lunes, 31 de octubre de 2011

A PROPÓSITO DE...

RECUERDOS EN MI VIDA - I
Fernando Ferreira Azcona

Lea la Segunda parte

Obviamente, no recuerdo el momento de mi nacimiento, pero sí recuerdo, porque me lo contó muchas veces Mamacía, mi abuela materna, quien estuvo presente en el momento que llegué a este mundo, que mamá-Fefita, la partera que asistió a mi querida madre en ese momento supremo, exclamó “este es Azcona puro”. Y quizás este fue el “link” que nos hizo el uno para el otro (ver MAMACÍA Y YO.). Ese amor tan grande que me unió a mi abuela materna, hizo que en mi niñez, en ocasiones, me sintiera más Azcona que Ferreira.

Recuerdo vívidamente la humilde casita, ubicada en Sibila, en la polvorienta calle Duarte de entonces, a dos cuadras del canal mayor, donde nacimos cuatro de los nueve hermanos Ferreira Azcona. Tenía una pequeña sala, comedor y dos habitaciones. Una enramada techada de cana la separaba de la cocina, también techada de cana, la cual estaba situada completamente independiente del primer inmueble.

También recuerdo la hortaliza que tenía Papá en el fondo del patio. Mi especie favorita era la de tomates pequeñitos (aquellos que se utilizaban para hacer huevos revueltos) que crecían y producían sobre una enredadera que nuestro Viejo le había hecho para soportar las ramas y que sus frutos no se dañaran al contacto con el suelo. ¡Si tuviera un peso por cada tomatillo crudo que me comí, hoy fuera millonario!

¿Cómo no recordar a nuestro perro Titán? Su nombre original era Capitán, pero el Perínclito de San Cristóbal prohibió que animales cuadrúpedos llevaran nombres que correspondiesen a rangos de las fuerzas armadas. De ahí que, su nombre derivó al que lo hizo famoso en nuestra familia. Titán era de color mela’o con el hocico negro, grande y corpulento. Sobrevivió tantas veces a las campañas de envenenamientos de “la sanidad”, que me atrevería a decir que hizo un post doctorado en esos menesteres. También me atrevería a aseverar, que antes de que Pavlov, el famoso científico ruso, condicionara la reacción de su perro, nosotros lo hicimos con Titán, en nuestra humilde casita de Sibila. ¿Cómo ocurrió esto? A consecuencia de los tantos envenenamientos, Titán desarrolló serias limitaciones digestivas. Me imagino que su hígado estaba destrozado. De tal manera, que se tiraba los “follones” más hediondos que usted pueda imaginarse, cuando esto ocurría, el ambiente se inundaba de una pestilencia terrible, y teníamos que “aperrear” a Titán para que se fuera con su hedor a otra parte. Esta desagradable situación se desarrollaba con tanta frecuencia, que cuando nuestro leal perro escuchaba que alguien gritaba: “fooo se cag… Titán”, el pobre animal salía disparado, “como alma que lleva el diablo”. Como fiel y leal amigo, regresaba minutos después al patio de nuestro hogar.

En una ocasión, fui al local donde Papá tuvo su primer negocio. Este estaba ubicado en una casona de madera pintada de azul, en la calle Máximo Cabral, también en Sibila: Si mi memoria no me traiciona, entre las calles Félix María Bonilla y la calle donde vivían los padres de José Fermín Francisco y de Rolando Espinal. Una vez en dicho local, me fui al patio del mismo, donde encontré una carretilla y me propuse hacerla pasar sobre la raíz de una mata de cambrón, que sobresalía unas seis pulgadas sobre el suelo. En cada intento, la trompa de la carretilla chocaba con la raíz y mi esfuerzo resultaba fallido. Como una de mis características es la perseverancia, no me di por vencido y cada vez me separaba más de la raíz, para tomar mayor impulso, hasta que ocurrió lo que debía suceder: emprendí la carrera “a toda máquina”, en pos de mi objetivo, pero esta vez, la velocidad de la carretilla era tal, que al chocar con la raíz, ésta brinco hacia atrás y hacia arriba, mientras yo seguí hacia delante. Golpeé el borde de la carretilla con mi frente, y… “el sangrerío”. Afortunadamente, tengo las cejas tan tupidas, que la cicatriz pasa inadvertida.

Como mis amables lectores recordarán, nosotros siempre íbamos a El Rubio, San José de las Matas, de vacaciones. Un verano, a Talla, quien era una Madre para nosotros, y a nuestros abuelos, se les antojó “desparasitarnos”, y nos prepararon un purgante de sen con cañafístola, el cual nos brindaron como si fuera un refresco, a media mañana. Sin embargo, cometieron el error de purgarnos a todos el mismo día. No transcurrió mucho tiempo para que los efectos del purgante empezaran a manifestarse en retortijones de barriga, unos cólicos terribles, y se armó el “corre-corre”. Al principio, nos peleábamos por el acceso a la letrina, la cual, no daba abasto para satisfacer la inusitada demanda de los desesperados usuarios. Pero, cuando los efectos del purgante alcanzaron el clímax, y la deshidratación empezó a surtir sus efectos, no teníamos fuerzas para correr a la letrina y mucho menos, para pelear por esta, era cuestión de agacharse, donde el cólico nos sorprendiera, y… fuaaaa. En honor a la verdad, nunca había visto, ni he vuelto a ver una cag… colectiva similar.

