jueves, 20 de diciembre de 2012

BUSCANDO NIVEL

PARANOIA COLECTIVA EN R.D.
Por Fernando Rodríguez Céspedes


Es lamentable que la situación de inseguridad que afecta a todos los estratos de la población, esté llevando a los dominicanos a convertirse en ciudadanos temerosos y desconfiados, contrario a su tradicional temperamento de simpáticos, colaboradores y sociales.

La gente ha llegado al extremo de espantarse ante el ruido de cualquier motocicleta y si van en ella dos personas, el miedo aumenta ante el temor de que sean asaltantes debido a la cantidad de atracos que se cometen a diario usando esos vehículos.

Lo peor de esta situación es que muchos de esos atracadores motorizados, son policías que andan de civil patrullando los distintos sectores en motores sin placas lo que hace difícil su identificación además de que se mueven con toda libertad.

Cuando cualquier patrulla uniformada los detiene por su aspecto sospechoso y en ocasiones hasta estrafalario, solo basta con mostrar su identificación para que les den luz verde para seguir en sus andanzas, a veces, delictivas.

Si usted anda en un sector desconocido buscando una dirección, la mayoría de las personas a quienes intenta preguntar, lo evaden rápidamente diciendo que no residen en el lugar para evitar acercársele o establecer conversación con un desconocido.

El hogar, considerado el lugar por excelencia para la seguridad, es violentado, a veces, en complicidad con algún miembro del servicio doméstico y en otros casos rompiendo verjas de hierro, puertas y ventanas sin importar que sea de día o de noche, cometiéndose robos y en ocasiones, horribles asesinatos.

Esta situación ha motivado a muchos padres de familia a poner rejas adicionales internas sobreprotegiendo el área de los dormitorios y aún así no se duerme tranquilo pues cualquier ruido provoca un despertar sobresaltado.

Andar en la calle resulta peligroso no importa que transite a pie o en su vehículo. El caso de la ingeniera Francina Hungría ilustra esto último. En el transporte público, además del tradicional cartereo a que se expone quien lo use, se suma el riesgo del secuestro y la violación en el caso de las damas.

Las personas sensatas evitan andar tarde en la noche, lo que disminuye el número de clientes en los centros de diversión nocturnos y los padres de familia somos víctimas de la angustia mientras cualquiera de nuestros hijos ande divirtiéndose en la noche.

El terror, lamentablemente, se está imponiendo en nuestra sociedad y resulta penoso que un pueblo alegre, hospitalario y solidario, sea arrastrado por las circunstancias a ser desconfiado, arisco y atemorizado.

2 comentarios:

  1. Lo triste de todo eso es que la jefatura de la Policía Nacional da la impresión de ser inepta, indiferente o cómplice de la situación (o las tres cosas a la vez). En lo que al gobierno central se refiere, hasta que el caótico estado de cosas no alcance a una de las familias con conexiones, todo parece indicar que no habrá premura o voluntad en resolver la situación.

    Es penoso y vergonzoso, y potencialmente costoso para el país, sobre todo cuando las víctimas más recientes son extranjeras, que las autoridades no sean capaces de parar el crimen y el desorden. ¿Tendremos que armarnos todos y convertirnos en patrulleros?

    Sería esta la máxima expresión de nuestra condición de "Estado fallido".

    Isaías

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  2. Triste realidad que se vive en nuestro país! Y peor aun, pareciera que sólo los delincuentes tienen derechos humanos. Basta con que la Policía Nacional mate a uno de ellos para que los representantes de los derechos humanos salgan a defenderlos. Sin embargo, cuando estos matan a un ciudadano honesto, o le arruinan la vida, como el caso lamentable de la Ing. Hungría, por ejemplo, no aparece ninguno de estos canallas que reclame sus derechos humanos.

    Fernan Ferreira.

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