miércoles, 25 de mayo de 2011
LA CLÍNICA DEL DOCTOR FLORES
Por Dr. Guarionex Flores Liranzo
Con motivo de atender una clientela privada que prefería que sus problemas de salud no fueran parte del ajetreo del hospital público Luis L. Bogaert o el del Seguro Social, los veteranos doctores Rodríguez y Moya tenían sus respectivas clínicas. Otro tanto decidió hacer el Dr. Guarionex Flores Ortiz, y en enero del 1961 se mudó a la casa de al lado, de dos pisos, propiedad de Pericles Reyes, quien se la alquiló en treinta pesos mensuales. La familia tendría sus habitaciones de dormir en la planta alta, y en la planta baja se instalaría la clínica. A su vez, Pericles y Ligia alquilaron en veinte pesos la casa que dejaban Cea y Guarionex, que había pertenecido al asesinado Don Panchito Madera.
Con la ayuda de su esposa, el médico nativo de la capital acondicionó una pequeña habitación como sala de operaciones, y en otra, un par de camas servían para la recuperación post-anestésica de los operados. Cea cosió en su máquina Singer de pedal las cortinas y mamparas de tela, así como los paquetes de ropa con batas y paños quirúrgicos. Colaboró además en el manejo de un esterilizador improvisado que usaba vapor de agua calentada en un fogón. Un carpintero hizo la mesa de operaciones. En un viaje a Ciudad Trujillo, Guarionex adquirió un equipo de Rayos-X, instrumentos de cirugía, un esterilizador eléctrico (poco práctico con las limitadas horas que daba la planta eléctrica del pueblo), así como un juego de dilatadores de uretra masculina. Estos últimos instrumentos (de terrible inserción) eran muy requeridos pues abundaban los casos de estrecheces de la uretra en hombres por lesiones gonorreicas antiguas, y por hipertrofia prostática. Guarionex había adquirido mucha experiencia en patologías urológicas en el hospital Padre Billini. Era frecuente que los médicos maeños tuvieran uno o más pacientes masculinos con sondas vesicales permanentes, a menos que acudieran a Santiago o a la capital en busca de solución quirúrgica, si es que la había.
Algunas operaciones sencillas, como la apendicetomía, se realizaban con anestesia general empleando una máscara de cloroformo llamada Ombredan. Eran operaciones prácticamente ambulatorias, ya que los pacientes por lo general se iban para su casa tan pronto salían bien de la anestesia. En sus casas exhibirían en un frasquito con alcohol el apéndice extirpado.
Más de una vez esas operaciones tenían público que se congregaba en la acera y miraba por las persianas de madera abiertas del quirófano para que entrara luz que compensara la debilidad de la lámpara incandescente. La cirugía nunca fue el fuerte de Guarionex, pero la practicó con éxito y suerte. Para corroborar lo último, contaba que al finalizar la apendicetomía de un jovencito fue que notó que no se había puesto los guantes. Este muchacho luego fue un reconocido cirujano de Santiago de los Caballeros.
Con motivo de atender una clientela privada que prefería que sus problemas de salud no fueran parte del ajetreo del hospital público Luis L. Bogaert o el del Seguro Social, los veteranos doctores Rodríguez y Moya tenían sus respectivas clínicas. Otro tanto decidió hacer el Dr. Guarionex Flores Ortiz, y en enero del 1961 se mudó a la casa de al lado, de dos pisos, propiedad de Pericles Reyes, quien se la alquiló en treinta pesos mensuales. La familia tendría sus habitaciones de dormir en la planta alta, y en la planta baja se instalaría la clínica. A su vez, Pericles y Ligia alquilaron en veinte pesos la casa que dejaban Cea y Guarionex, que había pertenecido al asesinado Don Panchito Madera.
