lunes, 28 de enero de 2013
DESPIDIENDO A COCOLO
PALABRAS PRONUNCIADAS POR EL SEÑOR EVELIO MARTÍNEZ EN EL ACTO DE INHUMACIÓN DE LOS RESTOS DE MANUEL ANTONIO TAVERAS REYES (COCOLO), EN EL CEMENTERIO MUNICIPAL DE MAO, EL 19 DE ENERO DE 2013
Familiares y Amigos de Cocolo:
Excúsenme, pero yo puedo hablar con propiedad y lanzar a los aires esas cenizas que reposan en este cofre, los recuerdos imborrables de las travesuras de nuestra existencia, que viví junto a mi hermano y compadre Cocolo.
Su casa era mi segunda casa. Sus padres, Manuelito y Doña Silvia fueron mis segundos padres. ¿Cómo negar u olvidar que para aquellos bailecitos de Reyes en el Club Quisqueya, yo iba con los hijos de Manuelito y Doña Silvia Taveras como si yo fuera uno de ellos?
Fuimos clérigos juntos bajo la tutela del Reverendo Padre Fernando Arturo Franco Benoit y brincamos todos los patios aledaños al Parque Amado Franco Bidó, jugando libertad y a los vaqueros. Su guante y su bate de jugar pelota, eran también los míos, y vivimos aquel “guay” de la moda de quién peinara la moña más espectacular, a lo Tony Curtis. Cocolo siempre ganó aquella partida.
Su liderazgo trascendió los mares. Fue líder desde jovencito en este mi pueblo y reunía al grupo de estudiantes en los recreos y a la salida de la Escuela Presidente Trujillo (hoy Juan Isidro Pérez). En el play era el capitán, y hasta “Güeso”, un chinero que vendía naranjas en la escuela, le guardaba las suyas y lo distinguía por encima de los demás.
Salimos casi juntos al exilio, él a New York, yo a Puerto Rico.
Casamos con dos hermanas, Aleida y Rosa María, y entonces se unieron más nuestros lazos de hermandad.
Yo conocí la bondad y bonhomía de Cocolo. Su desprendimiento de todo lo material. Daba a manos llenas hasta lo que no tenía.
Fue un chef famoso y cuantos restaurantes de la ciudad New York contaron con sus servicios y cuantas gentes iban detrás de los sabrosos platos que Cocolo creaba y ofrecía a sus comensales. En el hotel Americana fue líder de los chefs en los prestigiosos banquetes que este hotel ofrecía en sus grandes fiestas.
Me acuerdo que en un viaje que Cocolo dio a este su país (como este último de hoy), el famoso chef dominicano Mike Mercedes, delante de mi le dijo: “Cocolo quédate para que juntos metamos este país en nuestro caldero. Tú eres el mejor chef en comidas frías que he conocido. Quédate Cocolo”. Él no oyó aquella súplica.
Hermanos: hoy traemos a su última morada a un hombre que lo dio todo, que amaba este su terruño tanto, que en una noche de farras le dijo a su cuñado Milcíades: “Panita cuando yo muera, lléveme a Mao a descansar junto a mis padres”.
Cocolo, hoy estamos cumpliendo tu último deseo. Aquí estamos con Milcíades y tus hermanos, amigos y familiares dándote este último adiós.
¡Descansa en paz, hermano Cocolo! Amén.
Familiares y Amigos de Cocolo:
Excúsenme, pero yo puedo hablar con propiedad y lanzar a los aires esas cenizas que reposan en este cofre, los recuerdos imborrables de las travesuras de nuestra existencia, que viví junto a mi hermano y compadre Cocolo.
Su casa era mi segunda casa. Sus padres, Manuelito y Doña Silvia fueron mis segundos padres. ¿Cómo negar u olvidar que para aquellos bailecitos de Reyes en el Club Quisqueya, yo iba con los hijos de Manuelito y Doña Silvia Taveras como si yo fuera uno de ellos?
Fuimos clérigos juntos bajo la tutela del Reverendo Padre Fernando Arturo Franco Benoit y brincamos todos los patios aledaños al Parque Amado Franco Bidó, jugando libertad y a los vaqueros. Su guante y su bate de jugar pelota, eran también los míos, y vivimos aquel “guay” de la moda de quién peinara la moña más espectacular, a lo Tony Curtis. Cocolo siempre ganó aquella partida.
Su liderazgo trascendió los mares. Fue líder desde jovencito en este mi pueblo y reunía al grupo de estudiantes en los recreos y a la salida de la Escuela Presidente Trujillo (hoy Juan Isidro Pérez). En el play era el capitán, y hasta “Güeso”, un chinero que vendía naranjas en la escuela, le guardaba las suyas y lo distinguía por encima de los demás.
Salimos casi juntos al exilio, él a New York, yo a Puerto Rico.
Casamos con dos hermanas, Aleida y Rosa María, y entonces se unieron más nuestros lazos de hermandad.
Yo conocí la bondad y bonhomía de Cocolo. Su desprendimiento de todo lo material. Daba a manos llenas hasta lo que no tenía.
Fue un chef famoso y cuantos restaurantes de la ciudad New York contaron con sus servicios y cuantas gentes iban detrás de los sabrosos platos que Cocolo creaba y ofrecía a sus comensales. En el hotel Americana fue líder de los chefs en los prestigiosos banquetes que este hotel ofrecía en sus grandes fiestas.
Me acuerdo que en un viaje que Cocolo dio a este su país (como este último de hoy), el famoso chef dominicano Mike Mercedes, delante de mi le dijo: “Cocolo quédate para que juntos metamos este país en nuestro caldero. Tú eres el mejor chef en comidas frías que he conocido. Quédate Cocolo”. Él no oyó aquella súplica.
Hermanos: hoy traemos a su última morada a un hombre que lo dio todo, que amaba este su terruño tanto, que en una noche de farras le dijo a su cuñado Milcíades: “Panita cuando yo muera, lléveme a Mao a descansar junto a mis padres”.
Cocolo, hoy estamos cumpliendo tu último deseo. Aquí estamos con Milcíades y tus hermanos, amigos y familiares dándote este último adiós.
¡Descansa en paz, hermano Cocolo! Amén.
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Descanse en paz, Cocolo. Gracias a Evelio por hacernos llegar esas palabras tan sentidas en honor de su compañero y compadre.
ResponderBorrarIsaías
Elpasado viernes 18,donde se anunciaba la llegada de las cenizas de Cocolo, hice un comentario que coincide en todo con lo hoy expresado por nuestro querido Evelio; y tenía que coincidir porque no se podía decir nada distinto ,porque ese era Cocolo.
ResponderBorrarAprovecho para darle las gracias a su esposa por mas de 40 años ,mi eterna amiga Rosa Maria por su decisión tomada y asi cumplir con el último deseo de su esposo.
Gracias Evelio por recordar a ese gran amigo.
Manito