lunes, 29 de noviembre de 2010
PALABRAS DEL DR. ARNALDO ESPAILLAT CABRAL EN LA PREMIACIÓN CORRIPIO
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Ahora, sólo resta el premio que se otorga en Ciencias Naturales y de la Salud, Categoría Oftalmología.
De todas las funciones orgánicas que componen la integridad corporal, la función del aparato visual es la que ha desarrollado mayor trascendencia; porque donde termina la capacidad de ver con que nos ha dotado la naturaleza, el ingenio del hombre, mediante la tecnología del microscopio electrónico o del telescopio, nos permite visualizar a los elementos primarios que componen la materia o escrutar la profundidad de los cielos, abarcando la función visual un campo gigantesco que se extiende desde el mundo infinitesimal de los microbios hasta el espacio sideral de las estrellas.
No obstante, hay que diferenciar la función óptica que nos permite captar las imágenes del espacio que nos rodea de manera definida y concreta, como una cámara fotográfica, de la visión conceptual, que es un proceso que se arraiga en la conciencia a través de la facultad creadora del intelecto y el acervo cultural de cada persona. La que elabora las ideas abstractas y racionaliza el conocimiento. En fin, la que nos permite conceptualizar el cosmos intangible que nos rodea.
Me agradaría explayarme sobre la visión conceptual, pero como el Jurado hace mención especial respecto al descubrimiento de la Toxoplasmosis en el país, debo referirme a ese tema.
A principios del siglo pasado, Nicolle y Monceaux, dos investigadores del Instituto Pasteur, investigando en África, al realizar estudios en roedores de la familia Gondii, encontraron unos microbios desconocidos, no patógenos, que bautizaron con el nombre de Toxoplasma Gondii. Pero, más tarde, en la década de los años cincuenta, otros investigadores, al hacer exámenes seriados de cortes histológicos descubrieron quistes de Toxoplasma Gondii en cincuenta y dos globos oculares eviscerados. Este hallazgo inesperado, de carácter fortuito, desencadenó una frenética carrera de estudios llevados a cabo por diferentes instituciones científicas. Y como resultado de todo este proceso de investigación se demostró que la Toxoplasmosis produce graves lesiones oculares, alteraciones cerebrales, malformaciones congénitas y que, además, es una de las causas más frecuentes de abortos.
Por eso, al regresar de España en el 1962, grande fue mi sorpresa al constatar que la Toxoplasmosis era una de las enfermedades oftalmológicas de mayor incidencia entre los pacientes que recurrían a mi consulta. Patología que en esa época no era conocida en el país y que aún no aparecía en los libros clásicos de medicina, a lo que se sumaba la dificultad de que ningún laboratorio hacía el test de Sabin Feldman para poder certificar el diagnóstico, razón por la cual, árdua y difícil, por no decir penosa, fue la lucha que tuve que librar para que la clase médica dominicana reconociera su existencia.
Para lograr este objetivo recurrí a dos artificios: Durante mi estadía en Europa tuve el placer de conocer al Prof. Schepen, oftalmólogo de fama mundial, fundador de la Escuela de Retina de Boston. Decidí hacerle una visita para explicarle personalmente el problema, ante lo cual accedió a que le enviara la sangre de los pacientes. La institución que él presidía se encargaría de ejecutar los trámites para que el laboratorio del hospital Mount Sinaí hiciera las pruebas pertinentes. Obtenida esta parte me trasladé a Oberkochen, ciudad industrial de Alemania, con el fin de comprar una cámara de la casa Zeiss, para fotografiar las lesiones causadas por el Toxoplasma en el fondo del ojo. De este modo, armado con pruebas certificadas, el 18 de febrero de 1963, dicté en la Sociedad Médica Dominicana una conferencia en la que presentaba cien casos, avalados por el Instituto de Retina de Boston, los test positivos de Sabín Feldman realizados por el laboratorio del hospital Mount Sinaí, más las fotografías de las lesiones del fondo del ojo de cada paciente. Ante esta evidencia irrefutable se despejaba toda duda y de forma categórica quedaba demostrada la existencia de la Toxoplasmosis en nuestro país.
Señoras y señores:
Esta noche, tenemos el privilegio de estar frente a una familia consagrada al trabajo, cuya tradición se remonta a don Manuel Corripio García, quien a los 97 años de edad, al exhalar su último aliento, como en una carrera de posta o una sucesión dinástica, entregó el bastón de mando a su hijo para que continuara su obra. Responsabilidad que no sólo ha sabido mantener, sino, que con ingente dedicación y esfuerzo la ha engrandecido.
En tal sentido, y en nombre del Dr. Wilfredo Lozano, del señor Domingo Batista, así como en el mío propio, deseo agradecer desde lo más profundo del corazón a los miembros integrantes de los Jurados que tuvieron a cargo la laboriosa tarea de escoger a los candidatos laureados. A los miembros que componen la Fundación Corripio y a todos ustedes que esta noche nos honran con su presencia. Pero, sobre todo, y muy en especial, deseamos expresar nuestro agradecimiento al señor José Luis Corripio Estrada, creador y presidente de la Fundación Corripio, Inc. y a su señora esposa, doña Ana María Alonso de Corripio, así como a sus descendientes, quienes a su tiempo serán los encargados de continuar la obra de sus progenitores.
