mi vida la familia de Domingo y la mía funcionaran como una sola y por los últimos 30 años hemos sido compadres, profesándonos gran respeto mutuo.
Sigo insistiendo que Mao le debe a Domingo.
Isaias
Apreciado Isaías, en este importantísimo blogs Domingo Almonte está catalogado como en efecto es (o al menos yo creía): un héroe. Domingo, como todo el mundo sabe, estuvo casado con la meritísima maestra doña Camelia Disla, y hace más de treinta años que se divorció de ella, y en el transcurso de ese proceso nunca reclamó nada porque lo de Camelia fue levantado con su sudor y nada más. Camelia murió odiando, no sé por qué ni me importa, a Domingo y se lo decía a todo el mundo, y antes de morir escribió su testamento, donde, lógicamente, no menciona a Domingo. Y resulta que ahora éste, héroe de mi pueblo, comunista en su juventud, querido por todos los maeños dignos y patriotas, ya muy viejo, demanda a los herederos, entre ellos a Juan Luis Disla, un pobre infeliz, porque entiende que él también forma parte de los herederos. Independientemente de que legalmente tenga razón o no, considero su postura una charlatanería, lo que me dice a mí que Domingo no fue ni revolucionario, ni patriota, sino un dominicano que en la época se metió a la moda del comunismo. Esto te lo escribo porque el historial de cada maeño está dentro de tu blogs, farol y guía de la historia de Mao, y acciones como la comentada deben también comentarse.
BorrarEspero que con el alto concepto de justicia que te distingue a ti y a tus hermanos, Norman principalmente, publiques este comentario, pues las acciones de Domingo duelen, por injustas, rastreras y absurdas, y no pueden quedar calladas.
Sin más, esperando ser oído, como merece el caso, de ti con mucho respeto, un miembro de la familia Disla.
Ramón
Tremendo Jochy, esas son de las cosas que debemos saber, las personas de nuestras edades conocemos a Domingo Almonte, pero no todos conocemos de sus luchas y sacrificios, yo me imaginaba de las cosas que tú podias aportar para los que le interesa la historia de nuestras gentes, buen aporte.
ResponderBorrarCon afecto
Papito Mármol
Me alegra sobremanera de que sigan apareciendo los nombres de valerosos hombres como lo es Domingo Almonte y que sus momentos de lucha sean conocidos por esta y la nueva generación y pasen a formar parte de nuestra historia.
ResponderBorrarMis saludos para Domingo
Manito