Los médicos no tenían reposo, a veces no dormían, pero se crecían...
Terminamos con los nombres de una pléyade de médicos patriotas: José Ramón Báez Acosta, Víctor Suero, José Rodríguez Soldevilla, Fernando Houelmont, Norman Ferreira, Víctor Decamps, Julio José Santana, José A. García Fajardo, Agramonte Mazara, la doctora Mota y otros que a cuarenta y cinco años de la memoria pueden haberse escapado.
Vamos a referirnos a unos médicos, es decir a profesionales de la medicina, que cuando la patria los necesitó dieron con entereza, notaciones de su irrestricto apego profesional y ético, al juramento que un día hicieron por Hipócrates. Y pensando también en Paracelso y en Apolo médico.
Quiero hacer mención de algunos médicos que cuando la patriótica contienda del 1965 pusieron sus conocimientos y su trabajo sin retribución al servicio de los necesitados.
Comienzo evocando los nombres de dos seguidores de Galeno que perdieron la vida al comienzo de los sucesos abrileños. Ellos fueron el coronel Domingo Gaillard y el también militar, teniente Cádiz Alonzo.
Otro médico ya difunto que merece honrosa mención es el doctor Octavio Aurelio Rosario García.
En la “Zona Norte” este galeno, dirigiendo un grupo en arriesgadas labores de Cruz Roja, andaba auxiliando heridos y recogiendo muertos.
Este galeno, en acción decidida y necesaria, echó abajo las puertas de una reputada abandonada clínica para alojar muchos heridos por consecuencias del avérnico ataque que hicieron los norteños y armipotentes “hackers and smuglers” contra la zona de la dignidad, no dominicana solamente, sino latinoamericana…
Esto ocurrió el día 15 de junio de 1965, día crucial que se justificaba poner esa clínica abandonada al servicio inminente de muchos necesitados de profesional asistencia.
Tampoco podemos silenciar las cotidianas visitas que al Edificio Copello realizaba el doctor Sigarán.
Iba él a inquirir buenamente, cuáles medicamentos necesitaban los locutores y los periodistas de la revolución, para tratar de buscárselos a como diera lugar, fuera de la zona constitucionalista.
Por igual, no puede relegarse al olvido, al doctor Marcelino Vélez Santana, ministro de Salud del Gobierno del coronel Caamaño Deñó.
Hace tiempo que leímos con satisfacción lo que decía un médico que prestó eficientes servicios en el Hospital Padre Billini, cuando la patria a él, lo necesitó.
Me refiero al doctor Julio José Santana, quien se expresó así: “La sociedad dominicana haría un acto de justicia si reconociera a los médicos que trabajaron arduamente atendiendo a los heridos y en emergencias durante la revolución de abril de 1965”. Nosotros vimos lo que diariamente ocurría en el Hospital Padre Billini.
Los médicos no tenían reposo, a veces no dormían, pero se crecían y hasta se multiplicaban.
Las enfermeras se hicieron dignas seguidoras de Florence de Nithingale y de “El Angel de Diem Biem Phu” Genieveve de Gallard Terraube.
Y médicos y enfermeras eran apoyados por las valientes monjas (siervas del Señor), que tal parece que estaban guiadas por la portentosa mano de Dios.
Terminamos con los nombres de una pléyade de médicos patriotas: José Ramón Báez Acosta, Víctor Suero, José Rodríguez Soldevilla, Fernando Houelmont, Norman Ferreira, Víctor Decamps, Julio José Santana, José A. García Fajardo, Agramonte Mazara, la doctora Mota y otros que a cuarenta y cinco años de la memoria pueden haberse escapado.
Las operaciones, las intervenciones quirúrgicas, no les permitían reposo a los doctores Juan Pablo Duarte Camilo, Eduardo Rodríguez Lara y Eduardo Segura C.
Con la responsabilidad de la dirección del Padre Billini cargó el doctor Juan Pablo Duarte Camilo.
Estos abnegados de la historia, muchas veces se imponían a la ausencia de energía eléctrica, la carencia de medicamentos y de alimentos.
Terminamos con un humilde parecer.
Clío, la celosa musa de la historia, sería insincera si olvida los nombres luminosos de los dominicanos que participaron en la lucha de abril, lucha que es la tercera por nuestra Independencia.
Periódico Hoy
18 Noviembre 2010, 11:30 PM
Estos hombres y mujeres que exponiendo sus propias vidas se dedicaron a salvar las de otros merecen un monumento de agradecimiento. Grande sea siempre su recompensa.
ResponderBorrarDomingo Reyes