jueves, 8 de noviembre de 2012

¿POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS?

POR TI, JOSELITO…

José Bonilla, así era el nombre de "Joselito, el del Padre" o " Joselito, el de Alicia", Joselito el Sacristán"; así era la manera de saber, a cuál de los varios Joselito existentes nos referíamos.

Joselito, Decano de los Monaguillos, el más capacitado de los Sacristanes.

El más sincero con la Iglesia, y el que gozaba de más confianza del Padre Franco, y los demás Curas.

Era él quien despertaba a la Iglesia con su invitar a concurrir a orar con Dios, mediante el repicar de campanas, con su ritmo peculiar, inimitable, cosa ésta que le causaba alegría porque sabía que le estaba sirviendo a Nuestro Señor.

Joselito nos invitó a estar con Dios durante una hora por 50 años y más; me atrevo decir que por 60 años, (para restarle, mejor que les sobren).

Joselito preparaba al representante de Dios en la Iglesia, al Cura; le buscaba las hostias, su copa, el vino, y servilletas; buscaba todo lo sagrado, haciéndose cómplice indirecto junto al Padre de enseñar a amar a Dios.

Joselito fue un calendario ambulante, un libro de referencia del pueblo, ya que constantemente era una fuente de información para saber fechas de misas asignadas, y de muertes de ciudadanos.

Joselito, dedicó su vida al pueblo, con un corazón sano lleno de nobleza; tenía fallas, era humano.

No quisiera que por su humildad aquel pequeño hombre de tamaño, con un caminar cansado y cabizbajo, permitamos que pase desapercibido ante esta nueva generación.

No, con algo debemos recordarlo.

Ellos deben de saber que era un Gigante de Corazón, ellos deben de saber "Por quién doblan las campanas”

Ellos deben de saber que es por ti, JOSELITO.

Hasta pronto.

Manito

1 comentario:

  1. Al enterarme del deceso de Joselito, amigo de toda la vida, me inmute y no me salían ideas de como expresar la pena que me causó la peor noticia que se puede recibir de un amigo. Siempre que nos encontrábamos había una parada obligada para una noticia o un chiste. Recuerdo cunado en la antigua iglesia un para de cilindros de gas hacían las veces de campanas. Le recomendábamos que se pusiera un par de tapones en los oídos y nos decía que no lo necesitaba porque se colocaba de espalda a la brisa que soplaba. Pocas personas le vieron el cabello, siempre se cubría la cabeza con su inseparable gorra, que solo se deshacía de ella para salir de la sacristía al altar de la iglesia. Por demás conocía casi a todas las personas Maeña. Paz Joselito, se que esta donde siempre estuviste, solo que cambiaste de lugar.

    Muy apenado, Ley S.

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