miércoles, 30 de mayo de 2012

TERCER CAMINO

¿POR QUÉ ESPERAR?
Por Lavinia del Villar

“La generosidad es la virtud de las grandes almas”
Pequeño Larousse

No hay música más agradable a los oídos del ser humano, ni vitamina más apropiada para fortalecer el espíritu, que los halagos sentidos y merecidos. El que diga que no le gusta que lo elogien, o está mintiendo, o está resentido por no haber sido reconocido en el tiempo que lo consideró prudente.

Aunque no trabajemos precisamente por el reconocimiento, resulta muy gratificante escuchar de otros que lo que hacemos contribuye de alguna forma a enriquecer nuestro entorno, o a ayudar nuestros semejantes.

Sin embargo, a veces damos los elogios con un cuenta gotas, como si quisiéramos y no quisiéramos, o como si fuera tan difícil ponderar los méritos y logros de los demás. A menudo, cuando dormimos nuestro ego y nos decidimos a exaltar los méritos de alguien, hacemos panegíricos en vida, simplemente porque esperamos hasta el final para decir ¡qué bien lo hiciste!

Todavía peor es esperar la muerte de la persona para, voltear a mirar sus obras, desenterrar la lista de sus contribuciones, resaltar sus logros, compartir sus aportes, y reconocer públicamente sus virtudes y talentos.

¿Por qué no decir en vida las cosas lindas que una persona merece? Y ¿Por qué esperar que muera para nombrar una calle, levantar un busto o escribir memorias?

¿Por qué no valorar en presencia el compromiso, la integridad, los nobles sentimientos, la valentía…? Y ¿Por qué no decir “Gracias por ser como eres”, o “Eres un orgullo para nosotros”…?

¿Por qué preferimos los mártires a los héroes? Y ¿Por qué los famosos venden más después de muertos?

La Biblia dice que “Dios ama al dador alegre”, así que, seamos justos y generosos, no el mes que viene, ni dentro de una semana, ni mañana, sino hoy, porque quizás para luego sea demasiado tarde, y la satisfacción se la lleva aunque con orgullo, quien en realidad no trabajó para recibirla.

¿Por qué esperar?

4 comentarios:

  1. Mi queridísima; Que bonito fuera ver a nuestra Gran Doña Camelia Disla agarrada de la mano de un nieto,o sobrino respondiéndoles las preguntas hechas del por qué esa calle lleva su nombre. O al recibir una visita,pasearla por esa vía con sus explicaciones. Así hay muchos en nuestro pueblo,merecedores de ser llevado al Salón de la fama en vida. Cuantas satisfacciones dejadas de recibir lo único que lamento sobre su real escrito es que no lo musicalizara con la linda salsa del Gran Combo "que me lo den en vida". Mucho sentido lo dicho por ud.

    Abrazos
    Manito

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  2. Querida prima,saludos.Tu valioso razonamiento esta en toda practica de la logica, porque, cual seria la necesidad de dejar de reconocer con justiprecio los meritos y comportamientos correspondientes en su verdadera oportunidad y dimension, en aquellas personas que los poseen?.
    No soy participe de esas decisiones tardias o a destiempo, porque no tiene sentido recibirlas cuando no puedas acogerlas con beneplacito, 0, en su defecto,la inexistencia en este mundo ya no lo lo permita.
    Sin entrar en detalles, proliferan en nuestro medio, mas que reconocimientos, adulaciones inmerecidas caracterizadas por su desfachatez manifiesta y "limpiasaquismo sobredimensionado", lo que le quita solemnidad al acto en si, como al pretendido"homenajeado".
    Con afectos de siempre,te felicito.
    Nelson Rodriguez Martinez(Cuqui).

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  3. Mi querida Profe: Que hermoso y verdadero articulo. Lleno de grandes verdades. Creo que cuando se resaltan las virtudes de nuestros semejantes si lo hacemos de corazón y sin esperar nada a cambio estamos contribuyendo a levantar nuestra caida dignidad como raza. Abrazos mi querida Profe, un gran caudal de verdades.
    Con amor de siempre,
    su alumno,
    Juan Colon

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  4. Mi querida y apreciada prima y profe:
    En honor a la verdad, usted se las trae con sus enseñanzas y sabias orientaciones. No me considero su ex-alumno sino su alumno, ya que cada vez que leo sus artículos acuno más aprendizaje del "SER" en mi humilde saber.

    Bendiciones y salud por siempre para usted y familia.

    Diómedes Rodríguez Martínez

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