martes, 31 de mayo de 2011
A PROPÓSITO DE...
EL MEJOR REGALO DE CUMPLEAÑOS
Por Fernando Ferreira Azcona
La noche que siete valientes dominicanos(*) mataron al Perínclito Barón de San Cristóbal, Generalísimo y Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, Benefactor y Padre de la Patria Nueva, y mil títulos más, sin nunca entrar a una universidad, yo cumplía 15 años de edad (Ha Llovido Mucho… diría nuestra querida Maestra Lavinia Del Villar).
En nuestro Grupo de amigos íntimos, que Manito Santana bautizó como “El Grupo de los Cinco” (Ningue, Monchy, Diogenito, Lilí y quien escribe), más que tradición, era un ritual, celebrar el cumpleaños de cada uno de sus Miembros, el mismo día de la fecha natalicia. Es decir, nada de correr la celebración para el próximo fin de semana. Si el 30 de Mayo cayó lunes o martes o miércoles, ese mismo día hicimos el “serrucho” o más bien el “toró”, porque “serruchos” hacíamos con frecuencia, y ¡a beber se ha dicho!…
Entonces, a nadie ha de extrañar que el ajusticiamiento del sátrapa, 30 de Mayo de 1961, nos sorprendiera “libando el néctar de los dioses”, profusa y abundantemente. Éramos un Grupo de “teenagers” que nos considerábamos verdaderos hombres, con la temeridad característica de la juventud. ¡Nos creíamos inmunes a la muerte!
Desde tempranas horas de la noche, nos estacionamos en el Bar Hong Kong, que quedaba frente a la bomba de gasolina de Niño Tió, y cerca del parquecito Duarte, en la calle del mismo nombre, a la entrada de Mao. La berma sur del canal Bogaert era uno de sus límites. En nuestros tiempos las fiestas empezaban temprano, quizás como consecuencia del régimen político despótico que nos gobernaba.
Nos metimos en un “privado” del citado Bar, el Grupo de toda la vida, acompañado del hoy Ingeniero Agrónomo Cirilo Rodríguez, quien al ser íntimo amigo de Danilo Diloné, Pedro Santana y José Miguel Reyes, quienes tenían voces de barítonos y tenores, se había contagiado con la práctica de cantar canciones “duras”, que había que subir mucho, como Júrame, Granada, Amapola, entre otras.
No podría precisar qué hora era, ni cuántas botellas de Palo Viejo o Carta Dorada habíamos “despalotado”, completamente ajenos a que en la capital dominicana se había desarrollado el acontecimiento más trascendental del siglo XX: el ajusticiamiento del Sátrapa del Caribe. Sí sé que estábamos disfrutando a todo dar, cantando “a capela”, pues a Ningue Taveras también le gustaba cantar, entre amigos, las canciones antes citadas y recitar poemas, especialmente, “El Brindis del Bohemio”.
Obviamente, mientras más tragos ingeríamos, mayor era el escándalo en aquel “privado”. Nadie protestaba, porque no había muchos clientes, aunque no me atrevería a aseverar que éramos los únicos en el Hong Kong, esa noche. En medio de toda aquella algarabía, alguien toca la puerta del “privado” con fortaleza inusitada. A nosotros, que ya teníamos un nivel etílico alto corriendo por nuestras venas, nos molestó el intruso y preguntamos: “¿Quién es coño?” Otros, con voz aguardentosa vocearon cualquier obscenidad que les vino a la mente.
Pero, ¡Oh sorpresa! Quien toca a la puerta es una patrulla mixta, de guardias y policías, conocida en aquel entonces como “la probotá”, un dominicanismo derivado de preboste. Por suerte, diría yo, pues si hubiese sido una patrulla normal de la policía, lo más probable que la hubiésemos mandado al carajo. Pero, a la “probotá”, todos le teníamos miedo, por la rudeza de sus métodos “persuasivos”. “¿Qué hacen ustedes aquí, a esta hora?”, nos preguntaron con mucha autoridad. “Celebrando”, le contestamos, sin saber que habían matado al déspota que había sojuzgado a los dominicanos por tres largas décadas. “¿Celebrando qué?” Volvieron a interpelar. “El cumpleaños de nuestro amigo”, volvimos a responder.
