domingo, 25 de octubre de 2009

Identidad musical dominicana en crisis. Segunda parte

DO-RE-MI
Por Juan Colón

Primera parte

Tercera parte

En el artículo anterior, el autor expuso que la crisis en que se encuentra hoy la música dominicana comenzó cuando al merengue se le cambió su patrón rítmico y al nuevo ensamblaje se le siguió llamando merengue. Esta vez el autor se refiere al impacto del factor humano en dicha crisis.

Uno de los grandes problemas de nuestra música, son los artistas mismos. Por eso las multinacionales del disco prefirieron quedarse sin artistas dominicanos. He trabajado con la casi totalidad de nuestros artistas y es realmente deplorable el poco nivel de profesionalismo de la mayoría de ellos.

Y no es que no haya artistas dominicanos con condiciones; no señor. Los hay, pero excepto por unas privilegiadas excepciones, caen en el patrón que voy a describir y son arrastrados por la vorágine del irrespeto.

Tenemos muy buenos exponentes que de haber puesto algo de amor en sus grabaciones, actuaciones, elecciones de los temas, nuestro ritmo no hubiera sucumbido ante otras corrientes que también están en decadencia.

Lo duradero y lo que es pasajero en el mundo de la música se puede palpar a leguas. La música de grandes intérpretes como El Torito, Rubby Pérez, Eddy Herrera, tiene algo muy bueno, se puede escuchar, aunque con el correr del tiempo las cualidades interpretativas de los mismos han sido sustituidas y sometidas a velocidades que cuestionan sus motivaciones, especialmente cuando tocan en vivo. No obstante, su calidad los hace entrar al mundo de lo duradero; siempre van a tener oyentes que los deseen escuchar; en cambio, la que es perecedera es sólo asunto de meses, y luego desaparece para siempre.

Con los líderes del llamado merengue de calle, gracias a Dios, trabajé muy poco, pero es realmente deplorable el bajo nivel de educación de la mayoría de ellos: parecen mercenarios y no artistas. Menos mal que son sólo meteoritos fugaces. A veces me pregunto, ¿qué siente un tipo hablando, diciendo cosas incoherentes, haciendo arreglos musicales malísimos, tocándolos a velocidades impensables?

Entonces viene lo lamentable: el mundo latinoamericano sólo conoce algunos intérpretes de merengue que lograron entrar en diferentes países pero se fueron despreocupando por innovarse, cayendo sus estilos en algo rutinario. Sólo nos queda Juan Luís Guerra a nivel internacional.

Este mal ha venido creciendo poco a poco y el culpable de ello es el propio artista. Muchos de ellos viajaron en condiciones muy desfavorables por el solo hecho de decir “estuvimos en tal sitio”. Luego los artistas dominicanos, al surgir el boom del merengue bomba en Puerto Rico, y ver el éxito de Olga Tañon, Many Manuel, Elvis Crespo, etc., se sienten desplazados y comienzan a culpar y a acusar al artista puertorriqueño de querer robarle su identidad.

Y eso no es cierto. También he trabajado con los artistas más populares del merengue en Puerto Rico y su trato es totalmente diferente al del artista nuestro y ni hablar de los exponentes de los últimos seis u ocho años.

El propio artista nuestro no ve con buenos ojos el increíble éxito de Juan Luís Guerra a nivel de Mega estrella. En este gran artista se conjugan muchos factores que le permitieron convertirse en una super estrella de colosal magnitud.

Su capacidad musical, humana y el respeto a su trabajo y a sí mismo, dieron lugar a ese fenómeno de masas.

En sus inicios hizo lo que todos hacen, tocar bailes y luego ir a NY y áreas similares en busca de trabajo. No pasó mucho tiempo antes de que se diera cuenta que ese no era su norte. Ahí se reevalúa y da un giro total hacia lo que quiere; ya pueden ver los resultados por ustedes mismos.

En el reverso de la moneda, los grupos de merengue se quedaron tocando bailes y eso los ponía muy por debajo de las grandes figuras del arte popular en Latinoamérica.

Para ser un artista de multitudes se necesitan muchos ingredientes los cuales los combos dominicanos últimamente no han logrado por sus pobres manejos como entidades profesionales.

Sólo buscan el picoteo de bailes semana tras semana, no logran imponer respeto internacional por sus trabajos porque no están haciendo nada por su profesión, sólo les interesa el dinero que perciben de los bailes, sin importarles donde toquen.

¡Qué contraste con el Gran Combo de Puerto Rico, por ejemplo, que sigue triunfando cuatro décadas después de haber empezado!

Por experiencia propia sé que el respeto que se le tiene al músico es muy poco, aunque reconozco que el músico es culpable en parte de ese irrespeto, pues se contenta con que lo usen para trabajar y eso basta.

Por todos lados la falta de dignidad y profesionalismo ha causado estragos en el mercado hasta que hemos quedado totalmente aislados y hoy sólo podemos tocarles a los dominicanos de Nueva York, Boston, New jersey, Florida, y en alguna que otra plaza en en España y discoteca de algún otro país donde haya mucha concentración de dominicanos.

¡Si pudiéramos dar reversa a esta situación! Lo último que debemos perder es la esperanza, sin embargo. Creo que con vergüenza, metas definidas y mucho trabajo en pos de la excelencia, podremos levantarnos. (Continuará)

El autor, hijo de Lucero Colón, es un destacado saxofonista maeño, quien ha formado parte de las orquestas de Millie y los Vecinos, Rafael Solano y Juan Luis Guerra, entre otros grandes. Reside en Nueva York y hoy día se dedica a interpretar jazz con su grupo Sonido Latino.

1 comentario:

  1. No quiero restarle importancia, ni poder de difusión a NUESTRO blog. Pero, me gustaría que Juan Colón se animara a publicar sus juiciosos artículos en algún periódico dominicano de circulación nacional. Estoy seguro que sus opiniones generarían una interesante polémica entre músicos de verdad (como Juan) y estudiosos del merengue, que indudablemente beneficiaría a nuestro ritmo nacional.

    Fernan Ferreira.

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