jueves, 26 de mayo de 2011

¿CUÁL INSTITUCIÓN BRINDA PROTECCIÓN AL DOMINICANO?

A PROPÓSITO DE...
Por Fernando Ferreira Azcona

“A mi hermano Juan Colón, cuyo mensaje me hizo romper la inercia del silencio”

Recientemente, la prensa dominicana se ha hecho eco de los magros salarios que reciben los miembros de la Policía Nacional. No recuerdo las cifras exactas, pero según la fuente, el Jefe de la Policía recibe (legalmente) unos sesenta y siete mil pesos mensuales; un General de la misma institución devenga un salario de treinta y un mil pesos, un Coronel gana menos de veinte mil y un raso es compensado con la irrisoria suma de cinco mil y pico de pesos al mes.

Los datos del Banco Central indican, que el costo de la canasta alimentaria básica para el quintil socioeconómico de menores ingresos de la población asciende a alrededor de catorce mil pesos mensuales, y en promedio, tomando en cuenta los cinco quintiles en que se descompone nuestra sociedad, el costo de la alimentación básica para la familia dominicana ronda los veinte y cuatro mil pesos al mes.

Una mirada fría a los datos contenidos en los dos párrafos que anteceden, nos llevan necesariamente a hacer algunas preguntas: ¿Puede un policía dominicano subsistir con el salario que recibe por sus servicios? ¿Qué tan difícil resulta corromper a una persona que no tiene cubiertas sus necesidades básicas de alimentación y salud? ¿Es posible que un ser humano desempeñe sus funciones eficientemente, consciente de que no dejó comida para sus hijos en su hogar? ¿Podemos confiar en la seguridad y protección que nos brinda una persona sometida a estas calamidades?

Creo que una buena respuesta la ofrece el periodista Homero Figueroa, en su columna “Espejo de Papel”, titulada Paraguas del Cambio, del periódico Diario Libre, del 24 de Mayo en curso, y citamos: “La policía que tenemos es la que pagamos. Nadie da lo que no tiene. Los policías criollos no tienen seguridad, así que no esperemos que nos la den. La brevedad de sus salarios no les permite el sosiego necesario para garantizar el nuestro. La verdad es que debemos decir que buenos nos salen, porque tenemos armados a un ejército de hambrientos. La sociedad los asalta todos los meses con un salario de miseria que les roba el futuro. El gris uniforme policial es un presagio de tormentas. Las gotas delincuenciales que caen son una advertencia. Abramos el paraguas del cambio.”

La triste realidad que hoy nos ocupa, me hizo recordar una noche, hace ya unos años, en que íbamos cuatro parejas de esposos en dos vehículos, a la casa de una quinta pareja para una reunión social. Yo iba conduciendo el segundo vehículo, en el marco de una conversación muy agradable. Transitábamos por unos de los barrios más exclusivos de Santo Domingo. En eso noté que el carro donde iban los otros amigos tenía una de las llantas traseras casi vacía.

Les dimos la desagradable noticia a los amigos que iban delante, y estos se detuvieron para confirmar la información y tomar los correctivos de lugar. Imagínese amable lector, ponerse a cambiar una llanta, después de bañarse, bien perfumado y con la mentalidad de dispararse unos “directos al hígado”, como decía Rodriguito en su programa “El Suceso del Día”, hace ya varias décadas.

A esto súmele, que del edificio del lado donde se detuvo el amigo que conducía el primer carro, salió un guardián (un guachimán, que normalmente son ex guardias o ex policías. De los mismos antes descritos), armado con una escopeta calibre 12, quien con autoridad absoluta y voz de trueno, nos espetó: “Ahí no se puede estacionar nadie. Me mueven esos carros de ahí inmediatamente”.

El conductor del primer carro, que tiene un temperamento “volado”, le respondió al guachimán: “¿Quién coño es usted, para prohibirme que pare mi carro aquí?”. El guardián dio un par de pasos hacia atrás, rastrilló la escopeta y reiteró: “Me quitan esos dos carros de ahí ahora mismo”. Mi amigo intentó responder los exabruptos de nuestro gendarme, pero rápidamente, yo me interpuse en su camino, le maniaté los brazos y le grité al oído: “Buena mierda, te vas a dejar dar un cartuchazo de este analfabeto. Quita ese maldito carro de ahí, coño”.

Afortunadamente, mi amigo reaccionó positivamente ante mi actitud y mis palabras, y procedimos a mover los dos carros unos metros, hasta alejarlos del edificio empresarial que custodiaba el celoso guardián.

Mirando las cosas en retrospectiva, creo que esa noche no sólo salvé la vida del amigo, sino también la mía, y probablemente, la de otros del grupo que salimos esa noche a disfrutar de un buen momento, y que estuvimos a un tris de encontrarnos en un tremendo berenjenal.

Al finalizar, una sugerencia a los lectores de MEEC que residen en nuestro querido terruño: No discuta con una persona más bruta que usted, especialmente si ésta está armada. No se la dé de machazo. Demuéstrele con prudencia, sin altanería, que usted es más inteligente que él dándole la razón y preservando su vida.

3 comentarios:

  1. Que te digo Fernan; tú has narrado con exactitud algunos de los aspectos negativos de la sociedad en que vivimos. Los demas riezgos que existen, son incontables, y hacen que cada familia en particular tome las medidas de lugar, para su propia seguridad, porque no hay quien se la ofrezca, por las razones que explicaste en tu comentario.¿Qué podemos hacer? eso individualmente nadie lo sabe; hay mucha impotencia. Los que somos creyentes lo que tenemos que hacer, es, encomendarnos a Dios cada vez que salgamos a las calles a nuestras obligaciones; o el que no sea creyente, encomendarse a la ametralladora de Rambo para defenderse de los inconvinientes que por cientos hay en nuestras calles todos los días. Mientras tanto,para unos y otros, a Dios que reparta suerte.

    Rolando Espinal

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  2. Fenomenal mi querido hermano Fernan..... No podemos quedarnos rezagados en seguir poniendo nuestro granito de arena. Excelentes verdades que nos asedian en un sistema que no le vemos ni los pies ni la cabeza.
    Gracias por decidirse.
    Abrazos...

    Juan Colon

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  3. Me parece que esos sueldos son a propósito porque cómo es posible que no se den cuenta de lo que es un policía y lo que debe significar para el pueblo para pagarle esa miseria.Se supone que para esta fecha tienen mejor preparación educativas y académicas.
    No les aumentan para que de este modo la droga se mantenga transitando,pagandoles el peaje a estas gentes que necesitan completar parte de la dieta diaria de sus hogares con un promedio de 6 miembros en espera de su comida.
    Divida lo que obtiene un Senador por mes entre lo que gana un policía y seguro que le paga casi al palacio de la P.N.entero.

    Cabezón,lo bueno del caso del Guachimán es que estaba actuando autorizado por su patrón con la garantía de soltarlo al otro dia. Algo con tanto celo cuidaba ese guardián, beeeno.

    Abrazos
    Manito

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