jueves, 14 de julio de 2011
¡SE SOLTÓ JUANITO!
Por Dr. Guarionex A. Flores Liranzo, 2004
Quiero compartir con los fieles seguidores de MEEC la experiencia siguiente. Sería cerca del 1960, y yo recién llegaba de la escuela pública, distante de mi casa una cuadra y media.
Cursaba no sé qué nivel, podría ser el cuarto o quinto de primaria, que tenía dos tandas.
Estaba oscureciendo y al llegar al vecindario me encontré con un escándalo y alarma mayúsculos ocasionados porque se había escapado un loco llamado Juanito de su confinamiento en la cárcel de la Policía Nacional. El cuartel policial (una casa de por medio de la mía) funcionó un tiempo en la cuadra de la calle Agustín Cabral comprendida entre las calles Duarte (entonces Pdte. Trujillo) y 27 de febrero. Ocupaba una casona que luego albergó la Academia de Música, y en el patio tenía el calabozo, que también estaba construido en madera. Permanecer preso era más que nada un acto de resignación. En un lugar del mismo patio también había un cepo, instrumento medieval de restricción de movimientos, reservado para los enfermos mentales agitados. Juanito logró despegar una tabla del calabozo (evidentemente, a falta de manicomio), y escapó “encueros”, trepándose en una gran mata de güásuma que había justo en la entrada de la calle hacia el patio. La conmoción la registré en el año 2004 en unos pobres versos que reproduzco como recuerdo de ese episodio, que retrata la forma en que los enfermos mentales agitados o descompensados eran manejados en aquellos tiempos memorables.
¡Se soltó Juanito!,
la alarma sonó.
De la policía,
fue que se escapó
La celda de tablas
él pudo burlar,
en el primitivo
cuartel policial
¡Se soltó Juanito!!
en la vecindad .
Estaba encuerito
el loco de atar
La mata de güásuma
él pudo trepar.
Desde el cojollito
se le oye gritar.
¡Se soltó Juanito!
¡Qué calamidad!!
Los cinco bomberos
lo quieren bajar
Ya con la escalera
no pueden llegar,
ni con la manguera
lo pueden callar
Trancaron los niños
que querían mirar,
lo que le colgaba
de su humanidad.
Gritaba improperios
a todo pulmón,
que a las señoritas
causaban rubor.
Ahí viene Beatriz
para negociar,
que baje de allí
el loco de atar
Con palabras dulces
y amabilidad,
el pobre orate
se quiso bajar
Yá bajó Juanito.
Ahora está callado.
Lo tienen en cepo.
Luce adormilado
Quiero compartir con los fieles seguidores de MEEC la experiencia siguiente. Sería cerca del 1960, y yo recién llegaba de la escuela pública, distante de mi casa una cuadra y media.
Cursaba no sé qué nivel, podría ser el cuarto o quinto de primaria, que tenía dos tandas.
Estaba oscureciendo y al llegar al vecindario me encontré con un escándalo y alarma mayúsculos ocasionados porque se había escapado un loco llamado Juanito de su confinamiento en la cárcel de la Policía Nacional. El cuartel policial (una casa de por medio de la mía) funcionó un tiempo en la cuadra de la calle Agustín Cabral comprendida entre las calles Duarte (entonces Pdte. Trujillo) y 27 de febrero. Ocupaba una casona que luego albergó la Academia de Música, y en el patio tenía el calabozo, que también estaba construido en madera. Permanecer preso era más que nada un acto de resignación. En un lugar del mismo patio también había un cepo, instrumento medieval de restricción de movimientos, reservado para los enfermos mentales agitados. Juanito logró despegar una tabla del calabozo (evidentemente, a falta de manicomio), y escapó “encueros”, trepándose en una gran mata de güásuma que había justo en la entrada de la calle hacia el patio. La conmoción la registré en el año 2004 en unos pobres versos que reproduzco como recuerdo de ese episodio, que retrata la forma en que los enfermos mentales agitados o descompensados eran manejados en aquellos tiempos memorables.
¡Se soltó Juanito!,
la alarma sonó.
De la policía,
fue que se escapó
La celda de tablas
él pudo burlar,
en el primitivo
cuartel policial
¡Se soltó Juanito!!
en la vecindad .
Estaba encuerito
el loco de atar
La mata de güásuma
él pudo trepar.
Desde el cojollito
se le oye gritar.
¡Se soltó Juanito!
¡Qué calamidad!!
Los cinco bomberos
lo quieren bajar
Ya con la escalera
no pueden llegar,
ni con la manguera
lo pueden callar
Trancaron los niños
que querían mirar,
lo que le colgaba
de su humanidad.
Gritaba improperios
a todo pulmón,
que a las señoritas
causaban rubor.
Ahí viene Beatriz
para negociar,
que baje de allí
el loco de atar
Con palabras dulces
y amabilidad,
el pobre orate
se quiso bajar
Yá bajó Juanito.
Ahora está callado.
Lo tienen en cepo.
Luce adormilado
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Disfruto mucho las cuartetas con sabor a pueblo como la que ha inspirado al Dr. Flores, aunque no recuerdo el acontecimiento. El autor de este artículo, Isaías y quien escribe fueron compañeros de estudio en la escuela primaria. Saludos, Guarionex, de Niño Almonte.
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