miércoles, 20 de julio de 2011

MAO EN MI RECUERDO

DON OTONIEL ACEVEDO
Por Dr. Guarionex Flores Liranzo

Don Otoniel fue nuestro vecino en la calle Agustín Cabral de Mao en la década del 1950. También fue el primer dentista que conocí. Tenía ese cierto aire maligno que para un niño significaba lucir una bata blanca con algunas manchas de sangre de los (para mi) desdichados que acudían a abrir sus bocas ante el enérgico don Otoniel. Yo tenía otro temor hacia mi vecino, derivado de la manía que tenía, junto a Rafael Salomón (Mone), el hijo mayor de Milet Haddad, de subirnos en la verja de la casa del dentista, para meter la mano en una especie de copones de cemento, y sacar el agua puerca que dejaba la lluvia. Cuando don Otoniel nos pescaba en esa acción nos corría, a la par que emitía la amenaza más terrible para un niño: ¡Los voy a guindar por la bolsa! Esto bastaba para que por la siguiente media hora desistiéramos de repetir el acto que enojaba a don Otoniel.

A veces los niños de la cuadra atisbábamos desde la acera la labor de don Otoniel en su consultorio ubicado en el extremo izquierdo delantero de la casa familiar que compartía con su adorable esposa, doña Velisa y dos de sus hijos, Sixto y Catalina. Además estaban criando una niña llamada Ivelisse. Para activar el mecanismo de su taladro, don Otoniel tenía que accionar continuamente un pedal con una correa en el surco de una rueda, similar al de las máquinas de coser. La energía cinética de la volanta se transmitía por un ingenioso juego de cuerdas y poleas hasta el instrumento de tortura. Las tenazas de don Otoniel también me infundían un respeto reverente.

Doña Velisa enseñó a mi madre muchos trucos de costura, cocina, remedios caseros para los niños y hacía las veces de madre con ella cuando algo la apesadumbraba. En el interior de su casa había un columpio de madera con dos asientos enfrentados, que constituía para mi un asombro de la ingeniería y un lujo que envidiaba.

En el callejón que separaba nuestras casas, mi hermano Miguel y yo hurgábamos furtivamente en el zafacón del consultorio, en busca de una especie de reglitas de plástico rojo, que en una excavación contenía una especie de cera del mismo color. Desconozco el uso que daba don Otoniel a esos artefactos, pero cuando en mi casa nos sorprendían con esos tesoros podíamos cosechar algunos correazos, pues transgredíamos la prohibición de meter las manos donde iban a parar las muelas de los pacientes. El uso que mi hermano y yo dábamos a aquella cera sorprenderá por lo diabólico: alguien nos enseñó a hacer una bolita asegurada al extremo de un cordoncito, para dejarla caer en las cuevas que las numerosas arañas ´´cacatas´´excavaban en nuestro patio. El objetivo era provocar el ataque defensivo del insecto, que si era lo suficientemente agresivo, halábamos (aferrado a la pelotita) fuera de su morada, para matarlo.

Don Otoniel era un hombre de carácter, pero además era un munícipe destacado, y participaba en las actividades culturales del pueblo tocando su violín. Recuerdo que al menos uno de los hijos mayores era también músico, y cuando visitaba sus padres, traía un bandoneón.

Don Otoniel Acevedo salió de mi vida cuando el destino alejó mi familia del pueblo que nos vio nacer, pero sé que permanece en el recuerdo de todos los que le conocieron.

6 comentarios:

  1. Yo no creía que Don Otoniel dijera barbaridades tales como "Los voy a guindar por la bolsa". ¡Suuus! Tan correcto que lucía siempre.
    Muy buen relato y muy bien escrito.
    Gracias.
    Isaías

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  2. Excelente,puedes seguir con estas crónicas maeñas impregnadas de la picardíá propia de esos años preñados de ingenuidad y sanas travesuras,tan distintas a las de hoy, para las mismas edades.Hoy las disfrutamos como saudades,o morriñas dirían los ibéricos,en fin reminiscencias del ayer.
    su colega,Héctor Brea Tió

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  3. Don Otoniel y Doña Tontón Arté eran los que animaban bodas u cupmleaños de etiquetas. Este duo mantenían un fondo de música ambiental alegórica a la ocación.