A propósito de El Rubio, la vida en esa comarca transcurría con mansedumbre. Allí, el tiempo parecía detenerse y cada quien tenía su propio predio, donde producía lo necesario para vivir: yuca, batata, frijoles, etc., y tenía dos o tres vaquitas para la leche de la familia.

El trueque desinteresado era común. Fulano le enviaba un saco de yuca a su compadre mengano, y este reciprocaba el gesto enviándole un saco de batatas. Se hacían “juntas”, en las que un grupo de hombres ayudaba a un amigo común a realizar determinada tarea, tan sólo por la comida del día.

En el verano, las frutas tropicales eran abundantes. Nos dábamos el lujo de escoger las más apetitosas y las demás se las echaban a los puercos en las pocilgas. Esta realidad cambió, cuando llegó a aquel apartado rincón, la Sociedad Industrial Dominicana y la siembra comercial de maní. Se despertó “la fiebre por el dinero efectivo”. Los campesinos sustituyeron sus conucos tradicionales por sembrados de maní y luego, se conoció el trabajo asalariado para la cosecha, formar las pacas de maní seco y el “despalillado” del mismo. Era en estas dos últimas labores, donde nosotros, los niños, ayudábamos a nuestras tías a ganarse unos pesos para suplir sus necesidades de vestido y calzados.

Asimismo, a El Rubio llegó la siembra de “yuca amarga” para la elaboración comercial de casabe. En esta actividad se involucraba toda la familia. En la siembra, cultivo y cosecha participaban los hombres. En el “descopotado” del tubérculo (quitarle la cáscara raspando el mismo con una afilada cuchara) participábamos los niños y las mujeres. En el “guayado” de la yuca volvían los hombres a tomar acción utilizando unos guayos industriales. Después venía el prensado de la masa obtenida con el “guayado” de la yuca, para extraerle el ácido prúsico, el cual es venenoso. En este proceso, también se extraían los almidones más solubles de la yuca, los cuales se colectaban en trampas diseñadas para estos fines, se ponían a secar, y posteriormente, se elaboraban los “panecicos” más sabrosos que usted pueda imaginarse, utilizando manteca de cerdo, que como ya he dicho, le imprime un sabor inigualable a la comida. El prensado y secado de la masa de yuca tomaba varios días y luego, nuestras tías procedían a elaborar el casabe, en grandes hornos, que entonces eran alimentados con leña. Nuestra participación en el “descopotado” de la yuca era retribuida por nuestras tías, que nos horneaban pequeñas tortas de casabe diseñadas especialmente para nosotros, unas veces rellenas de maní tostado y otras de ajonjolí, las que consumíamos con jarros de café recién colado en aquellos coladores que la greca desplazó.

Con el transcurrir del tiempo, Papá mudó su pulpería a la calle Duarte esquina Mella, frente a la Farmacia Mao. En esa casa vivieron luego, Momón “La Fuerza” y Milet Haddad con sus respectivas familias. Los hijos más viejos teníamos que turnarnos para llevarle el desayuno y la cena.

Papá iba a casa a almorzar al mediodía. En una ocasión, nuestro Viejo llamó a Norman para decirle “un secreto”. “No le digas nada a Fernan, pero en el Cine Jardín están dando la vida de Jackie Robinson y vamos a ir a verla, él está muy pequeño y si lo llevamos se va a dormir”. ¿Cuál no sería la sorpresa de Papá cuando escuchó detrás de él, “yo no me duermo no”? La carcajada de los amigos que estaban allí fue al unísono y alguien le dijo: “bueno, compadre, usted no tiene escapatoria. Llévese los dos muchachos a ver la película”. Fue así, como vi la biografía, llevada al cine, de ese portentoso atleta negro que tuvo el coraje de vencer la barrera del color en el béisbol de Grandes Ligas. Una de las escenas que más me impactó, fue cuando estando en el dugout, un fanático blanco, racista, le tiró un gato negro y le vociferó una sarta de improperios no publicables. Robinson, sin inmutarse, tomó el gato en sus manos y se puso a acariciarlo. ¿Qué sería del béisbol de hoy, sin la presencia del atleta de color? ¿Cuántas superestrellas de hoy le deben a Jackie Robinson sus grandes salarios? ¿Sería arriesgado decir que algunos de ellos no saben quién fue Jackie Robinson?

Estos recuerdos son de mi infancia, si me animo, les cuento otras de mi niñez, la adolescencia y… ¿quién sabe?

