BARCELÓ, SERGIO EL FEO, EL MAESTRO Y CURVITA

LEYSIMELOCUENTA
Por Ley Simé

Ninguno de los personajes aludidos aquí, tiene deudas con el pasado. Eran y son queridos y respetables personas, que con sus historias adornaban la historia maeña con algunos episodios de sus vidas.

FERNANDO RAMÍREZ (Barceló)

¿Quién no lo conoció en Mao? Este señor (QEPD) se dedicaba al negocio de préstamo de dinero, el que debía ser devuelto con un 20% adicional al capital prestado. Ejercía su trabajo con un intrínseco apego y rectitud con las personas con quienes hacía negocios y que luego se distraían, cumplido el plazo, en el desembolso, que consistía en el pago total de la deuda o el pago de los intereses acumulados. Era el más requerido cuando alguien andaba en aprietos económicos, y él lo sabía.

Fuera de su negocio, tenía amigos, y en el fondo de su persona se escondía un ser humano comprensible y, tratable, responsable y sincero. Cuando osaba compartir con sus amigos, siempre llevaba la voz cantante y era muy condescendiente y equitativo. Era amante de todas las clases de juegos y lo decía abiertamente: "Yo vivo del juego y del préstamo". Estando sentado frente a su casa, llegó una señora mayor, y confundiéndolo con un rifero, le dijo con mucha seguridad: Póngame dos quinielas del 49, pasándole cincuenta centavos. Lo tomó y le dijo a sus amigos que se lo iba a aguantar, después de todo es un juego cien a uno. Así de chiste, regresó la señora el lunes a buscar sus treinta pesos que se había sacado con el 49. Decía: Eso es tener suerte, y lo pagó religiosamente. Jugaba a todos los deportes: lotería, dominó, cartas, tablero, billar, dados y en fin todas clases de juegos de apuesta. Los dados ya los había dejado, pero nos contaba que cuando lo hacía, como este juego era perseguido por la policía, cuando se reunían a jugar, cada jugador tenía un nombre camuflajeado. A él le decían: "Ramón Guasábara". Tira Ramón Guasábara. Ese era su mote en los juegos de dados, para que no mencionaran su verdadero nombre.

Regularmente instalaba su oficina de préstamos en diferentes lugares donde la gente podía tener necesidad de dinero rápido. El palacio de Justicia, en ese mismo lugar desempeñó, en una ocasión, a Papito Rincón y su comparsa. Hospitales, bares, sobre todo cuando había fiestas y en las oficinas públicas. Aunque no era gallero de cuerpo entero, le suplía dinero a algún amigo entendido en materia de gallos, para estar en jugadas. Así tenía su asesor en materia de béisbol. También las galleras eran un buen punto para su negocio.

Era su costumbre pasarse las tardes en la casa de los finados "Piquito y doña Minguita", en la calle 27 de Febrero, donde convergían un grupo de amigos para participar en el juego del "Pin tintín". Solo había una mesa que ocupaban cuatro jugadores, el resto esperaba su turno, porque eran muchos los que se quedaban fuera y pasaban el momento haciendo chistes y en chercha. Barceló, traía consigo un tablero para jugar con su amigo Pedro Víctor y ponían a 25 centavos la partida. Como Barceló era menos experto que el Maestro, los que les "culeaban" apostaban a Pedro Víctor, que siempre salía airoso. Los seis o siete que le ganaban a Barceló, gritaban de alegría. "Cuando el correo llega, todos se ponen contentos", decía Barceló, al repartirles el dinero que perdía en la apuesta.

Minguita implementó la venta de jugos, cerveza y ron, porque los congregados eran ya bastante. Mientras se jugaba, otros tomaban jugos o cervezas. Estando Barceló enfrascado en una jugada de tablero, entra de repente Danilo Tineo y trae consigo la noticia de la muerte de "Luis Caco". Se para en la puerta del fondo que da al patio y vocifera: Murió "Luis Caco" de un infarto. Barceló, al escuchar esto, brinca del asiento y dice de repente: ¡Diablos! ¡Tenía más de $150,000 pesos en la calle! Todas esas gentes se van a poner de fiesta, cuando se enteren. Se sienta y cobra un poco la calma y dice: "La fiesta grande la van a hacer, cuando sepan de la muerte mía”, que tengo un…… (No dijo el monto)…… en la calle.