“Les vamos a dar un consejo”, dijeron, “paguen la cuenta y váyanse a acostar, inmediatamente”. “Si volvemos a pasar por aquí, y los encontramos de nuevo, la van a pasar mal”. Como niños bien mandados y bien educados, llamamos al mesero que nos atendía y pedimos la cuenta, la cual pagamos y enfilamos por la calle Duarte hacia el centro de la ciudad. Íbamos en el carro de mi tocayo: “un ratito a pie, y el otro andando.”
Cuando llegamos a la Duarte #40, Papá ya estaba enterado de lo acontecido en Santo Domingo (Ciudad Trujillo en aquella época), y como yo no estaba en la casa, estaba desesperado, temiendo que me pasara lo peor, ya que nosotros estábamos “bajiados” y éramos tildados de “comunistas” (enemigos del régimen). Cuando nos vio llegar, con una mezcla de alegría, al constatar que no me había pasado nada, y encono, por la tensión del momento, me preguntó: “¿Donde estaba usted?” “Papá estábamos celebrando mi cumpleaños. Hoy es 30 de Mayo”, le respondí. “¿Carajo, usted está loco, usted no sabe que mataron a Trujillo? Sin pensarlo dos veces, expresé: “Viejo ese es el mejor regalo de cumpleaños que he recibido en toda mi vida. Vamos a seguir celebrando”. A lo cual, Papá se negó y me dijo: “Hay que apagar todas las luces y acostarse. Ahorita vienen los “calieses” a ver qué escuchan y eso es muy peligroso…”
(*)Los nombres de estos héroes y mártires son: Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barreras, Salvador Estrella Sahdalá, Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Roberto Pastoriza Neret y Huáscar Tejeda.
Por Fernando Ferreira Azcona
La noche que siete valientes dominicanos(*) mataron al Perínclito Barón de San Cristóbal, Generalísimo y Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, Benefactor y Padre de la Patria Nueva, y mil títulos más, sin nunca entrar a una universidad, yo cumplía 15 años de edad (Ha Llovido Mucho… diría nuestra querida Maestra Lavinia Del Villar).
En nuestro Grupo de amigos íntimos, que Manito Santana bautizó como “El Grupo de los Cinco” (Ningue, Monchy, Diogenito, Lilí y quien escribe), más que tradición, era un ritual, celebrar el cumpleaños de cada uno de sus Miembros, el mismo día de la fecha natalicia. Es decir, nada de correr la celebración para el próximo fin de semana. Si el 30 de Mayo cayó lunes o martes o miércoles, ese mismo día hicimos el “serrucho” o más bien el “toró”, porque “serruchos” hacíamos con frecuencia, y ¡a beber se ha dicho!…
Entonces, a nadie ha de extrañar que el ajusticiamiento del sátrapa, 30 de Mayo de 1961, nos sorprendiera “libando el néctar de los dioses”, profusa y abundantemente. Éramos un Grupo de “teenagers” que nos considerábamos verdaderos hombres, con la temeridad característica de la juventud. ¡Nos creíamos inmunes a la muerte!
Desde tempranas horas de la noche, nos estacionamos en el Bar Hong Kong, que quedaba frente a la bomba de gasolina de Niño Tió, y cerca del parquecito Duarte, en la calle del mismo nombre, a la entrada de Mao. La berma sur del canal Bogaert era uno de sus límites. En nuestros tiempos las fiestas empezaban temprano, quizás como consecuencia del régimen político despótico que nos gobernaba.
Nos metimos en un “privado” del citado Bar, el Grupo de toda la vida, acompañado del hoy Ingeniero Agrónomo Cirilo Rodríguez, quien al ser íntimo amigo de Danilo Diloné, Pedro Santana y José Miguel Reyes, quienes tenían voces de barítonos y tenores, se había contagiado con la práctica de cantar canciones “duras”, que había que subir mucho, como Júrame, Granada, Amapola, entre otras.
No podría precisar qué hora era, ni cuántas botellas de Palo Viejo o Carta Dorada habíamos “despalotado”, completamente ajenos a que en la capital dominicana se había desarrollado el acontecimiento más trascendental del siglo XX: el ajusticiamiento del Sátrapa del Caribe. Sí sé que estábamos disfrutando a todo dar, cantando “a capela”, pues a Ningue Taveras también le gustaba cantar, entre amigos, las canciones antes citadas y recitar poemas, especialmente, “El Brindis del Bohemio”.
