martes, 18 de mayo de 2010

Diario de mis tacones

Por Handry Santana

El vendedor de quinielas y sus cantos borrachos con promesas dudosas es el despertador de la mañana. “¡Quinielero me voy!!Quinielero llegó!”; pero nunca termina de irse hasta que algún vecino le compra el “palé” de turno. Lo pienso dos veces antes de levantarme. El día tiene cara de ser duro. La ropa sin arrugas colgada frente a mí es un aviso: “no tendré mucho tiempo”. Me estiro un poco hasta que mis brazos rozan con el espaldar. “Debo comprarme una cama más grande. No he crecido, la cama se ha vuelto más pequeña”.

Voy corriendo al baño con las ansias de salir en dos segundos de mi rutina de higiene. Mi cepillo de dientes me recuerda hacer cita con el dentista. Le hago caso omiso permitiendo que el golpe de agua fría me despierte. Olvido los murmullos de la conciencia que se esconden en toda la habitación.

La cartera es un castigo para mi hombro. Lleva el peso de lo innecesario. No puedo deshacerme de tan compleja carga. Los pies se quejan del encierro en aquellos zapatos estrechos de tacón fino; sin embrago los consuelo con la elegancia del paso. La oficina se invade con la fragancia de mi nuevo perfume. Disimulo analizando el usar algo más discreto.

Me dejo envolver en los papeles, sus brazos largos y pálidos llegan hasta mi cuello. La rutina se burla cruelmente de mis intentos, mientras el tema político llena los pasillos. Almuerzo con el estrés como amigo inseparable. Hemos convivido tanto que lo extraño en los días tranquilos. ¡Qué ironía!

El maratón del tiempo con las urgencias pinta de gris la realidad. El teléfono construye su propia música con el ring ring incesante. Se deforma el recogido en mi cabello al tocarlo como desahogo a mi anemia de ideas. Hasta que sin avisarlo todo fluye.

Una nota recordatoria me alarma sobre pendientes que no alcanzaré a cumplir. Me pregunto ¿podré con todo? “Creo que sí”. Humedezco mis labios con un lipstick rosa recuperando la frescura en el rostro después de una tarde marchita.

Y llega “él” con su sonrisa florecida a buscarme. Reclamo la ausencia de sus llamadas y “él” las mías. Conspiramos juntos con las horas que se hacen cortas. Nos despedimos con ansias de que llegue mañana para vernos otra vez.

Duermo en compañía de las “cartas a sus amigos” de Marguerite Yourcenar, valorando los detalles espléndidos de sus maravillosas letras. Escribo en mi mente la próxima historia, esperando encontrar el personaje perfecto para mi aventura.

Nace un nuevo día. El vendedor de quinielas y sus cantos borrachos con promesas dudosas es el despertador de la mañana. “¡Quinielero me voy!!Quinielero llegó!”…

2 comentarios:

  1. Lo siento, pero la regla es que si no pone nombre y dirección de email, no vamos a publicar sus comentarios.
    El administrador

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  2. Handry! Me encanto tu escrito como siempre demostrando cada uno de los talentos que con los que Dios te ha premiado. Que Dios te colme de bendiciones siempre.

    Wendy Moronta Nuñez (Hija de Melva Nuñez)

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