jueves, 17 de mayo de 2012
OTRO DE RAMÓN BONILLA
RAMÓN BONILLA VERSUS RUMBITO UREÑA
Por Rafael Darío Herrera
En su itinerario de bebedor consuetudinario Ramón Bonilla por lo regular no solía detenerse a tomar en un bar. Prefería caminar por la ciudad y explayarse con todo el que se encontraba. Cuando ya había tomado suficiente alcohol se creía dotado de poderes sobrenaturales y capacitado para transmitir energía positiva a quien le diera las manos para lo cual hacía extraños gestos en su rostro.
En una ocasión decidió romper su habitual manera de tomar tragos y se detuvo en la barra Los Mellizos, ubicada en la calle Beller esquina Santa Ana, propiedad de Manuel (el del mercado) y a pocos metros de su residencia. Allí se sentó en la misma mesa donde se hallaba un conocido personaje de Mao, nos referimos Rumbito Ureña, que había adquirido notoriedad por haber liquidado a mansalva a su hermano Raymundo. En todo Mao se le tenía como un hombre sumamente valiente al que muchos le temían.
En este ambiente de bar Ramón Bonilla incrementó sustancialmente la frecuencia con que ingería cada trago, lo cual naturalmente aumentó la cantidad de alcohol en la sangre, y por ende, disminuyó su racionalidad. Tragos van y tragos vienen y en la conciencia de Ramón se convirtió en obsesiva la idea de que “Caín mató a Abel”, idea que no pudo desterrar de su mente hasta que, en un descuido de Rumbito, tomó una botella de ron y sorpresivamente le asestó un botellazo en la cabeza, al tiempo que vociferaba “Caín mató a Abel y yo mato a Caín”, golpe que prácticamente nockeó a este al tomarlo desprevenido y lo hizo sangrar.
De inmediato, y aprovechando la confusión que originó su sorpresiva acción, Ramón abandonó el lugar y se marchó a su casa. Con la finalidad de resarcir su mancillado honor de hombre valiente, Rumbito, fuertemente armado, anduvo en su búsqueda por todo el barrio de Los Colones con la clara intención de cobrar venganza por el humillante golpe de que fue víctima. Ramón Bonilla, entretanto, ya completamente sobrio y atemorizado, duró varios días sin salir a la calle. Posteriormente, optó por alejarse del alcohol y tomarse algunas vacaciones, primero en Santiago y luego en Santo Domingo donde sus sobrinos. Al cabo de varios meses, sus hijos, cada vez que querían disuadirlo de que no saliera a la calle a beber le decían que Rumbito andaba todavía en su búsqueda. ¡Santo remedio!
Por Rafael Darío Herrera
En su itinerario de bebedor consuetudinario Ramón Bonilla por lo regular no solía detenerse a tomar en un bar. Prefería caminar por la ciudad y explayarse con todo el que se encontraba. Cuando ya había tomado suficiente alcohol se creía dotado de poderes sobrenaturales y capacitado para transmitir energía positiva a quien le diera las manos para lo cual hacía extraños gestos en su rostro.
En una ocasión decidió romper su habitual manera de tomar tragos y se detuvo en la barra Los Mellizos, ubicada en la calle Beller esquina Santa Ana, propiedad de Manuel (el del mercado) y a pocos metros de su residencia. Allí se sentó en la misma mesa donde se hallaba un conocido personaje de Mao, nos referimos Rumbito Ureña, que había adquirido notoriedad por haber liquidado a mansalva a su hermano Raymundo. En todo Mao se le tenía como un hombre sumamente valiente al que muchos le temían.
En este ambiente de bar Ramón Bonilla incrementó sustancialmente la frecuencia con que ingería cada trago, lo cual naturalmente aumentó la cantidad de alcohol en la sangre, y por ende, disminuyó su racionalidad. Tragos van y tragos vienen y en la conciencia de Ramón se convirtió en obsesiva la idea de que “Caín mató a Abel”, idea que no pudo desterrar de su mente hasta que, en un descuido de Rumbito, tomó una botella de ron y sorpresivamente le asestó un botellazo en la cabeza, al tiempo que vociferaba “Caín mató a Abel y yo mato a Caín”, golpe que prácticamente nockeó a este al tomarlo desprevenido y lo hizo sangrar.
De inmediato, y aprovechando la confusión que originó su sorpresiva acción, Ramón abandonó el lugar y se marchó a su casa. Con la finalidad de resarcir su mancillado honor de hombre valiente, Rumbito, fuertemente armado, anduvo en su búsqueda por todo el barrio de Los Colones con la clara intención de cobrar venganza por el humillante golpe de que fue víctima. Ramón Bonilla, entretanto, ya completamente sobrio y atemorizado, duró varios días sin salir a la calle. Posteriormente, optó por alejarse del alcohol y tomarse algunas vacaciones, primero en Santiago y luego en Santo Domingo donde sus sobrinos. Al cabo de varios meses, sus hijos, cada vez que querían disuadirlo de que no saliera a la calle a beber le decían que Rumbito andaba todavía en su búsqueda. ¡Santo remedio!
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Rafael Dario,afectuosos saludos.
ResponderBorrarDe poco tiempo aca,le he dado seguimiento a tus atinados escritos, lo que aprovecho para reconocer y felicitarte por la acuciocidad y profundidad que te caracterizan en tu narrativa,y maxime,las referentes al folclorico y bien ponderado Don Ramon Bonilla,ilustre padre de Lucia y Siman,personas dignas de mi aprecio.
Con gran deferencia y distingo,...Nelson Rodriguez (Cuqui).
jajajajajajaj, yo supe que en esa ocación, Ramón Bonilla, cogió uno de los taladros que usaba para su trabajo, e hizo unos cuantos hoyos en la puerta de su casa, para poder ver, quién tocaba en la puerta, antes de abrirla, para no caer en ganchos, porque su vida corría peligro.
ResponderBorrarRolando Espinal