Obviamente, mientras más tragos ingeríamos, mayor era el escándalo en aquel “privado”. Nadie protestaba, porque no había muchos clientes, aunque no me atrevería a aseverar que éramos los únicos en el Hong Kong, esa noche. En medio de toda aquella algarabía, alguien toca la puerta del “privado” con fortaleza inusitada. A nosotros, que ya teníamos un nivel etílico alto corriendo por nuestras venas, nos molestó el intruso y preguntamos: “¿Quién es coño?” Otros, con voz aguardentosa vocearon cualquier obscenidad que les vino a la mente.
Pero, ¡Oh sorpresa! Quien toca a la puerta es una patrulla mixta, de guardias y policías, conocida en aquel entonces como “la probotá”, un dominicanismo derivado de preboste. Por suerte, diría yo, pues si hubiese sido una patrulla normal de la policía, lo más probable que la hubiésemos mandado al carajo. Pero, a la “probotá”, todos le teníamos miedo, por la rudeza de sus métodos “persuasivos”. “¿Qué hacen ustedes aquí, a esta hora?”, nos preguntaron con mucha autoridad. “Celebrando”, le contestamos, sin saber que habían matado al déspota que había sojuzgado a los dominicanos por tres largas décadas. “¿Celebrando qué?” Volvieron a interpelar. “El cumpleaños de nuestro amigo”, volvimos a responder.
“Les vamos a dar un consejo”, dijeron, “paguen la cuenta y váyanse a acostar, inmediatamente”. “Si volvemos a pasar por aquí, y los encontramos de nuevo, la van a pasar mal”. Como niños bien mandados y bien educados, llamamos al mesero que nos atendía y pedimos la cuenta, la cual pagamos y enfilamos por la calle Duarte hacia el centro de la ciudad. Íbamos en el carro de mi tocayo: “un ratito a pie, y el otro andando.”
Cuando llegamos a la Duarte #40, Papá ya estaba enterado de lo acontecido en Santo Domingo (Ciudad Trujillo en aquella época), y como yo no estaba en la casa, estaba desesperado, temiendo que me pasara lo peor, ya que nosotros estábamos “bajiados” y éramos tildados de “comunistas” (enemigos del régimen). Cuando nos vio llegar, con una mezcla de alegría, al constatar que no me había pasado nada, y encono, por la tensión del momento, me preguntó: “¿Donde estaba usted?” “Papá estábamos celebrando mi cumpleaños. Hoy es 30 de Mayo”, le respondí. “¿Carajo, usted está loco, usted no sabe que mataron a Trujillo? Sin pensarlo dos veces, expresé: “Viejo ese es el mejor regalo de cumpleaños que he recibido en toda mi vida. Vamos a seguir celebrando”. A lo cual, Papá se negó y me dijo: “Hay que apagar todas las luces y acostarse. Ahorita vienen los “calieses” a ver qué escuchan y eso es muy peligroso…”
(*)Los nombres de estos héroes y mártires son: Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barreras, Salvador Estrella Sahdalá, Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Roberto Pastoriza Neret y Huáscar Tejeda.
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Predestinado el día en que naciste, Fernan. La historia tiene sus designios, en ese día todos nos alegramos por ser el día de tu natalicio y al mismo tiempo celebrar la ida de ese malvado. Lo dejo ahí, porque conozco el sufrimiento de la familia Ferreira Azcona, la cual le guardo tanto respeto y cariño, por la sencillez de todos sus miembros y la amistad compartida.
ResponderBorrarSe le aprecia señor. Afectos de Ley S.
Serruchando: Y el comité de historia de Mao? No he visto nada alegórico a esta fecha. Y tantas veces que tuvimos que tolerar, en otras comunidades que nos dijeran " Bolos" acusándonos a nosotros los Maeños de antitrujillistas. Sé que la historia no es así, pero hay que explicarla. Y quienes están llamado a hacerla? Hay mucho que hacer y orientar.
ResponderBorrarLos quieros, Ley S.