SERGIO FRÍAS KENT (Sergio el feo)

Encontrándose en el mismo lugar, donde Minguita, Sergio está sentado a la mesa jugando “pintintín”. Ordena que le traigan un jugo de avena, se toma un trago y coloca el vaso sobre una mesita que ponían al lado de cada jugador. Distraído en el juego, viene un señor con un pan en la mano y se sienta detrás de Sergio. Despega un pedazo de pan y lo introduce en el vaso de avena que él tenía sobre la mesita, y así repite la acción de la untadera del pan en la avena de Sergio, hasta agotar su pan. El señor se para en busca de otro pan y en eso Sergio toma el vaso, para otro trago y se da cuenta que el contenido de la avena en el vaso es menos que el que había dejado. Al creer que alguien se lo estaba tomando, se quita un removible que tenía en su boca y lo coloca dentro del poquito de avena que quedaba en el vaso, y lo coloca de nuevo sobre la mesita. El señor regresa con su pan, para seguir untando. Quedó estupefacto, al observar la "planchita" dentro del vaso, en el cual enjugaba su pan. Salió despavorido con la impresión de que el pan que anteriormente había enjugado en ese vaso, estaba contaminado con la sustancia del removible de nuestro amigo Sergio.

PEDRO VÍCTOR RODRÍGUEZ (El Maestro) Y VÍCTOR CURVITA

En los tiempos mozos de estos dos personajes, que se desempeñaban como camareros en el Samoa Bar y eran como uña y dedo, amigos de verdad, cada uno estaba dotado de una habilidad increíble. Nos contaba El Maestro que de las tantas veces que Biencito Gómez y su comparsa de gente visitaba El Samoa, siempre salía multado con tres o cuatro botellas de ron que ellos le agregaban a la cuenta, sin en realidad haberlas consumido. Nos decía, que lo hacían por diversión y probar sus habilidades, o quizás por "tigueraje" para sentir una satisfacción en el desempeño de su oficio.

En una ocasión, llega Biencito Gómez al Samoa con su trulla de gente, ya sospechoso e inconforme con las facturas que le traían, las cuales consideraba abultadas. Entra como siempre con su saco que lo distinguía de los demás acompañantes, incluyendo su novia, una vistosa joven, y por qué no, toda la familia de la novia. Biencito, ya con la creencia de que en esas fiesta que él hacía era engañado cuando pagaba la cuenta, concibió una idea y le dijo a todos los invitados, que cada vez que vaciaran una botella, le entregaran la tapa, la cual, guardaba en un bolsillo de su saco como medida de prevención, por la experiencia que tenía ya en sus previas fiestas, en la cual eran muchas las botellas que debía de pagar.

En el calor de la fiesta, todos bailaban y se divertían. Curvita se le acerca al Maestro y le dice: Las botellas que he bajado de la mesa, ninguna tiene tapa. Eso no preocupó mucho al Maestro, puesto que estaba observando a Biencito bailar y notó que un bolsillo lateral del saco estaba abultado y rápidamente puso en marcha su plan. Se acercó al lugar donde bailaba Biencito y notó que el bolsillo estaba casi medio de tapas. Llama a su socio y le instruye que se consiga seis o siete tapas y se pusiera a bailar al lado de Biencito y se las fuera dejando caer, con mucho cuidado, en el bolsillo del saco. Tuvieron éxito. Todo transcurría normal, hasta llegar al final de la parra. Por fin llaman para que le lleven la cuenta. Biencito coge el papel y lo pasa a su amigo del lado y le dice que cuente las botellas de ron servidas. Le da el total y Biencito introduce la mano en el saco y va sacando las tapas de dos en dos, hasta conseguir el total que su amigo le había dado y le sobró una tapa. Conforme con la honestidad de la cuenta, también la paga.

Orgulloso y satisfecho, da una buena propina y se despide contento, porque esta vez pagó lo justo consumido.