Con la ayuda de su esposa, el médico nativo de la capital acondicionó una pequeña habitación como sala de operaciones, y en otra, un par de camas servían para la recuperación post-anestésica de los operados. Cea cosió en su máquina Singer de pedal las cortinas y mamparas de tela, así como los paquetes de ropa con batas y paños quirúrgicos. Colaboró además en el manejo de un esterilizador improvisado que usaba vapor de agua calentada en un fogón. Un carpintero hizo la mesa de operaciones. En un viaje a Ciudad Trujillo, Guarionex adquirió un equipo de Rayos-X, instrumentos de cirugía, un esterilizador eléctrico (poco práctico con las limitadas horas que daba la planta eléctrica del pueblo), así como un juego de dilatadores de uretra masculina. Estos últimos instrumentos (de terrible inserción) eran muy requeridos pues abundaban los casos de estrecheces de la uretra en hombres por lesiones gonorreicas antiguas, y por hipertrofia prostática. Guarionex había adquirido mucha experiencia en patologías urológicas en el hospital Padre Billini. Era frecuente que los médicos maeños tuvieran uno o más pacientes masculinos con sondas vesicales permanentes, a menos que acudieran a Santiago o a la capital en busca de solución quirúrgica, si es que la había.
Algunas operaciones sencillas, como la apendicetomía, se realizaban con anestesia general empleando una máscara de cloroformo llamada Ombredan. Eran operaciones prácticamente ambulatorias, ya que los pacientes por lo general se iban para su casa tan pronto salían bien de la anestesia. En sus casas exhibirían en un frasquito con alcohol el apéndice extirpado.
Más de una vez esas operaciones tenían público que se congregaba en la acera y miraba por las persianas de madera abiertas del quirófano para que entrara luz que compensara la debilidad de la lámpara incandescente. La cirugía nunca fue el fuerte de Guarionex, pero la practicó con éxito y suerte. Para corroborar lo último, contaba que al finalizar la apendicetomía de un jovencito fue que notó que no se había puesto los guantes. Este muchacho luego fue un reconocido cirujano de Santiago de los Caballeros.
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Estimado Isaias, me alegro que estes en franca mejoria, hemos estado pendientes de tu salud, quiero ademas saludar al Dr. Guarionex Flores hijo, por estar siempre al tanto de nuestro pueblo que es el de el tambien, quiero decirles que fui uno de los pacientes que opero de apendice el Dr Guarionex Flores, pero no en la clinica que tenia en la casa de don pericles, sino en la casa de la calle Duarte, que esta al lado de donde vivia Blanca Peña y macuco, ahi estaba asociado con el dr. Manuel Peña Andujar.
ResponderBorrarahi fui operado por una apendicitis, en esa epoca tenia un chivo que habia criado desde chiquito y era mi mascota y el Dr Flores Me permitio que el chivo fuera a visitarme y pasar un rato conmigo eso fue sensacional, solo recuerdo que me pusieron como un colador de metal sobre la nariz y el olor fuerte del eter.
aun en esa epoca sin antibioticos ni medidas antisepticas como ahora sobreviviamos por la dedicacion y entrega de esos medicos que artesanalmente resolvian los problemas basicos.
Siempre recuerdo con afecto y admiracion a todos ellos que ejercieron la medicina como un acto sagrado, con responsabilidad y apegados a sus conocimientos.
Un afectuoso saludo a todos
Rafael Estevez
r.estevez@codetel.net.do
Igual que nuestro amigo Rafael Estévez siento una gran admiración por ese grupo de médicos del Mao de ayer: Flores, Moya, Peña Andujar, Fello Rodríguez, Cantisano y otros. Sus pacientes iban desde parturientas, embarazadas, hombres, envejecientes, niños, etc., además de ser grandes médicos clínicos, con gran acierto, tenían que hacer las veces de cirujanos sin ayuda de un laboratorio, ni imágenes por estudios especializados, ya que estos no existían.
ResponderBorrarEra "a mano pelada", con mucha dedicación y mucha vocación para ejercer ese sagrado sacerdocio.
Fernan Ferreira.