sábado, 21 de mayo de 2011
EL CAMBIO DE LA RUEDA
Es desconcertante la pobreza lingüística de nuestros estudiantes
DE INTERÉS GENERAL
Por Andrés L. Mateo
Describiendo la grave encrucijada del hombre y la mujer de su época, el gran dramaturgo alemán Bertol Brecht escribió un brevísimo poema que él llamó “El cambio de la rueda”. Brecht era un hombre ligado angustiosamente a la inescrutable incertidumbre del porvenir, y como ése es también nuestro caso, su breve poema nos puede servir de pretexto para desarrollar este artículo. El poema de Brecth dice así: “Estoy sentado al borde del camino, / el conductor cambia la rueda./ No me gusta el lugar de donde vengo./ No me gusta el lugar a donde voy./ ¿por qué miro el cambio de rueda/ con impaciencia?”.
Es claro que el poeta se estremece ante lo desconocido. Quizás el tema de este poema es el futuro, lo que se abre ante la perspectiva del porvenir. Todo porvenir es siempre una incógnita del presente. Y la contemporaneidad es participación en una misma tarea histórica, que se define por nuestra urgencia de anticipar el futuro, por esa común acción en determinadas tareas, gracias a las cuales lo que aún yace en las tinieblas de lo potencial es dado a la luz.
Tal vez, al igual que el poeta entonces, los dominicanos miramos el cambio de rueda con impaciencia, y escrutamos el futuro acongojados. ¿Qué será de un país en el que sus jóvenes pierden cada día la capacidad de pensar, porque no manejan su lengua? A mí, por ejemplo, me aterra el problema educativo dominicano. Es desconcertante la pobreza lingüística de nuestros estudiantes, sencillamente inaceptable los niveles de comprensión lectora, incluso en grados profesionales, universitarios. Frente a las posibilidades inimaginables de la lengua, se ha impuesto el resultado social de la imperialidad de la imagen. Es lo que prima en el mundo posmoderno: el imperio de la imagen sobre el concepto.
En esta mediaisla vivimos también la cultura de la imagen y el espectáculo de la sociedad digital. Y no importa que seamos la periferia del espacio cibernético, lo cierto es que el concepto (tan caro a Leonel Fernández) está amenazado de muerte, que la imagen sustituye la construcción de la idea, y que cada vez más la lectura pierde terreno. Esta muerte del concepto está aparejada, curiosamente, con el sobreuso que los medios modernos de comunicación están dando a la palabra, y con las deficiencias del sistema educativo. Y nos plantea algo que ya se está aplicando en muchos países desarrollados: la vuelta a la lectura comprensiva, y a la recuperación del valor simbólico que la palabra ha atesorado a través de los siglos.
Quienes siguieron las discusiones sobres los “Textos integrados” sabrán que para nosotros se trata de una pérdida sustancial, puesto que la palabra es lo que hace la condición humana. En su libro “La selva del lenguaje”, José Antonio Marina dice que “manejamos la realidad mediante irrealidades. Que proporcionamos idea a la realidad, la asimilamos mediante conceptos, comerciamos con ella utilizando palabras, signos, símbolos. Inventamos verdades”. Y Emil Benveniste proclama que “si nos podemos apropiar del mundo es porque existe una lengua que previamente lo ha diseñado”. Y por eso es bueno recordar que pese al universo cibernético de hoy, cuya supremacía de la imagen nos sofoca, pensamos, proyectamos, nos comunicamos con palabras. La mente humana es estructuralmente lingüística. La vieja relación entre pensamiento y lenguaje penetra al fondo mismo de nuestra inteligencia, nos moldea, nos forma como sujetos sociales. Incluso, la imagen misma es un texto, que puede ser “leído”, como ya ha demostrado la poesía y el arte de vanguardia.
¿Qué puede salir de una pobreza lingüística tan espantosa, que cierra el espacio mágico de la imaginación, pierde sus dimensiones y empobrece la vida? Tengo a Bertol Brecht en la memoria pensando en la educación dominicana, porque, como él, “Estoy sentado al borde del camino, / el conductor cambia la rueda./ no me gusta el lugar de donde vengo/ no me gusta el lugar a donde voy”. Y porque, como él, también, me pregunto a cada momento: “¿Por qué miro el cambio de rueda con impaciencia?”. ¡Oh, Dios!