Ahora, sólo resta el premio que se otorga en Ciencias Naturales y de la Salud, Categoría Oftalmología.
De todas las funciones orgánicas que componen la integridad corporal, la función del aparato visual es la que ha desarrollado mayor trascendencia; porque donde termina la capacidad de ver con que nos ha dotado la naturaleza, el ingenio del hombre, mediante la tecnología del microscopio electrónico o del telescopio, nos permite visualizar a los elementos primarios que componen la materia o escrutar la profundidad de los cielos, abarcando la función visual un campo gigantesco que se extiende desde el mundo infinitesimal de los microbios hasta el espacio sideral de las estrellas.
No obstante, hay que diferenciar la función óptica que nos permite captar las imágenes del espacio que nos rodea de manera definida y concreta, como una cámara fotográfica, de la visión conceptual, que es un proceso que se arraiga en la conciencia a través de la facultad creadora del intelecto y el acervo cultural de cada persona. La que elabora las ideas abstractas y racionaliza el conocimiento. En fin, la que nos permite conceptualizar el cosmos intangible que nos rodea.
Me agradaría explayarme sobre la visión conceptual, pero como el Jurado hace mención especial respecto al descubrimiento de la Toxoplasmosis en el país, debo referirme a ese tema.
A principios del siglo pasado, Nicolle y Monceaux, dos investigadores del Instituto Pasteur, investigando en África, al realizar estudios en roedores de la familia Gondii, encontraron unos microbios desconocidos, no patógenos, que bautizaron con el nombre de Toxoplasma Gondii. Pero, más tarde, en la década de los años cincuenta, otros investigadores, al hacer exámenes seriados de cortes histológicos descubrieron quistes de Toxoplasma Gondii en cincuenta y dos globos oculares eviscerados. Este hallazgo inesperado, de carácter fortuito, desencadenó una frenética carrera de estudios llevados a cabo por diferentes instituciones científicas. Y como resultado de todo este proceso de investigación se demostró que la Toxoplasmosis produce graves lesiones oculares, alteraciones cerebrales, malformaciones congénitas y que, además, es una de las causas más frecuentes de abortos.
Por eso, al regresar de España en el 1962, grande fue mi sorpresa al constatar que la Toxoplasmosis era una de las enfermedades oftalmológicas de mayor incidencia entre los pacientes que recurrían a mi consulta. Patología que en esa época no era conocida en el país y que aún no aparecía en los libros clásicos de medicina, a lo que se sumaba la dificultad de que ningún laboratorio hacía el test de Sabin Feldman para poder certificar el diagnóstico, razón por la cual, árdua y difícil, por no decir penosa, fue la lucha que tuve que librar para que la clase médica dominicana reconociera su existencia.
Para lograr este objetivo recurrí a dos artificios: Durante mi estadía en Europa tuve el placer de conocer al Prof. Schepen, oftalmólogo de fama mundial, fundador de la Escuela de Retina de Boston. Decidí hacerle una visita para explicarle personalmente el problema, ante lo cual accedió a que le enviara la sangre de los pacientes. La institución que él presidía se encargaría de ejecutar los trámites para que el laboratorio del hospital Mount Sinaí hiciera las pruebas pertinentes. Obtenida esta parte me trasladé a Oberkochen, ciudad industrial de Alemania, con el fin de comprar una cámara de la casa Zeiss, para fotografiar las lesiones causadas por el Toxoplasma en el fondo del ojo. De este modo, armado con pruebas certificadas, el 18 de febrero de 1963, dicté en la Sociedad Médica Dominicana una conferencia en la que presentaba cien casos, avalados por el Instituto de Retina de Boston, los test positivos de Sabín Feldman realizados por el laboratorio del hospital Mount Sinaí, más las fotografías de las lesiones del fondo del ojo de cada paciente. Ante esta evidencia irrefutable se despejaba toda duda y de forma categórica quedaba demostrada la existencia de la Toxoplasmosis en nuestro país.
Señoras y señores:
Esta noche, tenemos el privilegio de estar frente a una familia consagrada al trabajo, cuya tradición se remonta a don Manuel Corripio García, quien a los 97 años de edad, al exhalar su último aliento, como en una carrera de posta o una sucesión dinástica, entregó el bastón de mando a su hijo para que continuara su obra. Responsabilidad que no sólo ha sabido mantener, sino, que con ingente dedicación y esfuerzo la ha engrandecido.
En tal sentido, y en nombre del Dr. Wilfredo Lozano, del señor Domingo Batista, así como en el mío propio, deseo agradecer desde lo más profundo del corazón a los miembros integrantes de los Jurados que tuvieron a cargo la laboriosa tarea de escoger a los candidatos laureados. A los miembros que componen la Fundación Corripio y a todos ustedes que esta noche nos honran con su presencia. Pero, sobre todo, y muy en especial, deseamos expresar nuestro agradecimiento al señor José Luis Corripio Estrada, creador y presidente de la Fundación Corripio, Inc. y a su señora esposa, doña Ana María Alonso de Corripio, así como a sus descendientes, quienes a su tiempo serán los encargados de continuar la obra de sus progenitores.
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