    Desde muy jovencito escuchaba una historias de Don Otoniel, de quien se decía que hacía hablar el violín. Había una resonante boda en el municipio de Esperanza y para tal ocación fueron invitados Don Otoniel y Doña Tonton, y además muchas personas de la sociedad Maeña que tuvieron que rentar un autobus. A la hora de partir, 6:00 P.M. solo faltaba Don Ontoniel, y decidieron pasarlo a recoger por su casa llegando a ésta en el justo momento en que él estaba cenando. La guagua se detubo en el frente de su casa y tocó bocina y Don Otoniel queriendo darse prisa se le traganto un vocado que se quedó sin habla y se estaba asficiando y se le ocurrió cojer el violín, todos oyeron clarito: "Velisa traeme un vaso de agua" y así pudo resolver el problema y asistir a esa famosa boda.

    Afectos de, Ley S.

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  4. Chito,muy buen relato(los que te recordamos con carino)Farey.
    ralphpreyes@yahoo.com

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  5. Gracias Dr,por recordar a Don Otoniel quien en una de sus anécdotas dicen que estando en el parque sentado,una avispa le picó y por esa razón duró unos 10 años sin volver al lugar de recreo.
    Luego de ese lapso,volvió,y por desgracia le picó otra avispa,para así sellar las visitas,y para ir a la casa del Padre Franco,tomaba la ruta todo alrededor del parque,evitando cruzar el bendito lugar, siendo esta la ruta mas corta.

    Cosas de la vida

    Manito

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  6. Despues de construir nuestra casa familiar, mis padres y su familia se mudaron al lado de Don Otoniel a finales de los 60, fue un gran amigo nuestro, era un hombre esplendido en su hogar cuando era visitado por sus amigos, era yo una mocita y tocaba el acoredeon o el piano y solia acompanarle cuando tocaba el violin, era increiblemente afinado, ahora que tengo mas conciencia puedo dar testimonio de tal cualidad. Tambien soy odontologa y la cera roja sobre la "reglita" era el pegamento y lo sigue siendo, en donde el fabricante de dientes protesicos los coloca para que queden adheridos hasta el momento en que vayan a utilizar. Tambien disfrute mucho del famoso columpio, tanto como nadie puede imaginarse,era mi lugar prefeido de toda la casa y la terraza cubierta con un parral de uvas muy agrias cual don Otto cuidaba con celo, yo tenia el privilegio de arrancar cuantas quisiera y el lo consentia con agrado, es lo mas parecido al paraiso que tuve en aquella epoca...tantas veces entraba a la casona del violinista, igual veces el celebraba mi entrada a su hogar,y me decia: llego manitas de angel. Guardo recuerdos gratos de ese vecino,amante del arte, pese a que no se correspondia con mi edad, junto con mi madre Argentina, don Carlos Juan Rodriguez, dona Tonton, Catalina, don Otoniel, dona Aura Bueno,Mayra Brito, Cheddyn Brito y Rafita Crespo, el entonces muy joven Guiterrista y gran amigo Nano Espinal, pasamos mucho tiempo disfrutando y buscando el broche de oro con cual terminarian los "bonches". El broche se buscaba cada semana en una casa diferente: casa por casa, semana tras semana, por muchos lustros y nunca aparecio...creo que el dios Baco lo escondia para que nunca se terminara la fiesta.
    Hace ya mucho tiempo que en la casona del violinista (luego sabran por que la llamo asi)vive mi prima hermana Lourdes Ferreira de R. quien cuida ese tesoro de casa con esmero, pero cuando la contemplo, no puedo evitar cada vez recordar a Sixto, Eduardo, Catalina, Ivelisse los hijos del excelente anfitrion y ejor ser humano que fuera Don Otoniel Acevedo.
    Siempre recordare a mi querido don otoniel.
    Con mucha musica: Narcy...

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