sábado, 26 de abril de 2014
POR CULPA DEL EGO
TERCER CAMINO
Por Lavinia del Villar de Fernández
Según Freud el ego es el responsable del sentido de identidad de una persona. Es el ejecutivo de la personalidad y representa el equilibrio entre el instinto, que es innato, está situado en el inconsciente y no conoce la realidad, y los valores, que son aprendidos, son conscientes, representan los ideales morales, y constituyen lo que también se denomina superego.
Así que el ego, no es más que el resultado del balance entre esas dos fuerzas antagónicas que se enfrentan día a día para interferir en nuestras decisiones.
A menudo nos encontramos con “egos inflados”, que son los responsables de patrones de conducta inadecuados, entre los que contamos las siguientes:
Egocentrismo: Tendencia habitual de una persona a considerarse el centro de atención, junto con la incapacidad de ponerse en el lugar de sus semejantes.
Egolatría: Culto, adoración, aprecio excesivo de sí mismo.
Entre los ególatras se cuentan los narcisistas que se enamoran de sí mismos, y los amorales cuya conducta se basa en el principio del placer.
Egotismo: Sentimiento exagerado que produce un afán de hablar de sí mismo, de ser reconocido, de informar sus avances, de demostrar sus logros, etc.
Egoísmo: Amor excesivo hacia uno mismo que lleva a preocuparse solo del interés personal, sin importarle los demás. Es una imperfección no solo del corazón sino también de la razón. El egoísta todo lo quiere para sí.
Resumiendo, el ego es el yo, la parte consciente del individuo, el ser individual. En la lucha de los instintos y el superego, o valores aprendidos, el que tenga más fuerza de los dos determinará nuestra forma de comportarnos en sociedad.
Si le damos más poder a los instintos nuestro ego será desordenado y orientado a la gratificación inmediata, en cambio si ponemos por delante los valores o superego, tendremos un ego inteligente, moderado y considerado de los demás.
Muchas personas piensan que los malos manejos de nuestra conducta son por culpa del ego, y puede que tengan razón, pero en realidad lo cierto es que el ego se enferma por la falta de valores o la pobreza del superego.
Por Lavinia del Villar de Fernández
Según Freud el ego es el responsable del sentido de identidad de una persona. Es el ejecutivo de la personalidad y representa el equilibrio entre el instinto, que es innato, está situado en el inconsciente y no conoce la realidad, y los valores, que son aprendidos, son conscientes, representan los ideales morales, y constituyen lo que también se denomina superego.
Así que el ego, no es más que el resultado del balance entre esas dos fuerzas antagónicas que se enfrentan día a día para interferir en nuestras decisiones.
A menudo nos encontramos con “egos inflados”, que son los responsables de patrones de conducta inadecuados, entre los que contamos las siguientes:
Egocentrismo: Tendencia habitual de una persona a considerarse el centro de atención, junto con la incapacidad de ponerse en el lugar de sus semejantes.
Egolatría: Culto, adoración, aprecio excesivo de sí mismo.
Entre los ególatras se cuentan los narcisistas que se enamoran de sí mismos, y los amorales cuya conducta se basa en el principio del placer.
Egotismo: Sentimiento exagerado que produce un afán de hablar de sí mismo, de ser reconocido, de informar sus avances, de demostrar sus logros, etc.
Egoísmo: Amor excesivo hacia uno mismo que lleva a preocuparse solo del interés personal, sin importarle los demás. Es una imperfección no solo del corazón sino también de la razón. El egoísta todo lo quiere para sí.
Resumiendo, el ego es el yo, la parte consciente del individuo, el ser individual. En la lucha de los instintos y el superego, o valores aprendidos, el que tenga más fuerza de los dos determinará nuestra forma de comportarnos en sociedad.
Si le damos más poder a los instintos nuestro ego será desordenado y orientado a la gratificación inmediata, en cambio si ponemos por delante los valores o superego, tendremos un ego inteligente, moderado y considerado de los demás.
Muchas personas piensan que los malos manejos de nuestra conducta son por culpa del ego, y puede que tengan razón, pero en realidad lo cierto es que el ego se enferma por la falta de valores o la pobreza del superego.
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Doñita,
ResponderBorrarEl ego podría equipararse al sol que con los mismos rayos que nos proporciona la energía que hace posible la vida, nos quema. En cada caso, el asunto es saber establecer un balance que nos permita domarlos.
Gracias por su excelente colaboración.
Isaías