viernes, 21 de octubre de 2011
TIC-TAC NEW YORK
LA OTRA CARA DE NUEVA YORK
Por Antonio Espinal
Ella es un recorte olvidado en la historia del futuro.
La canción que desde hace mucho tiempo anda tras de un autor.
Su caminar es lento, como una correspondencia postal de tercera clase.
Su voz, se ha ido apagando poco a poco, como la melodía en un baño interrumpida por el agua caliente que cruza la ruta de la fría.
Es una mujer vieja, que pide limosnas, sin utilizar la voz nada más que para decir muchas gracias.
Su residencia es ocasional: hoy puede ser la zona de Times Square, en el corazón de Manhattan, mañana la estación de Pensilvania en la calle 34 o la arteria del Parque Central que a veces sangra en la calle de los cocheros, la 59.
Su mirada, es lejana y vaga, como el recuerdo de una ilusión estrangulada a media tarde.
No camina, es su espíritu el que va arrastrando al cuerpo octogenario, como los bueyes de una carreta que se mueve sin rumbo.
Le da lo mismo vivir que morir, porque son cifras de una misma ecuación.
"Odiaría una muerte violenta. Prefiero quedarme durmiendo para siempre", dijo a este periodista que le hacía preguntas que ella no tenía ganas de responder.
Pero es difícil quedarse dormida para siempre. Una patada o la sirena que corre lejana, quién sabe a dónde, la despierta. Y se asusta, como si viviera en un mundo poblado de espectros.
La arcilla de que está constituido su cuerpo, se ha deformado como su esperanza por una justicia que no llega o las ansias de un cambio postergado.
Su sonrisa se perdió en el laberinto de los desengaños de una vida que va empujando, pesada, como los ochenta y tantos años encaramados en la espalda de su existencia.
Y en medio de esas deformaciones, no ha caído en gracia a las gentes del Departamento de Beneficencia Social que uno se ha acostumbrado a llamar "Welfare".
Es que no tiene recursos para agradarlos y lograr el cheque quincenal que le ofrecería casa, cama y comida. Para morirse tranquila junto a los recuerdos y sueños trasnochados.
Para el "Welfare" es más apropiado atender a los que pueden en un momento cualquiera levantar una protesta que halle eco, que a esta vieja mujer obligada a callar su sufrimiento.
Una vez --me dijo-- en "Welfare" le manifestaron que la enviarían a un hospital siquiátrico, que le sirviera de morada en donde pasar el resto de sus días.
"Pero yo no estoy loca...Entonces, ¿por qué debo ir a vivir junto a los locos?"
Por eso, prefiere quedarse en la calle, para transitar libremente por el camino que le vaya trazando ese invisible que empuja su cuerpo por la vida.
Y seguir siendo un vegetal humano o un humano vegetal, que duerme en las calles y come restos de alimentos tirados en los zafacones.
Mostrando a cada caminante su semblante descompuesto por el dolor, y su rostro marchito por el ayuno obligado, con muchas rayas que son pequeños surcos por donde transitan las lágrimas.
Lo que recoge, a veces, lo guarda en una bolsa de papel que siempre lleva abrazada como si se tratase de un niño que pretende cuidar de quien pudiese hacerlo daño.
Sus ojos, acostumbrados a la tristeza, son los que piden, porque su boca casi siempre permanece cerrada y su voz se pierde en un lugar ignoto en donde no hay eco.
Pero la gente la entiende y le da limosnas que toma cual si fuera una avecilla que acepta desconfiada las migajas de pan que le ofrecen en los parques.
Y es que tiene miedo, porque a veces le hacen daño, cuando la despiertan en las calzadas o cuando los trabajadores del "Welfare" quieren mandarla a un manicomio.
Sin embargo, es optimista o por lo menos demuestra serlo al cargar una bolsa plástica que dice "Yo amo a Nueva York". Nada menos que la ciudad quizás más importante de un gran imperio, o una gigantesca maquinaria en donde la protagonista de este Tic-Tac es una pieza gastada que no encaja.
Y la pieza gastada sigue esperando que a mitad de la jornada la sorprenda la noche eterna, para que todo sea descansar.