10 comentarios:

  1. Fernan, linda historia, sólo los que las viven puden contarlas como tú, esas son de las cosas que me gustan de MEEC, que nos hacen revivir los mejores momentos de nuestras vidas, momentos sanos y sin malicias. En hora buena

    Con alta estima

    Papito Mármol

    ResponderBorrar
  2. Apreciado Fernan:
    Gracias por compartir los hermosos recuerdos que has relatado tan vividamente. No puedo ocultar la envidia que dá no haber participado de esas estadías en El Rubio. Muy lindos los detalles de la evolución económica local y familiar.
    Un abrazo,
    Guarionex Flores Liranzo
    guarionexf@gmail.com

    ResponderBorrar
  3. Mientras mas leo los artículos de nuestro querido Fernan, mucho mas nos identificamos con él. Su historia también pudo haber sido la de nosotros en los años de la niñez y adolescencia, quizás en otros escenarios. Muy refrescante tu historia de travesuras amigo.

    Afectos de, Ley S.

    ResponderBorrar
  4. Cabezón ;Cuando leo estas narraciones ,me ubico hácia aquellos tiempos,que algunas veces pienso que eran mejores,pero esto se debe a la caótica situación existente.Cuanto daría por ver una "mata de cañafítula" hoy en dia y los tomaticos silvestre en los patios. Ya nada de eso existe por descuido.
    De si hay peloteros que no saben quién fue Jakie Robinson?ellos los han oido mencionar,pero no saben lo que hizo.
    Pero actualmente ellos no saben que gracias a Curt Flood ex-center field de Saint Luis consiguieron sus derechos y ellos hoy son millonarios
    Gracias por sus recuerdos,

    Manito

    ResponderBorrar
  5. Fernan: No tienes idea lo que me hiciste retroceder a mi niñéz al recordar los huevos revolteados que mamá nos hacia con los tomaticos chiquititos. Los viajes al rio y las subidas en las matas de cañafitolas....no extraño lo moderno a cambio de mis años de infancia. Tu fuiste un modelo para los que veniamos pisandote los talones.....Ya somos viejos, pero como amor, respeto y admiración profunda.

    Un abrazo mi querido Fernan.
    Sinceramente,

    Juan Colon

    ResponderBorrar
  6. Querido Fernan:
    Siempre leo con sumo interés tus escritos, y no puedo dejar de decirte, que a veces siento una especie de "envidilla" por todas esas experiencias que Uds. vivieron en El Rubio cuales no estaban al alcance de los que no teníamos el Azcona ni "detrás de las orejas".
    Tus narraciones me llevan a tiempos inocentes, cuando nuestros padres se preocupaban por nosotros, mientras éramos muchachos y nuestra misión del momento era ser felices.
    Percibo tus descripciones, llenas de humilde sinceridad, como una serie de retratos con personajes austeros, a blanco y negro y que la pátina del tiempo va tocando con su propia veladura.
    Un abrazo de: Narcy...

    ResponderBorrar
  7. Hermano: tus relatos huelen a cañafístol, panesico,casabe,y tomaticos (revoltiao) con huevos y arenque.
    Sigue marcándonos la ruta de recuerdos y vivencias que son nuestras tambien ¡En hora buena!

    Evelio Martinez.

    ResponderBorrar
  8. Gracias amigos (Papito, Guarionex, Ley, Cabezón, Juan y Evelio) y querida prima, Narcy, por sus valiosos comentarios, los cuales aprecio y me motivan a seguir embadurnando cuartillas, con la benevolencia del Administrador de MEEC, mi querido hermano Isaías.

    Ya estoy involucrado con la parte II de estos recuerdos. No olvidemos que "recordar es vivir".

    Los quiero mucho,

    Fernan Ferreira.

    ResponderBorrar
  9. jajajajajajajaja no pensé que mi vecino de aquella época que él tan magistralmente narra, se iba a convertir en el hombre de bien que es hoy; y en el profesional sobresaliente que nos gastamos los maeños, tampoco pasó por mi mente cuando todos éramos niños. Lo felicito, porque en su andar por la vida, se ha convertido en un ejemplo para los de su generación. El, hoy es mi hermano blanco y me siento mas bien que Lola con que asi sea.

    Rolando Espinal

    ResponderBorrar
  10. Jajaja. Fernan por este medio te solicito permiso para enviarle este escrito a mi distinguido amigo Persio Azcona, quien es oriundo de El Rubio. Por favor, contesta por nuestro blog. Qué el Señor te siga bendiciendo. Saludos de Niño Almonte.

    ResponderBorrar

Haga su comentario bajo la etiqueta de Anónimo, pero ponga su nombre y su dirección de email al final del mismo: NO SE PUBLICARÁN COMENTARIOS SIN NOMBRE Y SIN DIRECCIÓN DE EMAIL. Los comentarios ofensivos y que se consideren inapropiados, tampoco serán publicados.
El administrador