DE INTERÉS GENERAL
Por Andrés L. Mateo
Describiendo la grave encrucijada del hombre y la mujer de su época, el gran dramaturgo alemán Bertol Brecht escribió un brevísimo poema que él llamó “El cambio de la rueda”. Brecht era un hombre ligado angustiosamente a la inescrutable incertidumbre del porvenir, y como ése es también nuestro caso, su breve poema nos puede servir de pretexto para desarrollar este artículo. El poema de Brecth dice así: “Estoy sentado al borde del camino, / el conductor cambia la rueda./ No me gusta el lugar de donde vengo./ No me gusta el lugar a donde voy./ ¿por qué miro el cambio de rueda/ con impaciencia?”.
Es claro que el poeta se estremece ante lo desconocido. Quizás el tema de este poema es el futuro, lo que se abre ante la perspectiva del porvenir. Todo porvenir es siempre una incógnita del presente. Y la contemporaneidad es participación en una misma tarea histórica, que se define por nuestra urgencia de anticipar el futuro, por esa común acción en determinadas tareas, gracias a las cuales lo que aún yace en las tinieblas de lo potencial es dado a la luz.
Tal vez, al igual que el poeta entonces, los dominicanos miramos el cambio de rueda con impaciencia, y escrutamos el futuro acongojados. ¿Qué será de un país en el que sus jóvenes pierden cada día la capacidad de pensar, porque no manejan su lengua? A mí, por ejemplo, me aterra el problema educativo dominicano. Es desconcertante la pobreza lingüística de nuestros estudiantes, sencillamente inaceptable los niveles de comprensión lectora, incluso en grados profesionales, universitarios. Frente a las posibilidades inimaginables de la lengua, se ha impuesto el resultado social de la imperialidad de la imagen. Es lo que prima en el mundo posmoderno: el imperio de la imagen sobre el concepto.
En esta mediaisla vivimos también la cultura de la imagen y el espectáculo de la sociedad digital. Y no importa que seamos la periferia del espacio cibernético, lo cierto es que el concepto (tan caro a Leonel Fernández) está amenazado de muerte, que la imagen sustituye la construcción de la idea, y que cada vez más la lectura pierde terreno. Esta muerte del concepto está aparejada, curiosamente, con el sobreuso que los medios modernos de comunicación están dando a la palabra, y con las deficiencias del sistema educativo. Y nos plantea algo que ya se está aplicando en muchos países desarrollados: la vuelta a la lectura comprensiva, y a la recuperación del valor simbólico que la palabra ha atesorado a través de los siglos.
Quienes siguieron las discusiones sobres los “Textos integrados” sabrán que para nosotros se trata de una pérdida sustancial, puesto que la palabra es lo que hace la condición humana. En su libro “La selva del lenguaje”, José Antonio Marina dice que “manejamos la realidad mediante irrealidades. Que proporcionamos idea a la realidad, la asimilamos mediante conceptos, comerciamos con ella utilizando palabras, signos, símbolos. Inventamos verdades”. Y Emil Benveniste proclama que “si nos podemos apropiar del mundo es porque existe una lengua que previamente lo ha diseñado”. Y por eso es bueno recordar que pese al universo cibernético de hoy, cuya supremacía de la imagen nos sofoca, pensamos, proyectamos, nos comunicamos con palabras. La mente humana es estructuralmente lingüística. La vieja relación entre pensamiento y lenguaje penetra al fondo mismo de nuestra inteligencia, nos moldea, nos forma como sujetos sociales. Incluso, la imagen misma es un texto, que puede ser “leído”, como ya ha demostrado la poesía y el arte de vanguardia.
¿Qué puede salir de una pobreza lingüística tan espantosa, que cierra el espacio mágico de la imaginación, pierde sus dimensiones y empobrece la vida? Tengo a Bertol Brecht en la memoria pensando en la educación dominicana, porque, como él, “Estoy sentado al borde del camino, / el conductor cambia la rueda./ no me gusta el lugar de donde vengo/ no me gusta el lugar a donde voy”. Y porque, como él, también, me pregunto a cada momento: “¿Por qué miro el cambio de rueda con impaciencia?”. ¡Oh, Dios!
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Muy interesante artículo. La antorcha de la educación debe ser atizada para dar mas luz en ese campo, sobre todo a nuestros niños y jóvenes que han perdido el hábito de la lectura. Para un relanzamiento de la educación, es necesario que surja una dictadura en ese campo para que haya un cambio de rueda, pero no la de repuesta, sino nueva, porque nos aterra el lugar hacia donde vamos. Necesitamos mas altura para la sombrilla amarilla.
ResponderBorrarLey S.