Nota: la foto es solo una ilustración, no corresponde a la mujer de esta historia real. Sus comentarios serán bien recibidos: http://www.facebook.com/espinalantonio
Por Antonio Espinal
Ella es un recorte olvidado en la historia del futuro.
La canción que desde hace mucho tiempo anda tras de un autor.
Su caminar es lento, como una correspondencia postal de tercera clase.
Su voz, se ha ido apagando poco a poco, como la melodía en un baño interrumpida por el agua caliente que cruza la ruta de la fría.
Es una mujer vieja, que pide limosnas, sin utilizar la voz nada más que para decir muchas gracias.
Su residencia es ocasional: hoy puede ser la zona de Times Square, en el corazón de Manhattan, mañana la estación de Pensilvania en la calle 34 o la arteria del Parque Central que a veces sangra en la calle de los cocheros, la 59.
Su mirada, es lejana y vaga, como el recuerdo de una ilusión estrangulada a media tarde.
No camina, es su espíritu el que va arrastrando al cuerpo octogenario, como los bueyes de una carreta que se mueve sin rumbo.
Le da lo mismo vivir que morir, porque son cifras de una misma ecuación.
"Odiaría una muerte violenta. Prefiero quedarme durmiendo para siempre", dijo a este periodista que le hacía preguntas que ella no tenía ganas de responder.
Pero es difícil quedarse dormida para siempre. Una patada o la sirena que corre lejana, quién sabe a dónde, la despierta. Y se asusta, como si viviera en un mundo poblado de espectros.
La arcilla de que está constituido su cuerpo, se ha deformado como su esperanza por una justicia que no llega o las ansias de un cambio postergado.
Su sonrisa se perdió en el laberinto de los desengaños de una vida que va empujando, pesada, como los ochenta y tantos años encaramados en la espalda de su existencia.
Y en medio de esas deformaciones, no ha caído en gracia a las gentes del Departamento de Beneficencia Social que uno se ha acostumbrado a llamar "Welfare".
Es que no tiene recursos para agradarlos y lograr el cheque quincenal que le ofrecería casa, cama y comida. Para morirse tranquila junto a los recuerdos y sueños trasnochados.
Para el "Welfare" es más apropiado atender a los que pueden en un momento cualquiera levantar una protesta que halle eco, que a esta vieja mujer obligada a callar su sufrimiento.
Una vez --me dijo-- en "Welfare" le manifestaron que la enviarían a un hospital siquiátrico, que le sirviera de morada en donde pasar el resto de sus días.
"Pero yo no estoy loca...Entonces, ¿por qué debo ir a vivir junto a los locos?"
Por eso, prefiere quedarse en la calle, para transitar libremente por el camino que le vaya trazando ese invisible que empuja su cuerpo por la vida.
Y seguir siendo un vegetal humano o un humano vegetal, que duerme en las calles y come restos de alimentos tirados en los zafacones.
Mostrando a cada caminante su semblante descompuesto por el dolor, y su rostro marchito por el ayuno obligado, con muchas rayas que son pequeños surcos por donde transitan las lágrimas.
Lo que recoge, a veces, lo guarda en una bolsa de papel que siempre lleva abrazada como si se tratase de un niño que pretende cuidar de quien pudiese hacerlo daño.
Sus ojos, acostumbrados a la tristeza, son los que piden, porque su boca casi siempre permanece cerrada y su voz se pierde en un lugar ignoto en donde no hay eco.
Pero la gente la entiende y le da limosnas que toma cual si fuera una avecilla que acepta desconfiada las migajas de pan que le ofrecen en los parques.
Y es que tiene miedo, porque a veces le hacen daño, cuando la despiertan en las calzadas o cuando los trabajadores del "Welfare" quieren mandarla a un manicomio.
Sin embargo, es optimista o por lo menos demuestra serlo al cargar una bolsa plástica que dice "Yo amo a Nueva York". Nada menos que la ciudad quizás más importante de un gran imperio, o una gigantesca maquinaria en donde la protagonista de este Tic-Tac es una pieza gastada que no encaja.
Y la pieza gastada sigue esperando que a mitad de la jornada la sorprenda la noche eterna, para que todo sea descansar.
Nota: la foto es solo una ilustración, no corresponde a la mujer de esta historia real. Sus comentarios serán bien recibidos: http://www.facebook.com/espinalantonio
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